julio 09, 2016

CON HAMBRE Y SED DE JUSTICIA UNIVERSITARIA

Por: Carlos Arturo Gamboa
Quizás el hambre sea lo más humano que exista, porque recuerda nuestra finitud.  Nos permite reafirmar nuestro parentezco natural, nuestro origen animal. Nos aproxima a los seres que agonizan y nos aleja de la prepotencia de los dioses.  Dejar de comer es aceptar tajantemente que somos iguales a una oruga, un camello o una salamandra. Un día no estaremos aquí, seremos alimento de lo que antes devoramos.
Por eso la huelga de hambre es quizás el mayor signo de desprendimiento de un sujeto, es la muestra de su compromiso consigo mismo y con lo “otro”.
Cuando decidí declararme en huelga de hambre no me sumé a un acto desesperado, lo hice convencido de las ideas que defiendo, en este caso decantadas en la Universidad del Tolima, un lugar físico, pero también una idea, en donde convergen muchas de las convicciones que me han formado.
Durante estas 64 horas que llevó en esta protesta pacífica, he recibido bastante aliento de amigos, conocidos y parientes, pero también muchas preguntas; entre estas últimas la más repetitiva ha sido: ¿vale la pena este sacrificio? He pensado en ella y este texto es el resultado de dichas divagaciones.
El mundo actual, en el cual crecí, nos ha enseñado que lo más importante es el individuo, sus cosas y su bienestar, los demás poco importa; los otros, acaso, son un punto de referencia, no una acción. Poner en riesgo el Yo parece una locura para un mundo en donde el Yo es el amo. La individualización a la que nos condujo el sistema se refleja en casi todo: las formas en que nos dicen que debemos educar (competencias), las formas en que debemos vivir (producir) y las formas en que debemos amar (reproducir).
Estamos en el tiempo de lo individual, es decir, la negación de lo colectivo. Estamos en el tiempos egoístas, es decir, la negación de lo común.
Hoy, asumir un discurso que defienda la ética, lo público y lo común de una Institución como la Universidad del Tolima, parece estar fuera de tiempo; pero, a mi modo de ver, es reafirmar lo colectivo, es una apuesta por un espacio y una idea, la de las posibilidades del saber, la de un lugar para todos con los riesgos que implica estar todos juntos.
No tengo ninguna duda, la Universidad del Tolima es apenas un nombre que puede ser dotado de significado por quien lo pronuncia, y para mi, y creo que para quienes están conmigo en esta huelga, es el espacio de los sueños de nosotros y los otros.
En tal sentido, dejar de comer, asumir el riesgo de deteriorarnos hasta llegar al estado primigenio de la evolución, es la negación total de todo egoísmo y la posibilidad de rescatar lo colectivo.
Por eso, mientras los minutos pasan la ideas por las cuales me declaré en huelga de hambre se reafirman, mientras aumenta mi hambre y mi sed, pero de justicia universitaria.
Teatrino Parque Ducuara
Universidad del Tolima
Julio 9 de 2016. 6:00 am.

julio 07, 2016

LA PUERTA

Por:  Carlos Arturo Gamboa B.

Cuento publicado en la desfinanciada y virtual revista El Salmón No 26

Nadie sabe a ciencia cierta quién propuso construir la puerta, lo único certero en esta historia es que hubo tiempo en que la entrada estuvo libre de ese obstáculo para los transeúntes.  Como suele suceder con las cosas o fenómenos que trastocan nuestra existencia, una mañana la puerta estaba ahí. Los primeros en advertirlo fueron los vigilantes, quienes se vieron supeditados a cuidar un lugar que ninguno reverenciaba. Si a nadie le preguntan sobre la conveniencia de una puerta, nadie la respetará, aunque todos sabemos que desde niños el sistema nos enseña a obedecer a todo, menos a las puertas. Las puertas sirven para entrar, pero también para huir, en ambos casos deben estar abiertas.
La primera puerta era de metalistería rudimentaria. Salió de algún taller sin haber sido favorecida por la pintura, aunque pasaba inadvertida para la mayoría. Fue un lunes lluvioso cuando tomamos conciencia de la puerta como un lugar de referencia. Tres muchachos con cara desleída y cabellos largos la habían bloqueado con cadenas y candados, a cambio de abrirla pedían tres balones de voleibol y una malla. La puerta duró bloqueada medio día.
Mucho tiempo después la puerta empezó a usarse como medio de comunicación. Sobre sus columnas oxidadas se pegaban carteles invitando a una fiesta, a un evento o a cualquier tipo de acto que estuviese destinado a hacerse de puertas adentro. Después supimos de la puerta porque una noche un anarco-funcionario borracho la franqueó ante la negativa de los vigilantes, entonces comprendimos que las puertas no solo se abren y se cierran, sino que también se saltan.
Para un 8 de junio la vieja puerta llegó a su fin. Una tanqueta de la policía la hirió de muerte, mientras por sus fisuras corrían despavoridos muchachos en busca de refugio. Sus escombros quedaron a la deriva de las miradas durante días. Con nostalgia recordamos que parados en esa puerta algunos muchachos consiguieron recursos para ir a conocer el mar, otros lograron tapar las goteras de sus dormitorios, las damas ganaron una falsa promesa de futuro y muchos otros elaboraron sus listas y peticiones, mientras extendían cadenas y candados en su estructura.
Un mes después la nueva puerta dominaba el paisaje. Esta vez el forjador de hierros había invertido mayor esfuerzo en su tallaje. La pintura que cubría su resplandor era de un negro sólido, como las columnas que sostenían los anclajes. Pero el negro fue reemplazado por el color de los hombres de verde que la asaltaron el lunes siguiente. A los quinces días fue pintada de rojo por los hombres del mismo tono. Un mes después se tornó amarilla y al mes siguiente fue pintada de blanco por un grupo de mujeres que exigían apoyo para un proceso de paz; y así, de mes en mes, de quincena en quincena, la puerta se fue pintando de mil colores, hasta que ya no le importaba a nadie. Los transeúntes solo se limitaban a mirar de lejos el color de la semana, suspiraban profundo y luego se devolvían, sabían con certeza que esa puerta garantizaba siempre un ilusorio triunfo para sus ocupantes.
Hace un par de meses la cálida mañana nos sorprendió con la noticia: la puerta no estaba. Nadie supo qué pasó. Nadie sabe de su paradero. Lo cierto es que desde entonces ninguno volvió a protestar. No hay lugar para la disidencia y los transeúntes habituales ya no distinguen si están entrando o están saliendo. La mayoría parece feliz en medio de un paraje sin colores. Anoche, el anarco-funcionario borracho llegó con el ánimo de franquearla, al no encontrar obstáculo alguno se devolvió. En su cara se dibujaba una tristeza.
Mirando la puerta de la Universidad del Tolima
Ibagué, Febrero 18 de 2016.


julio 03, 2016

LAS SALIDAS DE LA UNIVERSIDAD DEL TOLIMA

Por: Carlos Arturo Gambo Bobadilla
En la Universidad del Tolima se ha interiorizado, como en el país, la idea de que quien crítica a la Administración, es un “enemigo” de la Institución. Con ese artilugio se terminan protegiendo los malos gobiernos y se veta toda posibilidad de trasformación, porque para las mayorías es mejor que las Instituciones sigan en su estado de postración al clientelismo y la politiquería, porque muchos están allí producto de esos fenómenos.
Para el caso de la Universidad del Tolima hay múltiples salidas, pero todas implican una transformación, y ahí está el punto de la discusión. Muchos aun, ingenua o sagazmente, creen que la UT podrá seguir su rumbo sin reformarse, lo cual es imposible. Hoy la universidad de los tolimenses se ve abocada a convertirse en una Institución que sea ejemplo del cuidado de lo público, moderna, eficiente y meritocrática; existen varias formas de hacerlo:
Renuncia del rector actual: Quienes protegen el nombre de José Herman Muñoz y consideran que la UT puede salir avante con él a su cabeza, olvidan que lleva 4 años como rector y ya tuvo su tiempo. En siete meses de reelección aumentó el déficit en cerca de un 50%. Pierde gobernabilidad cada día y no posee un equipo idóneo para tramitar una crisis. Algo si es cierto, si él se va la crisis no se arregla de iso facto, empieza el proceso; por el contrario, si se queda la crisis crece. ¿Qué preferimos como universitarios?
Gobierno de transición concertado: No hay hombres ideales para enfrentar las crisis; las instituciones cuando naufragan necesitan de esfuerzos colectivos. Si el gobernador Oscar Barreto quiere imponer un nombre para hacer de la UT una extensión de su partido, el desastre será total. Hoy la universidad requiere ideas antes que sujetos, si las ideas de un plan de recuperación están claras, las personas que lo encarnen deben ser múltiples. Hoy no puede ser un sector, un grupo de poder o un partido quienes definan el rumbo, hoy estamos supeditados a un esfuerzo general en donde los sectores que quieran aportar posean un espacio para hacerlo desde el mismo gobierno universitario.
Recorte urgente en los gastos fijos: Si no reducen los gastos, solo la inyección de nuevos recursos podría salvar la UT y, para ser sincero, no veo de dónde puedan llegar recursos a corto plazo. Los gastos variables ya fueron estrangulados, pero las nóminas burocráticas no. Lo único que se muestra como ahorro fijo es el dinero que se dejó de pagar por docentes y funcionarios que se han ido. Si los ingresos por matrículas descienden y los gastos siguen fijos (en realidad crecen por aumento de salarios y demás factores laborales), la quiebra será insalvable. Incluso, después de realizar los recortes respectivos y de tener una cifra más ajustada de las necesidades financieras, es posible pensar en un préstamo de menor cuantía (hoy se piden 19 mil millones), que no ponga en riesgo el patrimonio público y que con los gastos reducidos se garantice un colchón financiero para cancelarlo en no más de 5 años.
Reforma por vía de la Asamblea Universitaria: La Universidad del Tolima presenta los síntomas de una Institución tomada por las actos politiqueros de la región, la forma en que se eligen las autoridades, las construcciones de amiguismo, la clientela que pervive a diario en el campus y la obsoleta manera organizativa develan la estructura añeja que debe ser removida. La Asamblea Universitaria debe convertirse en el centro de la reforma de todas las obsolescencias, debe ser el espacio para volver a recuperar la idea del sujeto universitario como protagonista de la Institución. Si algo puede airear la UT es la instalación de la Asamblea en donde los delegatarios lleguen a pensar en el futuro de la Universidad, no a defender sus intereses particulares. El Estatuto General, El Estatuto Estudiantil, El Estatuto Profesoral y la actualización de todas las formas éticas de hacer universidad son prioridades para la Asamblea, para después pensar en un Plan de Desarrollo, un PEI y otros dispositivos construidos de manera participativa que se conviertan en los mojones del futuro de la Universidad del Tolima. Solo aquello que se construye de manera participativa, se activa de manera participativa.
Movilización y lucha por la deuda de la gobernación y nuevas transferencias: La Gobernación del Tolima tiene una deuda social y económica muy grande con la Universidad del Tolima, y necesitamos activar todos los dispositivos para hacerla valer. De igual manera, el Ministerio de Educación Nacional debe tener como prioridad para la inversión en el posconflicto, el fortalecimiento de la educación superior, más en la región Tolima cuyo epicentro de miles de desigualdades generó la activación de la violencia que hoy se aspira a terminar. Para lograr los dos objetivos anteriores, es clave la movilización social, la activación de equipos jurídicos pro-UT, la participación responsable de los sectores políticos, no para pedir cuotas, sino para generar proyectos de Ley que le garanticen el futuro formativo de miles de jóvenes tolimenses y colombianos.
Construcción de un pacto social por la Universidad del Tolima: La idea de que sea la Universidad un punto de encuentro para todos, más allá de las ideologías o las disciplinas, parece ser una utopía. Sin embargo, ante la crisis es factible pensar que a las mayorías nos mueve el bien común, ya seamos trabajadores, estudiantes o docentes; y que esa convicción nos debe permitir tejer elementos de unidad con principios. Se debe entonces empezar a construir ese gran pacto social, al que ojalá los agentes externos se sumen, no para sacar réditos individuales, sino para garantizar la formación de miles de jóvenes que solo pueden acceder a lo público.  
En general, si existen salidas pero si seguimos aferrados al viejo poder que se derrumba será imposible verlas. Si seguimos anclados a los grupúsculos que resguardan sus pequeños intereses, no lo lograremos. Hoy el bien máximo debe ser defendido por quienes no lo tenemos de botín, y ese bien se llama UNIVERSIDAD DEL TOLIMA.