enero 24, 2018

SOCIEDAD MACHISTA EN SHOCK

Por: Carlos Arturo Gamboa B.
Docente Universidad del Tolima

Estaba reuniendo notas para escribir un artículo sobre el tema del acoso sexual en las redes sociales cuando irrumpió la noticia sobre la violación que denuncia Claudia Morales y que luego se ha ido tornando en el epicentro de las miradas del país. Es obvio que el artículo en mención quedó estancado porqué empecé a seguir el nuevo tema, que igual guarda bastante relación con mis preocupaciones iniciales.
El artículo de Claudia Morales se publicó el diecinueve de enero y tres días después, cuando Paola Ochoa publicó su columna “Rompiendo el silencio”, una amiga periodista y profesora de la Universidad del Tolima, me llamó entre alarmada e indignada a preguntarme, por qué semejantes declaraciones no lograban mover la masa de opinión del país. Tenía razón. Ahora veo con claridad que la masa informada quedó en shock y la gran masa desinformada espera aún que los medios oficiales digan algo, para ellos enterarse y repetir «ese algo». Seguí indagando, revisando el Twitter, los muros de Facebook, leyendo columnas aquí y allá, y, sobre todo, revisando los cometarios de la gente del común que pasa y deja su huella sociocultural en redes, esquinas y cafetines. Ahora esbozaré mi opinión.
Lo que denuncia Claudia Morales no es un hecho propio de la ficción, al contrario es un suceso muy cotidiano en nuestro mundo de finales del siglo XX y lo que va de este asfixiante XXI. Lo sé porque crecí en una cultura machista, en una sociedad en donde ese tipo de comportamientos son “normales” y, además, porque soy hombre. Pero cuando se enuncia, de la manera en que lo hizo Claudia Morales, la gente lo asume como un relato de “otro mundo”, como si eso no ocurriera, voltea la mirada o entierran la cabeza en la tierra.
Que un poderoso (y macho) abuse de su poder para acosar, intimidar e incluso violar, es tan cotidiano que al parecer muchos no lo consideran ilegal, sino parte de una cultura que, no solo aceptan, sino que en muchos casos alaban. Cuando una sociedad carece de constructos críticos sólidos, los poderosos son como dioses y a los dioses se les adora o se les odia, pero siempre se les temen porque son capaces de decidir tu destino. El miedo es el combustible que perpetúa el reinado de los tiranos, sin el miedo el poder de desvanecería entre las manos de los gobernantes, ellos lo saben y lo aplican desde tiempos inmemoriales. Hoy más que nunca queda demostrado que ese Él que aparece como figura de poder, macho y violador, supo gestar en Colombia un reinado de poder y miedo.
De los adoradores de este falso dios (que pronto caerá en una definitiva desgracia), no se puede esperar más que ciegos argumentos a favor, alabanzas, loas y sacrificios en su altar. Pero que los contradictores también guarden un disimulado silencio habla del miedo que permea la sociedad colombiana. Claro, aún siguen matando líderes sociales, le siguen disparando al diferente, siguen impunes los delincuentes de cuello blanco, los amigos de Él siguen impidiendo que Él pague por sus más que claras fechorías. En ese contexto ¿Quién hablará? ¿Cómo pedirle a Claudia Morales que señale con su dedo índice al violador? Este es el momento para que una sociedad en tránsito de transformación le demuestre al mundo que es capaz de darle un verdadero significado a la palabra Justicia.
Hace muchos años Enrique Dussel me hizo entender (en su recomendable libro titulado Liberación de la mujer y erótica latinoamericana), que la mujer está doblemente oprimida, porque el sistema oprime al hombre y la mujer y el hombre además la oprime a ella. Y esa opresión sistemática se refleja aún, de manera rampante, en el silencio que la sociedad colombiana guarda ante este suceso. El caso de violación que denuncia Claudia Morales no fue perpetrado por un simple hombre, ese macho encarna el gran poder que ha tenido postrada la sociedad durante las dos últimas décadas, con la complicidad de gran parte de esa misma sociedad. Resultado: asombro, miedo y shock, en ese orden.

Solo queda un camino, el de generar un efecto dominó que permita hacer visible más hechos perpetuados por Él y sus secuaces, de tal manera que el evento denunciado sea innegable. Ya veremos si la justicia oficial es capaz de condenarlo a Él, pero esperemos que al menos como sujetos sociales podamos superar el shock y entender que esta no es una ficción, sino una cruel realidad.