julio 10, 2013

TRANSCURRIR UT (JULIO 11 DE 2013)



Por: Carlos Arturo Gamboa B.

1.

Ya fue publicado el concurso docente para nombrar a más de 100 profesores de planta y ocasionales en la Universidad del Tolima, necesidad latente si alguna vez queremos llenar de contenido la expresión “excelencia académica”; claro está que con estos profesores apenas nos pondremos al día con el “vació” que han dejado los docentes que se han pensionado y se pensionarán entre el 2013 y 2014, pero ese es el camino. Con lo que si no se puedo estar de acuerdo es con los parámetros que se usan para determinar los perfiles, que de entrada evidencian el sentido de exclusión que ya es derrotero cotidiano en nuestra universidad. Argumento: un docente catedrático que lleva varios años (hay algunos hasta con más de 2 décadas de servicios en presencial y/o distancia) orientado determinadas asignaturas o cursos, de pronto se da cuenta, se entera o le cuentan que su “perfil” le servía para orientar ciertos cursos como catedrático, pero ahora cuando se abre convocatoria para profesores de planta “su perfil ya no le sirve” ni para concursar. ¿Cómo es posible eso? La exclusión de los perfiles, auspiciada por quienes los diseñan y los aprueban. Pero la mayoría de los catedráticos ni se enteran o no les interesa o simplemente consideran que con tenerlos en cuenta “en la carguita académica de próximo semestre”, es suficiente.

2.

Capítulo especial merecen algunos de los perfiles exigidos para el instituto de Educación a Distancia, los cuales “se supone” fueron aprobado por el Consejo Directivo, pero sin debate en los Comités Curriculares, como pienso debe ser cuando se pretende fortalecer un proyecto académico. De los 16 perfiles convocados el 31% están cerrados a maestría y/o doctorado en educación; es decir que un magister o doctorado en Lingüística, en Territorio, cultura y conflicto, en Pedagogía, en Literatura, en Psicología, en Artes o en otros campos afines, no podrá ni siquiera participar. Lo curioso es que las Licenciaturas del IDEAD están soportadas con tutores de estos perfiles, que llevan años aportando al proyecto y que no podrán acceder al concurso. ¿Cuál fue entonces el argumento para cerrar este perfil? ¿Las ciencias de la educación sólo es territorio de un magister o doctor en educación? ¿En dónde quedó la mutidimensionalidad de los procesos de enseñanza-aprendizaje? ¿O será más bien que se intenta buscarle un mercado a los magister que “producimos” en la UT? ¿Acaso no reclamamos menos endogamia? Lo curioso es que eso se habría podido evitar, como se hizo en otros casos, dejando el perfil abierto, con una simple enunciación de este tipo: “maestría o doctorado en el área”. ¿Quisiera saber cuál fue la argumentación  del Consejo Directivo, la posición de los Directores de las Licenciaturas, la argumentación académica?; aunque como diría Maquiavelo, piensa mal y acertarás.

3.

Otra del IDEAD. En el pasado Consejo Superior Universitario se aprobó la apertura de dos Departamentos Académicos para el instituto, lo cual le permitirá dinamizar la construcción de una verdadera comunidad académica. Esta decisión era vital para que los profesores nombrados no fueran aves de paso. Igualmente, al tener Departamentos Académicos, el IDEAD asume la lógica de una facultad más, por lo cual cabe preguntar. ¿Entonces se abrirá el proceso democrático para la elección de director (decano)? ¿Habrá representaciones profesorales, estudiantiles y de egresados? ¿Se abrirá paso a la conformación del Consejo de Facultad del IDEAD?  Porque algo es claro, no podemos actuar como facultad pero sin acatar las normas que ello demanda; además al IDEAD le hace falta dinamizar una verdadera discusión sobre su razón de ser y su proyección, y eso sólo es factible si abrimos los espacios democráticos de argumentación académica, de lo contrario seguiremos siendo un hibrido acomodado a las tendencias del poder con el rótulo de democracia, pero con el accionar de una autocracia.

4.

La confusión sobre las normas de contratación de catedráticos en la Universidad del Tolima asemeja un laberinto de maleza. La Ley 4 de 1992, en su artículo 1992 afirma que: “No se podrán recibir honorarios que sumados correspondan a más de ocho (8) horas diarias de trabajo a varias entidades”, pero exceptúa “Los honorarios percibidos por concepto de hora-cátedra”. En el Estatuto Docente (1994) de la Universidad del Tolima se afirma que: “Son profesores de cátedra quienes dedican hasta diez (10) horas semanales a la Universidad, sin que en ningún caso tenga a su cargo más de dos asignaturas” (Artículo 5, numeral d). Estas dos normas, a pesar de ser normas y a pesar de quienes viven invocándolas como sinónimo de institucionalidad, no se cumplen. Primero porque la ambigüedad del Estatuto, como de casi toda la normatividad de la UT, se presta para manipulaciones. Veamos: Se pueden completar 10 horas semanales, hasta con 5 cursos de 2 horas cada uno. Segundo, existen muchos catedráticos que orientan más de 10 horas semanales. Tercero, existen profesores de planta sobrecargados, sobre todo en posgrados, sin que se evidencie control alguno, incluso se rumora la existencia de “carteles de la cátedra”.  Ante esta situación, no se entiende cómo mediante Circular fechada 1 de junio de 2013, la Dirección del IDEAD imparte la instrucción de que un tutor que preste sus servicios como Director de Programa sólo podrá orientar un curso (3 horas semanales) y para los funcionarios sólo 3 cursos (pueden llegar a ser sólo 6 horas semanales, porque en el IDEAD los cursos se orientan cada 15 días). En estos dos casos se está desconociendo la normatividad citada. Sin embargo en este territorio todo se hace ley, así contradiga la misma. Además en las otras facultades no rige el mismo mecanismo. ¿Cuándo respetaremos  los derechos de los catedráticos? ¿Acaso no somos una sola universidad?

5.

En la Facultad de Educación parece que sigue reinando el oscurantismo, con prácticas como el voto secreto de los miembros del Consejo de Facultad, ausencia de argumentación académica para la toma de decisiones, entre otras. Este es el procedimiento que se viene adelantando desde allí contra la profesora Clara Padilla, a quien la tienen, en el lenguaje popular, “bananiada”; de paso desconocen el Estatuto Docente que dice que: “Para que un profesor ocasional pueda convertirse en profesor de planta, se requiere la solicitud escrita del docente y el concepto favorable de los Consejos de Facultad y Académico”. (Artículo 15. Parágrafo 1). Mediante esta figura han ingresado muchos de los docentes que incluso hoy ejercen cargos de alta dirección, es más, recientemente se han nombrado docentes en esa misma Facultad; pero con la profesora Padilla esto se ha convertido en una odisea. Negro panorama el de esa Facultad. Entonces tocará recordarle al profesor Andrés Felipe Velázquez (Decano), que en uno de sus correos masivos de campaña afirmó lo siguiente: “Aprovecho la ocasión para desmentir el rumor según el cual un día después de llegar como decano de la facultad de Educación, pienso despedir a todos los directores de programa y departamentos.  Creo que quien inventó esa  historia  debió sacarla de un sueño o una película; pues, jamás he pensado  realizar  semejante locura. En la facultad hay un equipo de trabajo con suficiente madurez y responsabilidad para llevar a cabo la tarea consignada en mi plan de trabajo para la decanatura”. ¿Esto se ha cumplido? Profesor cumpla su palabra, porque uno no gobierna sólo para quienes lo eligieron, sino para el bien de la comunidad académica.

6.

El silencio de la Facultad de Ciencias Humanas y Artes después de la elección de decano, se parece al silencio de los cementerios. Ni siquiera se ha emitido un acto institucional que dé cuenta de los resultados; pero tranquilos aquí no pasa nada.

7.

FELICES VACACIONES PROFESORES (Los que tienen derecho, porque los catedráticos quedamos sin empleo)
Circular IDEAD

julio 08, 2013

LA PASIÓN POR EL TRAPO



Por: Carlos Arturo Gamboa B.

El drama de ser hincha del Deportes Tolima es el mismo de ser tolimense. Algo siempre nos hace falta y terminamos reclamando dividendos de los esfuerzos dejados de hacer por los demás y olvidamos el esfuerzo que nunca hicimos nosotros. Para iniciar toca bajarnos de la nube, el fútbol es un negocio y hace rato que los negocios se apoderaron de los deportes y al hacerlo acabó con la transparencia, la sana competencia y el honor. Ahora se trata de ganar, pero como en los negocios, gana el poder económico. Nos más recordemos a Lance Armstrong y sus elaborados dopajes para quedarse con el botín del Tour de Francia. Pues en el fútbol esto no es ajeno. Podríamos decir con Ramón de Campoamor: “En la guerra, el amor [y el fútbol] es lo primero, el dinero, el dinero y el dinero”. La historia de la relación del fútbol colombiano y la mafia sigue intacta, como siguen intactas las mafias.

Aun así, miremos otras cositas que los tolimenses “dejamos de hacer” y que luego olvidamos, sobre todo cuando vienen los días de los balances en las soleadas tribunas de un estadio que se ha demorado más en construirse que el Coliseo Romano. Lo que llamamos Deportes Tolima es una colcha de retazos en donde la ausencia de jugadores de la tierra es una constante ¿A qué se debe esto? Pues al negocio del fútbol. Camargo en eso es eficiente, mínima inversión, máxima ganancia; porque mantener un proceso de formación de jóvenes promesas es demorado, eso no se puede vender cada final de temporada al fútbol mexicano, se requiere un ciclo de por lo menos 5 años. Recordemos las bases que dejó la escuela de Bernal, frutos que hoy incluso recogemos en el legado de varios técnicos en el fútbol profesional; de los cuales tres estaban en este grupo de los cuadrangulares y, curiosamente, ninguno disputará el título.

Otro aspecto es la dependencia del equipo a un personaje, el señor Camargo, un ex senador, lo cual ya nos dice algo. Su misión, ganar dinero, y si se puede, estrellas. Pero no olvidemos la prioridad. Pero nadie quiere invertir, nadie quiere asumir el costo de construir bases deportivas, no sólo para que los hinchas puedan asistir al estadio, sino para que los jóvenes tengan otro espacio de construcción de subjetividades. Ponerse la camiseta no es una frase vacía. Está llena de posibilidades, pero no se soluciona dejando el equipo en manos de un mercachifle del deporte o entregándoselo a una multinacional como se alcanzó a intentar con la AngloGold.

El equipo de Ibagué, refleja al ibaguereño. Una ida al estadio es como un paseo por nuestro facilismo idiosincrático. Colas inmensas. Olor a lechona. Cerveza fría. Policías cuya misión parece ser que uno no vuelva al estadio. Predicciones: “vino mucha gente, hoy perdemos”. Bunde Tolimense a medio cantar. Madrazos por todo. Chisme de tribunas. Jugadores de otras tierras que vienen trabajar, no a jugar. Uno que otro jugador comprometido. Peleas en los camerinos. Un empresario llorón que nunca tiene la plata suficiente pero no abandona el negocio. Dineros extraños que rondan las esquinas futboleras. Al final, frustraciones, más madrazos, olvido. El olvido que se pasea de un semestre a otro, de un año a otro.  Y con olvido se construye esa gran muralla de resignación, la misma que nos sirve para soportar tanto político corrupto, tanta calle intransitable, tanto parque abandonado, tanto dinero público en las arcas de los ex gobernantes, tanto paraje abandonado, tanta gente en la miseria, tanta promesa incumplida. Pero cuando toca votar hacemos la misma del hincha, vamos y luego criticamos.

Ser hincha del Deportes Tolima es lo más tolimense que puede hacer un tolimense. Lo refleja, le recuerda su idiosincrasia, le permite exclamar que “siempre nos faltará cinco para el pesito”; al menos que decidamos darle un giro a esta concepción de vivir en la modorra, de movernos, de recuperar esa leyenda del aguerrido Pijao; pero eso es casi imposible, creo que será más fácil obtener otra estrella liderados por Camargo.

Al final, lo único honesto en este mundillo del fútbol es la pasión por el trapo.