abril 23, 2012

LOS DÍAS DEL IDIOMA


Por: Carlos Arturo Gamboa
Las fechas son simples argucias de aquellos cuya fe ciega en el tiempo les atormenta; y hoy, 23 de abril, es otra de esas fechas. Muchos recuerdan hoy que existe un idioma llamado castellano, unos para clamar que las nuevas tecnologías lo están acabando, otros para invitar a leer un insoportable libro de auto-superación y algunos, como la mayoría de docentes de lengua castellana, para poner a sus estudiantes a realizar trabajos inanes.
Aprovecho la fecha para recordar que en las instituciones educativas poco a casi nada cambia cuando de fechas se trata, porque no hay nada más estólido que una institución educativa. Antes de que Gabriel García Márquez fuera premio nobel, en las escuelas y colegios se celebraba el día del idioma dibujando pancartas de Miguel de Cervantes Saavedra, pancartas en donde aparecía la imagen del manco de Lepanto (eso lo aprendí leyéndolas u obligado a hacerlas) y su biografía, extraída de cualquiera de esas cartillas de guía escolar, ahora reemplazadas por Wikipedia. El colmo de la originalidad consistía en dibujar el demacrado Quijote y el abultado Sancho. Algunas instituciones aprovechaban para convertir el día en semana del idioma, y terminábamos parados frente a la filas de estudiantes asoleados, recitando sonetos de Quevedo o haciendo parodias del Duelo del mayoral, que los docentes solían (y suelen) confundir con poesía. Las profesoras de estética diseñaban extrañas dramatizaciones moralizantes en donde los estudiantes, muertos de pánico, tenían que enfrentar la burla disimulada de sus compañeros. No faltaban las mímicas para darle cabida a la rubia con proyecto a futuro de modelo, imitando a Yuri y su Maldita primavera, o al muchachito precoz que ya anticipaba el paso lunar de Michael Jackson.
Algunos de esos días eran bastante alborozados para los muchachos y extrañamente coincidían con los torneos de microfútbol, pero el encanto era destrozado por la izada de bandera en donde siempre aquel que se había torturado aprendiendo algún fragmento del Mio Cid era premiado. En esa semana pasaba casi de todo en las instituciones: danzas folclóricas, charlas sobre la importancia de la tilde en las palabras esdrújulas, discursos religiosos del capellán sobre el verbo, no sobre el sustantivo, niñas disfrazadas de hadas madrinas embardunadas con el labial de su orgullosa madre, niños escenificando el siempre tema de Rin-Rin Renacuajo cuyo valor narrativo era considerado poesía por los despistados docentes, concursos sobre canto (los reality en Colombia son tan antiguos como la ausencia de concepción estética en los docentes). En fin, pasaban muchas cosas, lo que casi no pasaba por los colegios la semana del idioma, era la literatura.
Después de 1982, cuando Gabo se inmortalizó la cosa cambió radicalmente. Ahora las semanas del idioma se llenaron de pancartas en donde deslumbra su bonachón bigote y la lista de las obras literarias que casi nadie ha leído, pero que todos consideran de un realismo casi mágico; fue así como Cervantes cedió terreno, lo que si no ha cedido terreno es el resto del espectáculo inane. Por eso considero que las fechas son simples argucias de aquellos cuya negación del tiempo les atormenta, como a mí.