julio 24, 2012

LA UNIVERSIDAD DEL TOLIMA: MODO SILENCIO


Por: Carlos Arturo Gamboa
A finales de enero del 2012, escribí, pensando en la finalización de un periodo de más de 10 años de la administración de Ramón Rivera en la Universidad del Tolima, y en los nuevos destinos: “El reto está en poder tejer el hilo de la transición de una institución mercantilizada y tecnocrática hacia esa Universidad Pública que deseamos, si estas rupturas no se gestan estaremos entonces condenados a la extensa noche del continuismo.” Pocos días después, el 1 de febrero, el Rector encargado, Héctor Villaraga, leía en acto público, de frente a la comunidad académica lo que muchos consideraron, entonces, un documento que esbozaba el cambio de ruta en los destinos de la única universidad pública en miles de kilómetros a la redonda. Hoy seis meses después, es hora de un balance.
El primer punto de aquel documento expuesto por el todavía hoy encargado rector, hacía referencia al debate en torno a la construcción de una Ley Alternativa de Educación Superior, reconociendo los problemas estructurales de la Universidad Pública y ofreciendo garantías a la MANE y La Constituyente Universitaria, como expresiones legítimas para el debate y la construcción de escenarios alternativos de transformación. Hoy, tanto la MANE capítulo Tolima, como La Constituyente Universitaria, no han contado con las garantías para desarrollar sus derroteros, los calendarios académicos elaborados atentaron de entrada contra toda lógica de accionar el movimiento hacia la reflexión, muchos de los actores de la Constituyente Universitaria fueron blancos de persecuciones soterradas, las comunicaciones que se enviaron a la administración y al Consejo Superior nunca fueron respondidos, el silencio siguió siendo la mejor coartada para impedir el movimiento de transformación de la Universidad del Tolima. Si, el silencio.
El segundo punto planteaba la evaluación y la construcción de un Plan de Desarrollo, aspectos que aún no se han realizado, esencialmente porque la estructura de continuismo no ha sido objeto de contradicciones, sino que las políticas académicas y administrativas siguen el mismo curso que durante la última década, es decir, a la deriva y en silencio.
El punto cuarto asumía una revisión de los procesos de egresados, estudiantes, decanos y rector; procesos que nunca han sido sometidos a la crítica desde un enfoque de democracia real, por el contrario, el egresado al Superior fue elegido bajo un esquema anti-democrático en el cual diez votos decidieron por una población de miles, y de nuevo el llamado al Superior y al rector por parte de sectores de la Constituyente Universitaria, fue desconocido. Otro silencio más.
El representante de profesores al Superior fue elegido amparado en una asociación a-sindical sacada del sombrero de los magos de la administración y sus adeptos, incluso contó con la venia de uno de los hoy candidatos a rector, Herman Muñoz, y cuya única opción de transformación para la Universidad del Tolima, consistió en satanizar y señalar de manera cínica y peligrosa el debate argumentado de la Asociación Sindical de Profesores (ASPU) y su posición de Abstención Activa frente a lo que consideró una artimaña para que la estructura del poder se perpetuara. Dicho y hecho.
 Los estudiantes, por su parte, no pudieron contar que las garantías democráticas “reales” para llevar a cabo su proceso de elección al Superior, esto debido en gran parte a que el modelo imperante es excluyente, no se basa en las realidades que vive la Universidad del Tolima y no permite la discusión sobre las necesidades estudiantiles cuando cerca del 70% de la población se encuentra por fuera del campus, en el denominado modelo de Educación a Distancia. El proceso quedó truncado y repleto de silencios.
Próximamente se elegirán decanos, contando con el mismo viejo esquema antidemocrático, excluyendo de facto a los Catedráticos que conforman cerca del 80% de población docente, dejando claro que a los adalides de la Universidad del Tolima las palabras igualdad, derechos, equidad y ética, le son extrañas, así las enuncien en sus discursos. La mayoría de los decanos, que conformarán el Consejo Académico, se parecen cada día más a los Congresistas que legislan a su favor, se hacen relegir desde sus cargos y manipulan la comunidad con pequeñas prebendas que reparten entre su cofradía; los que disientan serán denominados “bochinchosos” y excluidos de cualquier posibilidad de debate. A ese ritmo la elección del rector será una parodia más, porque para la adormecida comunidad universitaria, el nombre ya se sabe, por eso muchos sectores ya han corrido a llevar sus ofrendas a nuevo adalid de la fábrica de los silencios. En todo este escenario del espectáculo burlesco, la gran ausente ha sido la democracia, los elegidos a las representaciones y cargos jamás propiciaron un debate, presentaron un plan de trabajo de cara a las grandes necesidades de la Universidad y la región. La Universidad del Tolima como el departamento, está tomada por caudillos que saben que la estrategia del “tamal electoral” garantizará su continuidad.
El punto nueve del documento rectoral anunciaba que era, “necesario recomponer la relación entre la academia y la administración. Ésta última no puede ser un fin en sí misma, ni el factor real de poder que determine la orientación de la Universidad…”, enunciado que contó, y seguirá contando, con apoyo de todos aquellos que hayan transitado por los procesos académicos de la Universidad del Tolima, y que padecen las múltiples leguleyadas que someten la academia a un trámite sin fin, y que además han posicionado el administrador de los recursos por encima del intelectual, de la producción de investigación, de la construcción de saber; que han hecho del Alma Mater un espacio macondiano en donde es más importante tramitar un CDP que escribir un libro. En este campo, señor rector encargado, tampoco hemos avanzado nada.
El punto diez y once abordaban en problema del marcado desbalance de profesores de planta frente a los retos académicos de la universidad, así mismo se enunciaba la necesidad de, “crear un plan para dignificar el pago de los servicios por hora cátedra”. Pues ha de saber la comunidad que no ha habido nuevas convocatorias de docentes de planta, que cada vez son más los que saltan a cargos administrativos dejando un vacío en los proceso de formación de pregrado, que a los catedráticos nunca les reconocieron las horas adeudas por el paro del semestre II de 2011, que se concertó una mesa jurídica para tratar el tema de los catedráticos y fue cancelada por la administración de manera unilateral, que los catedráticos están mal pagos, que se anunció un reajuste de la hora cátedra pero nunca se hizo efectivo, que los que forman las futuras generaciones de este departamento son los más excluidos en la academia. Que nadie les da la cara a los catedráticos. Aquí el silencio se hace más profundo.
En el ítem 12, se planteaba que era“…necesario concertar reglas claras de selección, permanencia, formación y desvinculación del personal administrativo, reglamentar el régimen de carrera y un plan para resolver la situación de la abrumadora contratación de personal supernumerario o transitorio”, situación no menos crítica que las ya enunciadas, y que ha convertido la Universidad en un teatro del absurdo, pues conocemos cientos de casos de personas que han laborado durante años y son despedidos sin ninguna justificación, sólo porque el gamonal de turno necesitaba el puesto para su recomendado, y otros que llegan y son nombrados “provisionales” sin ningún reparo. La Universidad carece de un plan humano laboral y eso no se soluciona haciendo promesas electoreras de que todos “serán nombrados de planta” o nivelados. Se requiere equidad y justicia laboral. Se requiere replantearnos la Universidad como centro del saber, no como un “trabajadero más”, por eso ASPU esbozó un debate en torno a dicha reforma y nunca el Superior respondió, al contrario, los sectores proclives a decir siempre si sin sopesar argumentos, salieron a  atacar a quienes pedimos transparencia en el proceso, menos demagogia y más reglas claras. ¿En dónde estarán los vendedores de ilusiones en estos momentos? Quizás refugiados en sus bastiones burocráticos. Mucho silencio.
He dejado el punto cinco, sobre el Instituto de Educación a Distancia, para enunciar que en algo se ha avanzado. Las políticas de ajuste académico realizados en el IDEAD demuestran que cuando hay convicción académica y voluntad política, se puede transformar; sólo que allí se cuenta con una estructura que debe ser objeto de mayor compromiso de las directivas y del Consejo Superior Universitario, porque la realidad hoy es que la Universidad del Tolima es a distancia, con el 30% de estudiantes en el modelo presencial. Por lo tanto se debe avanzar hacia la consolidación de una educación de calidad, hacia la democratización de sus escenarios, hacia una inversión directamente proporcional al impacto social, hacia la cualificación y mejoramiento laboral de sus funcionarios, hacia el nombramiento de docentes de planta que garanticen proceso de continuidad en investigación y formación. Lo realizado en el IDEAD puede valorarse como un buen síntoma, pero si no se constituye una comunidad académica que rodee el proyecto, si no se generan cambios normativos que garanticen la continuidad de ideas, al cabo de unos meses, cuando cambie el escenario electorero, nos enfrentaremos de nuevo a la gran drama de esta Unidad Académica, todo el que llega cree que la historia empieza con él.
De la misma manera que pensé hace seis meses que la transición era posible, hoy considero que la Universidad del Tolima sigue adormecida, sin cambios reales que permitan concluir que los discursos se hicieron realidades; la buena voluntad de quienes gobiernan debe reflejarse en sus acciones; y mientras la academia duerme la sociedad sigue sumida en sus dramas, reclamando que esa élite del saber le proporcione rutas de transformación, pero como decía mi abuelo: “como ayudar a la vecina a componer su casa, cuando la nuestra está patas-arriba”. Guardo silencio, por ahora…