mayo 03, 2017

LA UNIVERSIDAD RESIGNADA (PREVIO AL NAUFRAGIO)

Por: Carlos Arturo Gamboa B.
Docente IDEAD-UT

El iceberg avanza hacia nosotros
inexorablemente.
Hans Maguns Enzensberger

Mayo 2017. Hace tiempo que la Universidad del Tolima vive en la cotidianidad de una premonición latente: algo va a pasar. Nadie sabe exactamente qué es, pero todos esperan un acontecimiento que rompa definitivamente el silencio que se prolonga.
La resignación es un estado heredado de la religión mediante el cual se le pide al sujeto que conceda sus deseos al destino, es decir, que no haga nada porque todo está predispuesto. Y en la Universidad del Tolima parece ser que así se marca la ruta de las decisiones.
Los que antaño boicotearon la Asamblea Universitaria hoy reclaman espacios de participación. Los que con su ineficiencia echaron por la borda el proyecto de universidad, hoy reclaman institucionalidad. Los que estuvieron a frente durante muchos años, hoy cínicamente denuncian a unos supuestos culpables, es algo así como si Luis H, saliera a reclamar por la ausencia de escenarios deportivos en Ibagué.
¿En dónde están los que planearon y diseñaron la crisis? ¿Los que despilfarraron el presupuesto? ¿Los responsables del desastre llamado clínica veterinaria? ¿Los que inflaron la nómina? ¿Los que pelecharon del erario universitario? ¿Los que hicieron fiestas con los convenios? ¿Los que vacacionaron con dineros públicos? ¿Qué castigo ha recibido los directos responsables de las decisiones que se tomaron en la UT y que hoy nos tiene en este estado de letargo? ¿Siguen campantes por el campus? Ese es nuestro mayor mal público, nunca hay culpables, todo se desaparece bajo el murmullo cotidiano de los días. No se le haga extraño que cualquier pícaro termine siendo prohombre.
Hoy falta casi todo en la UT. Equipos, reactivos, salones, viáticos, comisiones de estudio, aumento de sueldo, publicaciones, pago de prima de Navidad (2016), pero sobre todo falta academia. La gran perdedora en todo esto fue la universidad en sí, su proyecto de formación, su alternativa de investigación y su posibilidad de ser motor de transformación regional.
Lo que veo aproximarse es otro iceberg. Uno que golpeará con fuerza esa resignación que paraliza. Uno que alertará a los viejos marineros del oportunismo para salir a decir que el barco se hunde, olvidando que fueron ellos quienes llevaron la nave a aguas peligrosas.
Los capitanes de hoy están sumidos en el letargo. Nada nuevo han logrado más allá de mantener la nave a flote, pero sabiendo que pronto se deberán tomar decisiones bravías o dejar definitivamente que la nave se hunda.
A lo lejos un faro titilante nos alerta, pero la tripulación solo espera el llamado para saltar a los botes salvavidas. ¡Sálvese quien pueda! Y cuando estemos todos en las aguas frías, entonces quizás alguien diga:
- Tanto que pudimos hacer y no lo hicimos.
Esta no es una nueva historia, es una historia que se repite hasta la saciedad.