abril 23, 2017

Nairo Quintana, un escalador en un país de trepadores

Por: Carlos Arturo Gamboa B.
Las grandes figuras del deporte, la farándula o el jet set, tienden a mantener un llano nivel discursivo para los medios, lo cual se traduce en respuestas políticamente correctas. Es decir, no discuten más allá de su interés profesional, lo cual gusta al orden político, puesto que, por el impacto de la opinión de un sujeto con alto índice de audiencia, su sentir puede generar sentir de masas.
Nairo no juega a eso. Su origen campesino curtido por el coraje, el embate de los días y las dificultades para triunfar en un contexto lleno de adversidades, le ha dotado de un silencioso rostro y una economía de palabras, palabras que solo usa cuando algo certero tiene que expresar. Por eso Nairo no se limita a hablar de grandes vueltas, etapas de alta montaña, sufrimientos sobre la bicicleta o luchas por el sueño amarillo; Nairo también se expresa, y certeramente, como ciudadano colombiano.
Para el Cóndor de Boyacá, no solo el Tour de Francia es importante, aunque sueña con ganarlo y seguro que lo conseguirá; también es importante resaltar la labor del campesino y su lucha por la tierra, la educación de los niños, la posibilidad de paz de los colombianos, el combate contra el machismo y por supuesto, la forma en que se organiza su deporte en el país.
Su última intervención, antes de irse para Europa a enfrentar el reto de correr el Giro de Italia y el Tour de Francia en una sola temporada, tuvo un tinte contundente de denuncia para los señores que manejan la Federación Nacional de Ciclismo. Preciso y contundente Nairo le dijo a los medios lo que todos los colombianos sabemos, y, más aún, los aficionados al ciclismo: Colombia es una potencia del ciclismo gracias al coraje de los ciclistas y a una larga tradición que se remonta al uso de la bicicleta en la vida cotidiana, pero la dirigencia, la inversión y la organización son un remedo para un país que posee hoy mismo una de las canteras más preciadas de las bielas mundiales.
La respuesta del presidente de Fedeciclismo, Jorge Ovidio González, fue tan patética como la de cualquier otro dirigente inepto de los que abundan en el zoológico público colombiano: “Nairo no sabe de ciclismo”. Es decir, un hombre de escritorio, que lleva muchos años sentado tras Fedeciclismo sin mostrar resultados fructíferos para el deporte, encontró la frase perfecta para justificar su mediocridad, su única arma ante la contundencia de los hechos fue descalificar a Nairo como interlocutor.
Quién más que la Federación de Ciclismo debe dar respuesta sobre el sinnúmero de deficiencias que presenta el deporte insigne de Colombia: la ausencia de fuertes escuelas de formación en las regiones, la falta de apoyo a las competencias locales, la escasez de controles antidopaje en todos los niveles, la falta de carreras con participación  internacional, entre muchos aspectos que no le competen solucionar a Nairo, pero que le preocupan porque él sabe que si este deporte se organiza, Colombia tendría un amplio soporte para que muchos niños y jóvenes encuentren en el ciclismo una opción digna de proyecto de vida.
Lamentablemente al burócrata de Ovidio lo nombraron (en una especie de farsa democrática) otros burócratas de las regiones que poco o nada hacen por la construcción de un sistema ciclístico nacional acorde a sus retos. Por eso aunque doloroso, no fue muy extraño que la Vuelta al Tolima se suspendiera por falta de trámites para que Invías prestara las carreteras y ofreciera la seguridad al paso de la caravana ciclística. Por eso en el Tolima, y en muchas regiones más, no se tiene velódromo, ni buenas pistas de bicicrós, ni escuelas para que los niños empiecen a emular a sus grandes ídolos y le rompan el espinazo a la falta de oportunidades.
Muy bien que Nairo no se calle, que les diga la verdad en la cara y que ponga los medios a revolotear, porque un deportista no debe preocuparse solo por darle triunfos a Colombia, sino que además, como ciudadano, debe denunciar y velar porque las cosas se hagan bien. Hoy todos tenemos un claro compromisos con la reconstrucción del país y siendo una figura pública se puede generar buena opinión para contrarrestar tanto amañamiento de los medios.
No queda duda, Nairo es un escalador para imitar, en un país que requiere llamar al orden a tanto infame trepador.