junio 15, 2021

Movilización social y disputa simbólica

                                                                             


                                                                                                            Por: Carlos Arturo Gamboa B. 

Docente Universidad del Tolima – IDEAD- 

 

La historia de las movilizaciones sociales está acompañada de múltiples expresiones que las dotan de unas características que trascienden más allá del movimiento y se convierten en sellos culturales. Por eso vivirá en la memoria colectiva la expresión «prohibido prohibir» que inundó las calles en los años 60, primero en Francia y luego en miles de urbes más. Estos símbolos se arraigan en la cultura durante un tiempo, pero pueden mutar, cambian, están en constante disputa. 


Cuando los «Panteras Negras» gritaban por las calles de Filadelfia “Todo el poder para el pueblo”, estaban abrevando de la vieja propuesta de la Revolución Rusa “Todo el poder a los soviets”, dos tiempos comunicados por una consigna. Sin embargo, no siempre los símbolos perviven con sus significados primarios, a veces pierden su legado original. 


Un caso típico es el de la cruz esvástica, cuyo nombre proviene del sánscrito y significa “buena fortuna” o “bienestar”, algo muy distinto a lo que encumbró Hitler y el fascismo en su discurso de masas. El símbolo era usado en Eurasia y tenía una clara relación con el movimiento del sol. En muchas otras culturas ese tipo de cruz tiene fuertes connotaciones religiosas. No obstante, el movimiento völkisch la asumió como símbolo de la supremacía Aria, con las consecuencias que hoy la cultura asume de la misma. 


Algo parecido ha venido pasando en el contexto colombiano, entendiendo que el cambio de significado tarda un poco, pero se va haciendo efectivo en la memoria cultural. La bandera blanca, cuya connotación esencial hace alusión a la paz, fue usada por los guerreristas liderados por Uribe para posicionar un mensaje de “retoma del país”, frente al entonces enemigo único encarnado en las Farc. Ese giro ha ido haciendo mella en la cultura. 


Hoy vemos como los denominados “ciudadanos de bien”, asumen dicho color como su estandarte, para desde allí convocar a un “orden social”, que supuestamente es el estatuido. Si el color blanco es asumido por el “bien”, al mal le queda el color negro, vieja concepción religiosa que sigue imperando en el entramado cultural. Si quienes ostentan el color blanco agreden, hay permisividad en ese acto, puesto que está defendiendo el orden social y moral establecido como imaginario. Si el color negro lo hace, sus portadores deben ser juzgados con todo el peso de la ley, porque están trasgrediendo el orden establecido. 


El mismo concepto de “ciudadano” ha sido estrangulado para darle un nuevo significado. En él no caben los campesinos, los indígenas, mucho menos los desheredados de la tierra; en su deformación terminó haciendo referencia a una clase media en ascenso, con unos rasgos clasista bien definidos, amantes acérrimos de la propiedad privada como fin único de sus existencias. Nada que ver con la tradición de ciudadanía que desde los griegos se ha venido construyendo y que tiene que ver con la coexistencia de sujetos con derechos y deberes colectivos que conforman un proyecto de sociedad. 


Por ese mismo camino transita el término “vandalismo”, veamos un poco de su historia. En el año 455 Roma es saqueada por los Vándalos, un pueblo Germano con antepasados vikingos, cuyas tradiciones de poder se soportaban en el despojo de lo que encontraban en su camino. Durante la revolución francesa se estableció una política nacional para proteger las obras de arte de los actos vandálicos, según el edicto, muchos de ellos realizados al furor del movimiento revolucionario debido al escaso conocimiento sobre el valor de las obras. En el mundo moderno, el vandalismo tuvo expresiones estéticas trascendentales en movimientos denominados iconoclastas, cuyas afectaciones se hacían en el concepto y en la intervención de obras artística consideradas acartonadas. En Colombia aún son recordadas ciertas acciones de los Nadaístas. 


Ya desde el punto de vista judicial, existe una amplia tipología de vandalismos que va desde el saqueo y el hurto menor, hasta el vandalismo ideológico, pasando por el ideológico y táctico.  Es decir, el vandalismo se configura como un delito que incluso se ha desplazado al mundo cibernético de la red. Por eso aceptar que quien protesta es un “vándalo” es aceptar que se está cometiendo un crimen al hacerlo, algo que de esa manera se convierte en símbolo equivalente. Pueda que algunos sujetos realicen actos  vandálicos como expresiones propias de su frustración social, o simplemente aprovechan la efervescencia para actuar en ese sentido, pero no se puede generalizar a todo un movimiento social bajo esta primicia. 


Algunos jóvenes y figuras públicas, en especial en las redes sociales, han decidido asumir el discurso de aceptación de “ser vándalo”, como un juego de palabras de contra-asociación, no obstante, considero un error seguir este camino. Es como si ante un juez alguien acusado de matar un hombre dijera, yo lo maté, pero no soy asesino. 


Los símbolos contienen un enorme poder cultural, la disputa de ellos es parte de la reconstrucción del mundo de la vida, por ello, debemos entender que más allá de la euforia, la indignación, el calor del movimiento, la provocación, el constante ataque de las fuerzas estatales, la satanización de la protesta y mil hechos más, debemos encarnar la idea de que somos distintos a lo que queremos cambiar.  


Asumir como derroteros la paz, el derecho a la diferencia, la búsqueda de la equidad y el respeto por el otro, son discursos que reconstruyen un símbolo que nos conduce a ser diferentes y desde allí es posible mover a las mayorías hacia un nuevo constructo de país. De lo contrario sólo seríamos una horda más que sobrevive en donde otra horada fue derrotada. 

 

Posdata 1: El tema de la confrontación de los símbolos traslapados en los monumentos derribados y por derribar, es un amplio campo de análisis en esta misma línea, que bien merece una disertación aparte. 


Posdata 2: El comunicado del levantamiento del bloqueo de la Comuna 20 en Cali, es un documento digno de estudio de la acción política, muy alejado de los pobres pronunciamientos que ruedan sin futuro por la red. Invito a que lo lean.