julio 25, 2011

E-LECCIONES

Por: Carlos Arturo Gamboa
La perversa idea de que la democracia son elecciones ha invadido el mundo de la seudo-política, que es el mundo político desdibujado al que la mayoría tiene acceso. Cada tiempo, como en un ciclo de alguna enfermedad incurable, los dispositivos del poder movilizan los engranajes de esa gran máquina que se alimenta de los sueños del pueblo. Votar pareciera ser el gran aporte que la masa le hace al Frankenstein  de la gobernanza. Votar pata botar. Cambiar la idea de pueblo por tres pesos. 
Los múltiples males que aquejan al pueblo, se convierten en la miel con la que los oradores adoban sus mentiras. No hay perversión mayor que usar los sueños de igualdad, de justicia, de bienestar, para apoderase de los botines que se alcanzan con los puestos públicos. Idea malformada de democracia más capitalismo, igual a corrupción. 
Creer en la democracia que se practica hoy es como esperar que las hormigas que cuidan el bulto de azúcar, jamás se auto-endulzarán. Sólo es posible una democracia profunda, en la que la idea prime sobre la acción misma de votar, el voto es un performance cuando se habla de política, el contenido y significado de la política está en la soberanía del pueblo, esa misma que le arrebata el politiquero en las urnas. Como diría Hubbard, “La democracia tiene por lo menos un mérito, y es que un miembro del parlamento no puede ser más incompetente que aquellos que le han votado”; pero la necesidad de un pueblo que sea consciente del rol de perfecto idiota al que le somete la democracia de votos, se ve truncada ante las múltiples formas de encarnación en bienes superfluos con que el aparato cautiva: puesticos pírricos, camisitas coloridas, promesas de futuro, pancartas que adormecen la mente, mentiras que a fuerza de ser enunciadas se han tornado en verdades, tamales, transportes, risas… La democracia del voto es un mercado persa, enajenación del pueblo frente a su único deber: La liberación.
Pronto anunciarán los altoparlantes del poder “Bienvenidos a la fiesta de la democracia”, y saldrán como estampida de borregos los zombis de la democracia a su festín de votos. Diría que la estupidez es circular, o mejor, recordando a Jim Morrison, alguien que si supo de grandes fiestas: “Yo creo en la democracia. No creo que tenga que haber un presidente. Yo creo que debería ser una democracia total.