noviembre 15, 2012

DE HUECOS, TRUHANES Y OTRAS BELLEZURAS



Por: Carlos Arturo Gamboa
Las sociedades cuya formación política ha estado opacada por las prácticas de coacción y la esclavitud a idearios, no construyen alternativas de soluciones a sus problemas. Partícipes del viejo sofisma que “somos una de las democracias más antiguas del continente”, los colombianos hemos visto desde nuestras ventanas pasar la historia arrastrando su pesada cola de injusticias sociales. A este parco estado de idiotez y estupor no han escapado siquiera aquellos partidos de izquierda y centro democráticos que pretendieron erigirse como alternativas, porque no lograron construir una dinámica distinta de hacer la política, o mejor, nunca hemos sabido hacer la verdadera política, aquella cuyo fundamento está en la construcción de lo común para la comunidad. Al contrario la política se ha convertido en el refugio de truhanes, egoísta, capitalistas a medias y de cuerpo entero. Predominan los oportunistas cuya única vocación consiste en planear detalladamente su ascenso social a costa de promesas y apoyo de incautos, y ellos cabalgan sobre la ausencia de una cultura política y la indiferencia, dos factores que sostienen el sistema de injusticias. El pueblo, esa comunidad que todo político quiere cooptar en épocas electorales, no construye alternativas debido a la ausencia de una formación  política crítica, que va desde los entramados familiares, pasando por la escuela y las universidades, aunque como sabemos la educación sigue siendo un privilegio de pocos. Los demás, la gran mayoría, está supeditada a ver el trascurso de su existencia al margen de las decisiones sociales y termina por creerle a cada mesías político que aparece en tiempos electorales, o se refugia en el individualismo de la búsqueda de beneficio personal, o espera impaciente la época de elecciones para poner un precio a su voto y los de sus familiares, o simplemente lanza madrazos y escupitajos renegando de tanto pillo suelto. El modelo de seudo-democracia que nos rige es un potro mecánico de corrupción y la ausencia de educación, formación política y verdaderos líderes, garantizan que siga cabalgando.
Ese es el drama de Colombia, y ni qué decir del Tolima, en donde la politiquería parece haber mutado a una forma cultural de idiotez que hace que la gente idolatre truhanes cuyo mejor paradigma siguen siendo los santofimios y los gomézgallos, al parecer hábiles para la trampa, la corrupción y el engaño; y héroes de las multitudes. Sólo desde ese sopor social se puede entender por qué, como dicen los más ancianos, “aguantamos tanto”, sólo así se puede entender por qué las mayorías fruncen el ceño cuando algunos protestamos y nos tildan de “anti-desarrollistas”, cuando no de guerrilleros; sólo así es factible comprender por qué los gobernantes depredan el dinero público  y algunos dice: “pero al menos hizo algo”; sólo así podríamos intentar esclarecer por qué los pro-hombres del departamento del Tolima son viejos cacrecos de corbata con grandes haciendas y muchos hijos en muchos puestos públicos; sólo así explicaríamos por qué el periodismo y la televisión local se pone al servicio de las políticas depredadores sin inmutarse (muchos menos emputarse) y, sólo así, quizás se pueda entender por qué en Ibagué existe “Un inspector de huecos” y nos bañamos con totuma.

 ¿Qué estarán pensando los formadores de las juventudes, los programas de periodismo, de ciencia política, de educación? ¿Será que sólo quieren producir una nueva generación de santofimillos y gomezgallitos? ¿O sus jóvenes serán presentadores, protagonistas de realities o paparazzis de cara bonita y cerebro de pollo? ¿O saldrán desesperados a ponerse en cuatro (literalmente) ante los dueños de los medios o a presentar proyecticos a las multinacionales para que los incluyan en sus nóminas? ¿Los profesores nuevos se resignarán a ganarse unos pocos pesos mientras repite las estupideces que algún día su profesor les repitió?
Ojalá quienes se encuentran al frente de estos escenarios de formación entiendan que este departamento necesita de una generación que frene la cadena de la anomalía y por unos años detengamos el tren de tanta espuria educación, para poder darle una opción al Tolima de recuperar los vestigios de su grandeza refundida en la historia. Caso contrario, si seguimos promoviendo programas de periodismo light, ciencias políticas para neceser  y licenciaturas para la simulación, nos tocará ver transitar durante muchas décadas al “Inspector de huecos” en busca de un orificio embolatado y terminaremos por acostumbrarnos a no bañarnos, como hace décadas nos acostumbramos a obedecer y no pensar.