abril 30, 2019

LOS ADORADORES DE LA GUERRA



Por: Carlos Arturo Gamboa B.
Docente Universitario

El día martes treinta de abril empezó con la noticia de la gestación de un golpe de Estado en Venezuela. Miembros de las fuerzas armadas habían liberado a Leopoldo López y junto a Guaidó encabezaban un llamado al pueblo para que se agolpará y derrocará el gobierno de Nicolás Maduro. Las noticias se daban de esa manera en la mayoría de los medios oficiales colombianos.
Lo primero que pensé se resume en esta pregunta: ¿Qué dirían los medios colombianos si el ejército nuestro liberara un preso, se juntará a alguien de la oposición e invitara a los ciudadanos del país a marchar hacia la Casa de Nariño para derrocar a Iván Duque? Solo imaginen la magnitud del escándalo: “traidores”, “conspiradores”, “terroristas” y por qué no “sicarios”, le gritarían los medios oficiales. “Un atentado contra la democracia”, titularían los principales periódicos y las emisoras abrirían sus espacios con llantos y lamentos colectivos, juzgando a los golpistas de apátridas.
Es que los medios colombianos, y su amplia audiencia, ven de esa manera los problemas del vecino país (y de muchos otros lugares del planeta). Los medios porque hace tiempo (en su mayoría) perdieron la función social que algún día el periodismo les encomendó, y ahora solo son fortines dispuestos para un fin, hacer parte del poder. La audiencia porque en su mayoría es acrítica, cree firmemente lo que dicen esos medios, para muchos la verdad sale de ellos y solo se atreven a ratificar: “palabra de dios, te adoramos señor”.
Estaba sintiendo pena y angustia por estos aspectos cuando de repente un tuit del presidente ponía la vara un poco más alta en la medición de la ignominia, este decía: “Hacemos llamado a militares y al pueblo de #Venezuela para que se ubiquen del lado correcto de la historia, rechazando dictadura y usurpación de Maduro; uniéndose en búsqueda de libertad, democracia y reconstrucción institucional, en cabeza de @AsambleaVE y el Presidente @jguaido”.



No podía dar crédito a lo que leía. Verifiqué si se trataba de un falso perfil. No. Quizás era una falsa noticia, también abundan desde perfiles verdaderos. Tampoco. Era real, el presidente de Colombia estaba invitando a que el golpe de Estado en Venezuela tomara mayor vigor, a que los militares desobedecieran el mandato constitucional del pueblo hermano y, de paso, a que se gestara una guerra civil interna. De esa dimensión era su ignominia.
Luego pensé que a pesar de lo atroz de ese tuit nada nuevo había en ello. Duque, su amo Uribe y la mayoría de los seguidores de esta secta, son adoradores de la guerra. No contentos con emprender miles de triquiñuelas para hacer trizas el proceso de paz que puso fin a más de sesenta años de conflicto armado con las FARC, estos señores y señoras adoran las armas y lo que ellas provocan. Son fervientes fieles del golpe, de la bofetada, de la amenaza, de la tortura, de la vejación, del disparo certero, del desplazamiento… siempre y cuando sea contra el distinto, no contra ellos mismos. Si alguien toca uno de los suyos claman al cielo gritando “terrorista”, “sicario” y de paso activan toda su maquinaria de persecución y exterminio.
Me asusta la complicidad de los medios, quizás porque ingenuamente creo que es una de las profesiones que puede contribuir al equilibrio de poderes. No obstante, hace rato se corrompieron. Me aterran los ciegos seguidores de los “adoradores de la guerra”, porque no han entendido que si algo debe ser sagrado en este tiempo apocalíptico, debe ser la vida mía y la del otro, así el otro sea mi némesis. Pero hay tanta ignorancia campeando.
Le respondí el tuit al señor Duque, ese ser pueril que se sienta en la silla presidencial de un país condenado al odio por él, su mentor y sus seguidores: ¿No le es suficiente con atizar la guerra en Colombia y ahora le arroja gasolina a la guerra de un país hermano? No espero respuesta.
Deseo que Venezuela encuentre un camino, una salida a su tragedia interna, que en nada se parece a la tragedia mediática con la que los medios en Colombia venden pauta y se enriquecen. Ojalá Venezuela halle rápido esa paz que se le está embotando y no tenga que pasar, como Colombia, más de seis décadas gobernada por los adoradores de la guerra. Sería para ellos un porvenir atroz, como nuestro presente.