abril 04, 2020

La evaluación académica, un proceso crítico para tiempos críticos


 Por: Norma Yaneth Buenaventura Cárdenas 
Coordinadora Especialización en educación para la diversidad
Psicopedagoga y docente Universidad del Tolima – IDEAD-

Hoy en el mundo todo está siendo repensado y la evaluación académica no puede escaparse a dicho escrutinio. Podemos resistirnos o podemos avanzar, igual, la dinámica de la historia tarde o temprano no empujará al cambio.
La evaluación, como proceso, es un asunto que merece no sólo la reflexión permanente sobre los aspectos que han de componerla y caracterizarla, sino de la asunción sensible por quienes la transigen. En este caso, referidos al contexto de la educación superior de los profesionales y de la coyuntura actual que vivimos en el mundo que enmarca la mirada de una sociedad globalizada, se reconoce en ella la injerencia de sus actores desde cada una de las acciones que desarrollamos en el día a día, tanto en los contextos individuales como colectivos.
Los paradigmas tradicionales de la evaluación en el contexto educativo se centran en la enseñanza, en los preceptos que el docente considera como necesarios y suficientes para el aprendizaje y la formación del estudiante. Esta evaluación, como proceso crítico, está demarcada por la jerarquización y satanización del conocimiento que ha de ser dado y que ha de ser recibido de forma puntual, sin derecho a equivocaciones.
Aquí es evidente que se desconocen elementos fundamentales del acto de enseñar y, por supuesto del aprender y de las condiciones en las que se genera y construye el conocimiento. Esta mirada centrada en el docente está direccionada en el creer que la evaluación se supedita al reconocimiento, apropiación de la información y reproducción del conocimiento desde la perspectiva de quienes lo gestan y aprovisionan.
Los defensores de la evaluación como proceso formativo, en primer lugar, la desprenden del contexto meramente de la escuela o del aula. La reconocen como proceso integral que está presente de forma intra e interpsicológica en el individuo, y no meramente desde miradas de agentes externos a su realidad. Reconocen que el individuo es dinámico, construye, reconstruye, interpreta y reinterpreta desde su propia mirada y experiencia de la realidad que ha vivido, que vive y que vivirá en su capacidad y limitación, a su vez individual y colectiva. Esta se considera un constructo colectivo, que parte de la subjetividad de cada individuo, de su aprendizaje que no es otra cosa que la capacidad de ver, entender y asumir las situaciones que le presenta su realidad; es la evaluación la que deberá adaptarse a él y no a quien la agrava.
El paradigma actual de la evaluación en la óptica del Covid-19 deberá replantearse por todos los actores de la comunidad institucional, partiendo de la revisión misma de los procesos normativos que la han regulado, como de los discursos y prácticas, tanto de los docentes que la promueven como de los estudiantes que la asumen aún sin comprenderla. Las determinaciones actuales del devenir educativo en nuestro país, nos enfocan al rescate de las Tecnologías de la Información y la Comunicación -TIC, como algo que estaba allí latente en el contexto de la educación, pero anquilosado, echado a un lado o retomado por breves momentos en el proceso de enseñanza y de aprendizaje.
El Covid-19 ha puesto nuestra casa en la mira de lo público; lo que en este espacio era privado, ya es requerido por todos, y necesita ser visto en su inmediatez por muchos – papel retribuido a las Redes sociales-, asumiendo un interés vital para la humanidad. La pandemia o periodo crítico que incumbe a la humanidad en este siglo XXI ha hecho que se abran nuestras puertas y ventanas al mundo entero, para mostrarnos lo que somos y lo que hacemos.
Por ello, de alguna manera la evaluación ha de transmutarse también al plano de lo público, lo colectivo; lo que es mirado por todos y que responde a su vez a la realidad y capacidad de cada quien. Ha de germinar e incrustarse en el seno del individuo para que éste logre buscarse la forma cómo la enfrenta. Al igual que al Covid-19, nos debemos enfrentar de manera desnuda a ella, para resolver la crisis avante o sucumbir ante su designio. Un virus necesario que confronta la hopalanda de confort que traíamos culturalmente, la misma que hoy nos sacude y que se originó en la prepotencia del hombre, hoy hecha pura cobardía, que sumada a la incertidumbre devela lo que no podemos controlar.
En este nuevo paradigma la evaluación nos obliga a volver la mirada sobre el proceso de aprendizaje que no es más que reconocer lo singular, lo que es personal o propio de cada uno; de su realidad, de su capacidad, de sus ilusiones y limitaciones. Por lo que propone también el reto para que en este periodo crítico los actores de la comunidad académica (y no académica) se reconozcan entre sí desde cada uno de sus escenarios de actuación, sus experiencias, proyecto de vida, miedos e ilusiones.
La evaluación y el Covid-19 se confabulan, junto a otros actores, para obligarnos como educadores a volver la mirada hacia la importancia del pensamiento creativo y creador, de lo imaginable e inimaginable, que se supone es inherente a nuestra condición humana, y que en tiempo de crisis deja manifiesto que sólo encarando con gallardía la realidad se logrará avanzar; es decir, renacer hacia una nueva luz que sólo podremos mirar con otros ojos. Debemos reconstruir la mirada.

abril 02, 2020

UN DÍA DESPUÉS DE GOOGLE MEET


Por: Yenny Alexandra García
Catedrática Universidad del Tolima – IDEAD-

He abandonado mi cascarón y mi viejo escenario de actuación, dispuesta a un nuevo rol, equipada con recuerdos futuros, inspirada en la valentía de mis camaradas pedagogos.
Siento miedo antes de salir a escena, aunque con un clic puedo activar mi máscara y me diluyo en el aula virtual. Me repito la frase musical de Serrat: "se hace camino al andar" y acepto al fin que necesito aprender a leer e interpretar esta nueva partitura, explorar su lenguaje para navegar por sus conexiones invisibles y cambiar mi guión, mis marcas discursivas. Todo eso abruma mis sentidos y me reta.
Retardo un poco este salto al vacío y ya estoy aquí como en un acto de prestidigitación.   Los expertos han abierto muchas rutas de acceso, mutar es inevitable. Soy aprendiz del último truco forjado por mediadores del pasado mundo y aquí estoy, unidos en la distancia, a bordo de la Stultífera Navis medieval, zarpando quizás rumbo a Ítaca o al nuevo orden del biopoder que Foucault deconstruyó bajo un mundo en llamas.
Descubro que en esta Matrix seguimos en busca de contacto y de fuga. Por fortuna, pasamos obstinadamente por el corazón lo que queremos ser. El giro de la acción es dramático y ya no volveremos a bañarnos en el mismo río.  La ilusión global continúa. Se diluye una vieja identidad con un clic sincrónico. ¿Hay alguien ahí? Estamos todos (es). ¡Adiós muros!
Aquí en mi caverna y viendo las sombras que denunció Platón en su mito, asisto al nuevo orden panóptico de un extraño dios que nos puso máscaras a todos. Su biopoder omnipresente nos puso freno, cambió el tiempo y el espacio que conocíamos.
Ahora más que nunca somos experiencia física y parte de un todo que nos puede afectar. Somos cuerpos limpios o enfermos, cuerpos vulnerables sin excepción, en el encierro, en el aislamiento, en la enfermedad y este cuerpo colectivo que somos, se niega a desaparecer.
¿Vendrá Fantomas al rescate o un nuevo caudillo como Neo? los juegos del hambre y las máquinas mortales superan el atlas de la ficción, si eres divergente sabrás cómo salir del sueño y diseñar en red otras rutas de supervivencia, lo demás ocurrirá por efecto mariposa.

marzo 31, 2020

DRONES, BIG DATA Y CORONAVIRUS

Por: Armando Moreno Sandoval 
Docente Universidad del Tolima 

Leer al filósofo surcoreano Byung-Chul Han es reconfortante para entender qué pasa en sociedades diferentes a la europea-estadounidense, es decir, lo que se conoce como occidente.
Así occidente triunfe frente al coronavirus ya de antemano parecería que se estuvieran llevando el trofeo de fracasados. Occidente no ha querido entender que la manera como los asiáticos le ganaron la batalla al virus corresponde a una concepción de ver la vida diferente a la de occidente.
Para entender lo dicho es necesario remontarnos a la Revolución Francesa de finales del siglo XVIII que puso al individuo por encima de todas las cosas. Todo el pensamiento que surgió a raíz de la Revolución Francesa, incluyendo el marxismo, tuvo como referente el respeto a la libertad, la igualdad y la fraternidad.
No obstante, en la segunda mitad del siglo XX, la filosofía occidental acentuó el individualismo, el relativismo cultural e incluso el fin de los metarrelatos que le sirvieron a occidente para imponerse y destruir otras culturas (cristianismo, comunismo, fascismo, nazismo, etc).  Estos filósofos, más el surgimiento de las nuevas tecnológicas en el último cuarto del siglo XX, relativizaron y empoderaron al individuo, al punto que hoy la frontera entre lo falso y lo verdadero pareciera evaporarse. El individuo se ha apoderado de su propia verdad. La autoridad académica, científica o el individuo docto tan apreciado está en entredicho. La mejor expresión son los fake news y deepfakes.
Si occidente está en una carrera maratónica para enfrentar al coronavirus utilizando una vía larga como es la vacuna que estaría entre un año y año y medio, países como Hong Kong, Singapur, Japón, China, Taiwán y Corea del Sur lo hicieron dejando a un lado al individuo y recurriendo a la obediencia colectiva.
En contraste con occidente que entró en paranoia decretando cuarentenas, invocando soberanías, cerrando tiendas, restaurantes y fronteras a los extraños cuando en realidad eran ellos los peligrosos por ser portadores del coronavirus, en Taiwán y Corea del Sur la vida cotidiana seguía como si nada.
Ahora los medios y algunos filósofos al estilo de Zizek están propiciando, fiel a la tradición cristiana, una paranoia apocalíptica. Que el capitalismo murió, que la vida ya no será como antes, que todo será distinto y que después del coronavirus otra forma de vida social se instalará en el planeta.
Nada de esto sucederá. El capitalismo, y lo ha demostrado en su corta vida, tiene una capacidad de reinventarse. Lo que si es cierto es que si no es occidente, serán los asiáticos que lo sacará avante y más fortalecido.
Lo que sí está en entredicho son las libertades individuales que se empezaron a moldear desde ese periodo europeo conocido como el Renacimiento y que se acentuó con la Ilustración y cuya defensa ha generado muchos horrores. Basta solo recordar la inquisición en nombre de Dios y las luchas que se libraron contra el totalitarismo comunista, fascista y nazista, al igual que los populismos de derecha e izquierda.
Esta es la verdadera prueba de fuego de occidente.
Presos de las narrativas que occidente nos brindan a través de la tele y de los celus, —vía face, twitter, whatsapp— nos hemos olvidado cómo, en la práctica, los asiáticos le hicieron el ole al coronavirus sin tanto aspavientos.
Desconocer el papel de los trabajadores de la salud en occidente es como ocultar el sol con un dedo. Está claro que los asiáticos para enfrentar el coronavirus lo hicieron confiando en sus matemáticos, programadores, inteligencia artificial, la tecnología de internet 5G pero, sobre todo, en los Big data. Esos robustos centros informáticos que pueden capturar, gestionar, procesar y analizar datos, y que no se puede hacer con herramientas convencionales.
Unos pocos ejemplos nos pueden dar una idea de lo que está pasando en esos países asiáticos.
Ver policías poniendo orden en la calle parecería cosa del pasado. Para eso están los tracker, personal que durante 24 horas mira y analiza los movimientos de la gente las 24 horas del día a partir del material filmado en videos. Estos tracker son los encargados de llevar a cabo la vigilancia social y digital que en occidente sería imposible por invasión a la intimidad o al derecho al desarrollo de la libre personalidad.
El sistema de créditos social por puntos sería impensable en occidente. Cámaras esparcidas por las calles —China tiene 200 millones de ellas— vigilan al individuo y dependiendo de su comportamiento le dan o le quitan puntos. Leer periódicos en internet da o quita puntos dependiendo si, lo que lee, es afín o contrario al gobierno. No ser leal al gobierno con lo que se lee es un lío: el riesgo de ser considerado como un peligro para la sociedad.
No obstante, es en la lucha contra el coronavirus donde mejor se aprecia el uso de la inteligencia artificial con todo su arsenal informático. Las cámaras que están instaladas en las estaciones del metro han ayudado mucho para prevenir el contagio. Detectar una persona con una temperatura alta le permite al gobierno enviarle a quienes están alrededor de la persona sospechosa un mensaje de texto avisando que la persona del lado puede ser portador del virus.
Esa misma labor la hacen los drones en las calles. Los enfermos de coronavirus ya están detectados. Violar la cuarentena podría ser sancionado por el mismo dron o en su defecto, si se rehúsa a aceptar el llamado, a darle aviso a la policía.
Igualmente pasa en los conjuntos residenciales. Una aplicación en tiempo real le informa a los residentes en cuáles apartamentos están los contagiados por coronavirus para prevenir el contacto.
Mientras occidente no sabe qué hacer con el coronavirus, pues se ha quedado en recuentos estadísticos diciéndole al mundo qué país ha superado a China en contagiados, en Corea del Sur crearon una mascarilla utilizando la nanotecnología para aislar el virus filtrando el aire. Las mascarillas les fueron repartidas a todos los habitantes. Lo interesante es que es reutilizable si se lava al cumplirse un mes de su uso.
Los asiáticos ya le ganaron la pelea al coronavirus, y occidente se niega a aceptarlo. El problema está en cómo una cultura construye la realidad con el lenguaje. En occidente existe la tendencia de creer que todo colectivismo es comunismo. Esta falsa idea solo ocurre porque occidente quiere comprender a los asiáticos con sus propias ideas. Se les olvida que la mentalidad autoritaria que, en el caso de China, está ligada a una tradición cultural heredada del confucionismo.
Si en las sociedades asiáticas existe la obediencia colectiva simplemente es, porque allí esa cosa que en occidente llaman privacidad para defender al individuo no existe.
Si, para el caso de occidente, la libertad individual está en riesgo, lo más peligroso es que no se sabe qué poder está detrás del coronavirus. Ya occidente, con EEUU a la cabeza, a través de Netflix y HBO han recreado a través de series para televisión el mundo de la sociedad obediente y controlada por la inteligencia artificial, los matemáticos, los programadores y los Big data.
Solo me resta decir que si quieren entender cómo es eso de la sociedad obediente del futuro controlada por algoritmos con dos ejemplos bastan: Black Mirror en Netflix y Westworld en HBO.
¡Da miedo!

marzo 29, 2020

EL VIRUS DE LA NORMALIDAD

Imagen: El Bosco

Por: Carlos Arturo Gamboa B.
Docente Universidad del Tolima –IDEAD-

0.0
Mientras me desplazo de link en link, de web en web, de chat en chat, voy intentando procesar esta nueva realidad que a todos nos acometió, como la incertidumbre que te acecha a la vuelta de la esquina.
Los estudiantes, los docentes y los trabajadores de cientos de campos productivos, tratamos de responder a esas nuevas lógicas que la pandemia nos ha hecho redireccionar. Algunos ya están agobiados, otros perplejos y otros entienden que este es el inicio de una cadena de sucesos que conducirá a la aceleración de transformaciones en la educación, el trabajo, la vida.
Muchas de las cosas ya estaban ahí transformándose de manera lenta, como lenta es la evolución, que siempre sufre aceleraciones, como cuando un meteorito impactó la tierra y precipitó el ciclo evolutivo. Hoy el virus impacta desde adentro y eso actuará significativamente en el sistema llamado tierra, porque créanlo o no, estamos interconectados, somos parte de un solo y enorme organismo.
1.0
Mientas en todo el mundo los médicos, las enfermeras, los bacteriólogos y muchos otros profesionales están en este momento salvando vidas o intentando hacerlo, los demás parecemos a la expectativa. Aún bloqueados por el shock, por el resplandor del meteorito que cayó y alteró nuestra cotidianidad.
Ya no nos levantamos como hace un par de meses, a tasar nuestra existencia en el marco de un modelo que hábilmente nos había enseñado a mostrar lo generoso del mundo y tapar lo horroroso. Muchos se sentían seguros de la existencia, sin ver los márgenes, sin observar el deterioro camuflado entre las multitudes. Lo importante era producir, consumir y volver a producir.
Mientras miles de mujeres y hombres de ciencia están en laboratorios buscando una cura contra el virus o diseñando algún medicamento que mitigue su avance ¿qué hacen los profesionales de las ciencias humanas y sociales? Los filósofos, dados a la constante reflexión ya han dicho algunas cosas importantes, hasta Zizek cuya productividad discursiva se asemejaba a la productividad del sistema que critica, ya se atrevió a publicar un libro sobre el Covid-19 y sus consecuencias. ¿Y los demás?
Quienes llaman al pánico de las ideas y a diario hacen circular sus escritos digitalizados, memes, diatribas, audios saturados de miedo y demás artefactos discursivos, en su mayoría pertenecen al mundo de las ciencias sociales. Aún no logramos atrapar en nuestras manos el “objeto de estudio”, por eso vamos de aquí para allá, como bipolares el día del apocalipsis. Un día se piensa en los retos del nuevo estado de las cosas y los fenómenos, otro día lanzamos alaridos de angustia ante la desolación y la catástrofe. Otros días simplemente enmudecemos.
2.0
En el campo de la educación nos enfrentamos, de entrada, a nuevas formas de hacer el oficio, pero acá está cambiando la educación como un todo, de fondo debe mutar el proyecto de formación humana. Quizás desde la gran revolcada que el humanismo le dio al mundo de las ideas, no había existido otro momento de tan profundo debate. ¿Para qué estamos formando? Pregunta iniciática que volverá al estrado de los juicios pedagógicos. ¿En qué estamos formando?, será la pregunta consiguiente, y de ahí se derivarán muchas más.
La primera instancia de miedo y resistencia se ha dado frente a los medios digitales, al menos en nuestro contexto. Y es obvio que así sea, porque a pesar de que el uso y acceso a dispositivos tecnológicos es una categoría que aparece hace más de treinta años en los diseños curriculares, la adaptación había sido muy lenta.
Resistidos por quienes afirmaban que esos “usos” deterioraban la calidad de la educación, solo los programas virtuales y a distancia habían logrado profundizar en los escenarios de las mediaciones pedagógicas de manera amplia y concreta. También en la antigüedad muchos se negaron a abandonar los monasterios en donde eran guiados por monjes, para llegar a las escuelas y sus aulas dirigidas por maestros. Los dibujantes en sus inicios odiaron y temieron la cámara fotográfica, los docentes de tiza y tablero desconfiaron del video beam. Hoy nadie duda de la necesidad de la escuela, la cámara y el video proyector.
Ahora causa gran preocupación que los estudiantes no tengan un computador, un medio digital e interconectividad para asumir los cambios de la mediación pedagógica, y esa preocupación es real, hay datos, discursos y pruebas para constatarlo. Muchos usan esta evidencia para que las clases se suspendan, sobre todo en los modelos de la presencialidad, para quienes el campus aún es (era) un territorio fijo, limitado y físico. Ese campus ya no existe (existía) en esas dimensiones, ahora lo estamos descubriendo.
4.0
Antes del virus y la aceleración del uso de mediaciones pedagógicas para que la educación sobreviva a la cuarentena obligatoria, ya existían males peores que la falta de un PC o un plan de datos.  En Colombia, el índice de deserción académica está por el orden del 45 % y más. Gran parte de esta deserción se da porque el alumno no tiene la manera de mantener los mínimos para estudiar: fotocopias, compra de libros, apoyos para subsistir, un buen almuerzo, el transporte, el arriendo para mantenerse en una ciudad capital siendo de provincia, entre muchos factores más.
No escuché de un movimiento estudiantil y profesoral que planteará que no iniciaría clases hasta que el último estudiante no tuviera estas condiciones mínimas para subsistir durante el semestre. No obstante, hoy en todo el país, vemos cómo crece la idea de que los programas, sobre todo los de presencial, no inicien hasta que haya normalidad. ¿Cuál normalidad? ¿La que acabo de describir?
Tendríamos que incluir en este inventario dos aspectos más, la exclusión del ingreso a la educación superior, sabiendo que de cada cien jóvenes apenas al sistema ingresan entre 20 y 30, de los cuales ya dijimos el 45 % nunca culmina el proceso. Además, la mortandad académica, ese otro monstruo silencioso que expulsa estudiantes de las aulas universitarias y que nadie diagnóstica y corrige.
5.0
El virus nos ha ayudado a quitarnos muchas vendas que cubrían los ojos con los que contemplamos la realidad. Las precariedades con las que muchos estudiantes se mantenían en las carreras universitarias era (es) el pan cotidiano de los campus. Ahora han mutado a otro lugar, el estudiante que está en la provincia ya no tiene que conseguir la plata del transporte o el pago del arriendo en la capital, ahora debe poseer un PC moderno y un plan de datos.
Y es cierto que muchos no podrán acceder a estas nuevas formas de mediación pedagógica como antes otros no pudieron acceder a la educación superior, pero ahí está el reto, en no dejar que todo vuelva a la “normalidad”, sino que el coletazo del asteroide Covid-19 nos permita repensar las garantías de la educación y el porqué y para qué de la misma. Por eso detenernos no puede ser la salida inteligente, el sistema debe seguir activo, porque al parar alimentaríamos el algoritmo de la exclusión. La tarea consiste en incluir y la lucha debe darse en ese campo. ¿Internet gratis para estudiantes y docentes? ¿PC para educar desde el Ministerio de las Tics? El camino debe ser construido y transitado.
El virus nos hizo ver el mundo como era, ahora los muertos se contabilizan bajo la supervisión de elaborados algoritmos de la Big Data. Asistimos al espectáculo mediado de la pandemia con drones en cada rincón del planeta. No obstante, los muertos de antes se contaban por miles, morían por muchas causas y variadas enfermedades, pero no se llevaba una contabilidad planetaria de los mismos.
6.0
La realidad actual tiene mucho de la antigua, solo que ahora es más visible. Esperemos que cuando culmine la nueva jornada de pánico la vida no vuelva a la normalidad, porque esa normalidad fue la que puso en riesgo la vida.