Carlos
Arturo Gamboa B.
Docente
Universidad del Tolima
La petrofobia[1]
y la pretroeuforia[2] son dos
extremos que emergen producto de la inmadurez política de un país que por vez
primera se enfrentó a la posibilidad de ser gobernado desde una óptica distinta
a las propuestas de liberales y conservadores (así bauticen sus partidos con
otros nombres); que en esencia ha sido la misma: gobernar para unas élites en
detrimento de las mayorías pobres. Eso lo dijo nuestro Nobel de literatura muy
jocosamente: “La diferencia entre liberales y conservadores es que los
liberales van a misa de cinco y los conservadores van a misa de ocho”.[3]
Pero, si hacemos el esfuerzo en evitar esos extremos que
reducen el pensamiento político, podemos decantar y valorar el resultado de
este primer intento por romper la hegemonía del poder en Colombia, que no se ha
roto, pero que ya presenta unas grietas que deben ser aprovechadas por un
posible sucesor o sucesora en la línea del actual presidente.
Vivimos en medio de una marcada polarización entre un
colectivo que está aprendiendo a ser poder y a gobernar, y otro que da tumbos
experimentando cómo se hace oposición sin caer en el ridículo y la mezquindad.
En medio de ese maremágnum, el país avanza en unos temas y se estanca en otros.
Ahora bien, está claro que ninguna de las seudoprofecías de
quienes asustaban al electorado con el coco del comunismo, del castrochavismo,
de la expropiación, de la entrega del país a la guerrilla, del dólar a 10 mil
pesos y tantas otras mentiras, se hicieron realidad. El incumplimiento de estas
falsas predicciones ha generado un gran detrimento político para sus
anunciadores, que en esencia son la derecha y la extrema derecha que no se
juntan en un solo partido, sino que están dispersos entre Conservadores, Centro
Democrático, Liberales, Cambio Radical, Alianza Verde y, por supuesto, en el
mismo partido del Pacto Histórico.
Con unos marcados avances en la política de distribución de
tierras, la consolidación de la gratuidad educativa, el crecimiento de la
economía y el repunte en sectores como el turismo y la agricultura, el aumento
del salario mínimo, la disminución del desempleo, la lucha abierta y eficaz
contra el narcotráfico y, recientemente, la aprobación de la reforma laboral;
entre otras acciones que benefician a los menos favorecidos, el gobierno de
Petro terminará por dejar una gran lección: es posible gobernar a Colombia sin
mezquindad de clase y con un enfoque social. Es posible una política de Estado
que desmonte los privilegios de los de siempre y le apueste por la equidad,
germen de una paz real y duradera.
Así, quienes vengan después de Petro en el relevo del poder,
van a recibir un país más informado, más consciente y con una base popular más
preparada para hacer valer sus derechos. Deseamos que el próximo
gobierno sea de corte social para que se genere el verdadero bucle del cambio,
el cual no puede darse en uno o dos periodos presidenciales. El cambio es un
proyecto constante, y para que se consolide la idea se requiere de una apuesta
colectiva de por lo menos dos décadas seguidas en el poder.
Los problemas estructurales del país no se solucionan con
discursos, sino con acciones, de ahí el bloqueo que los petrofóbicos han
realizado, ya que en el fondo lo que querían era impedir que esa nueva visión
de país arrojara buenos resultados. Para ellos, el fracaso total del gobierno
actual era su triunfo, y ya no lo lograron. En eso la versión de Petro 2025 ha
sabido apostarse entero a la idea de que el cambio es posible y eso solo se
puede hacer jugándose los restos políticos, como lo hizo con la idea de la
Consulta Popular y ahora con la Constituyente.
Así las cosas, le queda al presidente Petro esta cuarta parte
de su periodo para seguir dejando semillas de cambio; ojalá los pretroeufóricos
lo entiendan de este modo y se dediquen a trabajar con ahínco en este propósito
y no derrochen la posibilidad política de unirse en la tentativa de ser un
relevo responsable para el país. Querámoslo o no, lo compartamos o nos
opongamos a esta idea, el país político después del gobierno de Petro será muy
distinto, porque ha empezado a gestarse un giro inevitable de pasar de ser una
república bananera dependiente casi en su totalidad de las disposiciones de
EE.UU. a ser una república autónoma que habla y que establece relaciones con el
mundo y con los principales problemas universales que lo aquejan.
Después de Petro, muchos entenderán mejor lo que este
gobierno significó para la historia política de Colombia. La derecha deberá
reconfigurarse y moderar su avaricia si quiere volver al poder, porque ya no le
funcionarán sus viejas artimañas. Por su parte, las fuerzas alternativas deben
comprender que sí se puede ser poder y que transformar un país construido bajo
los designios de la desigualdad y la guerra requiere tiempo, voluntad y
honestidad. Después de Petro no viene la hecatombe, como temen algunos; así
como con Petro el país no se hundió, como se propagó por los medios del poder.
Después de Petro queda una esperanza de seguir en la ruta de la reconstrucción;
depende del pueblo y de sus líderes que esa semilla de esperanza que ya germinó
crezca y dé mejores frutos.
[1] “Petrofobia” se usa como
expresión para demarcar a aquellos quienes son incapaces de ver los aspectos
positivos del gobierno de Gustavo Petro.
[2] “Pretroeuforia” se usa
como expresión para demarcar a aquellos quienes son incapaces de ver los
aspectos negativos del gobierno de Gustavo Petro.
[3] Gabriel García Márquez en
“Cien años de soledad”.