febrero 12, 2015

CARTA DE PABLO MONTOYA AL RECTOR DE LA UdeA




Debido a lo puntual, sagaz y contundente de esta misiva es primordial que le demos alas. Comparto las ideas aquí propuestas por el escritor Pablo Montoya y aplaudo su escritura que pone en evidencia uno de los grandes males del sector educativo de Colombia: las ansias de eternizarse en el poder de ciertos sectores hegemónicos de las Universidades Públicas, por no mencionar las privadas en donde ha sido tradición. Ojalá el profesorado en general y sobre todo aquellos que se asumen como intelectuales podamos unirnos en torno a tragedias como esta, y como Colciencias, como el MEN y demás arbitrariedades que impiden la construcción de un sistema educativo nacional que nos permita respirar futuro (Carlos Arturo Gamboa).


Medellín, 10 de febrero de 2015

Doctor Alberto Uribe Correa
Rector Universidad de Antioquia

Le escribo estas líneas, no representando a nadie, sino a mí mismo. Pero como usted es el rector de la Universidad de Antioquia y yo soy uno de sus miles de profesores, lo que a continuación digo será, sin duda, asimilado al conjunto de protestas silenciosas o bulliciosas que ha generado su nueva participación, como candidato, en las elecciones de la rectoría de la universidad por el período 2015-2018.

Su actitud, en primer lugar, me genera rechazo y me produce una profunda fatiga y una inevitable sensación de impotencia. Con su deseo de querer perpetuarse en el poder, veo un comportamiento inapropiado que ha sido constante en la vida política colombiana y latinoamericana desde que estas naciones existen. Con su actitud, aparece una vez más la evidente presencia de una pesada y fantasmal maquinaria política que lo ha respaldado y quizás lo instalará nuevamente en el cargo de rector de la Universidad de Antioquia.

No quiero tocar las causas que lo han llevado a querer ser por cuarta vez el máximo dirigente de nuestra institución. Solo quiero manifestarle algunas consideraciones, más personales que otra cosa, para que, al menos en la soledad de su conciencia, las tenga en cuenta. No piense que su candidatura me ha provocado la impresión de que usted es un hombre infatigable e invencible y digno de admiración. Al contrario, lo que concluyo de usted es que es un político con suficiente sed de poder como para que impida que surja el humanista transformador, y no el científico tecnócrata, que la universidad urge para enfrentar estos difíciles tiempos actuales.

¿No le basta con haber dirigido la universidad durante nueve años? ¿No cree que ya es tiempo que usted descanse y nos permita a nosotros la posibilidad de otra opción? ¿No cree que la universidad es un espacio comunitario en el que es fundamental que las nuevas generaciones tomen las riendas de su administración? La universidad es un ser vivo que quiere sentir que respira nuevos vientos. Pero usted, con su permanencia en el poder, le niega esa sensata esperanza. Por lo demás, no tengo nada que reprochar a la vejez, aunque sí creo que los hombres de su edad, en los ámbitos universitarios, deben retirarse del ruedo en el momento indicado y dejar que las nuevas generaciones tengan su espacio para intervenir. De cualquier manera, usted con su actitud no representa la sabia y respetable vejez, sino el cansancio de lo ya hecho y la continuidad de un sistema en cierta medida caduco. ¿En verdad no lo asalta por un instante la idea de que ya es hora de que la universidad cambie de faz y se proyecte al presente con un rostro más dinámico y una mentalidad más diferente y audaz?

Sin duda usted ha hecho cosas positivas por la Universidad de Antioquia, pero no soy de aquellos que andan pregonando las virtudes de los poderes políticos y académicos. Ese es un papel que nunca me ha correspondido ejecutarlo, ni como profesor, ni como escritor, ni como intelectual. Más bien, ante las supuestas virtudes del poder político y académico que usted y los suyos representan, levanto los hombros con incredulidad. La educación colombiana, la de América Latina y la del mundo de ahora me despiertan una profunda desconfianza porque ella, entre otras cosas, se ha entregado sin pudor a las ambiciones voraces de un mundo empresarial que en vez de aliviar nuestras atmósferas y empujarlas hacia una suerte de enriquecimiento cognitivo los ha enrumbado hacia una competitividad desoladora y aplastante.

Pero este no es el espacio para que entremos en este tipo de discusiones. Yo tan solo me he acomodado en estas breves líneas para pedirle el favor de que recapacite y tome la sana y lúcida decisión de retirarse. Trate de descansar un poco, que bien merecido se lo tiene, y déjenos respirar, aunque sea ilusoriamente, la posibilidad de que la rectoría albergará a alguien diferente a su nombre, a su apellido y a su comportamiento político y académico.

Cordialmente,

Pablo Montoya Campuzano
Escritor -Profesor titular de literatura
Facultad de Comunicaciones
Universidad de Antioquia