febrero 15, 2012

HÁBLAME Y TE CONOCERÉ

Por: Carlos Arturo Gamboa
Si hacemos caso a la sentencia de André Bretón, quien dijo que “pensamiento y palabra son sinónimos”, debemos alarmarnos con el pensamiento que cotidianamente difundimos los colombianos, y que permanece como marca inevitable en nuestros discursos. ¿Hablamos como pensamos o no pensamos para hablar?, suelen preguntar los adultos de avanzada edad y casi siempre avanzada sabiduría.
Y en esa difusión de discursos los medios de comunicación, diletantes formas de la vaguedad, potencial herramienta del sistema que se preocupa más por cautivar audiencia (y ganar dinero), olvida que sus mensajes ayudan a construir cultura, o más bien, a imponer un discurso que casi siempre es superfluo y evita que los receptores penetren las capas subyacentes de la realidad; y una sociedad que no se piensa, no se interpela y no se interpreta, es apenas remedo de sí misma.
Por eso es necesario repensar por qué ante la avalancha de «adobadas estupideces» los consumidores de información apenas sonríen y no re-significan. Por qué una sociedad acepta y avala expresiones como la de Miguel Nule: “La corrupción es inherente a la naturaleza humana”, como si acabase de escuchar a Platón en diálogo con Aristóteles. Esa sentencia, totalizante mensaje para el receptor, invita a la corrupción y a la humanización de ella, para terminar por hacernos creer que por esa vía seremos el país más humano. La sentencia quizás debió ser: La corrupción es inherente a los Nule.
Otros personajes, cuya mano detrás de las decisiones atroces apenas se logra dilucidar, de vez en cuando hablan, como el señor José Obdulio Gaviria, para decir que: “En política el engaño es una virtud”, y con esa simple sentencia derrumba la construcción ética de la humanidad ante el impávido silencio metafísico de Baruch Spinoza. En realidad lo que el poco conspicuo JOG quería decir es que él y todo el gabinete de Uribe eran unos virtuosos del engaño, y el verbo está bien conjugado: eran.
En la misma línea el discurso futbolístico produce enunciados dignos de las antologías de las grandes estupideces humanas, como aquella sentencia maturaniana de “perder es ganar un poco”, y que se hizo ley, porque a ese ritmo el pueblo colombiano se convirtió en un ganador nato, así sus ganancias sean pérdidas. Su alumno favorito, el Bolillo Gómez aprehendió la lección con tal maestría que ya no puede “echar reversa pa tras”, y recientemente el presidente de la Difútbol, el aventajado Álvaro González, se dejó venir con una disertación que facilonamente pudo haber sido pronunciada por el medieval papa Sergio II: “Yo puedo decir que no hay nada con más posibilidades de contagiarse, no hay peor enfermedad, si se puede llamar así, con el respeto del que la sufra, que el homosexualismo
La lista, si de manera juiciosa rastreáramos prensa, radio y televisión, sería inagotable. Construiríamos el libro infinito de la sandez hecha palabra. Pero como no se dispone de tanto tiempo, sólo podemos recordar a Séneca diciendo: “Háblame y te conoceré