diciembre 14, 2011

NUESTRA METAMORFOSIS

Por: Carlos Arturo Gamboa

Publicado en: Separata Aquelarre No 13.
El pensamiento de Nuestra América
Flexibilización laboral y crisis de la educación


Después de una eterna noche de sueño intranquilo los seres humanos amanecimos convertidos en escarabajos. Sin poder reconocer nuestras peludas formas de desplazamiento, ahora sólo atinamos a decir, al unísono de Samsa: “¿qué nos ha ocurrido?”
Sujetos al artefacto de la producción, años atrás los seres humanos soñaban con llegar al tope del bienestar productivo, laceraban sus días y sus noches golpeado el mundo para extraer de sus entrañas la plusvalía, pero poco a poco se fueron dando cuenta que el bienestar sólo aumentaban en las cuentas bancarias de unos pocos, mientras la mayoría, la masa uniforme de obreros, sólo heredaban del capital sus miserias y apenas lograban subsistir en los cordones suburbanos de la pobreza. Para entonces la exuberante factoría era el lugar ideal para la producción de bienes de consumo y las ciudades, sitiadas de humo y hollín, se fueron agrandando en contracciones del poder central, mientras los suburbios recibían los desechos de la ciudad y la riqueza.
Fue cuando el hombre vestido de grasa levantó su voz para que los cyborgs de la producción respetaran sus derechos y la satanización de sus gritos hizo que el imaginario cultural los culpara de la falta de productividad. El capital, que se alimenta de la sangre de los desposeídos, seguía creciendo y un día la fábrica ya no fue el lugar de la producción, había nacido la hija bastarda de la mercantilización, la producción de servicios; y con ella los nuevos regímenes laborales mutaron a extrañas formas disfrazadas en los seudo-discurso de la productividad. Conceptos como círculos de calidad empezaron a flotar en las nuevas empresas centradas en la competitividad para el mercado y entonces los derechos eran apenas enunciaciones de hombres delirantes de libertad. Los sindicatos se desmontaron mediante chantajes propios de las dinámicas del sistema: compra de los líderes, contrato de trabajo en donde de entrada los empleados debían renunciar a cualquier posibilidad de asociación y, aquellos quienes se resistieron convencidos que primero es el ser humano que el capital, terminaron por ser devorados por la gran máquina productiva. El capital se alimenta de sangre.
Pasados algunos años, en la mayoría de los centros productivos los sindicatos eran relatos míticos de un pasado recóndito, a través de las tonadas de una historia inmemorial escuchamos decir que ellos eran una especie de vampiros de la producción, que las empresas se habían diluido por su culpa y no pocos discursos economicistas culparon al obrero del atraso de nuestras naciones. Los pocos sindicatos que resistieron se convirtieron en amorfas formas de asociación cuyos objetivos ya no era resistir al embate del capital devastador, sino que se limitaban a recibir las migajas del festín de la producción. Muchos de los sindicalistas que otrora entendían la perversidad del sistema, terminaron siendo absorbidos por las fórmulas del éxito empresarial, ahora convertidas en paradigmas culturales: Tener, comprar, viajar.
Y cómo el capital muta desaforadamente, pronto entendió que debía no sólo hacer del ser humano un esclavo de la producción, porque los esclavos terminan por romper el ciclo del consumo, entonces hizo del trabajador una marioneta que produce bienes superfluos y compra falacias. Los adoradores de la imagen icónica de los grandes triunfadores anunciaron el nuevo aforismo: tener o no tener, he ahí el dilema… Y todos en la carrera loca por la obtención de la seudo-felicidad de nuestro tiempo, nos dispusimos a seguir alimentando el capital con nuestra sangre. Trabajadores esclavizados en las oficinas, esas fábricas de los nuevos servicios, gastamos horas, días, años y vidas alimentando un sistema que se queda con casi todo, mientras los demás creemos erróneamente que un auto, un apartamento y una familia consumidora que viaja cada año a las playas, es símbolo de éxito y prosperidad.
El tiempo es aciago, porque no sólo nos han robado la libertad, sino que además no hacen sentir culpables del fracaso del mundo que tenemos. La mentira se hace una verdad: somos las mayorías quienes por ineficiencia tenemos el mundo patas-arriba, la pobreza es culpa de los pobres porque el planeta ha abierto sus fronteras al mercado y los pobres no son competitivos. Debemos pagar con sangre nuestros errores, debemos renunciar a todo, nuestra vida debe estar dispuesta al justo a tiempo de la maquinaria especulativa.
Desaparecida la idea del obrero sudoroso que reclamaban con ahínco sus derechos, ahora sólo tenemos imágenes de ejecutivos light, uniformados por la cotidianidad, encerrados en sus poco metros cuadrados de oficina, de frente a un computador que te evita el desplazamiento, ahora, te dicen: el mundo es tuyo, ve y conquístalo, y en medio de la modorra de un sueño que es brutal pesadilla, los seres adormilados entregamos el Ser y el Estar a un tiempo despiadado, a una empresa, a un puesto de trabajo que se debe conservar aún a costa de nuestros verdaderos sueños. La libertad ha sido arrebatada y ahora la compramos en productos bajo el slogan de un silencio: la amistad es un banco, la alegría una gaseosa, el amor un jabón de baño, el deseo una mentira.
Cuando Gregorio Samsa despertó y observó su condición de monstruo, porque ya no era productivo para el mundo laboral, entendió su drama y susurrando en el idioma de los insectos, nos afirma el narrador, se dijo así mismo:
¡Qué cansada es la profesión que he elegido! –se dijo–. Siempre de viaje. Las preocupaciones son mucho mayores cuando se trabaja fuera, por no hablar de las molestias propias de los viajes: estar pendiente de los enlaces de los trenes; la comida mala, irregular; relaciones que cambian constantemente, que nunca llegan a ser verdaderamente cordiales, y en las que no tienen cabida los sentimientos. ¡Al diablo con todo!

Quizás sea ese final el necesario, al diablo con todo ese mundo artificial de los sueños de oficina, al diablo con las esclavitudes modernas disfrazadas de bienestar, al diablo con las nuevas formas de opresión en donde el yo-sujeto ya no existe, sino que se convierte en la letra menuda de un contrato con el que te garantizan las cadenas y la pérdida de tu libertad, mientras sueñas que un días serás el empleado del mes, el más prospectivo, el más eficiente, que no es otra cosa que decir que eres el hombre que más alimenta la sed del vampiro del avaro sistema, que como enunciara Erich Fromm, “es un pozo sin fondo que agota a la persona en un esfuerzo interminable por satisfacer sus necesidades, sin llegar nunca a conseguirlo”.

noviembre 29, 2011

PATRIOTISMO Y TERRORISMO

Por: Julio César Carrión

Estamos acorralados, compelidos a escoger: o nos definimos decididamente demócratas y patriotas, o seremos señalados abiertamente como apátridas y terroristas.
Los politiqueros en permanente campaña electoral, los funcionarios de gobierno -también en campaña-, los siempre gananciosos empresarios, los inefables miembros del clero, los plumíferos a sueldo de la gran prensa -de la mediana y de la minúscula prensa provinciana-, los “ilustrados” profesores de nuestras colonizadas universidades, todos ellos acomodados defensores del statu quo, se empeñan desde las fatuas trincheras de la llamada “sociedad civil”, en exigirle a la izquierda democrática que defina claramente su postura anti-guerrillera, su posición frente a las FARC, so pena de que les acontezca algo similar a lo ocurrido con la Unión Patriótica, cuyos miembros fueron sistemáticamente diezmados por “fuerzas oscuras”, supuestamente por su indefinición o por asumir, según explican, manifiesta proclividad a la teoría política de la “combinación de todas las formas de lucha”.
Ese genocidio consentido y hasta estimulado por el gobierno y por la benemérita “sociedad civil”, pervive no sólo por la manifiesta impunidad que nos avergüenza ante los ojos del mundo, sino, por su actual utilización como mecanismo de chantaje e intimidación; algo así como la razón justificatoria del actual y del próximo exterminio.
Estos aventajados predicadores de la “no violencia”, a la vez que se empecinan contra quienes no “marcamos fronteras”, o no expresamos a viva voz repudio a la insurrección armada, sin ambages ni tapujos proclaman su ferviente deseo de “fortalecer y modernizar” las fuerzas armadas, piden la intervención militar norteamericana en nuestro territorio y, paralelamente, señalan como subversivos a quienes exigimos disminuir los gastos militares en favor de la inversión social.
Se trata de un nuevo tipo de “demócratas”, aquellos que claman por la imposición de los “estados de excepción”, por el incremento de las penas y castigos, más allá de lo que establece el ordenamiento jurídico y legal. Esos conspicuos personajes que ayer apoyaron las argucias de la “seguridad democrática” que impulsara Uribe, y que hoy, bajo la dirección espiritual del promotor de los “falsos positivos”, se extasían con el embuste de un orwelliano “Departamento Administrativo para la Prosperidad Social” que les permite simular que dan respuestas a las exigencias populares y distraer la crítica de su ilegitimidad, mientras insisten en fortalecer unas fuerzas militares y represivas cada vez más descompuestas, que persiguen y golpean -sin importar cómo- a los “terroristas” y “bandidos”, hasta eliminarlos. Funcionarios, tecnócratas, politiqueros, comunicólogos y hasta “ingenuas” amas de casa, para quienes nada importa la violación de los derechos humanos, la tortura, el maltrato ni las desapariciones forzadas, si al final se alcanza el bien supremo de la justicia y de la democracia. En fin, personajes muy comunes y corrientes, que entienden, como lo expresara Walter Benjamin, que “ningún sacrificio es demasiado grande para nuestra democracia, y menos que nunca el sacrificio temporal de la democracia misma”, es decir, individuos que -sin entender la paradoja- están de acuerdo con la supresión de la democracia, porque les enseñaron que ello beneficia a la democracia.
Vemos cómo estos mismos funcionarios del Estado, “ciudadanos de bien” y “mayorías silenciosas”, torpe y desvergonzadamente esgrimen cifras y estadísticas que, hábilmente manipuladas, les permite mostrar falsos resultados de disminución de la pobreza y la miseria, mientras persiste la silenciosa violencia institucional; el cotidiano genocidio social, del que poco hablan y poco les importa, inmersos como están en contrarrestar patrióticamente el terrorismo y “todas las demás formas de violencia”.
Toda esta fiesta democratera se complementa con esas rituales marchas de supuesta unidad nacional y de amor patrio que promueve el gobierno, los medios de comunicación, los aparatos ideológicos, las organizaciones políticas, gremiales, clericales, represivas, etc. y que alegremente secundan muchos despistados de izquierda.
Quienes han hecho de la obediencia y de la sumisión un ideal de realización humana, quienes de manera acrítica acatan las disposiciones del poder -y que para mayor infortunio constituyen esas “mayorías silenciosas” de nuestra sociedad- suelen reclamar airadamente por la “indiferencia” de aquellos que nos negamos a participar en estas algarabías manipuladas, que se organizan supuestamente como repudio a los crímenes de la guerrilla, olvidan, convenientemente, las críticas al Estado, soslayando -con indiferencia- el cotidiano genocidio social que impone la estructura misma del modo burgués de producción.
La promoción -desde la familia y la escuela- de una pedagogía para la subalternidad y la docilidad, ha logrado todo ese desmedido respeto hacia la autoridad que termina siendo el ambiente propicio para que se desarrolle el fascismo -el “demofascismo” o fascismo “democrático” que hoy soportamos- con toda su cantinela de “patriotismo” y la exaltación de símbolos e imágenes de una pretendida “unidad nacional contra los violentos”.

Creo que tiene entera validez repudiar la violencia, pero desde la ética, no desde las posturas acomodaticias de conveniencia personal, política o publicitaria. No podemos, para confrontar “la violencia” en abstracto, pedir más “seguridad”, más “mano dura”, más represión militar. Eso es una paradoja, es un total absurdo, que pone en evidencia a los pretendidos confrontadores de “la violencia”, ya que sólo se oponen a un tipo de violencia -a la violencia revolucionaria, a la radical, o si acaso a la delincuencial- no a la violencia reaccionaria que está ahí establecida en los aparatos represivos del Estado, en la defensa mediática de las estructuras de poder, en las costumbres, en la maquinaria de la cotidianidad, en el statu quo; no se oponen a esa violencia simbólica generalizada en que vivimos y que, según Pierre Bordieu, es la forma dulce y oculta que toma la violencia, cuando su aplicación abierta y brutal no es posible.
Me queda claro, desde la ética, que muchas veces es necesario, responder a la violencia con la violencia, ya que si todo poder político se funda en la violencia, si el derecho mismo no es más que la violencia codificada y estructurada en normas impuestas por quienes ejercen la hegemonía y el dominio, por ello mismo existe el sagrado derecho de la resistencia, de la rebelión -hay que volver a repasar, en todo caso, los estudios de la Teoría de la violencia, y no olvidar que Marx, siguiendo a Hegel, nos recuerda que la violencia es la partera de la historia o que todos las luchas políticas y de liberación nacional que ayer desarrollaron nuestros pueblos probaron fehacientemente que es factible, como acto de rebelión y de protesta, que los pueblos se enfrenten a los invasores imperialistas, más allá de la simple “indignación” que hoy se difunde, y que siguen teniendo sentido asertos como el de la “legítima defensa”, o el de la “guerra justa”.
Aunque bien sabemos que la utopía ética y política es, en todo caso, la eliminación de la violencia. Se debe enfrentar la violencia desde los medios que nos permita la cultura, sin incurrir en falsos absolutos, ni en mesianismos y mucho menos en esa especie de “calor de establo” que se promueve desde los medios de comunicación interesados en alcanzar consensos coactivos, para mantener el supuesto “orden” establecidos por los grupos hegemónicos.

noviembre 15, 2011

EN DÓNDE TERMINAN LAS MOVILIZACIONES SOCIALES

Por: Carlos Arturo Gamboa
Cuando se ha tenido la edad suficiente para ver los sueños extendidos en el asfalto, se hace necesario preguntar: ¿por qué se desbaratan los movimientos sociales? Como no vivimos en una democracia, sino en la falacia de los discursos de igualdad, Colombia no ha podido consolidar un movimiento que le exija a la burguesía las transformaciones sociales tan caras para nuestro proyecto de país. 
Somos sucesiones de fracasos y escasas reivindicaciones y sin embargo muchos creen que esos nimios logros son avances significativos en la lucha. Pero los fracasos de la movilización social no son producto de una variable, sino de muchas acciones que aún no desbordan el escenario del aprendizaje colectivo, sino que por el contrario, impiden colectivizar la lucha por las reclamaciones. Traiciones de líderes acomodaticios, privilegios de partidos, negociaciones a espaldas de las necesidades, ausencia de claridad en los objetivos o amañamiento, sacrificio de lo necesario por lo estratégico y burocratización de los movimientos, en fin, son muchas las causas por las que el movimiento popular termina desgastado, sin concreciones reales y por supuesto, a merced de los mecanismos de poder y de las represiones de Estado.
Es necesario tocar este tema, de frente y sin ruborizarse, porque hoy cuando el movimiento social en Colombia está en auge no se pueden repetir los errores históricos. Ya difícil fue levantar un movimiento social después de una década de adormilamiento por parte de los discursos mesiánicos de un uribismo corrupto, que mientras dormía el pueblo saqueaba sus despensas, y más aún cuando los pocos que se atrevieron a enfrentar al señor latifundista como mínimo quedaba en los registros de la adjetivación terrorista, cuando no en las fosas comunes de los falsos nunca positivos.
Pero como los problemas engendran necesidades y la necesidad se hace rabia, los pueblos se mueven, se levantan, reclaman. Por eso vemos a los campesinos en sus luchas continuas, a los indígenas, a los afro-descendientes, pero ahora acompañados de los ciudadanos de a pie quienes observaron cómo les vendieron el derecho a la salud pública, bajo un discurso de tecnócratas de la salud que prometían mejor servicio y sólo nos dieron altos costos; pero también los médicos, quienes terminaron de “vendedores ambulantes” de la salud. Igual sucede de aquella población que desde los diversos rincones del país se levantan contra los megaproyectos de la perversa locomotora burguesa del santísimo y su unidad nacional; y por supuesto de la gran movilización educativa alrededor de una reforma lesiva y una ley cuya perversión se evidencia en la cotidianidad de las universidades públicas.
¿Estamos ante un fervor de movilización social? Sí, pero debemos evitar las trampas de una lógica impuesta sobe la cual los mecanismo leguleyos del Estado viven preparados, y sobre todo entender, que en este país lo que no se soluciona con trampa, se hace con la fuerza de Estado. El principal estigma de la movilización social es su correlación con grupos ilegales, discurso que le fascina al Estado porque con ello mata dos pájaros de un solo tiro (el verbo matar es usado literalmente). Pero también el movimiento social asume otros riesgos, el de la burocratización y la traición, ya lo demostraron históricamente proyectos como el Polo Democrático, el Partido Verde y el mismo petrismo, que no son más que ilusas representaciones de las necesidades, que luego muestran su verdadero rostro, es decir, su vocación de poder individualizado, desconociendo el poder popular, el poder de la movilización social, las necesidades de transformación.
Por eso ahora cuando las necesidades obligan a los cuerpos a moverse, empiezan a aparecer mesías de vieja y nueva data, líderes reencauchados, viejas formas obsoletas de acomodamiento, disfraces burgueses, aparatos herrumbrosos, todos al mismo son de una sinfonía. No se trata desde luego de desconocer el aporte histórico de la resistencia, pero sí de invitar a la reflexión, para que cuando pase el oleaje y alguien haga el balance de la movilización social del 2011 y el 2012, no digamos que lo único que nos quedan son tres o cuatro parlamentarios, que desde la “ciudad letrada” se asumen como los adalides de la resistencia. Ojalá mejor podamos decir que echamos abajo la Ley 100, que transformamos la educación pública, que logramos una verdadera reforma de tierras, que hicimos respetar los resguardos indígenas, que no permitimos saquear nuestras cordilleras por los nuevos colonos trasnacionales, que pudimos al menos hacerle un agujero al costal de los burgueses en donde guardan lo que al pueblo le pertenece por herencia.

noviembre 10, 2011

CRUCIGRAMA CONTRA LA REFORMA EDUCATIVA

CRUCI-RESISTENCIA EDUCATIVA

Por: Carlos Arturo Gamboa


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HORIZONTALES

A.      A. Nombre del presidente que quiere acabar la Universidad Pública.
B.      B. Lo es el TLC, que ya entregó el país a la economía gringa.
C.      C. Un virus enorme, como el de la privatización. Presos de la economía del mercado.
D.      D. Nombre de presidente suramericano que no le come cuento a las trasnacionales. Huye del ESMAD.
E.       E. Nación Revolucionaria Popular. Ojo sin nariz, como el de la ministra.
F.       F. Nombre de poeta inglés que habló de esta “Tierra baldía”. Respondieron los estudiantes cuando preguntaron: ¿Paro?
G.     G. Huir en chino, ante tanto bárbaro. Lo hacen multinacionales con nuestros recursos (INV).
H.      H. Daniel Demetrio Luna, un estudiante cualquiera que se quedará sin educación. Orden que le dan los generales a sus perros de guerra (INV).
I.        I. Gritan los estudiantes. Le mandarán uno al proyecto de reforma cuando muera (INV)
J.        J. Sudar sin vocales, como un niño analfabeto por culpa del gobierno. Nado y nado contra la corriente del mercado (INV)

VERTICALES

1.       1. Ellas son las que más claman por sus derechos en este tiempo aciago.
2.       2. De lo que se quiere apropiar la Ministra para volverla lucrativa.
3.       3. Verbo preferido de las cuadrillas del ESMAD.
4.       4. Narciso Rodríguez Ortiz, otro estudiante por fuera de la universidad. Un gol sin inicio, como el que nos quiere meter la burguesía educativa. 
1.       5. La mesa coordinadora de los estudiantes. Un aborigen, sin tierra por culpa de los terratenientes.
2.       6. Grita el profesor Jirafales indignado por tanta mediocridad (INV). Onomatopeya para frenar mulas como las que nos gobiernan.
3.       7. Calificativo para los discursos que los politiqueros le echan al pueblo para drogarlo.
4.       8. Universidad militarizada. Ni para eso sirve la Ministra.
5.       9. Emilio Ocampo Ocampo Palacios, uno más sin educación. Inundan el congreso (INV)
6.       10. Se ponen así “las ministras” cuando los estudiantes no se comen el cuento (INV)