enero 04, 2013

DE REGRESO AL RANCHO


Foto: Carlos Gamboa

Por: Carlos Arturo Gamboa B.
Por estos días los cuerpos buscan el aire que el asfalto hurtó y emprendemos rutas en busca de naturaleza, y nada mejor que volver por los senderos conducentes al acompasado ritmo de las rocas, el aire, el agua y el frío. Esa es la ruta del cañón del Combeima hasta el Rancho Tolima, uno de los paisajes tolimenses más exuberantes. Hacía años no retornaba por aquellos parajes y la experiencia fue agridulce.
Para quienes viven enunciando que el turismo en el Tolima es fatalidad, debo darles la razón; y no porque no tengamos lugares, paisajes o atracciones, es porque somos fatales como anfitriones, irresponsables con nuestros espacios y facilistas para hacer turismo; al menos eso lo he venido percibiendo en mis últimos recorridos por el Tolima. El camino de retorno al agua por el Combeima, no ha sido la excepción. No más emprendes el viaje y empiezas a notar que por aquí de turismo poco. El transporte es pésimo, la información inane y atención descomedida. En otros parajes, iguales o menos llamativos que estos, encuentras una actitud distinta frente al viajero.
Mientras disfrutaba de las aguas termales del Rancho Tolima, un hombre con cara de conocer mucho mundo le dijo a sus acompañantes: - Ahora si pueden decir que vinieron al Tolima- Una señora con voz apaisada le contestó: - Si hombre, la verdad esto es muy bonito. Y claro que el paisaje de esta parte del cañón es alucinante, pero no se puede concebir que después de tanto años el lugar se encuentre casi en el abandono, administrado por un grupo de personas que no saben qué hacer con tanta afluencia de público, con instalaciones derruidas, sin las más mínimas normas de higiene, sin senderos adecuados, sin demarcación; y lo peor de todo, sin el cuidado necesario que un espacio de esta magnitud ecológica requiere. Por dónde pasas encuentras desperdicios de plástico, botellas de vidrio, latas de cerveza, hojas de tamales y demás desperdicios que los humanos solemos dejar como agradecimiento a la naturaleza. Los visitantes que escuché durante los dos días que rondé por allí, se quejaban del mal servicio, de la venta de tures sin garantías, del desaseo de los sanitarios, etc. Por aquí uno viene una vez y no vuelve, dijo un señor que llevaba más de media hora esperando a que le sirvieran una aguadepanela con queso.
Estoy seguro que el problema no es de quienes han administrado el lugar durante los últimos años, se nota que no saben lo que hacen; el problema es mucho más hondo, es cultural, de los anfitriones que no saben serlo y de los visitantes incultos que arrojan sus desechos en todas partes, pero sobre todo de la ausencia de una política gubernamental que asuma el cuidado de nuestro territorio, de una política de turismo que vaya más allá de mostrar cifras o montar discursos pre-electorales.
El Tolima es un espacio aún encantador y, en vez de permitir que las multinacionales depreden la monumentalidad de nuestras montañas, deberíamos concentrarnos en construir un dique de contención preservando nuestros recursos y de paso generando ingresos mediante serias políticas de turismo. He visitado otros sitios termales, como San Vicente, y con mucho menos hacen mucho más, pero necesitamos un esfuerzo urgente, antes de que los saqueadores se no metan al Rancho  y acaben con esos enormes ahorros de agua y oxígeno que en medio de la penurias turísticas aún podemos disfrutar; porque como decía el señor en la pileta de aguas termales, cuando uno va al Rancho Tolima se rencuentra con el verdadero Tolima, el del paisaje paradisiaco y el de turismo a cero grados.