enero 20, 2011

UNIVERSIDAD, HUMANIDADES Y CONTEXTO



Por: Carlos Arturo Gamboa

La universidad del siglo XXI está asediada, hoy más que nunca. Y esa universidad debe resistir, porque como lo recuerda Derrida: “Si se rinde, se vende a veces, se expone a ser simplemente ocupada, tomada, vendida, dispuesta a convertirse en la sucursal de consorcios y de firmas internacionales”[i] Por eso la idea que se gestiona desde la mayoría de los gobiernos es la de una “universidad productiva”, que responda de manera absoluta a los designios de un mercado mundial para el cual sólo la obtención de estándares económicos y la acumulación de riqueza bursátil son su bastión. De ahí que lentamente vayan despareciendo de los centros universitarios las áreas que abordan el campo de las denominadas ciencias humanas, para ser reemplazadas por programas más productivos, cuando no, por la formación técnica que garantiza la operacionalización de la riqueza.

Pero entonces cabe preguntarse: ¿Cuál es la función de las humanidades en estos tiempos? Podría afirmar de manera tajante: Unirse a la idea de universidad y resistir. Pero no a la idea de universidad impuesta, sino a esa denominada Universidad sin condición:

Por lo que la universidad sería de antemano no sólo cosmopolita, sino universal, extendiéndose de esa forma más allá de la ciudadanía mundial y del Estado-nación en general, a los poderes económicos (a las concentraciones de capitales nacionales e internacionales), a los poderes mediáticos, ideológicos, religiosos y culturales, etc., en suma, a todos los poderes que limitan la democracia por venir.[ii]

En ese sentido, es plausible la manera como algunas universidades han caminado en contravía de esa lógica y le apuestan a la conformación de comunidad académica que retome el discurso del deber ser de las humanidades, sobre todo en estas latitudes que requieren de un cúmulo de saberes y experiencias que permitan resistir ante el embate avasallador del mercado, que no teniendo fronteras, se dedica a depositar sus larvas depredadoras en los territorios recolonizados por el capital trasnacional.

De manera contextual, se puede observar como en la región del Tolima se vienen gestando enormes macro-proyectos, alimentados por la flexibilidad gubernamental que le apuestan a la obtención de algunos ingresos que equilibren su balanza burocrática y ceden a las presiones del capital, poniendo en riesgo la estabilidad de regiones cuya riqueza es superior en biodiversidad que en minerales. Estas tácticas de recolonización de las riquezas se alimentan de una ambigua idea de desarrollo posicionada en la cultura de los habitantes, quienes deslumbrados por un seudo-bienestar, son incapaces de vislumbrar el horizonte trágico de los riesgos cuando estas empresas, como los cazadores del arca perdida, migren con las riquezas y nos hereden los escombros. Aquí entonces es necesario construir un dique de pensamiento que movilice el saber y las acciones en defensa de la vida, la dignidad y la autonomía de los pueblos. Aquí entonces un territorio abonado para las humanidades.

Por eso es plausible la terquedad con la que la Universidad del Tolima le viene apostando al fortalecimiento de la Facultad de Artes y Humanidades, en tiempos de indicadores de gestión, de competencias banales que sólo aplauden el hacer y no el pensar, en épocas de profundo pragmatismo académico. El renacimiento de esta facultad (recientemente cumplió dos años de reabierta) con programas de pregrados en Artes Plásticas y Visuales, Comunicación Social y Periodismo, Derecho, Sociología, Historia y recientemente Ciencia Política, es un aliciente para quienes le apostamos a las posibilidades de la transformación de los pueblos, al posicionamiento del saber como una ruta posible de equidad y avance hacia un futuro diferente al heredado por los dueños del capital.

Ahora el reto es unánime, ya que los actores comprometidos en estos escenarios deben ser quienes potencialicen el debate, con argumentos, investigaciones y producción de saber que brinden posibilidades de interlocución académica y social, que permitan ofrecerle al entorno y al mundo, la posibilidad dialéctica de transformación y no se queden inmóviles cuando mañana alguien de nuevo aparezca y, como otrora, lance las esculturas al río Combeima, alegando que las ciencias humanas y las artes son poco productivas.

Posdata: Es plausible también la negativa de la Universidad del Tolima a la firma de un convenio con la empresa AngloGold Ashanti, porque lo público debe estar al servicio de la vida y no de la muerte.



[i] DERRIDA, Jacques. La Universidad sin condición. Conferencia dictada en la Facultad de Filosofía de Murcia. España. Marzo 2001.

[ii] Ibídem. Pág. 3.