diciembre 27, 2020

“Rompan todo”: la geografía rockera de un continente de líricas diversas

 


Por: Carlos Arturo Gamboa B.

Docente Universidad del Tolima

 

Quiero gritar latino soy

desangrándome en mil guerras

rompo cadenas de opresión

un hombre nuevo tienes hoy

escúchame Latinoamérica

Nacimos hijos del sol

brotando sobre nuestra tierra

somos fruto que gime.

 

Kraken (Hijos del sur)

 

Al final de la miniserie “Rompan todo”, Charly García afirma “no se diga más”, pero detrás de esa afirmación queda un eco a manera de exigencia que nos lleva a pensar que aún falta mucho por decir sobre ese gran movimiento y acumulado cultural denominado «rock latinoamericano».

Esta miniserie es un estructurado homenaje a tantos años de buena música, elaborada desde varios rincones de este mundo tan diverso y multifacético llamado Latinoamérica, si algo con ese nombre puede ser caracterizado. Como era de esperarse deja muchos intersticios, pero en apenas seis capítulos era imposible atrapar más. 

Gustavo Santaolalla, como productor, se da a la tarea de evocar casi 70 años de rock en el idioma de Cervantes, como dice Alex Lora (El Tri), y a través de ese recorrido nos deja ver la variedad cultural de esa enorme mixtura latina, los problemas sociales que nos son comunes al continente y unos sonidos que evolucionan para dejar de ser simple imitación de Inglaterra y EE. UU., para convertirse en sonido auténtico, aunque diverso.

Música y sociedad, dos ejes que se van mezclando para dar cuenta de un sinnúmero de resonancias que dejan en evidencia las formas en qué amamos, vivimos, padecemos los males y exploramos los deseos. Con entrevistas de primera mano con los protagonistas vivos y auscultando los archivos sonoros y audiovisuales de los que ya partieron, se logra recrear un tiempo ido, evocado con la nostalgia de quienes tuvimos la fortuna de crecer al ritmo de los “/Hermosos ruidos que salen de las tiendas / Atraviesan a la gente y les mueven los pies / Baterías marchantes, guitarras afiladas / Voces escépticas que cantan de política/”; como vociferaban Los Prisioneros en aquel memorable tema que abrió la transmisión de MTV Latino (1993) y le dio una voz más amplía al continente.

El documental va y viene entre Argentina y México, pasando algunas veces por Chile, Uruguay y una que otra vez por Colombia. He ahí una de sus fallas, porque al pretender dar cuenta de la historia de este género en el continente, olvida más de la mitad del mismo, incluyendo a ese monstruo sonoro llamado Brasil.

Además, parece que hay otro filtro y es que muchas bandas insignes de este gran movimiento no quedan dentro del radar de Santaolalla y otros de gran calibre apenas son enunciadas, como Caifanes, agrupación cuyo álbum “El nervio del Volcán” (1994), generó un cisma en el sonido rocanrolero en español. 

Personalmente me pareció desacertado no encontrar en entre esos referentes a bandas y artistas como Los bunkers (Chile), Alcohol Etílico, La Sonora de Bruno Alberto, Rata Blanca y G.I.T (Argentina); Carlos Santana, Panteón Rococó, Elefante e Inspector (México); Kraken, Estados Alterados, Masacre y Doctor Krápula (Colombia); y mucho más no hallar indicios del rock peruano más allá de Los Saicos, cuando de tradición sabemos de los aportes de cantautores como Pedro Suárez-Vertiz y bandas como Autocontrol y Libido, por reducir la lista. Hablo acá desde gustos y líricas que hicieron parte de mi formación sonora, pero también de muchos rocanroleros de este continente.

Igual suerte corre Venezuela, la cual es olvidada en su riqueza musical tan conocida por toda Latinoamérica y que constituyó un aporte al género con agrupaciones como Sentimiento Muerto (punk), HAZ, Caramelos de Cianuro y Los Amigos Invisibles entre muchas más, y en cuya lista no dudaría en incluir a cantautores como Yordano y el mismo Franco de Vita, cuyos trabajos cercanos al rock generaron todo un ambiente armónico de nuevas exploraciones.

Igual pasa con Ecuador y Bolivia, países en donde también se engendraron y siguen creciendo semillas de este género que rápidamente se mixturó forjando esa hibridación tan propia de nuestros territorios. Semejante suerte corre varios países de Centroamérica en ese inventario de ausencias.

Al final, creo, no se trata de olvidos malintencionados, si no de apuestas y cada vez que se selecciona se excluye. Una de esas omisiones imperdonables me parece Robi “Draco” Rosa, cuyo álbum “Vagabundo” (1996) le dio un nuevo sonido y una nueva atmósfera al rock del continente, pero de nuevo insisto, son apuestas respetables y criticables.

Lo cierto es que “Rompan todo” es un trabajo bien elaborado, con una intención clara que al final se logra: rescatar del olvido entre la multiplicidad de los sonidos y las letras actuales, un género que marcó por lo menos cinco generaciones y cuyas líricas nos hicieron volcar la mirada sobre nosotros mismos, ingresando así a la modernidad musical, con todos sus bemoles. Algunos lo dan por muerto, yo creo que se sigue transformando y aparece cada vez con mayores mutaciones.

Quedan muchos espacios vacíos para llenar con nuevas apuestas, ojalá sirva este ejemplo para otros proyectos que deseen ahondar en esos bucles sonoros que contiene nuestras raíces. Recordando reconstruimos las hélices del aeroplano que nos permitirá elevarnos hacia el futuro, no sólo musical, porque contradiciendo a Miguel Mateos, no estamos solos en América, nos acompañan miles de voces que aun reclaman un lugar en el mundo y el «rock en nuestro idioma» es una de esas partituras que nos congregan a ser el gran continente unido en la diversidad.