abril 26, 2013

EL PROFESOR SI TIENE QUIEN LE ESCRIBA



Por: Carlos Arturo Gamboa B.

I

Profesor Arlovich:

Lamento mucho que su estado de salud no sea el mejor, lo cual supe por la carta que hizo pública y que ahora respondo. Veo que su escritura vuelve por aquellos senderos de la prosa cuidada, muy distinta a la de esas circulares administrativas tediosas que toca leer cada día y que tanto daño hacen a la búsqueda estética.

También lamento su renuncia a la Facultad de Humanidades y Artes porque como usted bien lo dice “generó confusión”, pero no por las versiones “retorcidas” de quienes hemos ejercido el derecho a la crítica como sujetos universitarios, sino porque el silencio que usted guardó hasta esta carta, hizo del rumor la única versión. Hasta la Vicerrectoría Académica informó como motivos la conclusión de su tesis, pero nada dijo acerca de sus problemas de salud. Incluso hay otras versiones más lamentables, las cuales no le expreso en respeto al reposo que debe guardar, y porque confió en las razones expuestas en su misiva.

Profesor Arlovich, en realidad lo que mayor malestar generó, es que ante su ausencia hubiesen delegado un decano encargado, que a su vez encargo un decano, sin apelar a ese concepto de “convocatoria democrática” que usted también pondera en su carta.

Le deseo sinceramente la pronta recuperación y el feliz término de sus estudios doctorales. Quizás no veamos en el «café-plenaria» de estos días, si no igual va mi abrazo de apoyo a estos nuevos tránsitos humanos que emprende.

Posdata: Como lo imagino retirado  en donde los árboles conversan en el idioma de las flores, le recomiendo la lectura de Nikola Madzirov: “Lo que dijimos nos persigue”; y otra cosita, le encargó la obra poética del profesor Celemín, hasta ahora lo conocía como narrador.


II

Profesor Benitez:

He leído atentamente el Comunicado fechado con 24 de abril en donde de entrada usted informa que el motivo de la renuncia del profesor Arlovich a la decanatura de la Facultad de Humanidades y Artes, se debe a que el profesor “argumentó razones académicas, relacionadas con la finalización de la escritura del documento de su tesis doctoral y defensa de la misma”, pero me acabo de enterar, por puño y letra del exdecano, que los motivos centrales de su renuncia se deben a su delicado estado de salud. Lamento su desinformación.

Pero lo que en realidad quiero expresarle, como un sujeto universitario cuyo aprecio por la construcción democrática me es cara, es que me parece muy desafortunada su explicación a la manera como el señor Rector Herman Muñoz designó al Dr. Jesús Gamboa, tomando como motivo una normatividad que parece expedida por el papa Bergoglio en el Vaticano u otra monarquía: “El decano representa al rector…”.

Profesor Benitez, actualmente los Decanos en la Universidad del Tolima son elegidos mediante una consulta a los estamentos universitarios, y si bien el Rector puede designar un reemplazo (ojalá alguien que esté en la ciudad o al menos en el país), que buen detalle con la democracia sería que esa misma comunidad fuera consultada.

Posdata: Escribo esta misiva apelando a ese enunciado que cierra su comunicado: “La Administración central mantiene su disposición al diálogo entre los actores de la comunidad, como herramienta fundamental para dirimir conflictos”, debido a que intuyó ahí alguna esquirla de la ausente democracia universitaria.


III

Profesor Miguel Espinosa:

Le escribo esta misiva porque a mi correo llegó una respuesta suya a la carta pública del profesor Arlovich. Confieso que al principio no creí que fuera su escritura hasta que leí el sexto párrafo, debido a que esos argumentos de confundir la libre protesta universitaria con el “narcotráfico del micronegocio que se vive en el campus” ya lo hacen inconfundible. Creí que la escritura de la administración mejoraba debido a la presencia del profesor Celemín en la Vicerrectoría de Desarrollo Humano, por un instante lo imaginé asistiendo a sus talleres de creación. Pero no, al final aparecen esos adjetivos en donde se confunde una pérdida con una perdida. Para usted creo, todos somos aliados del narcotráfico, hasta el asno que dice se le tragó las flores; y quizás el presidente Santos ya haya sumado una “olla” más a la lista de las treinta, haciendo caso a sus calificativos.

Profesor Espinosa, comparto en parte esa expresión suya: “Quienes más daño le han hecho y le hacen a la Facultad están precisamente en la Facultad”, sólo le agregaría, y algunos que han estado y ya no están. En lo que si no estoy de acuerdo es en esa estigmatización que suele hacer del “Otro”, sobre todo si ese “Otro” no comparte sus ideas, no sé por qué me acuerdo ahora del procurador Ordoñez. Al final creo que ni usted se salva de la “decadente jerga universitaria” que denuncia.

Posdata: Hace algunos años, cuando cursaba mi pregrado, lo cual no me hacía un estudiante “sin rostro y sin valentía intelectual”, realizamos un mitin contra la administración, y entre otras cosas exigimos que no persiguieran a la oposición, incluyendo al profesor Miguel Espinosa. El entonces rector Israel Lozano (q.e.p.d) nos trató casi con sus mismos adjetivos. Definitivamente Borges tenía razón, el tiempo es circular.

abril 22, 2013

CULTURA Y UNIVERSIDAD



Por: Julio César Carrión Castro

“¡Válame Dios! -dijo a esta sazón el barbero burlado- ¿Qué es posible que tanta gente honrada diga que ésta no es una bacía, sino yelmo? Cosa parece ésta que puede poner en admiración a toda una universidad, por  discreta que sea. Basta. Si es que esta bacía es yelmo, también debe de ser esta albarda jaez de caballo, como este señor ha dicho…”
El debate del yelmo de Mambrino
(Capítulo XLV- Primera parte de Don Quijote de la Mancha) 

El ya viejo ideal de la modernidad, que prometía apartar a los seres humanos del temor y de los mitos hasta alcanzar una sociedad alejada de todas las formas de represión, conformada por individuos ilustrados, autónomos y emancipados, capaces de valerse de su propio entendimiento, hoy ha decaído, frente al triunfo inobjetable de nuevos mitos, encarnados esta vez en la razón tecnológica. El camino hacia el desencantamiento del mundo, iluminado por la razón, devino en fe ciega hacia la ideología del progreso, entendido como el fortalecimiento del mundo de las cosas y el extrañamiento del mundo de la vida.
El entusiasmo generalizado por el desarrollo tecnológico, que triunfa en todos los ámbitos sociales, y particularmente en el mundillo académico y universitario, debe ser axiológicamente confrontado precisamente en estas casas de estudio, presentando la subjetividad, que encarna la dimensión estética, como una auténtica posibilidad para la construcción de la felicidad humana, más allá de la integración, de la homogeneidad, del uniformismo y de la extinción del individuo, bajo el poder de las masas, como hoy lo impone la razón instrumental y tecnocrática.
Freud planteaba en El malestar en la cultura, que el destino de los seres humanos depende, fundamentalmente, de la capacidad de la cultura para contrarrestar la violencia y la agresividad. Decía que corresponde a la dimensión estética (simbolizada en la figura mitológica de Eros) confrontar las fuerzas destructivas de la guerra y de la muerte (representadas por una criatura hija de la noche denominada Tánatos), que ejercen enorme presión sobre los individuos y sobre la sociedad, debido a la interiorización generalizada de los sentimientos de culpabilidad, que pesan sobre todos los mortales.
Las conclusiones de Freud en ese texto tienen plena validez y vigencia: el destino de la especie humana -afirma- será decidido por la circunstancia de si -y hasta qué punto- el desarrollo cultural logrará hacer frente a las perturbaciones de la vida colectiva emanadas del instinto de agresión y de autodestrucción. En este sentido, la época actual quizá merezca nuestro particular interés. Nuestros contemporáneos han llegado a tal extremo en el dominio de las fuerzas elementales que con su ayuda les sería fácil exterminarse mutuamente hasta el último hombre. Bien lo saben, y de ahí buena parte de su presente agitación, de su infelicidad y su angustia. Sólo nos queda esperar que la otra de ambas «potencias celestes», el eterno Eros, despliegue sus fuerzas para vencer en la lucha con su no menos inmortal adversario. Mas, ¿quién podría augurar el desenlace final?...”
La cultura, en su múltiple y universal significado, particularmente desde la dimensión estética que ella comporta, debería ser el elemento fundamental para dicha confrontación, procurando alcanzar en el espacio universitario, la formación tanto individual como social. Ello se alcanzaría mediante la promoción un nuevo tipo de educación, de un nuevo proyecto pedagógico, conducente a la reconstrucción de la perdida unidad de los seres humanos -hoy despedazados al arbitrio de los intereses del mercado, del consumo, de la productividad y agobiados con los falsos principios de la eficiencia, la eficacia y  la rentabilidad- y, al mismo tiempo, para  lograr la interacción efectiva de las personas con la comunidad y el entorno local y regional.
Para este nuevo proyecto educativo la construcción permanente de lo cultural, ha de significar, no sólo esa fatigosa búsqueda de los códigos de la modernidad y los aprendizajes básicos de una convivencia social basada en la competitividad, sino, una nueva opción para la dimensión estética, los saberes subyugados, las culturas populares, los imaginarios colectivos y todas aquellas formas alternativas de cultura, que sobreviven en un país multiétnico y pluricultural, a pesar del enorme peso específico de la homogeneización, del “pensamiento único” y del uniformismo cultural que imponen la globalización y la geopolítica de las transnacionales del poder del miedo y del conocimiento.
Entendemos que lo cultural no siempre ha logrado comprometer efectivamente al sistema educativo y menos aún a la educación superior, que en las universidades colombianas no se contribuye efectivamente a la construcción de la cultura. Así vemos, por ejemplo, cómo en los ostentosos y publicitados “planes de desarrollo” de estas instituciones, no se toma en cuenta el eje humanístico de la proyección cultural y política, ni se busca la necesaria intercomunicación con los imaginarios y los sectores populares, porque en estos “planes de desarrollo”, cargados de buenas intenciones compensatorias y remediales, sólo se observa un pormenorizado listado de lugares comunes con los cuales se pretende, exclusivamente, satisfacer los requerimientos establecidos para la “certificación” impuestos por los organismos burocráticos de control y por las entidades prestamistas internacionales.
Se vive ya en estos  guetos universitarios la percepción orwelliana de que “la guerra es la paz, la libertad la esclavitud y la ignorancia la fuerza”, consigna que se promueve mediante una regulación pormenorizada de las actividades, fijadas desde los lineamientos curriculares con sus estándares de calidad, la llamada evaluación de competencias y las indexaciones. No obstante asumimos obstinadamente -a pesar de todas estas carencias, deficiencias y hasta malas intenciones-, que una de las tareas fundamentales del quehacer universitario -más allá de los mandatos imperiales- ha de ser, precisamente, permitir que “el eterno Eros, despliegue sus fuerzas”, para vencer a su adversario Tánatos -la muerte-, establecido como principio de autodestrucción presente en los quehaceres cotidianos de esa visión profesionista que se difunde en las universidades, con la institución del nihilismo como habitual forma de conducta humana, con la banalización del mal y el constante rito en torno a la trivialidad que lleva a confundir la cultura con el eventismo ornamental y distractivo de los espectáculos faranduleros. En todo caso, el reclamo es para que en las universidades no se nos truequen los yelmos por bacías, ni se nos  impongan albardas de animal de carga, pero tampoco nos enjaecen con adornos de animales de paso…
Creo que se debe trabajar desde las universidades por superar esta supeditación, este calco, este calor de establo; luchar por alcanzar la restitución de la integralidad de los seres humanos y un nuevo Ethos político, social y cultural para nuestro país, como fervientemente lo reclamara el inolvidable maestro Guillermo Hoyos Vásquez.
Este compromiso, se exprese o no en los “planes de desarrollo”, se ha de emprender plenamente desde unas instituciones de educación superior que se obliguen, seriamente, a la formación de seres humanos integrales, multidimensionales, y no al mero cumplimiento de unos lineamientos establecidos para la titulación de profesionales carentes de ética, de conciencia social y extrañados del mundo de la vida.

abril 21, 2013

TRANSCURRIR UT (ABRIL 21 DE 2013)


Por: Carlos Arturo Gamboa B.
1.
De nuevo la Facultad de Humanidades y Artes perdió la brújula, bueno quizás nunca la tuvo, aunque el recién renunciado decano prometió en su campaña construir un Manual de uso de brújulas, pero ni la metáfora lo salvó. No es concebible que una Facultad de este talante cargue tal fatalidad, desde su apertura va de encargatura en encargatura y cuando por fin se eligió un Decano en propiedad, este la deja a la deriva. Ignoro los motivos del Ex decano Arlovich para su renuncia, espero que no sea para dar un salto al trampolín de los asensos, como lo han hecho sus predecesores.
2.
Es vital. Es urgente. Inaplazable. Impajaritable. La Facultad de Humanidades y Artes debe consolidarse, debe tomarse en serio así misma y debe asumir el reto que los tiempos le impelen. Una región como la del Tolima requiere de un centro que potencie el pensamiento, que plantee discusiones profundas en torno a los campos que le son pertinentes. Una Facultad de Humanidades debe ser epicentro de nuestro rumbo, debe aportar sujetos capaces de pensar el territorio, el mundo y la región. Se requiere un gran compromiso para que el oscurantismo no continúe inoculando las venas de una región devastada por el gamonalismo, la politiquería y la corrupción, y la Facultad de Humanidades y Artes de la Universidad del Tolima debe ser destello, no cuarto oscuro.
3.
Las “socializaciones” en torno al Plan de Desarrollo continúan. Las quejas aumentan. El procedimiento se devela cada vez más inapropiado. La democracia y la verdadera participación son vacíos en el confín desnudo. Siempre estamos a tiempo de corregir los eternos errores de las administraciones empecinadas en pensarse a sí mismos y no en un proyecto de Universidad Pública, pero es difícil construir discursos creíbles cuando en la práctica todo sigue igual.

4.
Algunos amigos y otros contradictores que leen los artículos que circulan en este blog, andan pregonando, en los pasillos como es costumbre, su incomodidad frente a mis ideas, rumoran entre cosas que no es “leal” hablar de la Universidad del Tolima, que eso es como “patiar la lonchera”. La verdad pienso lo contrario, no hay manera más ética de defender lo público que ayudándolo a cuidar. Otros dicen que no hago más, que la Universidad me paga “para que hable mal de ella”; estas apreciaciones demuestran el medievalismo en que vivimos y me recuerda una vieja anécdota de una empleada de personal que guardaba mis escritos para poder “argumentar” que yo no era de fiar y que nunca deberían promoverme a otro cargo. Al parecer la corriente del procurador Ordoñez tiene buena acogida en la Universidad del Tolima; pero seguiremos escribiendo. Y que no se preocupen los contradictores que tengo argumentos suficientes para demostrar que mis “funciones” son cumplidas, y con creces.