noviembre 22, 2020

Del desencanto futbolero a la emoción ciclística

 


Por: Carlos Arturo Gamboa B.

Docente Universidad del Tolima

 

Hace apenas unos días el país futbolero se lamentaba de las desastrosas presentaciones en las eliminatorias al mundial de Catar. Incluso muchos aficionados parecían más indignados por el papel de la Selección Colombia que por un país que marcha al garete por el desgobierno y la falta de un proyecto claro de nación.

Es que el fútbol, desde los años 80, cuando los carteles compraron varios equipos del rentado nacional, empezó a ser un proyecto de espectáculo que refleja en gran parte la colombianidad.  Los futbolistas se han endiosado, como en casi todo el planeta, y a esos dioses nuevos se le ha pedido que respondan por el destino de nuestra felicidad. Los equipos han permitido el lavado de dinero y la explotación de los mismos futbolistas, sin garantías laborales, pero deseosos de alcanzar el altar de la fama; luego de estar allí todo es ganancia.

Mientras el futbol produce innumerables ganancias por la venta de derechos de televisión, por las transferencias en un mercado que constantemente está al alza y por el marketing que rodea a los protagonistas, existe otro deporte en Colombia que parece habitar el lado oscuro de la luna deportiva: el ciclismo.

Este año se celebró la edición número 70 de la Vuelta a Colombia, un evento que ha estado a la altura de los mejores eventos ciclísticos europeos, pero que también ha tenido sus momentos de decadencia. Mientras al fútbol se le invierte millones y millones en patrocinios, el ciclismo vive del esfuerzo de las medianas empresas. Pocas veces ha tenido la fortuna de contar con el apoyo total y cuando lo ha tenido los resultados han sido históricos. Cómo no recordar el equipo Colombia Pilas Varta, el Café de Colombia o Postobón Ryalcao.

En términos concretos, los momentos de felicidad colectiva otorgados por el fútbol son breves chispazos en la historia deportiva del país comparado con las grandes gestas de los escarabajos colombianos en los cinco continentes. ¿Imaginemos que el ciclismo contara con el mismo apoyo estatal y empresarial? Seríamos algo así como el Brasil del ciclismo.

Como dijimos antes, la Vuelta a Colombia, una de las tantas carreras del país con una larga historia en la cual se han forjado atletas de dimensiones internacionales, este año celebró su edición 70, y cuando uno ve la premiación siente que está atrapado en la ficción de Macondo: ganador clasificación general: 31 millones de pesos; subcampeón general: 17 millones de pesos y tercero en la general: 11 millones de pesos.

Esto para 10 días de competencia, recorriendo medio país con los gastos que implica una carrera de este nivel. Pregunten cuánto gana un jugador de primer nivel en la liga colombiana por partido y hagan las cuentas. Ahora piensen en la inversión que se le hace a la Selección Colombiana de Fútbol. Nada qué decir. El ciclismo con menos da más, el futbol se ha vuelto la mejor muestra de nuestra parafernalia.

Y una vez más, este año el ganador de la Vuelta ha sido un joven humilde campesino, esta vez de Boyacá. Joven que tuvo la fortuna de contar con el apoyo del equipo Colombia Tierra de Atletas, un proyecto que busca consolidarse como semillero de deportistas, y a fe que con Diego Andrés Camargo ya está recibiendo excelentes resultados.

Diego Andrés Camargo - Campeón Vuelta a Colombia 2020-

Diego Andrés Camargo, con apenas 22 años, ha repetido por tercera vez la gesta del ser el ganador de la Vuelta a la Juventud y la Vuelta a Colombia en el mismo año. Un super talento que se ha hecho con el apoyo de mecenas de su región, las precarias ligas de ciclismo y pequeñas empresas que como tercos soñadores siguen impulsando el ciclismo en sus municipios. Ojalá este logro sirva para que se potencien los semilleros, se fortalezcan los equipos, las carreras ganen en dimensión y así retornen al lugar de la historia de los grandes hitos. De seguro Camargo podrá disfrutar el año entrante en contrato sólido en un equipo de Word Tour, pero miles de Diegos estarán montando hoy sus “caballitos de acero”, soñando tener al menos una posibilidad de mostrar sus talentos.

Ya es hora de dejar de sufrir colectivamente por los desencantos del fútbol, sus parafernalias y sus expectativas desmedidas. La cantera es el ciclismo, allí habitan los sueños y las emociones de un país de múltiples geografías.