agosto 10, 2011

LOS JÓVENES QUE QUIEREN VER ARDER EL MUNDO



Por: Carlos Arturo Gamboa
Hay hombres que no buscan nada tan lógico como dinero. No puedes comprarlos, intimidarlos, convencerlos ni negociar con ellos. Hay hombres que sólo quieren ver arder el mundo.
El Guasón (Batmán el caballero de la noche)

Es lugar común escuchar que la mayoría de los jóvenes están desconectados de la realidad, que la política no les interesa, que no asumen responsabilidades sociales. Pues bien, a mi parecer es cierto y tienen razón de hacerlo. La realidad atroz en que los habitantes del mundo deteriorado del siglo XXI nos sumimos, no me merece conexión, es mejor desconectarse para mirar de frente el desierto de lo real. La política que se pregona como modelo está diseñada para la unificación de un modus vivindi que se propague por el mundo como una plaga que se alimenta del planeta. Por eso los jóvenes no quieren asumir deberes en esa sociedad, por eso la quieren destruir.
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Los brotes en Londres y en Chile, sumados a dos años anteriores de revueltas juveniles, lo confirman. Dos modelos de desarrollo que son ejemplo para mostrar por el mundo, en realidad son formas elaboradas de la perversión del capital. Ante la imposibilidad de una dialéctica que haga entender a los gobiernos que llevan siglos equivocándose adrede para privilegiar a unos pocos, sólo es posible la desobediencia total.
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Seguirán llamándolos vándalos, terroristas, desadaptados. Ejercerán más fuerza de control sobre ellos. Le harán creer a los demás impávidos e inertes observadores que la culpa es de esos que están inundando las calles del planeta para derruir el sistema. La mayoría creerá en las mentiras elaboradas que se construyen auspiciadas por el capital y que el consumo contribuye a adormecer. Pero la otra realidad, la cara oculta de la tragedia humana, radica en un sistema perverso que viene en caída libre, que se desmorona, pero que se niega a morir porque eso le abriría las puertas a un nuevo mundo, porque no todos los valores de lo humano se cotizan en la bolsa.
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Esos jóvenes que hoy quieren ver arder el mundo, están construyendo sobre los estertores del sistema, la nueva política.

agosto 08, 2011

EL SALTO DEL SAPO: SÍNDROME NACIONAL

Por: Carlos Arturo Gamboa

Hay sapos que andan en busca de ser príncipes, por eso se dejan manosear de cualquier rey. Los batracios de la democracia mutan de color, sin temor a ser confundidos, en realidad son sapos con complejo de camaleones. Ellos sucumben al atractivo de la unidad nacional, vestigio elaborado del antiguo Frente Nacional que se repartió el país con las consecuencias que hoy lamentamos, le entregaron lo público a las mafias del narcotráfico, que pronto se apoderaron de la política y adquirieron motosierras made in USA para salvaguardar el orden del pensamiento único. La promesa de una nación desarrollada ha servido para mantener en la silla del poder a los gamonales de un país que se niegan a abandonar el legado santanderino que desde las guerras de la nunca lograda independencia se entronaron.
La mayoría asiste como espectadores impávidos a la devastación. Delegan en los oradores de la palabra engañosa el destino de un país que va en caída libre a convertirse en la prodigiosa despensa del mercado, en donde los de afuera se alimentan a costa del hambre de los moradores. Las fantasías de un desarrollo que construya democracia es otro cuentico chino, la democracia que elabore igualdad, es apenas sospechoso acomodamiento de las masas inertes que se niegan a asumir su deber de construir otras posibilidades en el planeta y les delegan el proyecto a los amos.
Es por eso que de vez en cuando aparecen en escena los sapitos con sus elaborados discursos que sólo dicen lo que la mayoría quiere oír, para después pegar el salto a los entramados del poder, en donde garantizan ser parte de la “francachela y comilona” de unos pocos. Por eso no es raro ver los sapos que otrora abanderaron discursos de igualdad, sentados en la mesa del dueño de la fábula, pregonando el discurso del rey, sin pensar mañana que serán alimento de los patos. El problema es mayor cuando nos damos cuenta que esos sapos se encuentran dispersos por todos los rincones de la nación y están dispuestos a sacrificar su color con tal de alcanzar sus sueños de poder, no hace falta sino que exista un postor para que un sapo vuele por el aire hacia su acomodamiento. Este es el síndrome nacional.