enero 29, 2015

EL FRANCOTIRADOR: ODA AL ENFERMIZO HÉROE NORTEAMERICANO

Por: Carlos Arturo Gamboa B.
William Munny, el personaje que interpretó Clint Eastwood en ese clásico del Western que se tradujo al español como Los imperdonables, (The unforgiven) es un asesino atormentado que carga el peso de sus disparos, y en uno de sus momentos estelares nos suelta esta reflexión: “Matar a un hombre es algo muy duro, le quitas todo lo que tiene y lo que puede tener". Esa conciencia de quien arrebata una vida es la que nunca aparece en la película El francotirador (American Sniper), basada en libro autobiográfico de Christopher Scott Kyle, un soldado norteamericano que posee el horrendo record de ser el culpable de 255 muertes, aunque algunos se lamenten de que el Pentágono solo le reconozca 160. Esta película fue dirigida por Clint Eastwood y ha sido un éxito taquillero de inicio de año.
La película no se asoma ni por un instante en cuestionar la guerra de fondo, que no es otra que la cruzada que emprendió Bush en Irak, después de los atentados del 9-11. Lo que el director nos muestra es un exacerbado patriotismo que lleva a un hombre a sentir que matar enemigos es proteger sus tierras, su familia, su orden establecido. Para ese soldado los otros no son seres humanos, el mismo Kyle en vida real dijo en una entrevista: “La primera vez ni siquiera estás seguro de que puedas hacerlo (matar). Pero yo no estaba allí mirando a esas personas como personas. No me preguntaba si tenían familia”. Estas afirmaciones y otras más polémicas que se acumularon luego de su retiro no aparecen en la película, solo se le da campo a su hazaña la cual incluye matar un niño y una mujer, escena que se une magistralmente a una toma de su infancia cazando venados; con ello se resume la idea de la película, porque para Kyle cazar enemigos (árabes) no es más que un acto de una mente obediente que responde a la idea del orden que jamás será cuestionado. Matar es su oficio, y él lo hace a la perfección. Además habita un mundo en donde será premiado por ello.
Clint construye una oda a ese patriotismo enfermo estadounidense que tantas vidas le ha costado a la humanidad, una oda llena de rifles y banderas, sin discursos, sin remordimientos, sin pestañeos de ética. Esta película reconstruye el héroe americano y solo una sociedad en donde se idolatran las armas puede elegir como héroe a un hombre cuya gran virtud es haber acabado con tantas vidas humanas; y luego se aterran de los árabes y los llaman fundamentalistas.

La cinta ha recibido críticas a favor y en contra. Los conservadores de la línea dura republicana deben estar muy satisfechos con Clint Eastwood por volver a poner la imagen del gran patriota en la pantalla y avivar el deseo de guerra que siempre les habita. Por su parte personas como el director Michael Moore han salido en su contra porque no admiten que se glorifique el nombre de alguien tan controvertido. En la redes sociales se ha banalizado el tema de la película y se ha centrado más en “evidenciar” que en algunas tomas aparecen bebés de plástico. La cinta que está nominada al Oscar como mejor director y mejor actor principal (Bradley Cooper), es un película que debe ser vista para entender un poco más por qué los norteamericanos aman la guerra y se glorifican cuando lanzan bombas, aunque al verla debamos soportar con estremecimiento la ausencia de humanidad de ese soldado texano, quien coleccionaba cadáveres en Ramadi y Bagdad para que luego el gobierno a cambio le diera medallas. 

enero 27, 2015

CONVOCATORIA: #elsalmonsomostodos

Por: Carlos Arturo Gamboa B.
La revista contra-cultural El Salmón Urbano es una publicación surgida de distintos escenarios del pensamiento crítico en campos tan diversos como los movimientos estudiantiles, la cultura, las artes, la política y la vida académica. Durante cerca de dos décadas le ha aportado, inicialmente al contexto de la vida de la Universidad del Tolima y la ciudad de Ibagué y luego al país, reflexiones en torno a un sentir de los diversos, los del común, los de abajo, los que no tienen voz, los acallados, los sin techo, los sin pluma, los que escriben en los bordes de las paredes de la ciudad, los que navegan en la dirección distinta del sistema; pero sobre todo los que tienen algo que decir para la construcción de otro país.
Así mismo, la revista El Salmón Urbano en sus 23 números impresos, en sus múltiples actividades culturales, en sus publicaciones virtuales y en sus espacios de reflexión, ha contado con la participación de distintos sujetos: estudiantes, campesinos, músicos, artistas, académicos reconocidos, escritores, intelectuales, líderes de movimientos sociales, entre muchos más. Por ese motivo, hoy cuando en Colombia se habla de “desacelerar el conflicto”, grupos de extrema derecha, reunidos bajo el mote de Águilas Negras, han decidido “acelerar sus acciones” y pretenden acallar este espacio alternativo surgido en las mismas entrañas de la Universidad del Tolima, pero que hoy dialoga con el país en la búsqueda de la paz, la igualdad social y la transformación cultural, educativa y económica.

Por esta razón, y sabiendo que en estos largos años son muchos los intelectuales, académicos y artistas que hemos expresado nuestras ideas en la revista, estamos convocado a que nos unamos a la convocatoria #elsalmonsomostodos, la cual consiste en participar en la próxima edición impresa de El Salmón, cuyo tema central es “La guerra y la paz en Colombia”. La idea es muy sencilla pero profundamente solidaria: escribiremos una o dos cuartillas sobre el tema y sus concomitantes, lo remitimos antes del 15 de febrero al correo: elsalmonurbano@gmail.com. Los textos serán publicados en el número 24 de la revista y con esto enviamos un mensaje a quienes mediante las amenazas y la muerte quieren impedir nuestro sueño colectivo y multitudinario de una Colombia distinta, porque cuando nos quieren acallar es necesario gritar que EL SALMÓN SOMOS TODOS.

enero 25, 2015

DEUX JOURS, UN NUIT: BONOS DE INSOLIDARIDAD

Por: Carlos Arturo Gamboa B.
Richard Senett acuñó una expresión para esa ausencia de criterio y autonomía laboral tan propios del trabajador esclavo del capitalismo actual: “corrosión del carácter” lo llama. Nos más había visto unos 15 minutos de la película Dos días y una noche (“Deux Jours, un nuit”) cuando ya ese concepto de Sennett rondaba mi cabeza. Es que los hermanos belgas Jean-Pierre y Luc Dardenne nos presentan un drama cotidiano de la vida laboral de occidente, tan cercanos a los nuestros que por momentos nos sentimos involucrados hasta la médula en el film.
La historia es sencilla: Sandra debe convencer a sus compañeros de trabajo que al lunes siguiente voten a favor de que ella se quede en el empleo; la otra opción es que ellos reciban un bono laboral por valor de 1000 euros. La película empieza con la escena en donde la protagonista contesta la llamada de una compañera quien le informa que la decisión ya fue tomada y, por mayoría, decidieron recibir el bono. Solo dos compañeros sacrificaron el dinero para impedir el despido de Sandra, una mujer con un hogar típico de clase media cuyo equilibrio económico dependen exclusivamente del ingreso laboral. Sin embargo, debido a una presión del supervisor, algunos compañeros votaron en contra, por eso el jefe accede a repetir la votación. Sandra tiene dos días y una noche para convencer a los demás empleados de que es más importante la solidaridad que el dinero; pero también es el tiempo para emprender una lucha consigo misma y así poder superar una depresión que la atenaza y por momentos le hace sentir culpable de todo, como si ella fuese la única responsable de todo el desequilibrio del sistema.
De esa manera, la protagonista realiza un breve periplo que nos muestra al mismo tiempo su desesperación por no perder el empleo, la mezquindad de un mundo laboral que arroja a los sujetos a la ignominia del consumo, la búsqueda de la solidaridad y la vergüenza del mundo actual en donde los sujetos econo-dependientes se debaten entre asumir un comportamiento ético o jugar en el mercado de la supervivencia.
Al final el sistema queda intacto, aunque es altamente cuestionado. A pesar de los dramas que suscita el hecho de la pérdida de un empleo, la empresa debe sostener la productividad, debe reducir puestos y los sujetos solo son marionetas de esa letal forma de administrar el esfuerzo humano. Nos queda entonces la idea de que esas pequeñas luchas solo son escenarios propicios para recordar que, aunque no parezca, existe una dimensión llamada “ética”, que la solidaridad también nos ha sido arrebatada y debemos salir a recuperarla, y que luchar contra ese mundo sometido en donde todo es mercancía, es apenas una apuesta realizable desde los márgenes, porque el espacio de lo humano ha sido ocupado por el dinero.

No está demás decir que la actitud solidaria final de la protagonista, es apenas un aleteo esperanzador en medio de la crueldad cotidiana del mundo laboral capitalista, que por ser cotidiano no deja de ser bárbaro. Invito a ver esta bien elaborada película y sobre todo a reflexionar sobre las posibilidades de la solidaridad, un valor imposible de comprar con bonos laborales.