abril 09, 2011

Y DESPUÉS DE CAMINAR, ¿QUÉ?


Por: Carlos Arturo Gamboa

Alienta ver los ciudadanos transitando asfalto, defendiendo los escasos derechos que aún no han sido devorados por la máquina del capital. Alienta el sentido mismo de la vida, los colores, las consignas, los sueños de la juventud. Al final, cuando todos han regresado a sus lugares, el silencio ulterior a la protesta nos hace preguntarnos: Y después, ¿qué?
En Ibagué caminaron los estudiantes de la Universidad del Tolima, algunos profesores (quizás los que no han sido encantados por las sirenas del seudo-mundo académico), los estudiantes de los colegios que añoran algún día ingresar a la universidad, pero que saben muchos fracasarán en sus intentos. También caminaron algunos transportadores denunciando la precarización laboral a la que son sometidos y los habitantes del barrio Castilla a quienes el gobierno local les incumplen, los pensionados con sus dramas y los desprevenidos. La ciudad camina, se desplaza, va a los centros de poder, vitaliza el ritmo de sus sueños y en masa exige respuestas. El problema es que el poder es sordo, no es interlocutor del pueblo, duerme bajo el influjo de su insensatez. Y después, ¿qué?
Los noticieros hacen sus balances superfluos, confunden protesta con terrorismo, a las víctimas con los victimarios, a los sueños de cambio como obstáculos al desarrollo. Los policías llegan sudorosos a sus casas porque lograron contener los “revoltosos”, sin entender que muchos de sus hijos necesitan la universidad que ellos no entienden. Los ESMAD blanden orgullosamente sus maquinitas de represión. El mundo girará igual. Y después, ¿qué?
Después pensar, para volver a caminar. Los cuerpos que se mueven alteran el ritmo del mundo de la vida, le impregnan otra sinfonía al derrocado planeta de los sin rostro, de los sin voz, de los sin parte. Pero el pensar deber ser paralelo al caminar, quien camina a la deriva es un zombi, quien camina bajo el influjo del pensamiento, es un ser que transforma sus pisadas y le propone al mundo otras posibilidades.

abril 07, 2011

INNOVAR PLAGIANDO, INVESTIGAR MENDIGANDO: MENTIRAS, SIMULACROS Y TRUQUITOS

Por: Carlos Arturo Gamboa
¿Qué balance puede hacer un participante al foro internacional de educación superior, realizado los días 5 y 6 de abril en Bogotá? Más allá de cifras que ocultan discursos, de discursos que esconden cifras, de modelos que invitan a la innovación y apenas logran ser copias borrosas de un paradigma macro que se duplica en el mundo, de los mismo viejos problemas de la educación superior que se pretenden solucionar desde el escritorio de algún burócrata viejo o un nuevo tecnócrata; más allá de ese gigantesco lugar común, parece existir sólo un vacío, que debe ser llenado por el mundo del saber, pero que ahora está copado por el mundo del mercado.
Una propuesta de reforma ambigua, como sus diseñadores, se pretende vender al mejor estilo de tele-marketing, usando personajes impostados, traídos de lejanas tierras, porque creen que a los colombianos aún nos sorprenden sus espejos de colores. Muchos discursos y un solo dios verdadero, el mundo del gran consumo, ahora con ganas de penetrar las profundidades del saber, para extraerle la esencia y convertirlo en bonos transables en la bolsa, eso es todo; lo demás formas paródicas de lo mismo. Y esos personajes, puestos en la escena exótica de un país por donde circulan Volkswagen y zorras tiradas por famélicos caballos por el mismo carril de la autopista, apenas pueden medio inferir que lo hecho es parte de la venta de sus servicios educativos, su gran contribución desde la sociedad del conocimiento al desarrollo tercermundista. Luego abordarán sus vuelos y apenas recordarán que existe un lugar del mundo llamado Colombia, en donde los dueños del mundo quieren seguir cosechando sus larvas.
Mentiras en subasta, simulacros alejados de nuestras realidades, truquitos del mercado, diapositivas en serie, unas tras otras, mostrando el mundo ideal de una reforma, que no es tal, sino un cambio profundo de la concepción de universidad, que en muchas partes ya es un hecho y que busca legalizar el concubinato de universidad y mercado, porque a la pobre universidad pública ya se le nota mucho la preñez. Mentiras, dicen que la universidad con ánimo de lucro no es privatización, ahora resulta que el mundo económico descubrió nuevas formas de capital, porque a estas empresas privadas que entrarán al mundo de la universidad no les interesa la rentabilidad, no subirán precio del “servicio educativo”, (ni para qué recordar que era un derecho), no afilarán los currículos para su beneficio privado, sólo serán unos señores altruistas, sin rostro y donantes de desarrollo. ¿Alguien quiere voltear su mirada hacia lo que antes era la salud pública y descubrir la misma lógica? Simulacros, que el Estado entiende la importancia de la educación superior, pero la pobre viejecita no tiene para invertir en la potencia del desarrollo de un país, entonces toca llamar a los hermanos de la caridad del gran capital para que hagan ese esfuerzo; y ¿de dónde entonces salen los dineros para sostener la política de la guerra y de la corrupción? Truquitos del mercado, que las multinacionales que llegarán a invertir en investigación son los prohombres del futuro, que aportarán a los índices de desarrollo de la región, que harán que nuestras universidades ingresen al ranking mundial; pero olvidan contarnos que ellos están socavando nuestra riqueza, depredan nuestros recursos y además ahora nos van a comprar en cómodas cuotas nuestro saber.
Y así, entre cuenteros coreanos, deslucidas parisinas, despistados colombianos y paquetes chilenos, la función deja una lección: que no hay peor ciego que los que no quieren ver. La llamada reforma es un embeleco que no puede ser creída ni por la Ministra María Fernanda Campo, cuyo cyborg-discurso es siempre el mismo, así las preguntas y los escenarios cambien. Detrás de este nuevo intento por sodomizar la universidad pública, no hay más que la continuación de un proyecto de país pensado desde los cafetines de Miami, otra imitación histórica y otra negación a construir desde nuestras realidades, nuestros sueños, necesidades y fortalezas. La muletilla es la misma, la de la Ministra durante sus casi dos horas de diapositivas, “por último pero no menos importante…” Si, por último la estocada final al bravo toro de la educación pública.
Foro abierto a puertas cerradas e imposibilidad de confrontación, cada vez que alguien rompía el protocolo, la policía ingresaba lenta y sigilosamente, como cualquier estrategia de mercado, y se hacía al lado del “sospechoso” participante, es decir alguien que no se tragaba los cuenticos chinos. ¿Esa será la lógica del debate nacional? Quizás por eso Nyet Ngo Lee, (UNESCO) no se atrevió a desarrollar esas críticas que dejó en punta sobre la responsabilidad social de la educación, el acceso democrático y la equidad, pero es que uno viniendo de Malasia, no puede arriesgarse a ser rodeado por un pintoresco grupo de uniformados quienes tienen claro, igual que muchos señores del gobierno, que la educación superior lo que necesita es más control y poca inversión.
Al final un panel en donde los participantes intentaron desnudar lo ladino de la propuesta, pero que sólo servirá para anunciar que la comunidad académica ya fue escuchada, el cinismo en sus apogeos. Innovar plagiando, investigar mendigando, bienvenidos al futuro, decía otro presidente que hoy es recordado como unos de los primeros en entender que la soberanía es una marquilla comercial. Afortunadamente los universitarios de verdad (no los gestores del capital) entendemos que una nueva argumentación es posible y que las fórmulas del capital no alientan nuestras profundas enfermedades, a ellos sólo les interesa el copago que les pueda generar la educación.

abril 04, 2011

UN ESTADO CANALLA MUY SANTO


Por: Jorge Gantiva Silva
Editorial de la Revista Izquierda. No. 10 (abril 2011).
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A diferencia de quienes simulan una paz nacional, un nuevo estilo y un nuevo ambiente por parte del gobierno del presidente Santos, hoy el país no parece recuperarse de la horrible noche a la que ha sido sometida por la violencia y la corrupción. Más allá de la maquinación santista, el desangre entre los colombianos continúa; la filtración y el control de las mafias, de la parapolítica y de los carteles de la corrupción convierten a Colombia en un estado canalla que ha socavado profundamente el ya precario Estado social de derecho, y sigue postergando la posibilidad del bienestar y la prosperidad, el respeto de los derechos fundamentales y la dignidad de los colombianos. Al Estado colombiano no le fueron suficientes sus victorias militares; sino que ahora se empeña en completar su estrategia eliminando derechos, conquistas sociales, territorios ancestrales, privatizando el agua, los recursos naturales, la educación pública; acompañada de una nueva ola de violencia contra comunidades, líderes sociales, jueces, periodistas, defensores de derechos humanos, víctimas de los crímenes de estado. Este ambiente santista no deja de sorprender al mundo democrático, pese a la “santurronería angelical” de querer pasar gato por liebre con la simulación de la conciliación y el consenso nacional. Este mes que acaba de terminar ha sido particularmente tenebroso. El asesinato de la jueza en Saravena, Gloria Gaona, es un crimen que avergüenza a Colombia ante el mundo; el asesinato y la violación de niñas y niños; la desaparición de varios líderes sociales, la eliminación física de dirigentes de las Comunidades de Paz, la muerte de campesinos que reclamaban la devolución de sus tierras, el ataque sistemático al movimiento de las víctimas de los crímenes de Estado, son manifestaciones reales y concretas del estado de excepción permanente en el cual vive Colombia. El país sigue ocupando el nada honroso primer lugar del mundo por el desplazamiento forzado, que supera la cifra de 5.000.000; el asesinato, las amenazas y el destierro de sindicalistas alcanza también la cima del ranking mundial. El informe de la Fiscalía General de la Nación reporta que en los últimos lustros se registraron unos173.000 asesinatos por parte de fuerzas (para)militares. La ONU acaba de señalar el incremento de las masacres cometidas por grupos criminales, comprobándose la participación de miembros de las fuerzas armadas del Estado que pasaron de 27 en 2009 a 38 en 2010. En las dos décadas de la Constitución de 1991, la cifra de desaparecidos sobrepasa los 250.000. A la fecha se han encontrado unas 300 fosas con restos de personas asesinadas por paramilitares y fuerzas armadas; la situación de violación de los derechos humanos y la cantidad de presos políticos en Colombia que alcanzan los 7.500, evidencian el carácter demofascista de la democracia colombiana.

El Estado canalla cuenta además con una cualidad particular: la corrupción. Solo en el gobierno de Uribe, la corrupción alcanzó topes inimaginables en instituciones como Agro Ingreso Seguro, las empresas prestadoras de salud, el Banco Agrario, la DIAN, el Incoder, el departamento de estupefacientes, la Superintendencia de Notariado y Registro. Son solo algunas manifestaciones del gran carrusel de la corrupción, el robo de los dineros públicos, sin contar el crimen de cuello blanco en los gobiernos regionales, el reparto de las regalías, el abuso y robo en varias universidades e institutos gubernamentales. Según la encuesta de Gallup, 63 de cada 100 colombianos piensan que en materia de corrupción el país va muy mal. De acuerdo con The Economist, Colombia quedó como el segundo, de un total de ocho países, en materia de fraude; e indicó que el 88 por ciento de los ejecutivos encuestados manifiestan que sus empresas están expuestas al incremento del fraude. Colombia que pretende celebrar los 20 años de la Constitución, dista mucho para merecer el calificativo de democracia viable y respetable. Se mantiene en pie en virtud del apoyo financiero y militar del Imperio, de las jugosas ganancias de las empresas transnacionales y del poder plutocrático que juegan con el destino de un pueblo que se resiste ante el oprobio y la indignidad, que lucha por la vida y sus derechos, defiende la vida y el patrimonio público de la nación, de la salud, de las empresas estatales fundamentales para el bienestar de los colombianos, los territorios, la educación y la universidad pública.