mayo 16, 2020

Consecuencias de la captura corporativa y sus efectos durante la pandemia


Por: Martha Devia Grisales
Catedrática Universidad del Tolima

Instrúyanse, porque tendremos necesidad de toda vuestra inteligencia. Agítense, porque tendremos necesidad de todo nuestro entusiasmo, organícense, porque tendremos necesidad de toda vuestra fuerza.
Antonio Gramsci.

La sociedad, como ha sido concebida y configurada, ha naturalizado una serie de regímenes que nos obligan y conducen a comportarnos, pensar y aceptar sus dinámicas en beneficio de un sistema que se ha adueñado de todo y ha mercantilizado la vida misma de los seres humanos. Ese orden biopolítico de la sociedad no corresponde a las demandas justas por las que todo un planeta, en especial desde las periferias, hoy apela. Debemos ser beligerantes en la búsqueda colectiva de nuevas formas de vida, que se desarrollen bajo una “estructura” distinta, en la cual la equidad, los derechos humanos, el respeto por los territorios y por la naturaleza, sean una prioridad.
En ese sentido, este texto pretende evidenciar cómo la captura corporativa es uno de los aparatos neoliberales más nocivos que atentan contra la soberanía y la democracia de los pueblos. El mecanismo de captura corporativa se ha convertido en el ave de rapiña que devora a los pueblos sin compasión, con déspotas y enraizadas convicciones de acaparar y adueñarse de la desprevenida e incauta vida del hombre de la modernidad. El letargo social resulta abrumador y nos ha sumergido en una mecanicidad humana que vela la mirada crítica y real del orden mundial, en el cual no caben las subjetividades, sino que por el contrario se socavan sus derechos por doquier.
¿Qué es la captura corporativa?
Mónica Vargas (TNI – España) lo denomina también «acaparamiento empresarial» o interferencia corporativa. Por su parte, el ambientalista Renzo García presenta la captura corporativa como “Las acciones e influencias indebidas que implementan empresas nacionales o extranjeras sobre las instituciones y funcionarios que conforman los Estados Nación para beneficio propio, en detrimento de la realización de los derechos económicos, sociales, culturales y ambientales de las comunidades.”
Me parece fundamental mencionar que la situación de los países cooptados está fuertemente ligada a la actitud política de sus habitantes. En Colombia, por ejemplo, hemos dejado en manos de tiranías la gobernanza de nuestros pueblos, quienes se ubican a disposición de las transnacionales poniendo en riesgo la soberanía propia, la estabilidad y equilibrio de los territorios.
En este contexto, se entienden mejor las demandas de Gramsci, de instruirnos para comprender lo que sucede, de agitarnos para movilizar, contagiar o arrastrar, si es necesario, a los otros. De organizarnos colectivamente para hacer oposición a esas medidas en detrimento de la justicia social en las que, eficientemente los gobernantes, han maquinado y envuelto el país.
¿Cómo contrarrestar esta situación? Para muchos analíticos, la captura corporativa, al igual que muchas otras determinaciones que atentan contra la estabilidad social, tienen que ver con la apatía política. La actitud negligente, indiferente, analfabeta y descuidada ha sido nefasta para la edificación de una estructura social equilibrada y justa, condenándonos por décadas a esta detestable cotidianidad corrupta de todo el sistema. Es hora trasnochada de asumir la corresponsabilidad de defensa territorial porque, muy a pesar del asedio y de las distintas amenazas de corrupción que nos vuelve escépticos, el sistema democrático de abajo hacia arriba puede funcionar.
La captura corporativa es tan delicada para los países que muchos defensores, organizaciones nacionales e internacionales, están buscando diferentes alternativas que nos permitan, uno comprender esta situación y, dos, buscar estrategias para empezar a bloquear y / o debilitar este contexto.
En esa dinámica, en Bogotá durante el 20 y 21 de febrero de 2020, se llevó a cabo el Seminario Internacional ¿Qué es la captura corporativa del Estado? organizado por el Colectivo de Abogados José Alvear Restrepo (CAJAR). Contó con la participación de diversas delegaciones de comunidades afectadas por proyectos extractivos, organizaciones sindicales y populares, así como miembros de ONGs y asistentes internacionales, entre ellos Mónica Vargas (TNI - España), Daniela Gómez Rivas (Fundación Paz y Reconciliación) y Gonzalo Berrón (TNI - Argentina).
Un plan para tomarse el Estado
Por tanto, es necesario recordar que después de la guerra fría el sistema internacional empieza a transformarse para la liberación de las economías de Estado, esta circunstancia histórica convierte a los Estados Unidos en la potencia económica hegemónica, su poder ha logrado flanquear otros comercios, ejemplo de ello, los tratados de libre comercio internacional en detrimento de los derechos humanos. Los Estados capturados son financiados por diferentes organizaciones que regulan sus políticas públicas, ejercen presión para que se aprueben normas nacionales hechas en beneficio de los grandes inversionistas y envuelven a los pueblos en un proceso de decadencia moral. Esta problemática va fuertemente ligada al genocidio ambiental, al grado de destrucción del tejido social, del medioambiente, de la salud de la población, el aumento de la desigualdad, el desplazamiento y la pobreza en general.
Desde otra óptica, Daniela Gómez Rivas (Fundación Paz y Reconciliación), afirma que en Colombia se viene dando una coaptación del Estado y de la democracia desde finales de los años setenta.  Dese entonces las mafias colombianas trascienden de unas élites económicas que luego de la legalización de dineros producto de narcotráfico y del financiamiento de campañas políticas, migran hasta la formación de clases políticas y de autoritarismos competitivos constituidos por clanes que se aseguran en las regiones. El panorama nacional nos muestra, actualmente, este mapa con sus actores.
Es así que, se ha generado una suerte de arquitectura de la impunidad a través de cooptación de los reguladores y /o generadores de normas y leyes. En otras palabras, ha sido inevitable la captura mafiosa de los recursos públicos del Estado colombiano en beneficio de unas élites y de unos organismos privados, auspiciados por la impunidad con la que se movilizan las actividades corporativas o empresariales. Lo anterior, no sólo conspira contra el desarrollo sustentable, sino que atenta contra la legitimación de las democracias que tiene la apariencia de gobernar desde los pueblos, pero que en realidad está gobernada por élites políticas.
Cooptación y pandemia en Colombia
Ahora bien, la cooptación del Estado colombiano en estas circunstancias de pandemia ha evidenciado la realidad de distintas comunidades; un ejemplo de este panorama, lo viven los indígenas Wayúu, quienes se han visto fuertemente afectados por la Minería de carbón en el Cerrejón de la Guajira. Neris López Pushaina, miembro del Resguardo 4 de noviembre del Municipio de Albania, e integrante del Movimiento de Mujeres Wayúu, afirma que:
El Cerrejón se ha adueñado de gran parte de su territorio, privatizando y desapareciendo las fuentes hídricas primordiales para la subsistencia de su pueblo. Acabaron con 19 fuentes hídricas; entre arroyos, ríos y ojos de agua. Esta pérdida no sólo los ha puesto en alto riesgo por las exigencias de higiene que no pueden asumir en estos tiempos de pandemia, sino también porque les han imposibilitado el desarrollo de sus costumbres y rituales espirituales generados por el impacto ambiental. Para la comunidad Wayúu el territorio es sagrado y la tierra es la madre de la cual todos se benefician. En la actualidad el pueblo Wayuu sigue en la lucha de defensa del arroyo Bruno que es el único que les ha quedado en la región.
Por otra parte, el Covid-19 ha permitido que el gobierno intente aprobar regulaciones que debilitan los derechos de participación ciudadana. A través de la Directiva Presidencial No. 02 del 12 de marzo de 2020, se establecieron las medidas para atender la contingencia generada por el Covid -19 y se suspendieron las visitas de verificación y reunión de consulta previa, así como la agenda de reuniones de instalación de consulta previa desarrolladas por la Dirección de la autoridad Nacional de Consulta.
Esta acción gubernamental dio lugar a que el pasado 27 de marzo, el Ministerio del Interior publicara una circular en la que se determinaba que los procesos de consulta previa, durante la emergencia del Covid-19, se realizarían virtualmente. La determinación fue rechazada por los indígenas porque se considera un atentado contra las comunidades negras, afrocolombianas, raizales y palenqueras. Como se puede observar, nuestras comunidades no sólo son atacadas por la pandemia si no, también por el propio Estado. La situación tiende a empeorar con la visión del gobierno nacional de potenciar la inversión extranjera directa en el país y con el constreñimiento legal de los derechos participativos de las comunidades y de los pueblos ancestrales.
Finalmente, exhorto, no desde una voz de autoridad letrada en el asunto, si no desde la voz de alguien que se detuvo un poco a pensar, a que transformemos la actitud hacia una más instruida, para organizarnos y luchar, desde y con democracia, contra este sistema de corrupción y de dominio de lo que no le pertenece. Es decir, desde una posición gramsciana.

mayo 14, 2020

El Instituto de Educación a Distancia: un camino de mil posibilidades educativas


Por: Carlos Arturo Gamboa B.
Docente IDEAD – UT

Si le preguntamos a un integrante del Instituto de Educación a Distancia (IDEAD) de la Universidad del Tolima, ¿cuál ha sido respuesta a la crisis académica generada por el Covid-19?, de seguro la respuesta estará en el campo semántico del siguiente enunciado: “en tiempos de pandemia seguimos transitando el camino de las posibilidades.”
Recordemos que el IDEAD nació, en el año de 1982, como una alternativa de formación para la población adulta que, por sus condiciones socioeconómicas, de contexto y falta de oportunidades, había aplazado el sueño de formación superior. Heredero del bachillerato por radio, los cursos por correspondencia y los programas de extensión de las universidades públicas, el modelo de educación a distancia se pensó bajo la premisa de acortar las distancias. El IDEAD, hoy en pleno siglo XXI, sigue la ruta de su génesis, procurando llegar a donde se presentan las mayores necesidades de educación superior.
Miles de personas, en Colombia, no pueden migrar a los centros de formación, es decir, hacia las capitales, para realizar una carrera. Otros no cuentan con los recursos económicos para pagar las altas matrículas de las universidades privadas. Algunos no alcanzan los puntajes necesarios para competir por un exiguo cupo en las universidades de élite, en esencia porque la educación básica que recibieron no les permite obtener un mayor puntaje en esos exámenes de Estado, elaborados más para la exclusión que para la verificación de conocimientos.
Por eso el IDEAD se ha venido consolidando como un proyecto de inclusión social para la formación superior. Desde su fundación estamos encaminados para llegar a los territorios más abandonados, a la población más vulnerable, a las comunidades que tienen el derecho de educación superior pero que no cuentan con muchas oportunidades para acceder a ella.
En tiempos de pandemia volvemos a ser protagonistas, esta vez visibilizados por las necesidades de la coyuntura. Durante muchos años la educación a distancia se miró por encima del hombro, se catalogó como “educación de segunda”, de baja calidad, como si la calidad fuese un mojón inamovible más allá de los indicadores del mercado. Como si llevar la educación a los lugares más inhóspitos y a los más necesitados no fuera per se una variable de «calidad», quizás la más vital, sin importar que quienes diseñan los indicadores le den poca o nula importancia.
Hoy los ojos viran de nuevo al IDEAD y encuentran una larga tradición de modelos flexibles, currículos capaces de adaptarse a los contextos con sus necesidades y alto aprestamiento para el uso de las mediaciones en los procesos de enseñanza/aprendizaje. Sus estudiantes son consecuentes y asimilan mejor los procesos de autoformación, son conscientes de que los viejos modelos de transmisión están en desuso porque fueron pensados para un mundo que hacer mucho mutó.
No obstante, con todas las potencias descritas, tenemos que aceptar que aún carecemos de una infraestructura tecnológica capaz de soportar el reto en su total dimensión y así poder acoger mayores poblaciones. La ausencia de inversión constante y programada nos sorprendió carentes de algunas herramientas necesarias para avanzar con mayor tranquilidad en el camino de los retos actuales. No obstante, nunca nos inmovilizó, la tradición del IDEAD es la de avanzar por encima de las dificultades, renovando, recreando, repensando…
En la década de los noventas usamos material instruccional, luego avanzamos al uso de módulos impresos como apoyo pedagógico/didáctico. Casetes, cartillas y guías formaron parte de nuestros inventarios para llegar con el conocimiento a zonas rurales, municipios lejanos, veredas, pueblos distantes de las mínimas comodidades del tradicional bienestar universitario de la presencialidad.
Más tarde, con el auge de los dispositivos digitales, usamos CD, material digitalizado, memorias USB. Posteriormente, emprendimos la construcción de Portafolios Pedagógicos, cuyo escenario de Ambiente Mediado nos preparó para que hoy le pudiésemos hacer frente a la necesidad que el Covid-19 nos impuso.
Ahora, en este atribulado 2020, enfrentados al futuro adelantado que tocó a nuestra puerta, le abrimos para garantizar que la idea de universidad pública incluyente siga viva. Necesitamos una vez más repensarnos, lo cual no es un escenario nuevo para el IDEAD, enseñado a autorreformarse. Necesitamos garantizar un «mínimo vital pedagógico» para nuestros estudiantes y docentes, para que los procesos académicos se instalen de lleno en las posibilidades de formación usando mediaciones TIC, sin detrimento de un futuro de encuentros cara a cara, lo cual dependen de cómo evolucione el virus y las posibilidades de combatirlo con nuevas formas de habitar los lugares.
Esperamos que el Ministerio de Educación Nacional, y los demás órganos que regulan la educación en Colombia, no sean inferiores a estos retos. Necesitamos que el MEN reconsidere su inversión en la educación a distancia, que ofrezca apoyos para el fortalecimiento del modelo, que, juntamente con el Ministerio del TIC, disponga de planes de equipamiento y conectividad para todos los estudiantes, sobre todo en las zonas rurales en donde el IDEAD es casi la única opción de formación superior, sin que los estudiantes tengan que emigrar a las zonas urbanas.
Igualmente, para la Universidad del Tolima, siendo del orden regional, es clave el apoyo de la Gobernación del Tolima, aún más para el IDEAD quien hace presencia en municipios como Chaparral, Rioblanco, Planadas, Melgar, Líbano, Honda, Cajamarca, Girardot - que recoge población del Tolima y Cundinamarca- y por supuesto Ibagué. Si queremos conservar los índices de impacto de educación superior en los municipios, es necesario que se plantee la financiación de estudiantes, tanto antiguos como nuevos, sin dejar de lado la formación posgradual.
Por supuesto, internamente, la Universidad del Tolima también debe aupar el proyecto del IDEAD, debido a la potencia que posee para enfrentar el escenario de futuro que el mundo, el país y la región nos plantean. Con una población cercana a 13 mil estudiantes y 900 docentes, el IDEAD es la Unidad Académica más robusta de la UT. Cuenta con 11 programas de pregrado, 3 especializaciones y 2 maestrías. Opera en 24 Sedes de Atención Tutorial y hace presencia en 8 departamentos. Bien vale la pena cuidar y apalancar este proyecto.
Es así que, casi siempre las crisis abren los senderos de las grandes transformaciones y el IDEAD ha estado ahí, al frente de los ojos de todos, a veces vituperado, a veces exaltado. Hoy como protagonista central del hecho pedagógico, en medio de la urgencia, reclamamos la consolidación institucional. Para ello todos estamos trabajando: los estudiantes desde sus diferentes lugares de acceso, en los ciudades, municipio y veredas. Los docentes aprendiendo cada vez más sobre el uso pedagógico de las herramientas digitales en los procesos de formación, confinados en sus casas, pero abiertos a la resignificación de los modelos educativos. Y los funcionarios y directivos, asumiendo trabajado remoto desde sus diversas regiones, explorando las opciones para darle trámite a los problemas que van surgiendo en la misma medida que el virus avanza en los territorios, dispuestos y moviendo las poleas para seguir haciendo real y posible esta idea de IDEAD.

mayo 11, 2020

EL BARCO INCOMUNICADO


Por:  Yenny Fernanda Urrego Pereira
Profesora Universidad del Tolima

Por estos días, posiblemente, todos estamos experimentando diversos sentimientos desde que amanece y anoche sin salir de nuestras casas y seguramente, nuestras comidas diarias se acompañan con las noticias que giran en torno a la pandemia del COVID-19 y sus efectos directos sobre la salud física y psicológica de las personas. De esta manera, nuestras pantallas están constantemente representándonos los estragos del COVI-19 sobre la economía y todas las posibles dinámicas sociales a escala global. En medio de ese mar de emociones, en esas pantallas, desarrollamos el teletrabajo, que muchas veces se solapa con las tareas del hogar y las actividades personales que antes eran tan diferenciadas y que ahora se tornan difusas en medio del trascurrir del tiempo.
Toda esa presión, probablemente se aliviana cuando recodamos que aún no hemos contraído el virus, o que posiblemente seremos asintomáticos o que presentaremos síntomas leves, o que nuestras familias están y estarán bien, o que tenemos trabajo y un sustento para nuestros hogares y también, por momentos, vuelve la luz de esperanza y comenzamos a hacer planes sobre qué hacer cuando nos volvamos a ver o cuando todo esto pase. Pero luego, vuelve a extenderse la cuarentena y vuelven las noticias de víctimas fatales y sigue apareciendo el teletrabajo y el trabajo de hogar y esto se repite de manera cíclica como si estuviéramos dominados por un virus, también informático que está generando este tipo de bucles en nuestras vidas.
Después de hacernos una radiografía de la situación generada por la pandemia, se pierden las escalas jerárquicas territoriales que usamos al hablar de lo local, lo regional, lo nacional, lo internacional; ya que la mayoría de personas en el planeta están confinadas en sus hogares y paralelamente, se enferman personas de todas las clases sociales, edades y condiciones físicas. Esa igualdad con la que nos trata esta pandemia, nos podría estar diciendo que siempre hemos estado conectados, pero por grupos pequeños, o en otras palabras, tal vez nos afectábamos de manera significativa si le ocurría algo malo a uno de “los nuestros pero, ahora, esa relación de grupos pequeños ha cambiado, ya que el uso de las mismas mediaciones tecnológicas para podernos comunicar, nos convierten en usuarios que están conectados en serie y a pesar de estar encerrados físicamente, mantenemos navegando libremente en internet y fácilmente podemos convertirnos en parte de un todo virtual, generando así una transformación de ese “los nuestros” en nosotros”.
En ese contraste entre encierro físico y libertad virtual, vuelve a surgir la necesidad de organizarnos socialmente y aparecen nuevos protocolos para atender el estudio, el trabajo, la alimentación, el descanso, la diversión, etc. Por lo tanto, antes, durante y después de implementar esos protocolos, se genera información constante de cada persona ahora vista como un objeto virtual, que puede ser categorizada en cualquiera de los tipos de poblaciones de un sistema virtual, el cual estaría determinando las medidas a implementar para conseguir la reactivación de la economía y las diferentes actividades antrópicas. Por ejemplo, hoy en día, cada vez que realizamos una llamada, nuestro celular nos recomienda instalar la aplicación CoronApp, la cual, si se instala, permitirá que el gobierno conozca su ubicación y si está o ha estado enfermo o su familia, con el fin de localizar focos de contagio. También, el CoronApp le haría una consulta médica de diagnosis inicial de manera virtual o le diría cuales son los centros de atención cercano y le haría más recomendaciones de prevención y manejo de la enfermedad.
Como se puede inferir, CoronApp ha despertado un debate o más bien un dilema, entre la privacidad y la seguridad nacional, ya que la finalidad -según lo anunciado por la misma web- es la detección de núcleos de contagio para prevenir la expansión de la enfermedad, sin embargo, el medio de la estrategia responde al panóptico “foucaultiano”. A consecuencia, muchas personas han descartado instalar la aplicación, lo cual dificulta la detección rápida de focos de contagio y esto, sumado a las falencias en la cobertura de aplicación de pruebas de contagio del virus y la lenta respuesta de resultados a nivel nacional, genera incertidumbre sobre los mismos reportes oficiales del avance de la infección.
Esta dicotomía entre el orden y la libertad genera múltiples interpretaciones al momento de implementar estrategias de evaluación. Por esta razón, es fundamental que se fortalezca el canal de comunicación entre la tripulación y los pasajeros, que de manera análoga sería entre el gobierno y el pueblo y llevado a nuestra escala universitaria, sería la información entre los profesores que ocupamos cargos directivos y los otros profesores, funcionarios y estudiantes. Debemos reflexionar que ambos grupos, somos usuarios del mismo barco La Universidad del Tolima− y que de manera rotativa seremos tripulación o pasajeros, por tal motivo, es fundamental el reconocimiento de cada labor y la renovación constante de roles profesorales.
Fortalecer la comunicación entre nosotros no es una utopía, pero es una tarea difícil debido al encierro, que ahora es físico y que antes era de tipo académico, de cada quien trabajando e investigando en su propia “parcela” de conocimiento, mientras que otro grupo de profesores quedaba absorto por la carga del trabajo administrativo. En el presente, ambos grupos de profesores y profesoras, los que ocupan cargos administrativos y los que se dedican más a la docencia y la investigación, estamos sometidos a la misma presión y tenemos las mismas necesidades, por lo tanto, ese reconocimiento de la labor ajena sería un bálsamo para todos, en especial, a los que están en la tripulación a cargo de un viaje que nunca habíamos emprendido. A fin de cuentas, vamos en el mismo barco y ese viaje puede ser corto para algunos o tan largo como el proyecto de vida de la mayoría del resto.
En mi caso, como miembro de una tripulación, seguiré dirigiendo un departamento en el cual soy la única mujer, y sí pediré información y me piden más información y entre todo ese trabajo, de alguna manera, con el aporte de cada persona, hemos podido iniciar este atípico semestre 2020A. Afortunadamente, en medio de tantos datos, vamos tejiendo lazos académicos, de respeto y reconocimiento de cada talento y conocimiento. Si esto se repite, en serie, como un antivirus, esta comunidad universitaria podrá transformar la idea represiva que tiene el dar cuentas, en informar para ejercer la solidaridad y así, darle el toque humano a lo virtual.
Desde antes de la pandemia A.P., la finalidad del reporte continuo de la información, por ejemplo, el informe sistemático de la jornada laboral docente, entre otros documentos que informan qué hacemos, ha sido alimentar sistemas de decisión que también son vigilados por nuestros estudiantes, egresados y por los órganos de control gubernamental. Este estado de información virtual parece otro estado de la materia que alimenta un sistema, y no estaremos ajenos a ello, ni viviendo en la luna. Por esta razón, estamos usando mucha información virtual y como sociedad, cada vez que usamos algo todos/as y al mismo tiempo, se genera sobrecarga del sistema. Esta sobrecarga es percibida por sus mismos usuarios y de manera colectiva, se empieza a reclamar el uso racional de la información, así como clamamos por el uso racional de los recursos naturales, una vez los vemos degradados.
Al percibir los efectos de la sobrecarga de información, es muy probable que estemos pensando en la cura a esa saturación. La solución podría ser humana y podría radicar en ponerse en los zapatos de los demás, en cambiar el “no me gusta” por “pensemos cuál sería la mejor manera” y en un acto de solidaridad con los colegas, levantar la mano virtualmente, para proponer, conversar, crear, debatir y construir. Una vez pensemos bien entre todos, el sistema ejecutará el resto.
Es tiempo de mejorar la comunicación antes que el mismo sistema virtual nos organice y es hora de construir universidad más allá del crecimiento de la parcela presencial de conocimiento. Este tipo de reflexiones han sido suscitadas desde tiempo atrás trabajando en la tripulación de la UT, y ahora tal vez como muchas personas, me pregunto desde la proa ¿Cuándo íbamos a imaginar que los delfines bailarían por las costas y bahías, como si celebraran nuestro encierro a escala global?