febrero 02, 2023

LA RECTORA TRONCHATORO DEL HUILA

 


Por: Carlos Arturo Gamboa B.

Docente Universidad del Tolima

 

En el siglo de las redes sociales muchos se hacen virales por hacer o decir pendejadas, y una rectora de colegio no puede ser la excepción. Claro está que un colegio llamado Misael Pastrana Borrero puede genera ceguera constitucional y el fantasma de dicho señor, que se debe pasear por las azuladas aulas, perpetrará los murmullos de una sociedad pacata, goda, llena de prejuicios y presta a imponer las normas obsoletas de siglos pasados.

La rectora, cuyo nombre podría ser “Tronchatoro”, pero que fue bautizada como Olga Narváez, sin ningún asomo de habitar el siglo XXI y sin vestigios de conocer la Carta Constitucional de 1991, se atreve a predicar, como si fuese una guardiana del campo de concentración educativo, que:

“Queda totalmente prohibida la pérdida del año, el encuentro de amoríos, noviazgo […] traer cualquier tipo de (implemento) tecnológico, ningún celular. No se aceptan estudiantes con cachucha (gorras), con suéteres de todos los colores, con pelo largo ni de todos los colores, ni con piercings, ni con joyas finas”.

En otras palabras, ella quiere una escuela sin niñas y niños, sin jóvenes y jovencitas o la menos sin los del siglo XXI. Ella, al parecer desea ser una profesora del Monasterio de las Monjas de Torquemada. Nada de los postulados educativos le importa a Narváez, que por supuesto jamás tuvo que haber leído a Freire a quien quizás confunda con una marca de freidoras.

Mientras miles de escuelas en el país se rasgan los cabellos en agonía, tratando de motivar a los niños y jóvenes para que retornen a las escuelas y colegios, la rectora exclama sin rubor en su rechoncho rostro que:

“El estudiante que no acepte la institución, simplemente no le sirve, no matricule a su hijo si no quiso cortarse el pelo, la institución no le sirve.”

No faltaba más, iguazos, a estudiar en las instituciones de la ralea, que esto es para gente de bien. Como el señor John Poulos, bien peinados, bien vestidos, con la camisa por dentro, pelo corto y con los zapatos brillantes. Tocará proponer al Magisterio colombiano que cree el premio Olga Narváez para otorgar a las instituciones que ayuden a combatir con ahínco la deserción estudiantil.

Qué diría el poeta José Eustasio Rivera, nacido en San Mateo, en lo que hoy es el municipio de Rivera (Huila), en donde habita y gobierna esta reencarnación de la Santa Inquisición. Quizás se podría parar en mitad del patio del vetusto colegio y mirando a las señoras que aplauden los dislates de Narváez, volver a exclamar aquel bello poema:

Loco gasté mi juventud lozana

En subir a la cumbre prometida

Y hoy que llego diviso la salida

Del sol, en otra cumbre más lejana.

Aquí donde la gloria se engalana

Hallo sólo una bruma desteñida;

Y me siento a llorar porque mi vida

Ni del pasado fue… ni del mañana.

Luego, de nuevo, huiría morir en Nueva York.

1 comentario:

Anónimo dijo...

La caverna siempre está ahí: acechando