diciembre 13, 2010

AVANCES EN EL CAMBIO AMBIENTAL GLOBAL

W. Neil Adger
Tyndall Centre for Climate Change Research,
School of Environmental Sciences,
University of East Anglia, UK

Katrina Brown
Declan Conway
School of International Development,
University of East Anglia, UK
Traducción: Profesor Alex Rivillas -UT-

1. Dos décadas de cambio ambiental global

Este ensayo corresponde al vigésimo aniversario de la revista “Cambio Ambiental Global”. Estos 20 años también han visto aparecer distintos acuerdos ambientales globales. Para el 2012 se cumplirán también dos décadas de la Cumbre de la Tierra de Río, la cual representó el momento cumbre del optimismo de 200 países sobre su capacidad de promulgar una acción colectiva significativa sobre la sostenibilidad ambiental. Sin embargo, hoy, la crisis ambiental es más aguda, más difícil de gestionar y más extendida que nunca, a pesar de que el conocimiento científico es muchos más amplio que antes.

Rockström et al. (2009), por ejemplo, sugiere que hemos excedido los límites del planeta por tres aspectos de cambio ambiental inducido por el hombre: cambio climático, pérdida de biodiversidad, y cambios en el ciclo global del nitrógeno. Sin embargo, las contribuciones más corrientes a esta revista han subrayado que los cambios globales se manifiestan a escalas diversas e interrelacionadas. En este sentido, la economía del carbono tiene consecuencias que van más allá de los impactos sobre el ciclo global del carbono. Tal como hemos argumentado, la crisis desplegada por el derrame de petróleo en el Golfo de México ha demostrado que la dependencia hacia el combustible fósil tiene consecuencias significativas e indeseables sobre los ecosistemas y las sociedades ubicados en los lugares donde se extraen dichos recursos. El valor monetario de los servicios ecosistémicos en la productividad del delta del Mississippi ha sido estimada en 31.000 dólares por ha. (Talberth and Posner, 2010). Estos ecosistemas y su valor no monetario se encuentran amenazados a corto y largo plazo. Muy probablemente el petróleo residual hará disminuir el valor de los servicios ecosistémicos de pantanos, humedales y aguas costeras en las próximas décadas. Actualmente, la producción primaria en las áreas del delta ha sido afectada significativamente, impactando directamente sobre la pesca y los sistemas biológicos, sin considerar aún los residuos tóxicos del petróleo (Talberth and Posner, 2010). Impactos similares son evidentes después de las décadas transcurridas desde el deliberado derrame de petróleo en Kuwait en 1990, y el derrame del Exxon Valdez en Alaska a finales de los ochenta. Aún así, estos derrames pueden ser modestos en comparación con aquellos relacionados con la contaminación de petróleo de largo plazo en el delta del Níger, el cual ha recibido una atención mucho menor en el escenario global. La gobernanza del riesgo a escala global y sus jurisdicciones territoriales, particularmente relacionadas con la dependencia económica (aún sin solución) de los combustibles fósiles, sigue siendo, en nuestra opinión, el mayor desafío de orden global. Sin embargo, a pesar de 20 años de persistencia del problema, y de distintas ideas provenientes de la ciencia política, economía, geografía y otras disciplinas, en realidad, muy pocos progresos se pueden derivar en términos de acción.

No obstante, la noción de progreso es en sí misma problemática. ¿El progreso del mundo puede transitar otras vías que no sean aquellas que se manifiesten en resultados materiales? Pogge (2008) ha afirmado con convicción que el progreso moral es real y que está a nuestro alcance. Cita asuntos tales como el principio del sufragio universal y la abolición de la esclavitud, los cuales representan ejemplos de cómo el progreso puede ser medido, a pesar de que la desigualdad de género y la esclavitud aún persisten alrededor del mundo. Esto sugiere que el fenómeno de la abolición de la esclavitud solamente sucedió cuando los intereses del capital lo permitieron. Sin embargo, Pogge (2008) y otros sugieren que la aparición de estos fenómenos solo pueden ser explicados racionalmente en virtud de cambios en el orden moral, y que el mismo progreso puede, potencialmente, ser empleado para ejercer presión para la erradicación de la pobreza global.

El mecanismo primordial mediante el cual el progreso moral se hace presente parecer ser la reducción de la distancia moral entre las acciones y las consecuencias de los individuos. ¿Hay evidencia de tales acciones? Singer (2009) expone el caso de que no hay distinción moral entre salvar una vida a través de una acción directa y adoptar medidas para evitar el daño sobre aquellos con los que no se tiene una relación directa. Y también desmantela las objeciones a esta noción universal de responsabilidad por los demás, que frecuentemente se plantean: la ciudadanía, la difusión de la responsabilidad, o la falta de relaciones de causalidad directa entre las acciones y las consecuencias. Rifkin (2009) despliega argumentos similares y examina empíricamente cómo la distancia moral ha sido reducida mediante el incremento de la empatía entre las personas, esto es, la esfera de las relaciones humanas se ha ampliado del parentesco y la tribu a la totalidad de la humanidad.

Rifkin arguye que esta expansión del conocimiento de nuestros vecinos y sociedades solamente ha sido posible, desgraciadamente, con la expansión masiva del uso de los recursos energéticos. Asimismo, interpreta esta evolución como una tensión entre la empatía y la entropía. Las generaciones más jóvenes en particular, arguye Rifkin, están siendo impulsadas “a un cosmopolitismo global y a una sensibilidad empática universal” mediante un compromiso con el mundo que se desarrolla a través de los nuevos medios de comunicación, tales como Facebook, y la movilidad global. No obstante, se puede estar sobrevalorando estos argumentos. ¿La gente se puede identificar con los ecosistemas del mundo, involucrándose a distancias remotas a través de la televisión y la prensa? ¿Puede reducirse la distancia moral mediante el consumo del medio ambiente experimentado por otro? Sicólogos tales como Kahn et al. (2009) han sugerido, por ejemplo, que la sustitución de la naturaleza tecnologizada por la naturaleza “real” tiene, en sí mismo, un impacto negativo sobre el bienestar individual. Adicionalmente, varios casos no prueban que la empatía y la reducción de la distancia moral estén directamente relacionadas, por ejemplo, con la respuesta frente a la contaminación por derrame de petróleo en el Golfo de México y el Delta del Níger. Más bien lo que muestra es la adhesión a un lugar y una localización “de lo que importa a la gente”, lo que representa fuerzas poderosas en las tendencias cosmopolitas de la vida moderna. El apego a un lugar ha sido subestimado y pasado por alto en los debates sobre la adaptación a los cambios y a las relaciones del individuo con la tecnología. Devine-Wright (2009), muestra por ejemplo que la gente está dispuesta a proteger su lugar, incluso si tal protección del lugar está en oposición a las conductas pro-ambientales tales como la ubicación de parques eólicos.

Es fácil por tanto desesperar ante la falta de avances en los siguientes dos aspectos: primero, el progreso material hacia la sostenibilidad ambiental medido a través de los ecosistemas y los sistemas biogeoquímicos, descargas de contaminantes, y desde la nueva emergencia y re-emergencia de viejas enfermedades, más otros temas en la dirección indeseable. Segundo, la idea misma de progreso en la sociedad es difícil de sostener, cuando Hamilton (2010) sugiere que estamos en la posición de negar muchos problemas y aferrados a un modelo de progreso que enfatiza en la prosperidad a través del crecimiento, antes que considerar seriamente otras alternativas (Jackson, 2009) ilustra esta aparente paradoja en la figura 1.


En este contexto, ¿podemos entonces afirmar que la investigación interdisciplinaria sobre el cambio ambiental global no tiene importancia? Los ensayos de este número especial dedicado a nuestro aniversario, valoran y cuestionan la pertinencia y la contribución potencial del marco de análisis global del cambio ambiental.

2. El caso contra el cambio ambiental global

El discurso del cambio ambiental global contiene un curioso valor seductor. Apela a una amplia escala retórica (‘salvar el planeta’) y a una amplia escala de intervención. No obstante, como se discutió arriba, la distancia de los tomadores de decisiones de sus consecuencias conexas, conduce a la despersonalización y, algunas veces, a una visión despolitizada de la historia y la acción humana. Sin embargo, la tierra tiene muchos sistemas físicos y biológicos que realmente operan a escala global o planetaria. Pero es esta tensión creativa (entre lo global y las consecuencias concretas) la que ha estado en el corazón de los debates de la comunidad que investiga el cambio global, con relación al debate ‘contra’ el ‘cambio ambiental global’, el cual se realiza desde la perspectiva de la escala humana y sus consecuencias en este amplio proceso. En los ensayos que siguen, Hulme (2010), Berkhout (2010) y Ostrom (2010) hacen patente, de una manera u otra, los peligros del enfoque excesivo en el marco global del cambio ambiental. Hulme sugiere que los métodos científicos buscan universalizar el conocimiento, pero también que tienden a una ‘construcción del conocimiento de instinto globalizador sobre el cambio ambiental’. Ilustra este cambio demostrando cómo el conocimiento global es materializado, cómo la aplicación del conocimiento es globalizada y concluye que tales tendencias soportan una globalización de los valores. Un ejemplo sobre estos valores globales es la creación de mercados mundiales mediante instituciones globales para los servicios ecosistémicos y las emisiones planetarias de carbono a la atmósfera. Algunos verían entonces un valor positivo en el conocimiento globalizador. No obstante, Hulme (2010), quizás reflejando los sentimientos de Scott (1998), sugiere que la mirada global de los gobiernos hace invisible la escala humana. Los resultados de tal invisibilización es que los ecosistemas son evaluados solamente por sus funciones instrumentales, y que las relaciones de poder global, movilizadas mediante los mercados globales y las instituciones, subestiman el valor del lugar, la identidad y la comunidad que actualmente constituye y contiene las interacciones del hombre con su ambiente.

Si las instituciones globales creadas para gestionar los problemas ambientales fueran exitosas, quizás podríamos desestimar sus tendencias universales. Ostrom (2010) arguye sin embargo que las instituciones de escala global no han pasado la prueba, son lentas y están esclerotizadas para hacerle frente a las crisis y desastres ambientales. No es suficiente asumir que la escasez de recursos, o la amenaza de desastres a gran escala, generarán, mágicamente en los sitios donde no existía, la demanda de la cooperación mundial para enfrentar los problemas ambientales. Ostrom arguye que los discursos del cambio climático han sido dominados por instituciones globalizadas, y no han sido capaces de aprender de o interactuar positivamente con los estados, comunidades, individuos y asociaciones que tienen en sus manos las soluciones para la descarbonización de la sociedad moderna. Patt (2010), por ejemplo, sostiene que la gobernanza regional de la energía es necesaria para iniciar una transformación del sistema energético que depende de los combustibles fósiles. Un enfoque plural podría fomentar la experimentación y aprendizaje, y facilitaría la acción individual y los compromisos. De hecho, esto podría ser un paso para acortar la distancia que nos separa de la solución.

3. Retos para el cambio ambiental global

Estos y otros temas representan retos enormes y profundos para la revista. Como Berkhout (2010) señala, el papel de las ciencias, y sus normas, actitudes y prácticas están siendo redefinidas en nuestro campo. Berkhout llama a que las posturas defensivas de las ciencias del pasado sean reemplazadas por nuevas perspectivas más positivas, que involucren cambios en las formas mediante las cuales los principios de las ciencias son aplicados. Para ello emplea la reciente controversia sobre en torno a la ciencia del clima, a fin de examinar lo que pudo haber cambiado en las relaciones entre ciencia, política y medios de comunicación. Identifica así tres importantes cambios: los procedimientos de la ciencia del clima se han abierto al escrutinio público, la ciencia del clima se ha politizado profundamente, como en el caso de los políticos y países que mayores compromisos tienen con la política del clima, y nuevos medios de comunicación han permitido el ingreso de muchas voces, a veces influyentes en el debate del clima. Pero, ¿en qué medida estos cambios afectarán de modo prolongado y relevante los modos de interacción entre la ciencia, la política y los medios de comunicación? En efecto, es demasiado pronto para responder esta cuestión. Los resultados de las mediciones recientes sobre el cambio climático en América del norte sugieren que en enero de 2010 hubo un gran incremento del cambio climático respecto a junio de 2010, el cual mostró una ligera disminución (Leiserowitz et al., 2010). Sin embargo, la revisión permanente del IPCC (InterAcademy Council, 2010), critican estas interpretaciones (Henderson-Sellers, 2010), y con un mejor escrutinio (Hulme and Mahony, 2010), es probable que se produzcan cambios en la evaluación inicial de los resultados. Una mayor apertura a los procesos de seguimiento del cambio ambiental, se extenderá a todas las evaluaciones científicas internacionales, y cuestiones similares se plantearán en relación con los juicios de expertos y la legitimidad de las representaciones de los actores implicados. La perspectiva de la interferencia deliberada en el sistema terrestre mediante obras de geoingeniería complicará mucho más los retos planteados.

La ciencia debe estar abierta al escrutinio público y nuestra revista puede contribuir a un debate público bien informado y a la discusión sobre la magnitud y dinámicas del cambio ambiental, sus impactos y respuestas sociales. Para ello debemos hacer todo lo posible para fomentar una geografía de la inclusión y facilitar la incorporación de perspectivas y visiones plurales. El ensayo de Turner (2010) discute estos temas en el marco de la ciencia de la sostenibilidad, e insiste en la necesidad de construir puentes entre especializaciones (y especialistas) en la gestión del cambio ambiental. Turner usa el marco de la ciencia de la sostenibilidad y sus componentes clave en los sistemas socio-ambientales, los servicios ambientales y compensaciones respectivas, a fin de comparar los conceptos y las comprensiones sobre la vulnerabilidad y la resiliencia. De este modo, sugiere que la comprensión de las compensaciones puede ser un camino clave hacia una ciencia más útil de los sistemas socio-ambientales.

4. Los progresos en el cambio ambiental global

Desde 1990 la población mundial ha pasado, aproximadamente, de 5.300 a 6.800 millones, con un incremento sostenido de la economía mundial, y acompañado de un incremento total y per capita en el consumo de muchos países del mundo, especialmente en Brasil, Rusia, India y China. Sin embargo, nuestro mundo sigue siendo asimétrico en el acceso a recursos y al consumo per capita tanto entre países como en los países mismos. Una revisión de los trabajos más citados en esta revista, muestra la importancia de cinco temas comunes: las causas e impactos del cambio sistémico y acumulativo, conceptos transversales tales como vulnerabilidad y resiliencia, métodos de administración, control y política, y diferentes perspectivas sobre el cambio climático.

La comunidad científica ha documentado y cuantificado claramente el cambio ambiental global, mejorando los modelos para comprender las consecuencias futuras de nuestras acciones, a pesar de las enormes incertidumbres que persisten. Las comunidades también han desarrollado herramientas para cuantificar nuestra huella ecológica y los efectos de nuestros estilos de vida más allá del entorno inmediato (Rees, 1992; Hoekstra and Hung, 2005), y que tienen un inmenso potencial para entender nuestras interconexiones a distintas escalas, tanto en términos biofísicos como socioeconómicos, lo que en efecto, tal como sugiere Rifkin (2009), puede contribuir a mejorar la empatía del sistema humano-ambiental. Pero quizás es en la frontera entre las percepciones individuales y colectivas, y en las acciones ambientales que avanzan poco a poco, donde existe un gran potencial para enfrentar los desafíos que al menos comprendemos bien. La investigación interdisciplinaria sobre el cambio ambiental global debe asumir un mayor compromiso con las éticas, y las ciencias psicológicas y comportamentales, a fin de entender las motivaciones y los cambios conductuales en sus contextos socioeconómicos y políticos, y las formas institucionales y gobernanzas que puedan fomentar nuevas tecnologías e ideas de ‘progreso’ en el cambio ambiental.

Referencias

• Berkhout, F., 2010. Reconstructing boundaries and reason in the climate debate. Global Environmental Change 20, 565–569.
• Devine-Wright, P., 2009. Rethinking NIMBYism: the role of place attachment and place identity in explaining place-protective action. Journal of Community & Applied Social Psychology 19, 426–441.
• Hamilton, C., 2010. Requiem for a Species: WhyWe Resist the Truth About Climate Change. Earthscan, London.
• Henderson-Sellers, A., 2010. Circling from virtuous to vicious: how the IPCC stopped helping and began hindering adaptive behaviour. In: 2010 Climate Adaptation Futures Conference. Gold Coast, July Abstract (accessed at 14th July 2010)http://www.nccarf.edu.au/conference2010/wp-content/uploads/3968-YRD-NCCARFConfProgram2010_WEB.pdf.
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Correo de contacto: n.adger@uea.ac.uk (W.N. Adger)

julio16 de 2010