diciembre 10, 2021

El IDEAD de la Universidad del Tolima hoy ¿un nuevo déjà vu?

 


Por: Carlos Arturo Gamboa B.

Docente Universidad del Tolima –IDEAD-

 

El Instituto de Educación a Distancia (IDEAD) de la Universidad del Tolima cumplirá 40 años de existencia en el año 2022. Durante esas cuatro décadas ha enfrentado múltiples retos para sostenerse como proyecto educativo válido para la formación superior, y, aunque parezca contradictorio, los principales obstáculos han surgido desde el seno mismo de la comunidad, en especial de las direcciones universitarias de turno. Lo que sí es una constante es que el mayor factor de error frente a la toma de decisiones ante el IDEAD se debe al desconocimiento estructural del mismo.

No obstante, hoy el IDEAD parece vivir una nueva época dorada, después de la última crisis que atravesó la Universidad del Tolima, crisis que tuvo un alto componente negativo debido a las malas decisiones en el orden de la cobertura y el fortalecimiento del IDEAD, lo que repercutió de manera contundente en las finanzas generales de la UT. De antaño es sabido que los aportes que ingresan por el Instituto, contribuyen a balancear los débiles presupuestos de la universidad.

Desde el 2018, el IDEAD empezó una constante recuperación de cobertura, generando nuevas ofertas, ampliando los programas y los Centros de Atención Tutorial. Se abrió con decisión a los posgrados, con nuevas especializaciones y maestrías. Esta apuesta tuvo mucho que ver con el plan del rector Omar Mejía y su compromiso de fortalecer el IDEAD, compartiendo la apuesta estratégica de “Cobertura con responsabilidad”. A cifras de hoy, el IDEAD alberga el 70 % de los estudiantes de la UT, el otro 30 % lo poseen las nueve (9) Facultades de la modalidad presencial.

Con la llegada de la pandemia y los nuevos retos, el IDEAD, que ya venía creciendo de manera sostenida, disparó su oferta. Lo anterior se debió a que con el buen uso de las mediaciones tecnológicas el proceso formativo pudo continuar su marcha rápidamente y, además, la matrícula cero hicieron que miles de estudiantes en 9 departamentos del país y 24 sedes, vieran muy atractiva la oferta del IDEAD. 

Al día de hoy, dicho crecimiento favorece a cerca de 18 mil estudiantes de todo el país en programas de pregrado y posgrado, entonces ¿en dónde está el asunto de la preocupación? Pues es muy sencillo, al crecer en oferta educativa se necesita crecer en otros indicadores como: infraestructura física y tecnológica, puntos o sistemas de atención a los estudiantes, procesos de matrículas, laboratorios para atender programas con altos contenidos de prácticas, necesidades de nuevo personal para atender a los estudiantes y a los docentes, que obviamente también aumentan por vía de la contratación de hora cátedra, soportes de todos los programas de bienestar, financiación para proyectos de investigación y semilleros, protocolos de salud para las 24 sedes en el plan de retorno seguro, entre muchos aspectos más propios de la administración educativa de un proyecto de tal magnitud e impacto como es el IDEAD.

A la par de los elementos anteriormente enunciados, la autoevaluación constante ha llevado al IDEAD a repensar su oferta desde otros aspectos como la viabilidad de programas que ya han saturado ciertos municipios y cuyo impacto en los planes de desarrollo de las regiones no es el adecuado, es decir, no se trata de formar por titular, si no de articular las necesidades de la región con los currículos ofertados. Por ello, la nueva apuesta se vislumbra con mayor impacto en posgrados en áreas en donde se tienen muchos graduados de pregrado y nuevos programas de pregrado para oxigenar la oferta.

Como dije antes, el IDEAD parece estar en nueva época dorada. ¿Cuáles son los riesgos? De nuevo el desconocimiento estructural de un proyecto por parte de quienes están al frente de la Universidad del Tolima. Durante los dos últimos años el crecimiento en inversión ha sido supremamente inferior al crecimiento en cobertura, lo cual genera un desequilibrio en el proyecto. La escasa adquisición en tecnología para los CAT por ejemplo, ha sido una constante en este último periodo, por no nombrar si una sola línea de trabajo, pero así podemos tomar cada indicador y encontrar un saldo negativo. Esto es todo lo contrario a lo que el rector Omar Mejía le planteó a la comunidad del IDEAD y asumió como compromiso del último periodo rectoral.

Para rematar, el día 9 de diciembre, el rector encargado John Jairo Méndez y la secretaria de la Vicerrectoría Académica, Yolanda Ospina, presentaron un proyecto de oferta académica para el semestre A de 2022 sin tener en cuenta los elementos de planeación estratégica plateados desde el Consejo Directivo del IDEAD. En dicha oferta se desconocen de fondo las necesidades sentidas de los Centros de Atención Tutorial, los programas académicos y por supuesto, las necesidades de los cerca de 18 mil estudiantes y 1200 docentes. Estos elementos ya han sido abordados en tres documentos de planeación estratégica que la comunidad del IDEAD ha venido construyendo, como son: “En la marea de las transformaciones. Política de acciones pedagógicas mediadas por TIC”; “Propuesta de alternancia educativa: por un retorno seguro, responsable y progresivo" y “Requerimientos para oferta académica del IDEAD –A2022”. Estos documentos están disponibles a la comunidad para verificación de una apuesta seria y responsable.

Ahora bien, aprobar una oferta que puede generar el ingreso de cerca de 3.000 estudiantes nuevos, en principio, puede parecer el camino indicado, el problema llega cuando a esos estudiantes se les deba proveer todos los derechos que se adquieren cuando realizan su matrícula: soporte tecnológico, espacio virtuales y físicos, laboratorios, nuevos tutores (sin nombrar la deficiencia en número de profesores de planta) y todo el soporte académico administrativo para atender los múltiples procesos de la vida universitaria.

Todo esto último pasa mientras el Rector Omar Mejía se encuentra en comisión en España y obviamente este no era lo presupuestado en su plan de gobierno que termina en el año 2022. Uno puede preguntarse ¿será que ante la usencia del gato los ratones hacen fiesta?, o ¿estás fueron las instrucciones que dejó?

El IDEAD el año entrante celebrará 40 años de existencia, motivo para encontrarnos como comunidad, valorar nuestros logros y solidificar los retos. Esperemos que el rumbo se enderece, de lo contrario esta visión chata de un proyecto de la estatura del IDEAD nos puede hacer pensar, como dirías Borges, que la realidad es circular, es decir, que retornamos a cometer los mismos errores del pasado. Sólo espero como egresado, docente, director del IDEAD y como sujeto comprometido con el fortalecimiento del proyecto de educación pública, que este no sea un nuevo déjà vu.

 Posdata:

Es grato compartir que en esa línea de fortalecimiento posgradual, en la sesión del 9 de diciembre, el Consejo Superior Universitario aprobó dos nuevos programas para el IDEAD, estos son: Especialización Virtual en Ambientes y Recursos Digitales para la Educación y Especialización en Seguridad e Higiene en el Ámbito Laboral.

noviembre 27, 2021

Grupo de investigación Argonautas del IDEAD-UT, presenta Revista dedicada a la recuperación escritural


El grupo de investigación Argonautas del Instituto de Educación a Distancia de la Universidad del Tolima, presenta la Revista Ústelee, hojas para reciclar No. 8. Esta publicación está dedicada a recuperar trabajos que los estudiantes realizan en el marco de sus espacios de formación universitaria y que, casi siempre, se desechan después de cumplir su misión de actividad de curso. Recuperar textos y evitar que terminen en los archivos del olvido o en las bandejas de reciclaje es una oportunidad para acrecentar el trabajo sobre la escritura. Dejamos acá la Editorial y el archivo en pdf para que pueda ser descargado.














Bitácora de los recolectores

 

Hemos tardado un poco en volver a escena, pero hemos estado por ahí tratando de sobrevenir a la pandemia, al caos social y a la pérdida de rumbo.

Durante el año 2021, luego de haber recibido un buen número de textos para esta edición, debimos frenar el proceso debido a que el antiguo equipo de redacción también entró en reciclaje.

La Revista Ústelee, hojas para reciclar, es un proyecto que nació en los ejercicios de clase de «Escritura creativa» en el programa de Comunicación Social-Periodismo de la Universidad del Tolima. Luego, con el ánimo de sobrevivir, se trasladó al Instituto de Educación a Distancia y finalmente, fue apadrinada por el grupo de Investigación Argonautas.

Desde allí y alimentada especialmente por estudiantes del programa de Licenciatura en Literatura y Lengua Castellana, así como por la Maestría en Pedagogía de la Literatura, el proyecto debe adquirir nuevos aíres.

Por esta razón, y como parte integral del lanzamiento de la edición No. 8, queremos extender una abierta invitación a los estudiantes que deseen hacer parte de este proyecto, para que se inscriban y formen parte del Comité Editorial. Allí, como desde el génesis de esta revista, el objetivo es formar nuevos editores, productores textuales y amantes de las letras.  

Reciclar los textos que dormitan en las gavetas del olvido, sigue siendo nuestro derrotero. En eso estamos, por ahí nos vemos y seguiremos insistiendo porque estamos convencidos de que Ústelee. 

LEER EN LÍNEA O DESCARGAR AQUÍ



noviembre 14, 2021

TODOS PERDIERON LA CABEZA

 


Por: Carlos Arturo Gamboa B.

Docente Universidad del Tolima

 

La Corona de Castilla fue la primera en perder la cabeza, quizás enloquecida por la fiebre del oro que ya había inundado toda Europa. Por eso nombró a Andrés López de Galarza como tesorero de la Real Hacienda en el nuevo continente. Muy de buenas don Andrés quien a duras penas había hecho unos cursitos de economía, y no precisamente en la San Marino, pero quien además de conquistador terminó haciendo una nutrida carrera burocrática.

Sin necesidad de llevar el cartón bajo el brazo, López de Galarza llegó a las nuevas tierras conquistadas y le fue encomendado abrir camino por la cordillera, topándose en esta lid con los Pijaos. Con su aguerrida resistencia los indígenas de estas tierras estuvieron a punto de hacerle perder, y rodar, la cabeza. No obstante se dio mañana para fundar Ibagué, eran esos los años de 1550.

Muchos años después, aunque no frente a un pelotón de fusilamiento, pero si ante una turba enfurecida, Andrés López de Galarza, por fin perdería su cabeza. Aunque entonces era lo único que poseía, porque sus restos seguían guardados en la Catedral Basílica Metropolitana Santiago de Tunja, libre de los manifestantes y glorificado por los adoradores de conquistadores en nombre de una fe antigua, por la cual muchos también han perdido la cabeza.

La turba de manifestantes, en su mayoría jóvenes, arrastró la cabeza de López de Galarza por las calles de Ibagué. (Arrastrar cadáveres es una tradición heredada de los conquistadores, aunque en este caso se trataba más de un simbolismo que de un acto de sevicia). Fue así que la cabeza perdida del conquistador terminó en el campus de la Universidad del Tolima y fue sometida a un “juicio histórico”. Un transeúnte que observaba a través de las rejas exclamó: “dizque juzgando un montón de chatarra, estos jóvenes perdieron la cabeza”.

Después de muchas horas de juzgamiento, la cabeza fue condenada a permanecer encerrada en el campus universitario, acto bastante atroz para un conquistador que odiaba la academia, recordemos que apenas hizo unos cursitos de economía.  Cerrado el juicio sólo quedaba por determinar ¿quién vigilaría la cabeza de Galarza?, cuestión que aún ignoramos.

Los restos de la cabeza de Galarza terminaron rondando por el vacío campus azotado por la pandemia y de vez en cuando hacía apariciones para asustar a los viejos historiadores que se negaban a aceptar la caída de sus antiguos monumentos. A ese ritmo, decían, todos perderemos la cabeza. Ante estas afirmaciones, otros docentes formados en otros ritmos de la historia, querían tumbar las cabezas añejas de sus antecesores, pero en la academia el parricidio es mal visto, mucho más que la negligencia.

Los días pasaron, las vacunas contra el Covid-19 llegaron, el campus empezó a recobrar un poco de vida y desde la Alcaldía de la ciudad llegó la notificación para que la cabeza del antiguo colonizador fuera devuelta. Quizás por falta de recursos, la Secretaría de Hacienda quería chatarrizar la historia y obtener algunos dividendos. Se supo que en el antiguo lugar en donde estaba la cabeza del susodicho, ahora habían erigido otra cabeza, una que, según los promotores, si poseía un símbolo respetuoso con los antepasados. Aunque a ojo de buen cubero, parecía que los creadores de la nueva cabeza habían sometido la estética a otro juicio histórico, declarándola inexistente.

¿Y la cabeza? No aparecía. En el campus de la Universidad del Tolima nadie daba razón de sus restos. Los posmodernos, quienes aseguran que la historia ha llegado a su fin, decidieron dar por inexistente la susodicha cabeza. Los señalamientos empezaron a ir de aquí a allá, algunos culparon a los jóvenes que protestaban, otros a los profesores que lideraron el juicio, incluso algunos culparon a la administración por ocultar la cabeza, entre otras cosas. A tal deliro llegó el asunto, que se supo que una de las tantas abogadas contratadas para vigilar, enredar y castigar el mundo de la vida universitaria, terminó poniendo una demanda en la Fiscalía por la pérdida de una cabeza.

Ahora todos deambulamos sin saber por qué perdimos la cabeza. Los jóvenes de vez en cuando gritan que irán detrás de más cabezas. Los viejos profesores, al parecer, hace mucho les importan poco lo que pase por las cabezas. Los nuevos docentes están construyendo una categoría de análisis para estudiar el fenómeno y publicar un artículo en algunas de esas revistas indexadas que nos hacen perder la paciencia y la cabeza. La abogada espera la respuesta de la Fiscalía mientras impaciente se rasca su atribulada cabeza. La Alcaldía espera que le devuelvan la cabeza que anda embolata, tan embolatada como la pobre gestión del mismo alcalde.

Y mientras tanto, de noche, en el campus de la Universidad del Tolima algunos dicen ver rodando una cabeza. Va pregonando una vieja letanía que aún estremece el Valle de las Lanzas. Nadie puede traducir de manera exacta lo que murmura, pero de seguro que, si te detienes a escuchar sus lamentos, también perderías tu cabeza.

octubre 24, 2021

¿Qué está pasando en Galilea?

 

Bosque Galilea -Foto tomada de la red-

Por: Carlos Arturo Gamboa B.

Docente Universidad del Tolima

 

El Bosque de Galilea cuenta con alrededor de 33 mil hectáreas, de las cuales, la Universidad del Tolima posee cerca de cuatro mil. La cifra exacta no la conocemos, precisamente por el hermetismo con el que distintas administraciones han manejado el tema: “(…) ubicado al oriente del Tolima, es un corredor natural que conecta con el páramo más grande del mundo, Sumapaz, y ahora es ahora una zona de reserva y parque natural regional”.[1]

La Universidad del Tolima hace años viene teniendo relación directa con el desarrollo de este proyecto, y hoy, tiene mucho que explicar a la región sobre su presencia en el Bosque de Galilea, declarado recientemente por Cortolima como zona protegida. De eso es importante hablar, saber qué está pasando y esa es la razón de esta columna.

El Parque Natural Regional Bosque de Galilea - denominado así por la Corporación – tiene más de 26 mil hectáreas. Eso quiere decir que la zona protegida es menor que la extensión toral del territorio, y deja por fuera su zona de amortiguación biológica y social, según lo determinado por investigadores de la UT, desde la Facultad de Ingeniería Forestal.

Según informes recientes, la comunidad en esas veredas no está conforme con el manejo que le están dando al proyecto, las razones no son del todo claras, pero es necesario indagar. Cortolima se lava las manos y la universidad no puede asumir el síndrome de Shakira: ciega, sorda y muda.

Las hectáreas de las que es “dueña” la UT están dentro del área protegida del Bosque, cuyo Plan de Manejo Ambiental es adelantado actualmente por la Universidad Tecnológica de Pereira a través de un convenio con Cortolima. Pero en esa zona protegida no sólo “tiene tierras la UT”, sino otras organizaciones privadas, cooperativas y viven un número indeterminado de colonos campesinos que, por supuesto, no cuentan con títulos de propiedad sobre las mismas y que tampoco lograron iniciar procesos legales de pertenencia.

Haciendo pesquisas, se puede determinar que la historia de las tierras de la UT en el Bosque se remonta a 2003, cuando algunas empresas más grandes del país se las donaron para mitigar (¿evadir?) impuestos ante la DIAN. Es decir, la UT, su administración para la época, se prestó para que empresas como Hyundai, Mayagüez, entre otras, rebajarán ostensiblemente sus impuestos de renta argumentando que le estaban donando a la ciencia. Es la lógica del capital, destruir el planeta y hacer pequeñas donaciones de arrepentimiento.

Hasta 2021 es realmente poco lo que la ciencia ha avanzado en Galilea, no hemos conocido sus esperados impactos, pero los ahorros en impuestos merecen un balance serio. Ahora, por cuenta del loable discurso de la conservación, resulta que esas tierras están sirviéndole a unos pocos para un negocio multimillonario: la venta de bonos de carbono, o, lo que, en jerga pseudocientífica, los negociantes del medioambiente denominan: compensación de gases de efecto invernadero, o negocios/mercados verdes, una de las últimas panaceas del capitalismo.

La protagonista de ese negocio es la Fundación AMÉ, o FUNDAME, como aparece en los papeles, que, según voces autorizadas, administra a través de una fiducia en España (lejos del ridículo control fiscal de la DIAN) cerca de $20.000 millones, en el marco del proyecto RED++. Al igual que la adquisición de las tierras por parte de la universidad en Galilea, FUNDAME también arrastra un pecado original: el de la puerta giratoria. Al parecer, Rafael Vargas, decano de la Facultad de Ingeniería Forestal para la época en que se realizó la donación de las tierras, fue miembro fundador y el primer representante legal de la Fundación Amé. Dice un viejo refrán, que algunos achacan a Maquiavelo: piensa mal y acertarás.

Detrás de todo hay muchas cosas que aclarar, para ello se requiere tener acceso a la información. Información a la que, al día hoy, no posee la ciudadanía, ni la comunidad universitaria ni siquiera quien escribe, en calidad de miembro del Consejo Superior. Todo parece indicar que los negocios de FUNDAME y la Universidad del Tolima, en nombre de la ciencia, es el privilegio de algunos pocos. ¿Por qué? ¿Acaso qué se esconde?

En hechos más recientes, el Director del CERE, Andrés Tafur, hizo llegar al CSU una misiva en donde brindaba un informe de su participación en la Mesa comunitaria e interinstitucional para la formulación del plan de manejo ambiental del PNR Bosque de Galilea. Lee uno allí entre líneas, que la comunidad está siendo desconocida, vulnerada y quizás, hasta timada, el viejo código colonialista. Ya ha sido enviada la agenda del CSU del 29 de octubre y la discusión brilla por su ausencia.

De igual manera, el pasado 11 de octubre, la comunidad organizada que quiere participación en el marco de la construcción del Plan de Manejo Ambiental de la zona protegida del Bosque, invitó a la Universidad a participar de una mesa interinstitucional y comunitaria el próximo 30 de octubre, y a su vez, le solicitó información a la Universidad acerca de sus relaciones con la FUNDAME. La respuesta, 11 días después y firmada por el actual decano de la Facultad de Ingeniería Forestal, genera varias preocupaciones:

Primero, porque no confirma su participación en la mesa, y segundo, porque solicita 30 días más de plazo para responder a la petición. Ante esta clara dilación, me uno a la petición y a las preocupaciones todavía no resueltas de la comunidad, y dejo los siguientes interrogantes:

¿Quién o quiénes son los responsables directos de la relación Universidad del Tolima - FUNDAME? ¿Existen convenios y/o contratos en la Universidad del Tolima y FUNDAME? La camioneta que dicha Fundación le donó a la Universidad ¿es parte de esos convenios? ¿Qué recursos reciben la universidad por parte de FUNDAME aparte de apoyos para la “ciencia”? ¿Qué trabajos, obras y actividades ha llevado a cabo la Universidad con las comunidades que habitan en el Bosque y su área de influencia? ¿Con qué recurso se paga un contratista quien, según las comunidades, lleva 14 meses en el territorio (vereda La Colonia) haciendo talleres de empoderamiento comunitario a nombre de la Universidad del Tolima? ¿Qué viene haciendo el Centro de Estudios Regionales y el Observatorio de Paz y Derechos Humanos en esta zona?

Espero que den respuesta a estos y otros interrogantes que viene haciendo la comunidad. La protección de los ecosistemas es de vital importancia para el futuro de la humanidad, pero con esa manía de todo volverlo negocio quizás lo que menos importa es la vida. No hay que olvidar que las comunidades también forman parte del ecosistema y si las grandes empresas contaminantes del mundo desean pagar por sus pecados, que las limosnas no vayan al bolsillo de los curas.

[1] https://canaltrece.com.co/noticias/parque-natural-bosque-galilea-ubicacion-cortolima-tolima/

octubre 13, 2021

GRADUADOS UT: EL MOMENTO DE CONSOLIDARSE COMO COMUNIDAD

 


Por: Carlos Arturo Gamboa B.

Docente Universidad del Tolima

 

Los graduados, a veces llamados egresados, de las Instituciones Universitarias, son parte fundamental del gobierno universitario, tanto así que desde la promulgación de la Ley 30 de 1992, son incluidos como actores protagónicos en los Consejos Superiores, máximo órgano de dirección universitaria (Artículo 64).

No obstante, existen otros espacios propios de la gobernanza y la vida universitaria en donde su presencia resulta importante para la toma de decisiones, como los Consejos de las Facultades, el Consejo Directivo del IDEAD, el Consejo Académico (máximo órgano de dirección académica) y los Comités Curriculares de los programas. Como se puede observar, su presencia cubre un amplio espectro en la estructura universitaria.

Sin embargo, son los graduados quienes históricamente menos presencia tienen en la toma de decisiones del rumbo de la Universidad y casi siempre estos espacios permanecen vacíos, excepto en el Consejo Superior, cuya presencia casi siempre se justifica en las coyunturas de elección de rector. Esa ausencia marcada impide el fortalecimiento de la comunidad.

En la Universidad del Tolima se tenía un procedimiento para la elección de egresados a las representaciones del Consejo Superior basados en una Junta que operaba bajo una lógica de representación por Facultad, allí en dicha Junta se privilegiaban las Asociaciones de Egresados de cada unidad académica, quienes en una especie de tribunato de 10 integrantes, se elegían entre ellos. Este procedimiento impedía la amplia participación de los cientos de miles de egresados que la Universidad ha formado durante 76 años en sus modalidades de presencial y distancia.

Afortunadamente, el nuevo Estatuto General abrió las puertas a una participación más amplia y de esta manera los representantes de egresados a sus diferentes espacios pueden ser elegidos por la comunidad de sus facultades en los casos de los Consejos de Facultad e Instituto, y por todos los graduados de las dos modalidades para el Consejo Académico y Consejo Superior. Sin lugar a dudas este nuevo territorio abre un amplio espectro de participación que debe ser llenado por el interés de la comunidad en cuestión.

Hablar de los ejes de acción y aportes de los egresados a la construcción de la universidad del siglo XXI nos reta de lleno en retroalimentar el sistema a través de una amplia comunidad que vivió la universidad desde adentro y que, desde su graduación, la proyecta hacia el afuera. El egresado conoce el mundo de la vida más allá de la universidad, sabe de las afujías laborales, conoce aspectos que le faltan a los programas y tiene una amplia experiencia de la aplicación de un saber disciplinar obtenido durante su formación.

Por eso, es de vital importancia su presencia en estos espacios, para establecer diálogos desde lo que la universidad propone y lo que, la vida cotidiana de los profesionales, accionan. Si hay alguien que le puede decir con franqueza a la universidad cómo está resultando su trabajo de formación, son los egresados. Ese diálogo que siempre se propone entre la sociedad y la universidad, puede fluir a través del egresado.

Ahora que nos disponemos a elegir representante de egresados en la Universidad del Tolima, es clave recordar estos aspectos e invitar a toda la comunidad a participar activamente en el debate y las decisiones. En estos tiempos es mucho más fácil dar cuenta de este ejercicio, ya que la consulta se hará a través de correo electrónico, lo que permite que todos puedan participar sin los limitantes geográficos.

El censo se establecerá entre el 8 y 29 de octubre, para lo cual todos los interesados en participar como votantes deben inscribirse a través de un sencillo formulario disponible en red. (VER AQUÍ) Por su parte, los candidatos pueden presentar sus postulaciones entre el 8 y 19 de octubre. El calendario está de igual manera disponible en la web institucional. (VER AQUÍ)

Un dato importante para tener en cuenta es que, para poder ejercer la representación de egresados de la Universidad del Tolima, se debe cumplir con lo dispuesto en Artículo 17, literal e del Estatuto General que dice: “El(La) representante de los/as egresados/as graduados(as) y su suplente deberán ser graduados(as) y no tener vínculo contractual con la Universidad y serán elegidos para un período de tres (3) años por egresados(as) graduados(as) de la Universidad”.

El llamado respetuoso a nuestros miles de egresados es a que ejerzan su derecho democrático a elegir y ser elegidos y de esa manera contribuir a la consolidación del tejido universitario, porque todos cuantos nos hemos formado en la Universidad del Tolima, la llevamos anclada a nuestra experiencia de vida y debemos velar para que muchos más tengan esa gran oportunidad.

octubre 07, 2021

Elogio al funcionario público

 


Por: Carlos Arturo Gamboa B.

Docente Universidad del Tolima

 

Se ha establecido en el imaginario social que los funcionarios que laboran en las empresas estatales son ineficientes y, en su gran mayoría, los causantes de los males de tales instituciones. Largas filas, trámites engorrosos, idas y venidas de los usuarios sin que se atiendan sus reclamos, en fin, un sinnúmero de angustias de la vida cotidiana pareciera darle la razón a dicho imaginario.

No obstante, cuando se verifica a profundidad las normas y las formas en que funcionan las instituciones públicas, nos encontramos con aspectos de mayor calado que explican lo engorroso que resulta navegar en los trámites estatales. Las normas que rigen la función pública parecen estar dictadas para que nada funcione de manera expedita.

Miles de Decretos, Resoluciones, Leyes, Normas obtusas, disposiciones legales que contradicen otras disposiciones legales y demás artefactos jurídicos, ahogan el sentido común de las actividades diarias de los funcionarios. Jairo Enrique Angarita, en un provocador texto titulado “Colombia: país donde abundan las leyes y escasea la legalidad”, nos recuerda acertadamente que:

Una abundancia normativa no conlleva per se a tener controlada la totalidad de comportamientos calificados por el legislador como reprochables: si las normas no son eficaces, se puede llegar al fenómeno social de la anomia, en el que muchas normas válidas y vigentes resultan ineficaces porque sus destinatarios no tienen la voluntad mayoritaria de cumplirlas o ponerlas en práctica. (2018, p. 200)

Y esa anomia pública recorre los pasillos de alcaldías, ministerios, universidades y demás entes nacionales o territoriales que están, en principio, concebidas para el trámite y la solución de los problemas sociales. Unas veces se escudan en las leyes para evitar que las cosas cambien y otras veces las leyes son ignoradas, porque como bien lo dice el adagio: “La ley es para el de ruana”.

Y en medio de ese maremágnum el funcionario público de base está a la deriva. Los procesos y procedimientos de las Instituciones Públicas parecen enormes laberintos en donde hasta el mismo Minotauro moriría de desesperación. Esa proliferación de normas obtusas hace que la burocracia crezca y el aparato público sea lento en respuesta. Aún en el siglo XXI y con el gran auge de las tecnologías, uno abre sus ojos desorbitados ante oficinas cuyos archivos añejos, amarillos y decadentes, son la fuente de toma de decisiones.

El funcionario público, en ese medio, es una víctima más del sistema. Si él no cumple con cada uno de los pasos diseñados de cualquier proceso, será objeto inevitable de la amenaza que acecha sobre su cabeza: incumplimiento de funciones, extralimitación, omisión, desacato y miles de conceptos más forman parte de su inventario de temores.

Recuerdo que alguna vez, mientras agonizaba de tedio frente una ventanilla pública, una señora muy candorosa me dijo en tono casi suplicante: “mijo, yo lo entiendo, pero no me voy a ganar un disciplinario por su culpa, acá revisan cada formulario y si falta algo por llenar, llevamos del bulto nosotros”. Llenaba tres veces el mismo formulario porque según no sé cuál norma, no se aceptaban fotocopias.

Cuando un funcionario público hace bien su oficio, nadie dice nada, su eficiencia no es noticia. “Para eso se le paga” suele ser la frase de cajón en estos casos. Pero si hay un error de por medio, la ira de los superiores y los entes de control cae sobre ellos. Estos entes, que son muchos y revisan cada detalle de la minucia del día a día, a su vez permiten tanta corrupción y desorganización estatal por el orden macro, que uno termina creyendo que fueron creados para hacer engorrosos los proceso, distraer la audiencia, proteger los grandes desfalcos y no para velar por la ética de lo público.

A ese mundo de telarañas procesuales, súmele a los empleados públicos las lamentables maneras de contratación que cada día proliferan en el medio, generando formas de subordinación laboral como las Órdenes de Prestación de Servicios, cuya esencial consiste en degradar los derechos constitucionales bajo el amparo de normas vigentes. Cada vez son menos los empleados estatales cuyas formas de contratación responden a la dignidad de sus empleos.

Y para colmo de males, muchos funcionarios públicos están sometidos al vaivén político de turno, generando escenarios en donde es más importante militar en un partido o corriente, que realizar una función que aporte a la solución de los usuarios de lo público. Es decir, al final quienes padecen también son los menos favorecidos del entramado social quienes, en gran mayoría, acceden a estos derechos, muchos de los cuales se han tornado en servicios.

Según informe del Departamento Administrativo de la Función Pública del año 2016, en Colombia había 172 entidades públicas del orden nacional, que albergaban cerca de 134.465 empleados, claramente faltan inventariar muchos más del orden departamental y municipal, pero una de las conclusiones sobre esta población llama la atención al decir que:

(…) la estructura salarial del empleo público en Colombia es dispersa, inequitativa y no parece obedecer a un lineamiento de política pública general. Al contrario, lo que los datos reflejan es la manera como diversas entidades han logrado separarse del régimen general y cómo, incluso dentro de este régimen, existen sectores y/o entidades ganadoras o perdedoras en términos del régimen salarial. (2016, p. 22)

Por estos aspectos enunciados, debemos hacer un elogio a los empleados públicos. A esos que sobreviven a las marañas de las formas leguleyas, los que sobrellevan sus funciones a pesar de los escasos recursos con que cuentan, los que ven la lenta fila frente a sus ojos y quisieran hacer algo más por los usuarios en medio del caótico sistema. Los que hicieron de su casa la oficina en la pandemia, los que a pesar de su nivel de formación no han sido promovidos y llevan años haciendo funciones para las cuales están sobre calificados, los que esperan agonísticamente que les paguen un contrato de OPS o que el Gobierno de turno decrete el pírrico aumento. Para todos ellos mi admiración e invitación a que no desistan de defender lo público, porque ese es un bastión de sociedades tan desiguales como las nuestras.

Para los parásitos de lo público, que también los hay, no olviden que contribuir al menoscabo de las instituciones públicas es un atentado contra el bien de todos. Sobre ellos luego escribiré mi reproche.

septiembre 18, 2021

De la “izquierda barretista” y otros embustes

 


Por: Carlos Arturo Gamboa Bobadilla

Docente Universidad del Tolima

 

Si quieres descalificar el trabajo de alguien es muy fácil, habla mal de él masivamente. La gente no entrará a verificar si lo dicho es cierto, somos una sociedad del rumor. En la política el chisme, la habladuría y el rumor han sido trasmisores ideales para potenciar o desmeritar una figura pública. En el siglo XXI el coctel ideal se fortalece al agregarle el combustible de las redes sociales, lugar donde la opinión se confunde con la ignorancia.

Tendríamos miles de ejemplos extraídos de la cotidianidad colombiana de cómo mentiras o verdades a medias se han constituido en dogmas que la gente repite y dan por sentado como verdades absolutas. Acá no importa la tendencia política o ideológica del sujeto de la mentira, ni tampoco del enunciante de la misma. Cómo no recordar ese verso popular: “Miente el rico, miente el pobre, el de izquierda y el derecho, el de arriba y el de abajo, mienten todos, porque mentir es un decreto”.

Por esta razón, cada cuánto aparecen sentencias que se posicionan como verdades y la gente las va aceptando, muchos porque no tienen mirada crítica de los sucesos y otros porque esa mentira, vuelta verdad, es favorable a sus intereses. ¿Se acuerdan de ese majestuoso dogma de que nos íbamos a volver como Venezuela? Mejor ejemplo no hay.

Fue así como alguien dijo que, en el Tolima, y en particular en la Universidad del Tolima, había una corriente de “izquierda barretista” y desde entonces militantes, periodistas, replicadores de opinión y chismosos, repiten la frasecita dando por sentado su contenido. La adjetivación de por si es una antítesis, igual que el enunciado de “seguridad democrática”, porque sus dos partículas se anteponen, y forman parte de esa extensa lista de jeringonzas que construyen la seudocultura política de la región.

Recordemos las historias del Tolima con sus famosos santofimismo, gomezgallismo, jaramillismo y en estos últimos años el barretismo, descripciones arbitrarias que toman como punto de partida la figura del gamonal del momento, no hay que olvidar que los electores son adictos a las figuras gamonalescas. Acá tampoco importa el partido o ideología, gamonal es gamonal.

Decir “izquierda barretista” es sonoro para esos oídos de pasillos y redes, sobre todo para un grupo de fanáticos del odio que lo pregonan en bares, muros de Facebook y publicaciones de dudosa rigurosidad. Tal grupo sólo existe en esas pequeñas mentes delirantes, porque en la real realidad, el exgobernador Barreto no sostiene ninguna relación política con las personas que agrupan arbitrariamente en ese coloide paranoide.

¿Por qué lo hacen? Fácil, para intentar desprestigiar a un grupo de personas que hemos sido actores de transformación durante los últimos años en la Universidad del Tolima, sobre todo por aquello que perdieron sus prebendas y llevaron a la Alma Mater a tener un déficit de 24 mil millones y estar ad portas de ser intervenida por el Ministerio de Educación.

Los estudiantes y docentes nuevos poco conocen de las afujías de la UT en el año 2015, crisis profunda que llevó a una huelga de hambre de estudiantes, trabajadores y docentes y que desencadenó la salida del entonces rector Herman Muñoz y su grupo de poder. Muchos de ellos hoy son quienes pregonan el eslogan de “izquierda barretista”, eslogan que les sirve para tapar su pasado funesto frente a los destinos de la universidad de los tolimenses y, de paso, soñar con volver al poder.

Adenda 1:

El exgobernador Oscar Barreto, durante su primer periodo, gestionó de manera fatal la relación entre la gobernación y la Universidad del Tolima, en su segundo periodo cumplió con las funciones de presidente del Consejo Superior y generó mejores transferencias que coadyuvó a superar la crisis. Es la verdad innegable, alejado de las pasiones militantes, pero de ahí a decir que se ha aliado con la izquierda, hay mucho camino y mucho delirio. El exgobernador tendrá sus amigos en la UT, como los tienen los liberales, el Centro Democrático, la izquierda y los alternativos, todos ellos actores políticos de la región, lo demás son estrategias de desinformación y ocultamiento.

Adenda 2:

En el portal virtual El Cronista, apareció una nota en donde se afirma lo siguiente: “De otro lado, a la denominada 'izquierda barretista' sí le fue como se esperaba en las elecciones del Instituto de Educación a Distancia (IDEAD). El director de los últimos años, Carlos Arturo Gamboa, fue el más votado, con una arrolladora mayoría de 3.184”.

Debido al fatal grado de desinformación allí planteado, es que decidí escribir esta columna, porque afirmar que un proyecto educativo como el IDEAD, que tiene presencia en 9 departamentos y 24 sedes, cerca de 20 mil estudiantes y 1.200 profesores, es liderado por un aliado del llamado barretismo, resulta más que insultante para su comunidad, cuyo despliegue académico, investigativo y cultural va más allá de las mezquindades de quienes lo afirman. En otros lares deben saber la verdad del asunto y, es mi deber como docente ayudar a superar la ignorancia, porque poco se puede hacer con la tozudez de los ignorantes.

Adenda 3:

En mi defensa, y como dato curioso, debo decir que tengo más amigos entre los que me acusan de ser parte de la “izquierda barretista”, que en el barretismo.

septiembre 06, 2021

Los colombianos y el síndrome del victimismo deportivo internacional

 


Por: Carlos Arturo Gamboa B.

Docente Universidad del Tolima

 

El sábado tres de septiembre, mientras transcurría la etapa 20 de la Vuelta a España, Miguel Ángel López, reconocido con el alias de Superman, protagonizó un hecho sin antecedentes en el ciclismo mundial de élite, abandonó la carrera estando en buenas condiciones físicas y encontrándose aún entre los mejores. El motivo nunca lo sabremos del todo, porque pertenece a ese mundo secreto de los entornos competitivos que pocas veces se filtra a totalidad.

El acto en sí tendrá muchas repercusiones mediáticas, más en este mundo hiperconectado, pero más allá del abandonó de Superman y las consecuencias en su vida de deportista profesional, me interesa escribir sobre un tema que he venido observando en la cultura colombiana aficionada y que me atreveré a llamar el síndrome del “victimismo deportivo internacional”.

En la década de los 80 se construyó un relato sobre que Fabio Parra había perdido la Vuelta a España porque Pedro Perico delgado le había pagado al ruso Ivanov para que lo llevara a rueda durante una etapa. Recuerdo, siendo un adolescente, que “todos nos indignamos”, incluso los periodistas colombianos, cuyo amarillismo deportivo ha hecho escuela, hablaban de haber visto a Perico Delgado entregando una bolsa con billetes al corredor comprado. Para los que saben de ciclismo, en las carreras hay aliados, equipos que comparten intereses y muchas veces nuestros ciclistas también se han visto beneficiado con ello.

El caso de Superman López desató la furia de miles de internautas que sin tener conocimiento de los sucesos (algo muy propio de los internautas), no dudaron en expresar sus “libres opiniones” y he aquí el tema de mi asunto. Una idea que proliferó bastante consiste en creer que lo que le sucedió al ciclista boyacense fue un complot de su equipo Movistar para que perdiera el podio a favor de Enric Más, el otro líder, de nacionalidad española como el equipo. De nuevo el “victimismo deportivo internacional” surgió como teoría explicativa del suceso.

Después de varios capítulos del novelón que se ha armado, digno de lloriqueos a lo Betty la fea, la gente sigue profundizando en la conspiración contra Superman, muy a pesar de que él mismo ya aceptó que cometió un error de estrategia en carrera y un error deportivo al abandonar la competencia. Entonces tuve que recordar otros antecedentes, incluido el ya mencionado de Fabio Parra.

James Rodríguez en el Real Madrid y la supuesta persecución por parte de Zidane. O el caso Nairo, en el mismo equipo de Movistar, conjunto que supuestamente contrata colombianos con un salario alto para después no dejarlos ganar, imagino la cara de los ejecutivos de Telefónica escuchando esto. O el famoso “fue gol de Yepes” que nos impidió, según la experta opinión futbolera de cafetín, ser campeones mundiales en Brasil.

En todas partes hay seres horribles que están impidiendo que los colombianos triunfemos, porque nosotros somos mejores en todo. El boxeador chino que en complicidad con los jueces dieron perdedor a Yuberjen Martínez impidiendo una olímpica medalla de oro, es un ejemplo de ello. Parece que olvidamos que, en el deporte, como en toda competencia, lo más factible es perder. De los 176 ciclista que iniciaron la Vuelta a España 2021, sólo uno ganó y no se debió a ningún complot, fue el mejor, a él le salieron las cosas mejor y fue quien contó con ese pequeño ingrediente de suerte que da triunfos, como el de Egan Bernal en el Tour 2019.

Pero nuestra paranoia colombianista es desmedida, vemos enemigos en todas partes, sacamos la bandera tricolor y nos llenamos de odio porque a Sebastián Villa no lo ponen de titular por indisciplinado o porque todos los que nos ganan están dopados, favorecidos por los jueces o han comprado sus triunfos. Como excelentes víctimas que somos, no somos mejores porque no nos dejan.

Alguna vez Maturana dijo que “perder era ganar un poco”, aludiendo que en el deporte no siempre se gana y que saber perder pasa por reconocer que hay otros mejores y que se deben pulir los procesos para algún día, si es posible, ganar. No somos las víctimas de una gran confabulación mundial para opacarnos, es que otros tienen mejores procesos deportivos, invierten más en deporte, forman mejor sus niños y jóvenes para ser deportistas de alto rendimiento.  Enseñan a ganar y a perder en las escuelas deportivas, para que manejen la frustración o él éxito cuando llegue el día. Muchos deportistas han arruinado su vida después de ser ganadores, ahí tenemos otro problema.

El caso de Superman López dará mucho de qué hablar en los entramados amarillistas, lo cierto es que este tipo de hechos no son ajenos en el deporte de alto rendimiento y quizás él, un talento salido de las entrañas campesinas, hubiese reaccionado de otra forma si hubiese tenido esa formación que dan las escuelas deportivas. No es que haya fuerzas oscuras en el planeta impidiendo que los colombianos seamos mejores, para ser mejores debemos prepararnos mejor, no sólo en el deporte, en todos los campos. No debemos olvidar que, como dijo Séneca: “Es imposible ganar sin que otro pierda”.

agosto 31, 2021

Un presidente para el país ¿pero cuál país?

 


Por: Carlos Arturo Gamboa B.

Docente Universidad del Tolima

 

Se acercan las elecciones de periodo presidencial en Colombia, el acontecimiento más trascendental de la democracia colombiana y el más insustancial. Ver la lista de los últimos presidentes es asistir a una decepción tras otra, los buenos presidentes de este país sólo existen en las cartillas de historia con las que se oculta la verdadera historia.

 Y ahora, como cada cuatro años, asistimos a la teatralización de los sueños, las promesas y la venta de caudillos del marketing electoral. Cada grupo quiere “imponer” su dirigente y para ello utiliza todas las estratagemas; la preferida, destruir al otro y sus adeptos. Lo más escaso: las ideas, la política.

La puja de los últimos años ha estado atravesada por el miedo y la mentira de una parte, y por la incomprensión de la masa, por la otra. Por el medio (centro) han ido las buenas intenciones disfrazadas, pero no diferenciadoras, por eso la guerra siempre ha sido entre los extremos.

Para el 2022 nos preparamos a elegir un nuevo presidente ¿pero de cuál país? Somos muchos países dentro de esta mezcla llamada Colombia y algunos de esos países han tenido presidente, mientras que la gran masa, la mayoría, no. Uribe fue presidente (y sigue siendo) de los latifundistas y sus doce hacendados empresarios, una pequeña porción de país que es dueña del 80 % del país.

Pastrana fue presidente de ese país cachaco, ese país que se cree de mejor país y cuyos bordes detestan porque les recuerda de dónde huyeron. Samper fue presidente del país tramoyero, el de las mafias en ascenso, herencia que supo capitalizar Uribe y ese sector proclive a la cultura narco, que no se limita sólo al tráfico de drogas, si no que se ha instalado como un modus vivendi: amor al dinero fácil, extravagancia, moralismo extremo y religiosidad hipócrita.

Durante el siglo XXI han disputado el poder varios sectores. Un liberalismo decadente con tinte social que aún sueña con la reencarnación de Gaitán, quien se ha erigido como un mito del prócer ideal, pero cuya muerte impidió que hubiésemos vivido el desencanto de su gobierno. Lo mismo pasó con Galán, otro liberal cuya muerte aún arrastra el país en investigaciones y cuyas banderas se reencauchan a todo tipo de servicios. No es banal que estas dos figuras del imaginario ideal de gobernante sean dos caudillos.

La intención transformadora de la Constitución Política del 91 fue aplastada por las reformas y las triquiñuelas del poder, esas mismas “jugaditas” que vimos hacer en el Senado a Ernesto Macías sin ningún asomo de vergüenza. Muchos votan por ese tipo de políticos, porque hay un país en donde las triquiñuelas son sinónimo de “viveza” y esos comportamientos son celebrados.

La izquierda, y sus diversos tintes, ha intentado consolidar un candidato, obviamente también de corte caudillista, que recoja el descontento de las mayorías, sin entender que las mayorías también son-mos el problema. Esos caudillos son defendidos enardecidamente por sus seguidores y esos seguidores no se diferencian de otros seguidores de otros caudillos que también son defendidos enardecidamente por sus seguidores. Este país en conjunto es un trabalenguas.

El problema radica en que todos esos países que habitan en el país llamado Colombia, no necesita un presidente, necesita una fuerza transformadora. Los caudillos siempre serán figuras del desencanto, no importa la banderita que carguen en su chaleco.

La transformación de una nación va más allá de un líder, se gesta en la multitud, en la construcción de un sujeto que piense más allá del eslogan de un partido y del odio por el diferente, lección primera que les enseñan a trasmitir sin asomo de autocrítica. Muestra clara de esto es la guerra entre “godos y liberales” que pervive y se reencarna de manera distinta cada cuatro años.

 Ahora de nuevo vemos emerger las figuras de caudillos que se aprestan a “pelear por la presidencia”, pero la verdad pocas cosas nuevas veremos bajo el sol. Un caudillo de izquierda cuyos seguidores saben odiar a los que no son adoradores de su caudillo. Otro caudillo emergente de centro-derecha que empieza a edulcorar su imagen y que atraerá a ese pequeño país intelectualoide de educados y propositivos. También tendremos otros candidatos caudillos, herederos del señor hacendado mayor, cuyos tentáculos mafiosos aún sostienen su aparato que se niega a ceder el poder desgastado que muy bien dibujo Gabriel García Márquez en “El otoño del patriarca”.

¿Y las alternativas? Pasan por la concientización de las masas, por la acción en las urnas de los cansados e indignados, por los grandes grupos de mujeres, hombres y diversos que constituyen ese otro país, el más grande de todos. El país que no cree en las Instituciones, que odia la política porque la asocia, con toda razón, a la corrupción, la pereza, la sinvergüencería y el descaro.

Ese otro país, enorme y necesitado que clama por salud, educación y oportunidades para poder desarrollar su potencia y sensibilidad humana. Ese gran país que se queda en casa el día de las elecciones y reniega de todo, porque el hastío le ha llegado al cuello. Ese país no necesita un presidente, ningún caudillo animará el despertar de esa masa. Sólo necesita “un gobierno decente” que les haga recuperar la fe en un país que asusta por la desigualdad y falta de oportunidades; un país en donde te matan por pensar diferente, por expresar la opinión, por denunciar la corrupción, por cruzar una calle y ser embestido por un borracho, por robarte el celular. Un país en donde por todo y casi nada te pueden matar.

Ese país que necesita ser reinventado es responsabilidad de todos y cada uno, no sólo de un caudillo, por muy bonito que hable o por muy bien presentado que salga en la foto de campaña. Lo triste de todo esto es que para el 2022 que se aproxima, muchos ya han desempolvado su caudillo favorito, incluso muchos de los que apenas hace unos meses llamaban a la total transformación y tumbaban estatuas obsoletas.

agosto 14, 2021

La política en el Tolima: entre la hegemonía de hoy y el desencanto de siempre

 


Por: Carlos Arturo Gamboa Bobadilla

Docente Universidad del Tolima

 

Siguen retumbando en las acuosidades del gran Magdalena la pregunta del maestro Echandía: “¿El poder para qué?”. Tantos años soportando la ausencia de un proyecto de región nos han conducido a perder la fe en los gobernantes, las instituciones y la política. Para muchos decir «política» equivale a sentir las arcadas, ese malestar que precede al vómito.

Se añora el pasado “glorioso” del Tolima, que es casi decir un pasado de líderes decentes que antepusieron algunos de sus deseos en pro de colocar a la región “en el concierto nacional” y de solucionar los problemas concretos de la vida cotidiana. De eso poco queda. Ahora asistimos a las rencillas, al maridaje politiquero, a la componenda, a la comidilla de cafetín, a las alianzas programáticas para desfalcar el erario, a la pérdida de la política y el triunfo desorbitante de la politiquería.

Y en ese inventario desolado no importan los colores, ni los directorios, mucho menos las ideologías. Da igual, lo importante es la lucha desaforada por el poder; pero, volvamos a Echandía: ¿para qué? El fin de la política es la búsqueda del bien común, el consenso por la construcción de ciudadanía a través de la solidificación de lo público, el lugar de todos y de ninguno. Hoy asistimos a la era de la gran ausencia de políticos y la necesidad urgente de la política.

Veamos el momento actual del departamento del Tolima a la luz de las anteriores premisas. El llamado liberalismo, cada vez más alejado de las clásicas ideas y postulados liberales, arrastra una larga cola de desaciertos y errores. Sus “líderes” fueron incapaces de gestionar la ciudad y el departamento, las necesidades de hace cinco décadas siguen latentes: Brecha enorme entre lo rural y lo urbano, desorganización de la urbe, ausencia de servicios básicos, pobreza en el centro y miseria en los bordes, corrupción a todos los niveles; todos estos indivisos indicadores del fracaso.

Por su parte las denominadas fuerzas alternativas, que van desde un centro con vocación social hasta la izquierda- izquierda, se sumen en sus eternas luchas internas por imponer sus idearios. Expertos en identificar los males sociales son incapaces de generar un acuerdo para plantear las soluciones. Es muy fácil criticar el desfile desde el balcón, el problema es ponerse las alpargatas y bailar. Juntarse es algo impensado, son tan puristas algunos grupúsculos que, como dice el viejo chiste de cafetín, se reúnen cinco y salen seis vertientes distintas.

Su dispersión siempre ha sido favorable a los partidos tradicionales, a donde muchos terminan saltando con ánimo o esperanza de realizar alguna gestión. Casi siempre son devorados por el Leviatán de provincia. Ahí siguen, convocando, criticando, denunciando, todas ellas labores loables, pero sin un proyecto de poder claro y concreto, es decir, sin política.

Los conservadores, que se mixturaron con varias vertientes del orden nacional que depositaron sus huevos infestados en las regiones, lograron después de muchos años de alzar su cabeza hacia el Palacio del Mango, habitarlo con toda su artillería. Liberales desencantados, uribistas camuflados, seudo-independientes sin línea nacional y otros personajes pertenecientes a la fauna tropical que han engordado sus huestes. Con el trajinado modelo del caudillo de antaño hoy dominan el panorama departamental y sueñan avanzar en la construcción de un poder extraterritorial, tesis del siglo XIX que arrastran como un penoso legado.

Ahora, con el panorama despejado se enfrentan a la cruda realidad, deben gobernar, pero muchos de ellos no lo saben hacer, porque en el Tolima el arte de gobernar hace rato se quedó enterrado en su “pasado glorioso”. Ahora muchos saben hacer politiquería, firmar contratos, repartir puestos, generar tácticas para atrapar dineros, echar discursos, pero pocos, muy pocos saben gestionar las necesidades de la región. Esas mismas carencias que denuncian las fuerzas alternativas y que fueron incapaces de arreglar los liberales y que, de seguro, no subsanarán los conservadores.

La hegemonía de hoy será la fragmentación del mañana. Sumidos en una lucha interna por los botines del poder, ni cuenta se dan que la ciudad se torna caótica y el departamento sigue cuesta abajo en su rodar. Como apenas les interesa la burocracia en su esplendor, porque para ellos los puestos son sinónimos de poder, olvidan, como lo hicieron los liberales (incluidos los liberales alternativos que gobernaron recientemente la ciudad), que el fin de la política es el bien común y la consolidación de sí misma como expresión ciudadana, no de un gamonal o un trapito de cualquier color.

Y en medio de ese vaivén la inseguridad y el desempleo aumentan. Los crímenes de Estado se mezclan con los crímenes del narcotráfico, las bandas emergentes y los residuos rearmados del colapsado proceso de paz, moviendo la violenta región de antaño hacia un círculo vicioso de miseria y barbarie. El descontento general crece, que sumado a los efectos de la pandemia y los años de atraso en las políticas públicas están configurando un gran «coctel de malestar social», que explota cada cuando y que los gobernantes ven pasar desde las ventanas de sus oficinas, pero que no intervienen porque están pendientes por las disputas de las nóminas, los contratos y los convenios. Pensando en los puestos del mañana han olvidado los retos del presente.

Mientras tanto, el antiguo Tolima con aquellas melodías “de canciones viejas” sigue a la deriva, con sus sueños frustrados de región que nunca pasó de ser una maqueta. Sólo basta ver la desconfiguración de su triste capital para imaginar cómo están todos esos hermosos territorios olvidados que habitan bajo la sombra silenciosa de su nevado.

¿Hay una salida? En política siempre existe una posibilidad, sólo que ella pasa por juntar los restos del naufragio y, acudiendo al principio de necesidad compartida, vislumbrar un lugar para desde allí construir. Los impedimentos están a la vista: las viejas maquinarias de todos los colores, los egos de caudillos trasnochados y los odios infundados por las mezquindades del poder y heredados a los jóvenes militantes; pero, sobre todo, la desesperanza, porque pareciera que estamos atrapados en un remolino de incapacidades.

Volver a la política es entender que se puede construir con el otro, con el diferente, derrotar los odios y otear más allá de las limitantes que han construido nuestras miradas, eso sí, sobre los principios fundamentales del bien común. Cuando el reto es grande se necesitan seres grandes, lamentablemente estamos rodeados de pigmeos.

julio 12, 2021

Pensar y actuar en contexto: El papel de la universidad en la movilización social

 


Por: Carlos Arturo Gamboa B.

Docente Universidad del Tolima

Educación, realidad y contexto

Cuando se habla de las dimensiones del currículo se suelen recordar con frecuencia dos conceptos: pertinencia y contextualización. El primero de ellos tiene que ver con la respuesta que desde los contendidos se da a las demandas del entorno, por lo cual se infiere que ningún currículo es fijo, que debe estar en constante transformación, ya que los entornos reclaman esa misma dinámica. El segundo concepto, el de contextualización, hace énfasis en los procesos, estrategias y metodologías que permiten la articulación al entorno antes mencionado.

Según múltiples postulados, dichas dimensiones son esenciales cuando se piensa en la educación como un factor de transformación social, cultural, económica y científica de una sociedad. Esta es la ruta fundamental del proyecto educativo moderno, que en términos de Durkheim consiste en avanzar en la formación de un mejor ser humano, quien, a su vez, contribuye a la formación de una mejor sociedad.

Ahora bien, estos postulados no siempre se cumplen. La educación está determinada por múltiples aspectos que condicionan el currículo a otros intereses que se decantan en indicadores, rankings. Mediciones y determinantes casi siempre ajenos al entorno y, por supuesto, descontextualizados. Cuando, por ejemplo, el MEN aprueba la apertura de un programa, este queda sujeto a una serie de condicionantes de “calidad” que, en muchos casos, riñen con los entornos en donde el programa va a operar. Se pide el cumplimiento de unos indicadores que por sí solos no generan un impacto transformador en la realidad. La mayoría de los indicadores son enunciados, no realidades.

¿Por qué esta discusión? En el escenario del estallido y la movilización social acaecidos en Colombia durante el año 2021, que es un acumulado de muchas décadas de ausencias de políticas que de verdad impacten positivamente la realidad, estos aspectos toman profunda importancia. Han surgido de nuevo esas preguntas antiguas: ¿para qué la universidad? ¿Qué es lo se debe enseñar? ¿Cómo se debe articular la educación con la realidad?

De algún modo estas preguntas han estado siempre en los entornos educativos y muchas veces las respuestas han sido suplantadas por los tecnócratas de los indicadores, quienes, aunque parezca increíble, tienen grandes aliados en la universidad pública y viven “midiendo” la importancia de la institución a través de los puestos que ocupe en esos listados. Lo que poco se “mide” es precisamente la pertinencia y la contextualización, quizás porque transformar la realidad no les interesa tanto a los actores, es mejor exhibir galardones, primeros puestos, diplomas, indicadores de gestión, buenas notas, certificados y un largo etcétera de artilugios. 

Ahora, cuando la mayoría de universidades públicas han quedado atrapadas en el mutismo propio de la sin salida del momento actual, mucho se discute si volver a la actividad académica o seguir en paro permanente. Para responder a esta disyuntiva habrá entonces que repreguntar: ¿De qué manera se cumple la función social de la universidad, estando en paro o estando activa? Intuyo que la respuesta es unánime. Pero entonces ¿Cómo responder a las necesidades del entorno? ¿Cómo articular la universidad colombiana del siglo XXI para que de una vez por todas se vuelque a contribuir con todos sus esfuerzos a la reconstrucción del país? Volver a pensar estas dos dimensiones del currículo es una de las tantas posibilidades.

La propuesta

El Instituto de Educación a Distancia (IDEAD) de la Universidad del Tolima, igual que casi todo el sistema educativo colombiano, suspendió actividades académicas después del 28 de abril de 2021. Ese día se concretó la hora cero que generó la reacción en cadena del tsunami de indignación de millones de habitantes, ciudadanos, campesinos, estudiantes, jóvenes, hombres, mujeres y diversos azotados por la precariedad que se profundizó por los efectos del Covid-19.

Después de un mes de paro y sabiendo que las soluciones a las demandas del mismo tardarían en llegar, empezó la discusión sobre el retorno o no. Para algunos el retorno a clases era una traición, para otros, era necesario garantizar el derecho a la educación aún en medio de la crisis, no en vano la educación siempre ha pervivido en medio de una sociedad en permanente convulsión. Desde el Consejo Directivo del IDEAD se realizaron varias sesiones de trabajo debatiendo los pro y contras de cada medida, se procedió a diseñar un sondeo de opinión para los estudiantes y profesores de posgrado obteniendo una marcada tendencia a retornar, (73% en estudiantes y 83% en profesores), pero bajo unas condiciones distintas a las que se realizaban en un periodo de “normalidad”.

Uno de los aspectos resaltados en la Circular No 1, expresaba tajantemente que el retorno se haría: “Retomando los principios propios del modelo pedagógico de flexibilidad, pertinencia y coherencia, los docentes deben dialogar con los estudiantes sobre la coyuntura del momento y generar acuerdos que permitan armonizar las tutorías de cara al importante movimiento social que vive el país”. (Consejo Directivo IDEAD, mayo 26 de 2021). Este llamado fue la clave para construir el proyecto que acá se comenta.

La experiencia

Bajo esos parámetros establecidos por el Consejo Académico y ratificados por el Consejo Directivo, se dio la reactivación académica de todos los posgrados del IDEAD (4 especializaciones y 2 maestrías). Y bajo esas mismas condiciones se dio el aprestamiento del seminario “Narrativas Literarias Digitales”, perteneciente al plan de estudio de la Maestría en Pedagogía de la Literatura, en el cual se encontraban matriculados 14 estudiantes.

Se empezó por plantear un Acuerdo Pedagógico encaminado a articular la realidad social, los ejes del seminario (literatura, medios digitales y pedagogía) y desde esa unión plantear la posibilidad de dar trámite al seminario sin abandonar la movilización, por el contrario, priorizando los elementos del entorno como componentes fundamentales de la actividad curricular. Después de una fructífera discusión colectiva, se llegó a la conclusión que era posible y que, en esencia el proyecto final del seminario, debía dar cuenta de estos aspectos propuestos, con lo cual necesariamente se adecuaron los tiempos, la evolución, la secuencia y otros temas esenciales para el nuevo rumbo adquirido.

Describir los pormenores de cada sesión, los profundos debates sobre la realidad que vivían los otros, los estudiantes y la sociedad en general, así como el seguimiento al proceso, haría muy extenso este artículo; lo que sí nos permite evidenciar y valorar los alcances son las producciones finales del seminario.

La primicia que sirvió como derrotero consistía en articular los proyectos finales usando como referentes algunos de los múltiples aspectos presentes en la movilización social, la categoría de literatura y por supuesto el de narrativas digitales, todo esto propendiendo por un enfoque pedagógico, es decir que dichos insumos o artefactos, se constituyeran en insumos para otros contextos educativos formales o informales. De ahí que sea necesario la divulgación de los mismos que a continuación se realiza.

Los productos

Cada uno de los proyectos elaborados en el marco del seminario “Narrativas literarias digitales”, contaba con los insumos epistemológicos provistos a través de las lecturas básicas propuestas en el microcurrículo. Se dio la opción que fuesen pensados, diseñados y elaborados por parejas de estudiantes o de manera individual, se contó con un procedimiento constante de asesoría y verificación durante el transcurso de los encuentros mediados por TIC, además de las asesorías extracurriculares. Estos son los resultados:

MAESTRÍA EN PEDAGOGÍA DE LA LITERATURA

Seminario: Narrativas literarias digitales

Docente: Carlos Arturo Gamboa B.

Autores y proyectos

Descripción

 

Karen Natalia Arias / Pedro Giraldo:

 

Resignificación: pasajes literarios de protestas

A través de un video documental se recrean textos de trasfondo religioso para darles una resignificación en el marco de la movilización social. Combinan creación literaria, imágenes y música, para hacer un homenaje a los procesos de resistencia en Villahermosa (Tolima)

 

Edna Salazar / Camila Páramo:

 

Mini-crónicas: Relatos de resistencia

Las autoras crean una miniserie a través de Instagram, en la cual, amanera de crónica, dan cuenta de 5 momentos fundamentales de la movilización social en Colombia. En “Relatos de  resistencia” se plantea la memoria como eje pedagógico de la formación crítica.

 

Cynthia Torres:

 

Concursando por los sesos del ero guro de Colombia

Usando el comic y en particular la propuesta de Shintaro Kago, la autora presenta una obra cercana al realismo sucio y a partir de esas imágenes construye mini-relatos que tienen un alto contenido social, totalmente articulado a los aspectos del actual estallido social en Colombia. Nos da a conocer una obra y la articula con la realidad de nuestro momento de estallido social por medio de la creación literaria.

 

Ana María Homez / Elizabeth Homez.

 

Mamás en la resistencia desde la primera línea: Crear, moldear y capturar historias

Rescatar el significado de las madres de la primera línea, a través de testimonios, imágenes, música y usando la técnica del stop motion, es la apuesta de este sensible trabajo que muestra con precisión las expresiones legítimas de la resistencia.

 

Vanessa Delgado:

 

Ensayo-blog: lenguajes de la resistencia

Usar el blog como un artefacto dinámico es la apuesta de este proyecto, retomando de base el ensayo académico, aborda la caricatura (Matador) como expresión crítica que constituye un discurso en la movilización social. Al final nos presenta un blog interactivo que da cuenta de las diversas expresiones mediadas en conjunto.

 

Vicky Alejandra:

 

Despertando sueños Literarios a partir del uso de la Biblioteca digital

Este proyecto asume la construcción de un reservorio de diversos textos literarios, usando las herramientas digitales que permiten enlazar diversas formas de lecturas. Además presenta una estrategia didáctica mediada para que los niños puedan construir sus propio comic sobre la movilización social.

 

Viviana Torres / Viviana Mendoza:

 

Diccionario literario infantil para entender la movilización social.

El diccionario es una apuesta por reconstruir los significados de las palabras para que ellas actúen como testimonio de la construcción cultural de la crisis social. Recrea el uso de las palabras preguntándole a los niños sus significados, lo cual permite rastrear la apropiación infantil del momento actual. Usa diversas mediaciones para hacerlo dinámico y navegable y muy pedagógico.

 

Hernán Ruiz / Laura Zamudio:

 

El color de la palabra

En palabras de sus autores: “La movilización establece distintos espacios de expresión desde el arte y la palabra, es entonces en este proyecto que se analiza el grafiti como una manera de denuncia hechos atroces y violación de derechos humanos. El uso del cuerpo, la palabra, la imagen y el baile genera nuevas perspectivas y condensa los elementos en favor de la protesta”.

 

De esta manera se genera una apuesta sonora y visual que impacta y recrea las estéticas de las resistencias.

 Finalmente, dejando la invitación para que visiten cada uno de los espacios, se puede concluir que mediante este ejercicio se recuperaron esas dos dimensiones curriculares que poseen todos los programas académicos (pertinencia y contextualización) y al hacerlo, encontramos una manera de mantener vivos los espacios de los encuentros tutoriales sin desconectarnos de la realidad. En otras palabras, cumplimos con los fines de la educación que plantean la construcción de conocimiento para entender la vida, las cosas y los fenómenos, y de esa manera aportar al individuo y a la transformación social.

Por tal razón, retornar a las actividades académicas tiene sentido cuando desde las disciplinas pensamos y actuamos en consonancia con el tiempo y las crisis que padecemos. Esperamos que de estas iniciativas surjan muchas más, en otras disciplinas y bajo variadas ópticas.

Colectivo Seminario Narrativas Literarias Digitales