septiembre 24, 2014

¿VALE LA PENA ABRIR MÁS DEPARTAMENTOS EN LAS FACULTADES?



Por: Elsa María Ortiz Casallas.
Profesora de la Facultad de Educación

Las siguientes ideas tiene la función contribuir al análisis y al debate sobre la apertura de mas departamentos en la Facultad de Educación de la Universidad del Tolima.
Pensar en cerrar o abrir departamentos no es sólo un asunto de tipo burocrático y administrativo para mostrar resultados en la era del control y la gestión, ni un asunto de momento electoral, sino un problema fundamentalmente de orden epistémico. En esta línea, la pregunta inicial es ¿Hacia dónde va la Facultad de Educación con éstas propuestas? ¿Hoy día, cuál es el norte de la Facultad de Educación? ¿Cuáles son los estudios y los argumentos históricos, filosóficos, políticos, curriculares y epistémicos que llevan a la dirección de la Facultad de Educación  ha tomar esta decisión? ¿Cambiar por cambiar? No hay que olvidar que el innovacionismo compulsivo como ideología, arraigado en las administraciones de turno, ha sido un problema histórico en la universidad, lo cual ha obstaculizado y frenado tanto la continuidad de procesos como la transformación de éstos.
Antes de pensar en dividirnos, aún más de lo que estamos, sería importante plantear las siguientes preguntas: ¿desde qué perspectiva epistémica estamos tratando de resolver los problemas del entorno regional y nacional? Ahora ¿dichos problemas se resuelven disciplinariamente o necesitan el concierto de diversos saberes para lograr su comprensión? Estas preguntas remiten directamente a la relación con el contexto, a la relación con la estructura curricular de los programas de la facultad  y a la planteada por la universidad. Si bien es cierto la ciencia clásica moderna ha privilegiado el método analítico en clave disciplinar con tendencia cada vez más hacia la hiperespecialización de los saberes, también es cierto que los problemas reales que se observan en el entorno son tan complejos que difícilmente se logran objetivar, explicar y comprender desde un paradigma disciplinar (Morín, 2000).
Según Castro (2005) Las disciplinas son ámbitos que agrupan diversos tipos de conocimiento  experto, entonces: el lenguaje es una disciplina, la literatura es una disciplina, las matemáticas, la biología, las lenguas extranjeras y educación física recreación y deportes también lo son. Las disciplinas materializan la idea de que la realidad debe ser dividida en fragmentos y de que la certeza del conocimiento se alcanza en la medida en que nos concentremos en el análisis de una de esas partes, desconociendo sus conexiones con todas las demás. Nótese que ésta es la estructura curricular que ha sostenido la universidad, coherente con una universidad más de tipo profesionalizarte que investigativa (Miñana, 2002), aliada de una visión mercantil, a la cual se ha plegado la ciencia en el actual capitalismo cognitivo. Es decir, la universidad sigue pensando el mundo complejo de forma simple; en esta línea, sigue formando profesionales disciplinarios, incapaces de intervenir en un mundo que funciona bajo una lógica compleja.
Ya Pierre Bourdieu (1980) mostraba cómo esta estructura arbórea universitaria esconde una lucha darwinista entre diferentes campos y actores por la obtención de un determinado tipo de interés, poder o capital; ahora, como el modelo educativo impuesto, bajo la lógica del mercado es la competencia; entonces, compiten las universidades, los departamentos, los profesores, las facultades, y en estas batallas sin norte, en donde prima el olvido de la historia, la despolitización y des-ciudadanización, el rumor, el ardid y la política del bien particular,  los actores luchan por perpetuarse en el poder.
Ante el anterior panorama, algunos teóricos, entre ellos Morín (2000) y Santiago Castro (2005) entre otros, han propuesto la perspectiva inter y transdisciplinaria. Unión mas no disyunción,  matriz que cobra sentido aún más si se tiene en cuenta, en nuestro caso,  que se trata de una facultad de educación donde el objeto de formación son sujetos, todos con un una carga de incertidumbre y subjetividad enorme, imposibles de atrapar y valorar bajo métodos lineales y disciplinares, como ha sido tradicionalmente la tendencia. Una de las críticas que Morín hace al sistema educativo es que éste privilegia, en clave de intereses ideológicos y políticos, la simplificación, la segregación y  la disyunción en detrimento de la unión (visión colonial de la ciencia), lo cual lleva al sujeto en formación a conocer sólo partes de la realidad obstaculizando el sistema de relaciones académicas, sociales, culturales, ideológicas y políticas de los fenómenos que, en ambientes de aprendizaje transdisciplinario lo llevarían a una real comprensión de la cultura y la naturaleza, propiciándole al sujeto posibilidades de participación como actor y ciudadano de su propio entorno. El todo no es igual a la suma de las partes precisamente porque allí se desprecian las relaciones, las grietas y las fisuras.
Finalmente, bajo la idea de una universidad autónoma y democrática, es necesario discutir estas propuestas con todos los actores implicados y tomar decisiones colectivas.

Referencias:
Bourdieu Pierre (1980). El sentido Práctico. Siglo Veintiuno Editores. Argentina.
Castro-Gómez, Santiago. (2005). La hybris del punto cero. Ciencia raza e Ilustración en la Nueva Granada (1750-1816). Bogotá: Editorial Pontificia Universidad Javeriana.
Miñana, Blasco, C. (2002) Interdisciplinariedad y currículo. Un estado del arte. En: Seminario Internacional sobre interdisciplinariedad y currículo. Construcción de proyectos Escuela-Universidad: memorias/Ed.  A cargo de  Carlos Miñana Blasco. Bogotá: Universidad nacional de Colombia. Programa RED. p. 1-48.
Morín, Edgar. (2000). Los siete saberes necesarios para la educación del futuro. Bogotá: Icfes.