noviembre 26, 2010

ESCRITURA CREATIVA I


EL ETHOS UNIVERSITARIO EN LA UT


Por: Alexander Martínez Rivillas
Profesor UT-Corriente Anticapitalista

El ethos universitario exige un respeto por el conocimiento, que no alberga obediencia, sino que implica la suspensión reflexiva de las prácticas de saber y el saber práctico para dar entrada a otros saberes y prácticas. El saber por el saber, la minimización del interés personal en la prefiguración del saber, la suspensión de las teorías y tecnologías del saber aceptadas sin reparos para comprender otras, quizás menos adecuadas o quizás no, la gravedad de sus novedosas conclusiones, los alcances de sus nuevos presupuestos, la apertura de otras perspectivas de comprensión y consenso científico, la contención de los propios prejuicios y el despliegue de la ingenuidad inquisidora que pone en cuestión lo evidente, la revisión permanente de la política tradicional, de izquierda y derecha, y sobre todo el cuestionamiento radical de su accionismo, de sus delirios, de su elocuencia gratuita, todo ello y más, representa el ethos universitario.


Me desconcierta a diario ver la facilidad con que varios colegas y estudiantes avanzados se despachan en calificaciones sobre distintos temas del concierto universal del conocimiento. Me deja estupefacto el afán y la facilidad con que resuelven un debate histórico de cualquier naturaleza. Me indigna a veces la imbecilidad de otros que creen despejar con certezas personales e imprecaciones ideológicas los problemas sociales y políticos de nuestro tiempo. Pero lo que realmente constituiría una especie de patología social es el desprecio de aquéllos compañeros por la erudición, la ilustración, la consistencia lógica o paralógica, el debate serio y razonable, la vitalidad y la autenticidad de la palabra o de la imagen. Cada una de sus manifestaciones parece ser un desafío a una suerte de orden conservador (de izquierda y derecha) y existencialmente hacendatario y mediocre de la UT.


He visto despachar problemas del saber con expresiones reduccionistas y casi pendencieras, como los siguientes: Ante las consecuencias sociales de la genética he tenido que escuchar que son asuntos de dios, ante el problema del continuo matemático he escuchado decir que son retóricas científicas de desocupados, ante las implicaciones del aborto he visto un gesto sancionatorio y ramplón, ante mi ilusión de constituir un observatorio astronómico he visto otro gesto parroquiano de desprecio, ante la urgencia de implementar un curso de sociología matemática y de lógica paraconsistente no he logrado otra cosa que sacar un ademán de indiferencia, a veces acompañado de la expresión ¡y eso para qué¡, ante el intento de un laboratorio de modelamientos matemáticos de ecosistemas, no he encontrado compañeros de viaje; ante el origen de la vida y del hombre, ante la biogeoquímica terrestre y la economía ecológica, me han hecho saber que su inutilidad regional es patente.


Pero lo que realmente supera todo límite razonable es tener que ver aduladores de Marx, que no leyeron si no manuales tristes de traducciones castellanas del ruso sobre un autor menor que propagaba una doctrina imaginaria de Marx. Conocedores infalibles de Freud, Lacan y Žižek, cuyas tesis se resisten a todo tratamiento superficial y a todo lector superficial. Maltratadores del griego y el latín (no porque lo practiquen), que aun piensan que es innecesario y aristocrático (sin mencionar su indiferencia por otras lenguas colombianas como el Uitoto, Nasayuwe, Guambiano, para hablar de las más cercanas). Pero también los hay entre vocingleros de filósofos mayores y menores, que con especialidad gratuita ponderan con una vehemencia extraordinaria sobre las influencias de Schelling en Nietzsche, de Hegel en Marx, de Foucault en Bourdieu, en fin, sin tener contacto con las obras mismas, o creyendo que se agotan con una aproximación escolar. Entre otras desventuras académicas que he visto padecer.

Finalmente, sobre el activismo político y el desprecio de la teoría política, las consecuencias son realmente lamentables. Cualquier tono académico o reflexivo afincado en la tradición intelectual occidental o americana, es visto por estos compañeros como un reflejo vulgar del eurocentrismo. Cualquier llamado a la teoría sobre el quehacer cotidiano es visto como sospechoso, o sea, liberal, demo-fascista, reaccionario, y hasta derechista. No obstante, jamás se percataron que teoría es también acción, que es una imposibilidad teorizar, argumentar, comunicar o simplemente hablar, sin que nadie o nada pueda resultar afectado. Y claro, se olvida que la acción social, y sobre todo la política, se mueve estructuralmente en campos simbólicos, los cuales deben ser estudiados rigurosamente por nosotros mismos. En fin, se olvida (o quizás jamás conocieron) a Leopoldo Zea y Enrique Dussel, quienes con una erudición que produce vértigo son cofundadores de la filosofía latinoamericana, americanistas comprometidos y propagadores serios de un discurso sólido contra el eurocentrismo. De hecho, lo que mis compañeros, quizás involuntariamente quieren, es separar la realidad de la teoría, reemplazar la reflexión por el simplismo y la mala retórica, la consigna por la investigación, la dificultad de pensar por la facilidad del accionismo, el compromiso social realmente consecuente por el ruido y la vocinglería del deseo.


Mi invitación es a contribuir a la construcción de un ethos universitario, a superar esta minoría de edad, esta ausencia de erudición, y esa indiferencia ante lo real, o sea, ante un Tolima que requiere de transformaciones sociales y ambientales urgentes, lo que en efecto solo podemos enfrentar, en el marco de la UT, con una mejor comprensión de nuestros problemas y formando estudiantes infinitamente sensibles ante el conocimiento y los dramas humanos.