mayo 13, 2021

MENSAJE A LOS ANGUSTIADOS

 


Por: Carlos Arturo Gamboa Bobadilla

Docente universitario IDEAD - UT

 

Por estos días de convulsión social las emociones estallan generando angustia en las mentes, sin importar la edad, el género o la condición social. Estamos asistiendo a un momento en que la humanidad pareciera estar en un callejón sin salida, atrapada en un sistema que ha colapsado dejando a la deriva las promesas de prosperidad y felicidad que se vendieron bajo preceptos hoy en decadencia.

Después de un inicio de siglo en el cual la tecnología irrumpió en cada rincón del planeta trayendo una nueva promesa de confort, hoy asistimos, como a través de una enorme pantalla, al desvanecer de los sueños. Pobreza, egoísmo, depredación de la naturaleza, enfermedades, brechas sociales inmensas entre unos pocos que lo tienen todo y una muchedumbre que deambula buscando opciones y mejores condiciones, son los escenarios que moldean la inconformidad.

En Colombia, un país que se erige en la esquina de Suramérica de ese territorio que, como cantaran Los Prisioneros, queda “al sur de EE. UU.”, arde en indignación. Después del frustrado proceso de paz el cual, en vez de unir a los ciudadanos, fue usado como estrategia para ahondar los odios; la desesperanza y la lógica de la barbarie parecen reinstalarse, pero esta vez no sólo en las zonas rurales, ahora la brutalidad de la violencia ha llegado con toda intensidad a las ciudades.

La ola de inconformidad que retuvo algún tiempo el COVID-19 y la estrategia de miedo que construyeron a su alrededor, volvió a salir a flote. Esta vez ni el virus, ni la represión, ni el miedo pudieron detener el descontento. Esta vez las calles se inundaron de personas la mayoría de ellas jóvenes, que se niegan a ver los estertores de un país en manos de la indolencia hecha gobierno. Un país cuyo fortín de las armas ha impedido el cambio, un país cuyas dos últimas décadas ha estado en manos de finqueros millonarios, políticos corruptos y banqueros, mientras los demás asistimos a la parodia del bienestar.

Y en el fondo de ese escenario, la salud mental se diluye ante el alud de sucesos que rompen toda lógica. La avaricia de unos pocos consumiendo el bienestar de todos, la desfachatez de un gobierno que protege las mafias y abandona a los pobres, el manido egocentrismo de un patriarca en decadencia que se niega a soltar el poder a toda costa, un grupo de enceguecidos propietarios que compran armas para defender sus feudos sin ser capaces de entender el drama de los menos favorecidos y la terquedad de un gobierno que le apuesta más a la represión que el diálogo franco, son hechos que hacen crecer la indignación.

Miles de familias están atrapadas en medio de los sucesos, no saben cómo actuar, comprenden que algo anda muy mal, pero los años pesimistas las conducen a la sin salida de siempre y entonces la angustia se anida como un pájaro negro depositando huevos de negativismo en sus cabezas. Ven desde sus ventanas el presente oscuro y no puede imaginar un futuro claro.

A todos los angustiados quienes ven que sus labores se han detenido, que sus estudios están pendientes debido al paro, que sus pequeños negocios aumentan las pérdidas, que sus hijos salen a marchar y no saben si en la noche volverán, que afirman que todo será inútil porque este país no lo cambia nadie; a todos los angustiados va este mensaje: sólo hoy podremos dar cuenta de un futuro distinto, sólo hoy podremos contribuir a desmontar el más aberrante sistema de corrupción, odio y barbarie que conduce este barco llamado Colombia y lo podremos conducir a mejores aguas.

La angustia no va a desaparecer mientras vivamos en medio de tanta inequidad, mientras veamos millones clamando por una vida digna mientras unos pocos devoran todo, mientras estemos unos pocos conformes con lo que hemos luchado por construir, pero haya miles desabastecidos de los recursos mínimos para vivir con dignidad. La angustia es válida, porque como dijo Jiddu Krishnamurti “No es signo de buena salud el estar bien adaptado a una sociedad profundamente enferma”.

A todos los angustiados de hoy les invito a pensar en el bienestar del otro, en los más desprotegidos, en los que sufren y hoy ven una luz de esperanza en esta gran movilización de cuerpos y mentes cansadas de padecer la ignominia de la casta gobernante. La angustia estará ahí, pero de seguro se hará más llevadera si nos despojamos del egoísmo y entendemos, como lo dijo Platón, que: “Buscando el bien de nuestros semejantes, encontramos el nuestro”.

mayo 09, 2021

ESTUDIAR ES UN DERECHO PARA TODOS, NO SÓLO PARA LOS JÓVENES

 


Por: Carlos Arturo Gamboa Bobadilla

Docente Universidad del Tolima (IDEAD)

 

A las 7:59 de la noche del 5 de mayo de 2021, ingresó al Hospital Universitario San Jorge de Pereira, Lucas Villa Vásquez, estudiante de la Universidad Tecnológica de Pereira. Tiene 37 años, está cursando Ciencias del Deporte y Recreación. Mientras escribo esta nota trato de obtener las últimas noticias respecto de su estado de salud, sólo se sabe que sigue siendo crítico, pero hay esperanzas de que le haga, con su alegría, un quite a la muerte dictaminada por quienes siembran horrores.[1]

Lucas Villa Vásquez ha estado a punto de sumarse a los más de 30 muertos en apenas 8 días de protesta, movilización que se desató con el detonante de una infame reforma tributaria en medio de una de las mayores crisis económicas y sociales de los últimos tiempos, aunque hablar de crisis en Colombia es casi un pleonasmo.

Alrededor de este vil atentado mucho se ha dicho, pero hubo algo que en particular me pareció atroz. En algunas redes, por supuesto proclives a la defensa del presidente Duque y sus acciones secundadas por el Centro Democrático (es increíble saber que aún hay un puñado de crédulos que se niega a ver la realidad), se mofaban porque Lucas con 37 años aún estaba cursando un pregrado en la Universidad. He ahí una mirada obtusa, limitada y mezquina de la educación en este país de desigualdades.

En el Sistema de Educación Superior de Colombia, según cifras del MEN en agosto del 2015, “sólo el 41,2 % de los estudiantes de colegios oficiales y el 56,4 % de no oficiales, para una tasa de 48,5 %, aparecen en los registros de absorción a la educación superior”; [2] pero también sabemos que a partir del 2018 la cobertura ha venido reduciéndose y desde que la pandemia empezó a hacer estragos, este indicador se agravó aún más.

Muchos jóvenes deben renunciar al sueño de sus estudios universitarios, otros aplazan dicho deseo. Apenas cerca de 2.5 millones[3] de personas forman parte del sistema de formación universitaria en Colombia, tanto en instituciones públicas, como privadas. Y no todos son jóvenes. Afortunadamente existen proyectos de formación alternativos que le permite a muchos, quienes postergaron el sueño universitario, poder lograrlo sin importar la edad.

Resalto el caso de la Modalidad de Educación a Distancia, que desde el año 1982, viene generando posibilidades de formación a esa población “doblemente excluida”, que por múltiples razones no pudieron ingresar a la Universidad una vez culminado el ciclo de formación media. Algunos no obtuvieron los puntajes suficientes para ingresar a escasos cupos de la educación pública presencial, otros no contaron con el dinero suficiente para el valor de la matrícula en la Universidad Privada, otros debieron darles prioridad a los compromisos laborales para la manutención de sus familias, entre muchos aspectos más.

En el caso del Instituto del Educación a Distancia de la Universidad del Tolima, hemos abierto las posibilidades de formación a hombres trabajadores, madres cabeza de familia, padres adultos, comunidades indígenas, población sorda y, por supuesto, miles de jóvenes, a quienes les favoreció nuestra lógica y compromiso de inclusión. Ellos no tuvieron que ir a la universidad, la universidad fue a ellos, y con un gran esfuerzo de cooperación Inter-Institucional el último año lo han podido hacer de manera gratuita.

En nuestras aulas es fácil encontrar un chico de 17 años conformando un grupo de trabajo con una señora cuyos hijos superan la edad de su compañero de clases. O un padre y su hijo estudiando al mismo tiempo, un hermano mayor y un hermano menor, una pareja cursando un pregrado con hijos que van al colegio, una madre que estudia distancia mientras su hijo estudia presencial, la variedad etaria es lo de menos.

Esto se debe a que, como modelo alternativo, incluyente y pertinente, el modelo del IDEAD-UT, sabe que la formación no tiene edad, que mientras haya deseos y oportunidades, debemos hacer de la educación superior un camino de ascenso, aprendizaje y crecimiento sociales.

Quienes se mofan de la edad de Lucas, son más que miopes para no ver la alegría que desbordaba y que ha quedado testimoniada en las redes; la alegría de alguien que se sabía protagonista de su proceso de formación, pero además que poseía la conciencia política y el valor ciudadano para ser actor de transformación.

Le dispararon vilmente, 8 veces acertaron, pero de seguro no han logrado matar el sueño del derecho de la educación, en un país en donde miles de adultos se forman, a la par de la fogosa juventud, mientras otros miles aún esperan contar con esa posibilidad.

Hoy todos juntos nos movemos a defender ese derecho, que sólo será posible cuando se instaure la Educación Gratuita para todos. Esta debe ser una consigna más de esta gran movilización por un país mejor.