mayo 11, 2025

SANGRE ROJA ESCARLATA

 

Nota:

A propósito de los abusos sexuales en los entramados religiosos, los invito a leer ese cuento incluido en mi libro "Sueño imperfecto", publicado por la Editorial Universidad del Tolima en el año 2009.

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El fondo siempre es gris, pensó mientras hojeaba el libro escueto de verdades escogidas al azar. La tos no cesaba de incomodarlo, y sobre aquella almohada de algodón viejo su cabeza parecía un molino rústico. Un olor a ungüento se esparcía por cada esquina de aquel cuarto efímero. Nada comparado con el lujo de la mansión donde acostumbraba a vacacionar sus engaños. Llevaba aquí más de tres semanas, contadas largamente, desde la aparición de ciertas úlceras en sus brazos. Al principio, cuando invadieron sus testículos, las logró disimular bajo su manta apostólica, pero luego se encaminaron norte arriba. Aunque constantemente padecía de vértigos, no cesaba de predicar el santo oficio. El último sábado se incorporó a las cinco de la mañana, como de costumbre, y al revisar su barba se encontró asediado por cientos de granos rojo-amarillos que desfilaban por sus pómulos. El espejo no mentía.

Entonces escribió una nota a Jhon Eskiner dándole las respectivas instrucciones: “Encárgate del oficio. Di que partí a una misión a la Sierra Nevada de Santa Marta. Después te explico”. La brevedad pausada de su enmienda mostraba su poca preocupación por el asunto. Con algunos baños de ajenjo expirarán estas granujas, se prometió a sí mismo, como para reforzar su tesis. Pero las llagas continuaron anidando en su cara y en pocas horas eran las dueñas de su cuero cabelludo. Para no provocar rumores, pues los sacramentos así lo exigen, contactó a un cómplice amigo dedicado a la medicina; se dedicó a leer los diarios y a planear su próxima incursión nacional para expandir el evangelio. El dictamen fue severo. Reposo total y ciento de exámenes metódicos. “El virus es extraño. Cuídese mucho, reverendo”.

Fue así como apareció a mi puerta, vestido como cualquier mortal que busca desahogo. Su cara surcada por arrugas concéntricas, su cabello ajedrezado y un tufo de santo inconfundible. Llevaba más de dos años sin verlo en persona, puesto que sus milagros eran noticia obligada en los telenoticieros. Recuerdo que la última vez que se atrevió a llegar hasta mi casa fue para indagar sobre el comportamiento de las prostitutas. Según él, yo debía conocer a cabalidad el quehacer. Su inquietud se debía a cierto plan macro religioso para expandir el evangelio en las calles olvidadas por su dios. Accedí sin muchos misterios, como siempre suele suceder ante alguna de sus patrañas.

Ahora era distinto; un dejo de pesar cosquilleó en mi mente al observar aquella silueta desproporcionada. Sus brazos rozando el suelo y sus pies semejantes a dos árboles gemelos en edad. Sus ojos, entre negros y azules, ya no poseían el brillo místico que me desnudó aquella tarde frente al púlpito, en donde avasallaba con palabras retumbantes. De eso hace más de veinte años, y mi inocencia en grado subcero; hoy es una sombra. Aquel día tuve el presentimiento de estar frente a un dios personificado, porque de su lengua brotaban versos melodiosos, sustantivos mágicos y látigos verbales. “¡Hermanos!, la carne es la perdición del hombre. En el reino de los cielos el pecado no tiene lugar; por eso la lascivia debe ser combatida con ayunos…”. Los rumores de admiración se esparcían entre las grandes sillas de madera que se organizaban en filas mudas y sombrías. El centro, justo donde se ubicaba el púlpito, estaba iluminado por una extraña luz de colores combinados, y la figura esbelta del predicador daba al recinto un aire de total reverencia. Era como si Dios mismo estuviera allí postrado, increpando y tratando de salvar a los pobres feligreses. Se quedó mirándome con tanta frialdad que me hizo sudar bajo los senos.

Sus ojos penetraron en mis entrañas y llegué a pensar en estar poseída por un espíritu maligno. Su juzgadora voz ahora se escuchaba como un trueno: “Hermanos míos, den la bienvenida a una nueva alma. El reino de los cielos se regocija. Siempre hay un lugar en nuestra casa para las ovejas descarriadas”. Sus grandes ojos azules seguían devorando mi debilidad; aquel sudor de mil poros parecía mojarme. Sola como una autómata, a merced de aquel semidiós del mundo moderno, lo vi acercarse y descargar su gran mano derecha sobre mi frente durante treinta largos segundos, y sin que pudiera hacer nada, su metacarpo izquierdo sujetó mi pecho a la altura de mis senos erectos que no parecían disgustados ante tal provocación. “Hermanos, oremos por el alma de esta joven, y que Dios la reciba en sus omnipotentes brazos”.

Creo que perdí el conocimiento durante siglos, pues al recobrar la realidad estaba siendo atendida por una anciana de mirada diminuta que escondía sus cabellos tras una pañoleta negra. El salón estaba desierto y una música de piano agonizaba en mis oídos. No terminaba de huir mi perplejidad cuando apareció el reverendo Mesarín con un atuendo normal. Le hizo una señal a la anciana, que abandonó el recinto. Se acercó y sujetó levemente mi brazo derecho. Me enseñó algunos cuartos donde se hacía penitencia, un enorme piano Yamaha en donde sus manos parecían aladas al ir de Do a Do; me leyó un salmo de David del cual nada entendí, pues estaba estupefacta ante aquella aparición divina. Después de media hora gastada en discursos, me recostó en un gran sofá rojo, como la sangre del salvador que proclamaba. Con sus dedos lisos y yertos rozó mis labios y, cuando pensé reaccionar, su voz imperativa rompió mis tímpanos: “Hija, mi reino no es de este mundo; a donde yo voy tú puedes ir y encontrarás sosiego para tu abatida alma. No desperdicies tu oportunidad, no todos los días el reino de Dios llama a tu puerta...”. Una pausa recóndita y luego me atrajo bruscamente contra su pecho: “Hija, yo sé que tú sufres por tus pecados, que la lujuria ha socavado tu cuerpo inocente y de noche despiertas con pensamientos abominables. Es tu carne, hija, pero la redención es oportuna”.

Al concluir el sermón, sus manos se abrieron paso entre mis piernas y, con gran velocidad, mis senos quedaron flotando en el aire con olor a incienso. Sus dedos penetraron como agujas en mis calzoncitos de franela y mi sexo parecía una laguna de encantos musicales. Me desvistió con un ritual sagrado, inundando mi cuerpo con una saliva vivificante y erótica. Su boca se amoldó a mis senos en los que la pulcritud asemejaba un nevado en llamas. Me poseyó con una magia tal, que no sentí el momento en que el cántaro estallaba contra su sexo de piedra antigua.

Se levantó como si acabara de ganar un alma para su inventario celestial, acomodó su ropa que nunca terminó de quitarse y me brindó una sonrisa complaciente. Luego se alejó. Mientras me vestía, pensé en las consecuencias religiosas de aquel acto carnal, pero me reconfortaba la idea de haber sido desflorada por un hombre que quizás sería el mismo Dios en persona. Calcé mis sandalias y, al incorporarme del sofá, vi un hilillo de sangre que buscaba la curvatura de la caída. Sangre roja escarlata, como la sangre del salvador que proclamaba.

mayo 06, 2025

Silvio y Cobain en las fauces del mercado.

 


Por: Carlos Arturo Gamboa

Docente Universidad del Tolima

Hay una anécdota sobre la moda y Kurt Cobain. El entonces desconocido músico se propuso usar prendas distintas a las tradicionales en el mundo del espectáculo rockero, esto muy ligado a la nueva escena grunge que pululaba por todas partes a inicios de los años noventa.

Kurt vestía con camisas leñeras, playeras sencillas, jeans desgastados, sacos de lana y zapatillas, nada que ver con atuendos de bandas como Guns and Roses y similares que por entonces enarbolaban la bandera del rock. Esa forma de vestir pronto empezó a convertirse en el símbolo de una nueva ola, de una onda musical que de alguna manera se revelaba contra las antiguas estéticas juveniles, algo que Cobain compartía.

Cierto día, cuando después de una larga gira retornó a Seattle, al pasearse por un bulevar encontró que muchas tiendas adornaban sus maniquíes con atuendos similares al suyo; al ver esto sintió una profunda tristeza y se hundió en una depresión que duraría semanas. Kurt y Nirvana ya eran famosos, su álbum Nevermind (1991) había roto récords de ventas y su imagen flotaba por los canales de MTV como el nuevo genio de la cultura del rock.

Esta historia tiene un complemento: es que, por el año de 1992, el diseñador Marc Jacobs realizó un evento para presentar su nueva colección juvenil y estaba toda inspirada en el atuendo de Kurt Cobain. El diseñador envió a Kurt una muestra de dicha colección. Según la compañera del atormentado músico, esto ofendió de nuevo al futuro suicida e incluso, dijo Courtney Love, que prendió fuego y quemó aquella ropa como si estuviese haciendo un rito de expiación.

Estos sucesos evidencian la forma en que el sistema de mercado capitalista se alimenta y se regenera de forma continua, incluso sumando a su portafolio aquellas expresiones contraculturales que surgieron como resistencia a la cultura impuesta. La depresión de Kurt ante tales eventos surge de darse cuenta de ese síntoma; él se había propuesto, de manera iconoclasta, romper con esos símbolos impuestos, y terminó él siendo uno.

Esta anécdota se me vino a la cabeza al ver por estos días la manera en que el mercado del espectáculo ha dispuesto la gira del cantautor cubano Silvio Rodríguez. No más anunció su gira, la euforia de miles de latinoamericanos creció por ver quizás lo que será su última gira, ya que, con cerca de 80 años, se prevé su retiro de este tipo de eventos. Entre septiembre y noviembre de 2025 tiene pensada la gira el cantautor nacido en San Antonio de los Baños (Cuba) y quien formó líricamente a Latinoamérica desde la aparición del álbum Días y flores (1975).

Autor de más de 500 canciones y reconocido internacionalmente por sus acordes y letras profundas, se ha agendado en Perú, Chile, Argentina, Uruguay y Colombia. El fenómeno y entusiasmo por escuchar de nuevo a esa leyenda llamada Silvio Rodríguez ha desbordado toda expectativa. Lo curioso es que su renombre ha sido secuestrado por el mercado y la boletería para sus presentaciones ha caído en el juego de la especulación. En cada uno de los países en donde han abierto venta de entradas a sus conciertos, los tickets han ido a caer en manos de los revendedores en tan solo unos minutos; luego, un día después, aparecen a la venta con cinco o más veces su valor inicial.

De esa manera, intentar asistir a una de sus funciones en vivo resulta un privilegio mediado por el poder adquisitivo, sin que exista nada ni nadie que pueda regular la tendencia del mercado. Al no ser que se gestase una extraña rebeldía masificada para no comprarles a los revendedores, lo cual es tan utópico como desear que un día le den el Premio Nobel de Literatura al genio de los acordes de la nueva trova cubana, qué bien merecido lo tiene.

Kurt y Silvio, dos íconos de la contracultura, dos revolucionarios de su tiempo, un día fueron sometidos a los caprichos consumistas del mercado y convertidos en prenda de transacción. Cobain se terminó volando los sesos a una temprana edad, mientras Silvio recorrerá esa Latinoamérica que lo idolatra, pero sin la presencia de la gente humilde que lo cantó en mil amaneceres de bohemia, que lo coreó en cientos de marchas libertarias, que lo grabó en casetes piratas cuando escuchar a Silvio era sinónimo de revolución. Silvio estará en los escenarios acompañado de quienes tuvieron que pagar los caprichos insanos del mercado que se apodera de todo, hasta de los signos que sueñan su derrota.

Por ahora, solo queda conformarnos con ese viejo Silvio Rodríguez Domínguez que canta gratis en su “Gira por los barrios de Cuba”, la cual sobrepasó la envidiable suma de 100 presentaciones. Y quizás con ese recuerdo reunirnos con los nostálgicos y tararear a la distancia que no les compraremos boleta a los mercaderes de los sueños, porque “yo me muero como viví”, y que nos llamen necios.


abril 07, 2025

LAS PARADOJAS DE LA PERFECCIÓN

 


                                                                                         

 

Por: Carlos Arturo Gamboa B.
Docente Universidad del Tolima

En el fangoso trascurrir del día a día del siglo XXI, olvidamos con frecuencia lo que contiene la definición de "ser humano", en cuyo centro se encuentra la palabra "contradicción". Lejos de las ficciones propias de las mitologías religiosas, el ser humano está hecho de contradicciones; nada más banal que la pretendida perfección en un mundo agónico en continua transformación, o más bien debemos decir, degradación.

El siglo XXI nos ha inundado de mensajes que parecen ir en contravía de nuestra historia y destino como humanos. Mientras el planeta colapsa, en gran medida por nuestra culpa, seguimos en la búsqueda de un mundo ideal, gobernado por un ser perfecto, espécimen que no existe ni ha existido. Esta paradoja nos hace infelices, porque no hay nada más alejado de la felicidad que tener que aceptar la imperfección humana en un planeta plagado de supervalores de idealización.

Para ser feliz hoy (o al menos aparentarlo), hay que tener el cuerpo perfecto vestido con la ropa perfecta comprada con el salario perfecto del trabajador perfecto. El lenguaje perfecto debe dar cuenta de un ser con valores éticos y morales perfectos que no ofendan la pretendida perfección de la opinión de miles de seres perfectos que expresan opiniones perfectas en medio de miles de redes comunicacionales interconectadas que dan cuenta de todo lo contrario: la imperfección es connatural a la esencia humana.

Y al estar atrapados en la ansiedad colectiva de la perfección y sabiendo que la realidad se mueve sobre una enorme superficie de imperfección, experimentamos el vacío de esa idealización imposible. Las relaciones, de todo tipo, fracasan cuando no se logra entender que estamos construidos de contradicciones. 

Así que el médico se equivocará en el diagnóstico, el futbolista errará el penal en el momento trascendental, el político prometerá más de lo que hará, el líder espiritual de la comunidad cometerá acciones indebidas, el profesor no tendrá la respuesta adecuada… Todos, absolutamente todos, haremos acciones “no correctas” en cualquier instante de nuestra cotidianidad, sólo que es lo primero que olvidamos cuando dicha acción es ejecutada por el "otro". Entonces, como jueces dotados de las leyes inalterables de la perfección, desplegaremos un arsenal de juicios ético-morales contra ese infractor que ha osado vulnerar la perfección. Nuestro dictamen es letal; como Torquemadas de la era digital, nadie estará exento de ser calcinado por el fuego de nuestras opiniones.

En ese sentido, existe una enorme contradicción cultural en el mundo actual: somos una masa imperfecta que busca desesperadamente seres perfectos que guíen nuestro destino. Los “otros”, para poder ganar nuestra confianza, se rotulan como seres perfectos porque nadie los aceptaría si fueran capaces de aceptar lo contrario, es decir, lo real. Ellos se autoengañan para engañarnos y construir la red universal de la mayor falsedad que ha existido.

Juzgar al "otro" con el estándar de la imposible perfección refleja, entonces, una enorme ignorancia por lo que somos como seres humanos y una falta absoluta de autoconocimiento. Así que cuando vayamos a juzgar al "otro", debemos observarnos un instante en el espejo de nuestro interior y recordar aquella conclusión del psicoanalista Erik Erikson cuando afirmó que: "Cuanto más te conoces a ti mismo, más paciencia tienes por lo que ves en los demás".

Piensa un momento en lo siguiente: si todo lo que has sido y eres fuera expuesto en la pantalla de la existencia de los valores perfectos, ¿qué dirían de ti? ¿saldrías ileso? De seguro ninguno lo haría; por lo tanto, resulta una paradoja vivencial andar por todos lados, sobre todo en las redes sociales, rasgándonos las vestiduras ante la imperfección de los demás.

abril 02, 2025

Humanos y muñequitos animados

 


Por: Carlos Arturo Gamboa B.

Docente Universidad del Tolima

 Hace un buen tiempo, muchos teóricos vienen hablando de los grandes impactos (positivos y negativos) que la inteligencia artificial tendrá sobre la cultura humana. Casi todos coinciden en que serán muchos los oficios, actividades y profesiones que se verán intervenidos ante la capacidad de ser ejecutadas de manera más “eficiente” por la IA.

En ese sentido, estos días ha surgido una gran polémica por la generación de imágenes con el formato de los estudios Ghibli que han inundado las redes, causando alarma entre los dibujantes tradicionales de caricaturas y cómics, lo que evidencia de alguna manera el tamaño del debate que debemos asumir como especie.

Viendo lo que está sucediendo, aún no alcanzamos a calcular los desarrollos de la IA en campos como la medicina, la industria armamentística, el derecho, la política, el periodismo, la industria del entretenimiento, la música y el arte en general. Libros escritos por la IA, películas, candidatos diseñados para atraer a los votantes con algoritmos que extraen las tendencias de la ciudadanía, diagnósticos médicos mucho más precisos, valoraciones y asesorías jurídicas con un ilimitado backup de normas, creación de pinturas, retratos, imágenes y un sinfín de artefactos que hasta ahora eran dominio de la mente, creatividad y habilidades humanas, ahora se pueden generar y multiplicar hasta el infinito.

En el campo educativo, el impacto de la IA será también trascendental, aunque la educación dada a permanecer estancada ante los cambios de la cultura aún no reacciona del todo. Lo cierto es que hasta ahora los humanos habíamos creado herramientas que usábamos, en la mayor parte de los casos, para mejorar nuestras condiciones de vida en el planeta, pero durante la segunda mitad del siglo XX emprendimos una carrera desaforada por crear artefactos letales, de los cuales la bomba atómica detonada en Hiroshima era hasta ahora la más representativa. Pero hoy tenemos drones de precisión matando niños en Gaza y sí, son operados por la IA; ese es el nivel de nuestro desafuero.

El reto que nos depara el futuro es enorme, ya que, si el miedo de que la IA logre su total autonomía y se pueda redefinir a sí misma se concreta, traerá consigo el apocalipsis que se pronosticaba en “Terminator” por allá en el distante año de 1985. Pero antes de eso, muchos elementos cotidianos de nuestra cultura mutarán inevitablemente, siguiendo la línea de evolución (o involución en muchos casos) a la que hemos asistido sin darnos cuenta durante las últimas cinco décadas.

Esta es la gran encrucijada que, junto a una posible extinción masiva de la vida, se convierte en uno de los elementos centrales del debate y de los cuales pocos hablan, porque la mayoría están viviendo, sin saberlo, un gran cambio cultural reflejado en una total inmersión que impide apreciar la urgencia central del planeta. Así, la lucha menor es contra los dibujos animados producidos por la IA; es más bien la concepción de quienes promueven la IA, concibiendo la humanidad como simples muñequitos.

marzo 18, 2025

LA FRAGILIDAD Y LA VIOLENCIA: NOTAS SOBRE LA SERIE “ADOLESCENCIA”

 


Por: Carlos Arturo Gamboa

Docente Universitario

 

If blood will flow when flesh and steel are one
Drying in the colour of the evening Sun
Tomorrow's rain will wash the stains away
Something in our minds will always stay

Perhaps this final act was meant
To clinch a lifetime's argument
Nothing comes from violence
And nothing ever could
For all those born beneath an angry star
Let's we forget how fragile we are

Sting (Fragile)

 

Hay un lugar común que se repite hasta la saciedad cuando se habla de arte y es que toda expresión artística verdadera procura reflejar la condición humana. Pero, ¿qué es la condición humana? Se podría decir que es la forma en que los humanos expresamos esa tensión única que nos diferencia de las demás especies, y se compone de esas pulsiones propias que nos hacen, al mismo tiempo, amar y odiar, llorar y reír, asombrarnos y embotarnos. En sí, la condición humana es la esencia de la misma contradicción que poseemos al nombrarnos seres humanos. En ese sentido, el arte lo que hace es recordarnos que somos humanos, contradictorios, frágiles, depredadores, amorosos… que somos la mejor y la peor especie de la que hasta hoy se tenga conocimiento en el universo.

Ahora bien, frente a un producto artístico (poema, novela, cuadro, obra de teatro, cine, serie, etc.), siempre tendemos a buscar una marca identitaria que nos identifique y cuando esta aparece se presenta como un temblor estético — extrañamiento le llaman algunos teóricos— y nos deja resonando ciertos aspectos durante mucho tiempo más allá del momento mismo del encuentro con la expresión artística.

Incluso sin saberlo, millones de personas experimentan el síntoma que deja el arte cuando nos encontramos con él. Sentimos el vértigo frente a una pintura, una película, una melodía, ante cualquier expresión artística; es algo así como el descubrimiento de «la música oculta de las cosas». Que un producto artístico alcance esa capacidad de resonancia requiere que muchos elementos estéticos se hayan conjugado adecuadamente. Algunos logran emocionarnos durante un breve periodo, luego la curva del asombro desciende, por eso rara vez un producto logra mantenernos levitando de placer estético durante todo el tiempo de la contemplación. Como sujetos imbuidos en la cibercultura, a diario nos enfrentamos a la admiración o consumo de cientos de productos que pretenden ser arte; es decir, que pretenden ir más allá del simple entretenimiento; pocos alcanzan dicha pretensión.

Ese goce estético, ese temblor o ese extrañamiento es lo que ocurre al ver una obra como la miniserie “Adolescentes”. De entrada, el espectador siente que se encuentra ante un producto cuya dimensión explora la condición humana y logra trasmitirnos ese sentir, generando un estado de inmersión que sigue rondándonos incluso cuando culmina. La historia es sencilla y, lamentablemente, cotidiana: un joven de trece años apuñala a una compañera del colegio, es detenido y procesado por homicidio mientras nos van narrando el drama social, familiar y jurídico. Acá lo importante no es responder la pregunta ¿qué pasó?, el interrogante central que mueve el guion, y a nosotros como espectadores, es: ¿por qué pasó?, como en la novela “A sangre fría” de Truman Capote. Y de ahí surge toda la tensión que se compendia en cuatro capítulos.

Entonces podemos ver los dramas que se cruzan: la familia de cara a la ley como en una encrucijada kafkiana. La ley estupefacta ante su propia inutilidad que sólo se limita a castigar bajo unos cánones que resultan obsoletos frente a la cruda realidad, de ahí que los investigadores den tumbos constantemente. La escuela como institución oficial retratada como el lugar inviable para la formación de estos adolescentes puestos en trance por unas urgencias generacionales que el mundo adulto ya no entiende. Los lenguajes cifrados de un mundo juvenil que remite a sus deseos, sueños y frustraciones y que ya no le dice nada a esa sociedad envejecida.

El gran choque de mundos que allí presenciamos es el de diferentes generaciones. Unos padres educados bajo los parámetros de la corrección moral, en donde el agravio era amonestado físicamente, frente a una juventud producto de una tendencia a eliminar la violencia formativa que desaparece para dejar un vacío que es reemplazado por la inseguridad, dando espacio a la fragilidad. Es memorable la ambientación musical de la clásica canción de Stign titulada “Fragile”, para recordarnos dicha tensión generacional y mostrarnos la inevitable levedad de vivir en un tiempo sin raíces profundas.

El tercer capítulo es una oda psicológica que da cuenta del comportamiento humano de este adolescente puesto en situación de abismo. Sus deseos, frustraciones e iras contenidas generan una de las mayores implosiones narrativas que se hayan visto en series recientes. En esos 45 minutos se condensa un llamado de alerta que podemos intuir como el rasgo universal adolescente que impera en esta década del siglo XXI, el siglo de las soledades intercomunicadas.

La serie es un artefacto redondo en el cual cada pieza, cada actuación, cada plano está dando cuenta de esa totalidad discursiva guiada por la pregunta constante: ¿qué significa ser adolescente en un mundo como el actual? Obviamente, ese contexto narrado es Inglaterra, pero de ese mundo podemos extrapolar muchos elementos de nuestras sociedades en situación de alarma permanente.

Ver “Adolescencia” es una bocanada de aire fresco ante tanto producto light, pero también una señal de que el arte sigue presente en los artefactos audiovisuales y que los emisarios que profetizaban el fin del arte debido a la proliferación de los contenidos en las plataformas no han acertado. “Adolescencia” es un asombro, un llamado de alerta, una loable provocación para que miremos de cerca nuestra realidad y entendamos lo que a veces no logramos comprender: la condición humana.

Posdata: Esta serie debería convertirse en una disculpa para promover una reflexión pedagógica que conduzca a repensar la cuestión de ser joven hoy, algo que urge en nuestras instituciones de formación.


febrero 01, 2025

La guerra de los grafitis: ¿la imposibilidad de la paz?

 

 

Por: Carlos Arturo Gamboa

Docente Universitario

 

La paz más desventajosa es mejor que la guerra más justa

Erasmo de Rotterdam

 

Si quieres la paz, no hables con tus amigos, sino con tus enemigos

Moshé Dayán

 

El año 2025 inició con una gran controversia nacional cuyo epicentro fue Medellín debido a la orden, por parte del alcalde Federico Gutiérrez, de borrar un grafiti construido con el fin de mantener viva la memoria de las atrocidades y violencias cometidas en la ciudad, en especial en la zona denominada La escombrera. El grafiti estaba ubicado en el sector del deprimido de la Terminal del Norte y la disculpa de la alcaldía era muy difusa, se alegaba que dicho trabajo artístico no contaba con permisos y no cumplía las normas de uso del espacio público.

 Vale recordar que el grafiti moderno nació en el mundo urbano por la época de los años sesenta y se convirtió en una forma de comunicación muy usada en los años ochenta, especialmente en las grandes ciudades de Estados Unidos, luego se difundió por todo el mundo. Este artefacto estético es definido por la RAE como: “Firma, texto o composición pictórica realizados generalmente sin autorización en lugares públicos, sobre una pared u otra superficie resistente”, y sus mensajes varían dependiendo del contexto y el momento histórico. En términos generales no hay nada que no pueda ser objeto de un grafiti.

 Así, la arbitrariedad de la alcaldía de Medellín generó múltiples reacciones, entre ellas que colectivos artísticos y políticos se dieran cita para repintar el mural. Del mismo modo, el expresidente Uribe, en una intervención al respecto, validó lo hecho en la Comuna 13 durante la denominada Operación Orión, operación que ha sido objeto de miles de denuncias y que es el símbolo central de la controversia del grafiti. Esto provocó mayor división entre las diversas opiniones, ya que una hoguera no se puede apagar con gasolina. Está claro que el proyecto de la oposición (que por vez primera en Colombia es la derecha), consiste a toda costa en recuperar el poder en el 2026 llamando a la confrontación y el resurgimiento de la desgastada “seguridad democrática”. Por lo tanto, se necesita un discurso de caos y hecatombe para poder posicionarla, algo que les funcionó durante todo el siglo XXI, hasta que las fuerzas progresistas llegaron al poder.

 En ese sentido, el tema central del grafiti refleja un momento de eclosión surgido del largo proceso de búsqueda de la verdad sobre la operación Orión, incluso sobre los denominados falsos positivos y las desapariciones de líderes sociales en todo el país, pero en especial en Antioquia, cuna de las estrategias paramilitares. Pintar el mural no fue una acción surgida de la espontaneidad, fue claramente una acción artística, y toda acción artística es política, así algunos nos quieren hacer creer que no.

 La controversia creció rápidamente gracias a los medios de comunicación alternativos y oficiales y, sobre todo, a las redes sociales que empezaron a replicar el debate. En diferentes ciudades surgieron colectivos quienes articularon acciones para replicar el mural “La cuchas tienen razón”, y a la par, colectivos de derecha empezaron a borrar los mismos. Mientras la pintura de los murales se hace de manera pública y en ambiente artístico y festivo, las borradas se hacen casi siempre en horas de la noche o madrugada y por sujetos incógnitos. Estas acciones se han venido dando en cada uno de los lugares en donde se replicó el mural y la controversia no parece terminar. Recientemente en Ibagué un grupo de exmilitares decidió borrar el grafiti y, a diferencia de otros casos, no se ocultaron ante el hecho, lo cual marca una nueva escalada del “debate/conflicto”.

 ¿Qué hay detrás de todo esto? Algunos afirman (la derecha y algunos de centro) que es una estrategia política montada por el petrismo para empezar la campaña política a la presidencia del año 2026. Pero si vemos con detenimiento fue un abierto contradictor del Petro, como lo es el alcalde de Medellín, quien empezó la polémica, lo cual inválida esta tesis. Más allá de los enfrentamientos, debates y señalamientos de lado y lado, lo que queda en claro es que una enorme zanja se abrió (o se hizo evidente porque ya estaba abierta) entre dos bandos; quienes luchan por mantener viva la memoria de las víctimas y quienes niegan que dichos actos atroces hayan sucedido.

 Entonces evidenciamos dos versiones distintas de país, y este el punto clave del debate. Para construir un escenario de paz los contrarios deben escucharse y acordar medidas conjuntas que permitan aceptar los errores, reparar las víctimas y construir un derrotero que conlleve a la transformación de esa realidad que alimentó la guerra. Lo que observamos hoy, en estas manifestaciones que acá denomino “la guerra de los grafitis”, hace evidente que aún no hemos podido establecer un acuerdo nacional para alcanzar la paz. Hay una gran fractura en el proyecto de país, fractura reiterada en la imposibilidad de “acordar una voluntad colectiva de paz”. Durante el plebiscito por la paz quedó en evidencia que no hemos podido entender, como sociedad, que la paz es un deseo necesario y seguimos usando la palabra PAZ para imaginarnos un país construido desde una única orilla, cuando la paz, como acción concreta, debe ser el barco que una nuestras posibilidades y les permita compartir espacios a nuestras diferencias.

 En contravía al proyecto de paz, la guerra de los grafitis es un síntoma preocupante de una sociedad que vuelve otra vez a insistir en el discurso de la guerra. Guerra que prospera en acciones cotidianas como el desconocimiento de la diferencia, la anulación del otro, el uso del lenguaje ofensivo en detrimento de la argumentación, el odio sin miramientos y la idea precaria de que para que unos puedan construir sus sueños, los otros deben ser eliminados.

 Ojalá pudiéramos, entre todos, pintar un gran muro en donde quepan todos nuestros sueños de país, pero eso parece ser poco probable a corto plazo. Lo que observamos actualmente es un intento de construir un muro de alegría, multicolor y que sirva de memoria para no cometer los mismos desafueros, mientras otros lo borran con el negro y gris de la imposibilidad de la paz y el accionar de las armas. La simbología en este caso es muy diciente.


octubre 21, 2024

DE LIBROS Y LIBROS EXTRAÑOS

Por: Carlos Arturo Gamboa Bobadilla

Docente Universidad del Tolima

 


Hay libros que provocan ser leídos de una sola sentada, otros, por el contrario, son para leerlos gota a gota, con la incertidumbre placentera de nunca concluirlos. Hay libros que llegan a nuestras manos por accidente, no sabíamos de su existencia, si acaso algo de su autor. Cuando seleccionamos libros se actualiza el ritual que conecta a los lectores con nuestros antepasados recolectores: ellos iban por ahí probando nuevos alimentos, supongo que muchos murieron envenenados por hongos antes de descubrir el champiñón.

Las formas accidentales en que accedemos a algunos libros también tienen una fuerte relación con los flujos del mercado, ese mismo del que algunos ilusos aún siguen creyendo que se autorregula. El libro hecho mercancía cumple su ciclo y se devalúa, porque todo lo que sube baja, excepto lo que se queda arriba. Y cuando el libro pierde valor en términos comerciales se vuelve accesible en términos culturales. La mayoría de los libros merecen esa devaluación, incluso debieron no haber sido escritos o al menos no haber sido publicados, pero en el mundo de las mercancías también hay espacio (de por sí ese es el mayor lugar que existe) para la fugacidad y la obsolescencia. Nada más generoso, para un libro banal, que continuar en el anonimato a pesar de ser publicado y promocionado.

Aun así, existen excepciones. Hay libros que merecieron mejor suerte (lectores), pero el capricho editorial y las leyes del mercado (es decir de quienes lo controlan), no se basan en la plusvalía estética, sólo les interesa el valor comercial, aunque ellos saben que no todos los valores se miden en pesos. Hay una leyenda de un libro y un autor famoso, tan famoso que muchos citan apartes sin haberlo leído, como ocurre con La Biblia. Ese libro se titula Una temporada en el infierno, y alguna vez escuché o leí, (eso que importa) que Arthur Rimbaud financió la edición de 500 ejemplares y que 490 de ellos permanecieron casi tres décadas en una bodega. Alguien los encontró por allá avanzado el siglo XX y dio a conocer esa joya de la literatura moderna que iba a generar un tsunami en la poesía. De pasó ese alguien que lo recuperó generó un buen escenario para su plusvalía.

Los datos de esa historia pueden variar. Quizás fueron menos ejemplares, no imagino al vaciado e imberbe poeta Rimbaud autofinanciando todos esos libros. O quizás sí y por esa deuda fue que tuvo que huir hacia Abisinia a traficar con marfil. Quizás no pasaron tantos años para el descubrimiento de esos libros, o quizás no fue un descubrimiento sino una estrategia de marketing editorial. Quizás toda la historia es una distorsión surgida en mi época de lecturas de los poetas malditos y mi caprichosa bohemia buscando su rastro estético. Lo único cierto es que aún los poetas seguimos autofinanciando la edición de nuestros libros y muchos de ellos (por no decir casi todos) merecíamos seguir inéditos.

Pero vuelvo al punto, disculpen que me enredé un rato en el siglo XIX y de allá uno corre el riesgo de no salir ileso. Decía que los libros llegan a uno también porque pierden valor comercial y terminan en ventorrillos, canastas de rebajas y remates. Sabemos que el papel reciclado sirve para hacer cartón, lo irónico que esas cajas luego se usarán para empacar nuevos libros cuyo único destino es convertirse en cartón. Es como la ley del eterno retorno de mala escritura. Sí Nietzsche viviera enloquecería de nuevo.

Bueno, la verdad es que todo eso que dije en los párrafos anteriores fue una excusa para contarles que me encontré un libro extraño en una remate de libros. No digo el nombre de la librería para no comprometerme comercialmente, aunque les diré que fue en una librería de Ibagué (Hay tan poquitas que es imposible no acertar). El autor es el periodista Gustavo Gómez Córdoba y el título del libro es 41 mil palabras sobre Colombia, el dinero, el sexo, la masturbación, el infierno, los bebés, el periodismo, la pereza, el fútbol y Twitter. Sí, ese el título y es la primera razón por la que mis ojos se fijaron en él. Al principio creía que la carátula era un abstract de esos que tenemos como manía hacer los escritores de la academia y que sirve para que el lector no lea más de nuestros sosos artículos. Pero no, ese era el título. Luego husmeé su contracarátula, ahí (si está bien hecha) encontramos la información necesaria para cerrar la compra. Aunque para ser sincero, lo que me terminó de convencer fue el precio, ya les había dicho que estaba en la sección de rebajas.

Ahora voy por ahí con el libro, leyéndolo por pedazos. Es un inventario de palabras y frases, pariente del Diccionario del diablo, de Ambrose Bierce, pero este tiene algo más de misterio, porque está construido con frases, fragmentos e ideas extraídas de los medios de comunicación colombianos, no sólo los tradicionales como periódicos, revistas actuales y extintas, televisión, radio; sino también de redes sociales, blogs y sobre todo Twitter (también extinto por ley inevitable del mercado y uno de sus controladores, un tal Elon Musk). Y en ese divertido inventario de 180 páginas, se reconstruye de manera escrita parte de la idiosincrasia de este infernal y paradisiaco país. Hay humor, citas de autores universales parafraseados, ironía, realidad a chorros, verdades que provocan risa y luego llanto, historia de nuestras alocadas ideas como país y no poca estupidez de esa que se cultiva sin esfuerzo en nuestra extensa terraza cultural. Todo ello lo ha compilado meticulosa (y paranoicamente) Gustavo Gómez.

Valió la pena el esfuerzo de buscar entre tanto libro devaluado y cosechas de ácaros, al fin y al cabo, ahora tengo en mi poder un texto que no leeré de una sentada, sino que lo dejaré por ahí en el escritorio, en la mesita de noche o en la guantera del carro y de vez en cuando lo abriré en cualquier página para recordar que soy colombiano y formo parte de este circo. Un libro que no se lee de una sentada adquiere mayor vigencia y tendré réditos de ello, es decir, me generará plusvalía cultural.

 






septiembre 24, 2024

¡MISERABLES!

 


Por: Carlos Arturo Gamboa Bobadilla

Docente Universidad del Tolima

Afiliado ASPU – Tolima

 

Puedes engañar a todas las personas una parte del tiempo y a algunas personas todo el tiempo, pero no puedes engañar a todas las personas todo el tiempo.

Abraham Lincoln


No encontré otra forma de titular esta columna, esa fue la palabra que retumbó varias veces en mi cabeza después de leer y releer la Carta de Renuncia motivada, irrevocable e inmediata que presenta (y hace pública el 19 de septiembre) Saray Moreno, hasta entonces secretaria de la Asociación Sindical de Profesores Universitarios (ASPU) de la Universidad del Tolima. En esas once (11) páginas se comprimen todo el dolor, la angustia y el desamparo a la que fue sometida esta joven mujer, cabeza de familia y madre soltera. 

 Conocí a Saray Moreno como estudiante del programa de Comunicación Social-Periodismo de la UT, fui testigo de su talento para la escritura y la música, en especial para el canto. Siempre se mostró proclive y sensible ante las causas sociales y ante la infamia social de la cual sería presa en carne propia. Después de muchos avatares que la obligaron a retornar a su querida Santa Isabel, regresó a Ibagué y obtuvo un empleo como Secretaria Administrativa de la Asociación Sindical. ¿Qué mejor lugar podría tener para curarse de las heridas machistas y continuar la forja de sus sueños?, podría uno pensar.

 Un sindicato de profesores universitarios debe ser un espacio en cuyo seno reposan altos valores para la defensa de la dignidad humana, valores que se derrumban de un sólo golpe al leer los improperios, vejámenes y argucias a la que fue sometida por una Junta Directiva indolente. Porque toca aclarar de entrada, se trata de una acción ejecutada (según las evidencias que aporta Saray) en gran medida por la presidenta actual, la profesora Clara Pradilla; pero con anuencia cómplice de los demás integrantes. No se trata acciones propias de los y las afiliados quienes desconocíamos de fondo estos atroces hechos, aunque en el ambiente rondaban sospechas que fueron rápidamente “desmentidas” por diferentes miembros de la Junta en Asambleas y conversaciones propias del chat de afiliados. Insisto: La complicidad o silencio cómplice de la Junta queda al descubierto cuando uno escudriña las múltiples pruebas aportadas por Saray en un archivo que hizo público en su cuenta X (Twitter). Pruebas que dan muestra de la felonía a la que estaba siendo sometida.

 No puedo dejar de imaginar la mano temblorosa de Saray escribiendo cada una de aquellas palabras, porque ellas evocan momentos de angustia, de zozobra, de ignominia vividos durante casi dos años. Creo que en este caso la infamia subió un escalón más. Saray denuncia acoso laboral, maltrato psicológico, amenaza de despido, acusaciones de traición, entre algunas otras que un lector juicioso, y con más conocimientos jurídicos que yo, podrá recabar.

 Hace unos de días la presidenta de la Junta Directiva de ASPU, Clara Pradilla, a propósito de los recientes hechos de violencia y agresión dentro del campus universitario, escribió esto en el chat de afiliados:


Hola grupo. Como presidente de esta asociación sindical rechazo enfáticamente la violencia física, simbólica, al patrimonio público, la mediática y la laboral. Ellas no contribuyen a la construcción de un diálogo constructivo ni a la resolución de conflictos en comunidad.

Un abrazo fraterno.


Hoy uno puede erigir estas líneas como monumento a la doble moral, pues de la lectura de los cientos de líneas que Saray nos entrega, es la profesora Pradilla la mayor responsable de los hechos denunciados. También, como afiliado y defensor del sindicalismo, expreso un dolor inevitable por las acciones que enlodan a ASPU-Tolima, un Sindicato con alta trayectoria en la defensa de la Universidad Pública, siempre respetuoso de la dignidad humana, incluso en los momentos de mayor crisis. Hoy su nombre también ha sido mancillado.

 Llamo a todos los conocidos y conocidas de Saray Moreno a construir un cinturón de solidaridad con ella y su hija; a la comunidad universitaria a blindar su ejercicio de denuncia; a la Universidad del Tolima, mediante sus órganos pertinentes a acoger a Saray Moreno y brindarle la protección, la asesoría y los apoyos necesarios para que su valentía sea ejemplo de que ya las cosas no son cómo antes, que una nueva cultura está en construcción y en ella no debe existir espacio para el acoso, el ultraje y la infamia.

 A los afiliados de ASPU – Tolima los convoco a llamar a cuentas a esta Junta Directiva, ellos deben renunciar, han traicionado los principios básicos del sindicalismo y del espíritu universitario.A los integrantes de ASPU Nacional, de quienes se colige por las pruebas que aporta Saray, conocían de este caso, deben actuar inmediatamente, el buen nombre de este gran colectivo nacional está en la picota pública. 

 A los perpetradores y cómplices de este terrible episodio sólo les puedo decir: ¡Miserables, mil veces miserables!

 Posdata 1:

Escribe Saray en uno de los apartes de su carta:


El 7 de junio del presente año, publiqué en mi red social privada de Facebook el siguiente mensaje: “Yo debo ser la única administrativa trabajando en estos momentos en la Universidad del Tolima porque mi empleador no me permite asistir a la Marcha Carnaval”. Este comentario fue capturado mediante un pantallazo y compartido por uno de los afiliados del sindicato en el grupo de WhatsApp de afiliados (Ver Anexo 12). La publicación generó malestar entre varios miembros del sindicato, especialmente en la profesora Clara Lucía Pradilla Torres, quien posteriormente envió un correo a ASPU Nacional solicitando la suspensión de mi contrato, alegando que la Junta Directiva había decidido no recomendar mi continuidad laboral. Además, se me acusó falsamente de compartir información confidencial de la junta directiva con personas externas, una afirmación que carece de cualquier fundamento o prueba…

 

Ese afiliado del cual habla Saray fui yo, Carlos Arturo Gamboa, quién con pantallazos de la publicación pedí explicaciones a la Junta. A cambio obtuve descalificaciones y señalamientos. El mismo Fiscal, profesor Alexander Rivillas escribió esto ese día:


Si tiene pruebas de acoso laborales en el sindicato debe exponerlas de inmediato, o deberá retractarse profesor. Acabo de mencionar que en mi calidad de fiscal de asputol revisaré los hechos, espero que usted tenga otros como pruebas. Pronto daré un informe.  

 

En ese mismo sentido, el profesore Ever Edrey, miembro de la Junta, acotó:


Doy fe de que se ha dado buen trato a todas las personas vinculadas desde ASPU Nacional como es el caso de la secretaria…

 

Con esos enunciados “concluyeron” que los pantallazos que yo envié no se correspondían con la verdad y que se constituían en una calumnia. Horas después la Junta Directiva emitió un comunicado en mi contra en donde calificaban mi actuar de tendencioso sólo por solicitar aclaración, aclaración que también pidieron otros afiliados. ¿Con estas irrefutables evidencias el profesor Ever Edrey seguirá dando fe de que esta ignominia no ocurrió? Casi cuatro (4) meses después el Fiscal sigue guardando silencio. Al parecer aún no ha visto nada, o se ha hecho el ciego, o la política del odio que ahora determina sus acciones lo han convertido en alguien que sólo ve la paja en el ojo ajeno e ignora la viga en su propio ojo. Mal que, al parecer, padecen todos los miembros de la Junta actual, todos ellos y ellas, profesores universitarios.

Posdata 2: Ver anexos en los links y las imágenes que aporto.

Posdata 3.¿Por qué tanto silencio? ¿Miedo, complicidad o cálculo político ? ¿Y los medios?






junio 04, 2024

DESPEDIDA

 




Por: Carlos Arturo Gamboa Bobadilla

Docente Universidad del Tolima

 

La gente buena no se entierra

Se siembra

Pedro Capó


Es la ley inevitable de la vida, todos debemos detenernos un instante y hacernos ausencia. Esta vez le tocó a Gabriel Arturo Castro, un ser cuya grandeza en vida labrará una mayor al no estar con nosotros. Hombre de letras rigurosas y fino humor fue un gran cultor y sembrador de la palabra. Como crítico fue protagonista de la separación de la obra de la alabanza fatua y el amiguismo ramplón; aunque admiró y exaltó a muchos escritores juiciosos y fue amigo como pocos. Siempre certero en sus apreciaciones y consumado lector.

Un tres de junio estaba destinado como día declarado para su partida. La muerte de alguien cercano siempre nos genera una profunda tristeza y si ese ser querido ha sido ejemplo digno de imitar, la tristeza se triplica. Casi siempre se muere para ser olvidado, pocas veces al morir se empieza a trascender, este último es el caso de Gabriel Arturo.

Su obra es prolífera. No más en septiembre de 2023 pudimos asistir en la Universidad del Tolima, a la presentación de su libro titulado La literatura, el límite y la extrañeza. Summa Ensayistica 1986-2022. Aquella noche, en el evento organizado por el Centro Cultural de la UT, pudimos conversar con Gabriel Arturo y escuchar sus punzantes apreciaciones sobre literatura colombiana y regional.  Con esta última siempre sostuvo una férrea discusión y su mirada no fue condescendiente con muchos autores y muchas obras debido a la ligereza literaria de ambos. No obstante, a muchos escritores jóvenes impulsó con sus consejos, correcciones y lecturas sinceras de sus escritos. Gran parte de su buen nombre lo construyó como un certero crítico y comentarista de libros desde los ya lejanos años del Magazín Dominical del periódico El Espectador.

Como poeta su obra es de calidad y consistencia, ganador de varios premios nacionales de poesía, entre ellos el premio nacional de Porfirio Barba Jacob (2009) con el poemario Tras los versos de Job, en mi opinión una rareza de libro por su lenguaje hermético y cuidado. Ese mismo año su mano generosa escribía el prólogo para mi único libro de cuentos publicado: Sueño imperfecto. Recuerdo que en la lectura previa del proyecto redujo mi propuesta inicial de 45 textos a sólo 22, ese era el tamaño de su rigor.

Como ensayista su valor radica en las pesquisas y valoraciones pertinentes de muchos libros y autores. La Universidad el Tolima, en su sello editorial, le publicaría el texto Ceniza inconclusa (2012) el cual fue presentado en la 25 Feria Internacional del libro en Bogotá y de la cual tuve el placer de hacer una breve reseña en la cual destacaba:

 

(…) encontramos entre estos ensayos y reflexiones, miradas que invitan a renovar la lectura de autores como Horacio Quiroga, Aurelio Arturo, García Lorca, Kafka, Rojas Herazo y otros más cuya dimensión estética los convierte en referente de infinitas interpretaciones. Así mismo, a manera de pinceladas decantadas, encontramos breves escritos en donde el autor nos provoca con reflexiones sobre el sentido del arte, de la imagen, de la estética, la palabra, como si quisiese adobarnos un inventario para el que se atreva a deambular por el complejo mundo de la creación.[1]

 

Y es que Gabriel Arturo fue un provocador de la palabra, un conocedor de la estética refinada y el trabajo escritural. En la reciente FILBO 2024 Domingo Atrasado Editores, había presentado el libro Alegoría del buen escriba. Poesía completa, 1990-2019. Su obra reunida quizás ya era presagio de su pronta partida.

Como docente su calidez, exigencia y enseñanzas son conocidas de sobra. Muchos años fue catedrático de la Universidad del Tolima, en donde sus innumerables exalumnos son testigos de su dedicación. Quienes compartimos con él más de cerca, pudimos constatar su ironía constante, su calidez y su punzante lenguaje. Durante los años que fuimos compañeros de estudio en la Maestría en Literatura de la Universidad Tecnológica de Pereira, descubrimos la pasión por la escritura y la lectura, pero también su humor fino y alegría constante.

Al irse nos deja muchas palabras y conversaciones pendientes, enseñanzas que se truncaron en ese diálogo que practicaba como herramienta pedagógica. Pero nos queda su obra, sus poemas, sus ensayos, sus notas y reseñas, pero sobre todo su recuerdo y esa gran lección de vida de que se puede ser un escritor sencillo y completo, aún en estos tiempos de altivez y facilismo.

Adiós poeta, escritor y amigo Gabriel Arturo Castro, sólo estas breves palabras puedo dejar ahora como homenaje de quien usted llamaba, -siempre sonriendo-, Charles Artur Gambó, otro «maldito poeta», que, -solía hacer énfasis- no es lo mismo que un «poeta malito». Extrañaré tu calidez y tu ironía.

 Junio 4 de 2024.



[1] Disponible en: Revista Aquelarre. Universidad del Tolima. No 22, años 2012. Pp. 225- 231

mayo 17, 2024

Universidad Nacional: ¿democracia o caos?

 


Por: Carlos Arturo Gamboa Bobadilla

Docente Universidad del Tolima

 

Desconocer lo que piensa la comunidad universitaria no es el mejor camino para gobernar una institución educativa. Pero, hacer a rajatabla lo que la comunidad desea, tampoco; sobre todo porque es imposible tener consensos definitivos sobre el rumbo que debe adoptar una institución pública. ¿Qué hacer entonces?

Hay que empezar por entender que las formas de gobernanza están en constante ebullición, mientras que las normas tienden a petrificarse rápidamente, impidiendo que las nuevas tensiones sociales y culturales se incorporen a la vida institucional.

En ese sentido, el problema de la elección de rector en la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) refleja el momento de tensión que viven las Instituciones públicas educativas de todo orden en Colombia. Después de muchos años de ser gobernadas bajo unos principios "democráticos" estólidos, se enfrentan a la posibilidad de ahondar en la participación como estrategia de gobierno. Para lograr lo anterior se requieren reglas claras que permitan trazar rutas de participación de sus actores, entender hasta dónde va el campo de acción de cada actor y cuáles son sus límites. Lo anterior se enfrenta a un dique construido con muchos años de burocratización de la vida universitaria, en especial desde que se aprobó la Ley 30.

Otro aspecto clave en esta construcción es la vocación democrática de la comunidad, entendida como la capacidad de concebir el papel individual y colectivo en la solidificación de la gobernanza. Entender el sentido máximo de una Institución Educativa pasa primero por comprender que el bien individual está debajo del bien colectivo y que el bien colectivo jamás debe estar por encima del bien social.

Así, la ecuación resultante es sencilla de enunciar, pero supremamente compleja de llevar a la práctica. ¿Cómo construir mecanismos de cooperación que permitan una participación real y al mismo tiempo preserve lo público como valor máximo? Existe un camino viable, pero es lento y tortuoso, se trata de trabajar con la comunidad y que sea la comunidad quiénes construyan esas rutas, mecanismos y normas, para que luego sean institucionalizadas. Es decir, el camino es educarnos en democracia para construir democracia. La solución hace parte del campo de la pedagogía política.

Ante ese panorama, la realidad actual de las universidades públicas colombianas demanda certezas contundentes y apertura a la construcción colectiva. Muchos años de juegos de poder al interior de las universidades han creado castas dedicadas a configurar formas obtusas de llegar o mantenerse en el poder, como se hace evidente en las últimas líneas de gobierno de la UNAL. A ello ha contribuido una interpretación acomodada, en muchos casos, de la Autonomía Universitaria.

Pero al mismo tiempo, esos juegos de poder han estado amparados por los gobiernos nacionales de turno, quienes desean una universidad al servicio de sus ideologías o intereses políticos del momento. Así se configura el triángulo que asfixia la democracia: la comunidad y sus múltiples intereses, la casta gobernante y los intereses estatales.

Si la casta gobernante se perpetúa a toda costa, termina por sofocar cualquier intento de renovar la democracia al interior de las instituciones, generando un clima de anormalidad normativa. La comunidad tiende a aceptar la derrota en los procesos electorales, lo que al final es una regla implícita en una apuesta democrática. Lo que no acepta una comunidad es que las reglas se acomoden para favorecer los intereses del momento. El continuo desconocimiento de las consultas en la UNAL es claro ejemplo de ello.

Por otro lado, si la comunidad no tiene claros sus límites y roles en esta construcción democrática, confundirá participación con decisión, ya que las instituciones tienen formas de participar, pero al final alguien debe asumir las decisiones y las acciones legales de una comunidad universitaria no pueden ser firmadas por todos los actores, pero sí legitimadas porque pertenecen al orden de la apuesta colectiva. Por decirlo de otra manera: el rumbo de un barco puede ser concertado por la tripulación, pero el timón se le delega a un experto que sepa de navegación.

Por su parte, el gobierno central debe dotar de garantías a la Institución Educativa para que navegue en busca de los intereses sociales máximos: en este caso que la Universidad cumpla su función como estructura de formación social, cultural y económica de una nación. Debe darle rutas claras sin cohesionarla en su andar, algo que ningún gobierno anterior ha entendido a cabalidad y que el actual parece tampoco ha logrado descifrar, puesto que los síntomas de intervención delatan la imposibilidad de un diálogo franco que active la necesaria transformación.

En la UNAL se encuentran, en este momento, las tres tensiones: una comunidad que se siente birlada, una casta que se niega a ceder los escenarios de poder y un gobierno sin rutas claras de acción que se encamina a hacer lo que siempre han hecho los gobiernos de turno, imprimir su sello a toda costa.

Si los roles de los actores no están claros, llegamos a un escenario como el que actualmente se está configurando: democracia o caos.