octubre 06, 2015

“El patio de la casa donde nací sigue vivo en mi memoria”: Nelson Romero Guzmán

El nombre de Nelson Romero Guzmán por estos días retumba un poco más en los oídos culturales del país, para muchos allegados no es sorpresa, su antiguo oficio con la palabra es un grato acontecer.  Pocos transeúntes, del campus de la Universidad del Tolima, advierten que el hombre tranquilo que de vez en cuando se toma un tinto en el parque Ducuara, y ríe tímidamente con alguno de sus amigos, es una de las voces poéticas más importantes de Latinoamérica. Y no lo saben porque Nelson no es un “escritor espectáculo”, más bien podríamos definirlo como un rumiador silencioso de metáforas. Hace un par de días, cuando la Gobernación del Departamento del Tolima le otorgó un reconocimiento por su aporte a la cultura del país y la región, uno de los estudiantes que asistía al Teatro Tolima dejó escapar una de esas sentencias propias de la adolescencia: “Creí que era distinto”, y es que Nelson no encaja en los cánones de escritores del mercado, de las grandes editoriales y de las luces pasajeras de la fama. Nelson es un poeta, con toda la carga semántica que dicha palabra contiene en la historia de la humanidad.
Nelson nació en Ataco, (Tolima) en el año de 1962.  Es Licenciado en Filosofía y Letras de la Universidad Santo Tomás y Magíster en Literatura, Universidad Tecnológica de Pereira. Ha obtenido varios premios y reconocimientos literarios, entre ellos: Premio Nacional Universitario de Poesía “Euclides Jaramillo”, Universidad del Quindío, 1995; Primer Premio Concurso Nacional de Poesía “Fernando Mejía Mejía” de Manizales por su libro Rumbos, publicado por la Alcaldía de Manizales en 1992; XIV Premio Nacional de Poesía Concurso Universidad de Antioquia, con el libro Surgidos de la Luz. Reconocimiento a Escritores del Tolima con Presencia en Ibagué, Fondo Mixto de Cultura del Tolima, en el año 2000;  Premio Nacional de Literatura en la modalidad de Poesía, convocado por El Instituto Distrital de Cultura y Turismo de Bogotá en el 2007, con su libro Obras de mampostería, 56 Premio Internacional de Poesía Casa de las Américas 2015, otorgado en la Habana a su libro Bajo el brillo de la luna y Premio  Nacional de Poesía Ministerio de Cultura 2015 por su libro Música lenta, editado en el 2014 por Arte es Colombia, Colección letras.
Este blog, amigo de las buenas lecturas y conversaciones, invitó al poeta, profesor universitario y amigo a dialogar, esto fue lo que se tejió en ese encuentro de palabras:
Carlos Arturo Gamboa: ¿Para qué escribir poesía en estos tiempos aciagos?
Nelson Romero Guzmán: Lo aciago es poético en sí mismo, también permite a la pulsión creadora del lenguaje morar en las incertidumbres y en los conflictos humanos de todos los tiempos. Por ejemplo, Baudelaire como pensador de la modernidad desde la poesía y el arte, fue uno de los primeros en visionar la ruptura con la escuela románica al presentarnos la imagen de un mundo disonante, feo, caótico, habitado por el sujeto desrealizado de la modernidad. Mi escritura no sería lo que es sin esa proximidad con el hombre y el mundo en que habitamos. Las personas no educadas en la lectura de la poesía y el arte, todavía creen que el poeta es el rimador en un tiempo sin rima, o a lo sumo alguien que deleita con palabras bonitas, ¡no!, esa es la manera como los imaginarios vulgarizan al poeta y su trabajo.
Los tiempos aciagos que hoy vivimos son los de unas fijaciones, si positivas, también de usos veladamente aberrantes: la ciencia, el progreso material, la estadística, el producto, la lógica de la acción, el rendir cuentas, la pragmática. Por eso para esta sociedad la poesía no está en el terreno de las garantías, como sí lo estuvo la paideia griega donde la poesía era una forma de vida, una energía, es decir, un valor real de la sociedad. La Universidad asimila esas crisis con la máscara del conocimiento, un conocimiento indexado, que si no lo es, no entra en diálogo con los demás. La poesía, entonces, frente a estos poderes de un lenguaje siempre malicioso, se relega a lo mudo, lo silenciado. Sin embargo, todo buen arte se apodera de esas energías perdidas por el abuso de la demasiada razón, de esos desgastes de la existencia, para transformarlos en la posibilidad de una esperanza, de un retorno a la vida por el lado de otros mundos posibles, valorando el mito y la magia que fueron las primeras formulaciones del saber en el mundo griego.  No en vano Hölderlin exclamaba: “Quiero luz, más luz”. La ciencia parece ser la antorcha al revés de un verdadero conocimiento que debería estar vecino a la vida. El progreso material desmedido, producto de un poder deshumanizado, se paga con la guerra. Por eso un buen libro de poesía debe celebrarse, es una excepción feliz en medio de la monotonía y el exceso de saber. Un mundo donde el hombre de éxito es el empresario, el elegido.
Carlos Arturo Gamboa: Usted es docente universitario y escritor, ¿cómo se conjugan y/o riñen estos dos mundos?
Nelson Romero Guzmán: Como profesor dialogo con los estudiantes no sólo desde el “saber” académico de la asignatura, sino también desde la experiencia de la escritura, lo que me permite transmitir el sentir del arte más de cerca. El saber-sentir poco se asocia en el diálogo formativo cuando el profesor solo se comporta como un profesional. En mi caso personal trato de hablar desde las entrañas de los libros, del mundo, de mis emociones, y también con las teorías literarias más abiertas, que ayuden a encontrarnos. En la universidad los estudiantes y algunos profesores han formado una cofradía alrededor de mis poemas. Eso me alegra, alegra a mis estudiantes, y a su vez eleva el quehacer docente. Eso es perceptible. Enseñar-aprender adquiere un matiz comunicativo más curioso, de alguien que tiene detrás una experiencia con la escritura. Esa simbiosis me tiene ahora más vivo que nunca y lo uno marcha en continuo progreso con lo otro.
Carlos Arturo Gamboa: ¿Qué le puede aportar la poesía a la pedagogía?
Nelson Romero Guzmán: Siempre, en todas las épocas de la cultura, en buen parte la pedagogía ha formado los sujetos desde la literatura. La paideia griega forjó su ideal de virtud a partir de las obras de Homero, Hesíodo, o la poesía de Píndaro; en la época romana Séneca, Cicerón, Plinio el Viejo, elevaron el epicureísmo o el estoicismo a una nueva paideia del hombre romano tras el ideal de la felicidad; igual en la Edad Media el libro de los ejemplos de El Conde de Lucanor de Juan Manuel, la poesía alegórica de Juan Ruiz, Archipreste de Hita o las fábulas de Esopo, por citar escasos ejemplos, hicieron una literatura didáctica que contribuyó a mantener el dogma de la Iglesia, pero también una literatura goliarda bellamente corrosiva que elevó la vida por encima de las doctrinas cristianas. En sí misma, la poesía transforma al lector al transmitirle una nueva experiencia con el lenguaje, una nueva visión de mundo y hasta una ruptura con la gramática, y eso ya es la expresión de una alta pedagogía. Pensamiento más emoción más revelación más hechizo más nueva vida, ¡qué más da!
Carlos Arturo Gamboa: Como poeta usted ha ganado muchos premios ¿qué piensa sobre las premiaciones en el mundo de las artes?
Nelson Romero Guzmán: En mi caso personal se me han otorgado los premios de poesía más importantes en Colombia, y ahora el premio latinoamericano Casa de las Américas, del cual conocemos su importancia. Es claro que los premios reconocen un talento, pero no lo definen de manera rotunda. Para mí han sido estimulantes. Me han ayudado a sostenerme en una pasión de toda mi vida.
Carlos Arturo Gamboa: Poeta y ensayista ¿y los otros géneros?
Nelson Romero Guzmán: No le apuesto a los demás géneros porque cuando lo he intentado termino degenerándolos. El ensayo me nutre en la medida que me ha permitido reflexionar sobre la escritura, sobre mis lecturas literarias, además que el ensayo también es hijo de la creación, si lo pensamos desde los grandes ensayistas de quienes los ejemplos sobran. Con la poesía no sólo creo imágenes, sino que narro, reflexiono, cuestiono, critico, ironizo, parodio, burlo, juego con otros textos, con otras formas del discurso. La poesía es un género bastante exigente. Me gustan poetas como el francés René Char o el peruano Julio Ortega, por ser rebeldes de las formas, con carta de ciudadanía para burlar fronteras.
Carlos Arturo Gamboa: Volver con la memoria a las tierras calientes de Ataco (Tolima) ¿de qué manera influyen los territorios en la escritura?
Nelson Romero Guzmán: Bueno, la escritura poética es andadura, también tiene la capacidad de fundar territorios imaginarios. El caso particular de Ataco está lleno de memoria poética, el patio de la casa donde nací sigue vivo en mi memoria, el río, los pájaros, las gentes sencillas y humildes que me enseñaron las cosas sencillas y humildes, como manejar una canoa o lanzar una red al río para pescar, son parte de una naturaleza donde todo fluye sin complicaciones, como de verdad me gustaría fluir siempre. La mitad de mi vida es mi infancia, que es el verdadero reino de la madurez, bueno y la casa donde aún vive mi madre guardiana de mis sueños, donde empecé a escribir.
Carlos Arturo Gamboa: ¿Qué buenas nuevas le han traído los recientes premios?
Nelson Romero Guzmán: Todas buenas. La Universidad del Tolima me ha acogido esplendorosamente, tengo el orgullo de pertenecer a su programa editorial con una bella edición que me hizo hace poco. Soy feliz respirando estos árboles del campus. Ya tengo invitación a la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, en México, en representación de Colombia, con otros escritores del país. La Universidad Externado de Colombia publicará próximamente 8.000 ejemplares de una antología de mis poemas, con selección del poeta Juan Gustavo Cobo Borda. Estoy por estos días asistiendo a varios eventos culturales en el país. Bueno, todo marcha bien, y la creación no escasea. El oficio de escribir, que es el oficio de vivir.