diciembre 05, 2018

CARTA ABIERTA: CONTEXTO SOCIO ECONÓMICO DEL PROBLEMA DE LAS UNIVERSIDADES PÚBLICAS

A continuación reproducimos la carta del profesor y amigo Julio Sabogal Tamayo, quien le escribe al mundo desde la Universidad de Nariño.

Nos encontramos ante una antinomia, ante dos derechos encontrados, sancionados y acuñados ambos por la ley que rige el cambio de mercancías. Entre derechos iguales y contrarios, decide la fuerza (K. Marx).  

Amigos universitarios:
En esta oportunidad, quiero compartir con ustedes algunas reflexiones sobre el contexto general del mundo y, por lo tanto de Colombia, en el cual se encuentra el actual problema de desfinanciación de la educación superior pública.  La información que ha circulado hasta el momento de parte de los universitarios es verdadera, pero, en primer lugar, es básicamente cuantitativa y, en segundo lugar, no está inmersa en el ámbito neoliberal del mundo.  Por lo tanto, lo que voy a plantear a continuación puede ser de alguna utilidad.
 Después de Los treinta años gloriosos –nombre que suelen darle al crecimiento continuo que disfrutó la economía capitalista después de la Segunda Guerra Mundial, hasta la crisis de los años setenta– al regresar la crisis, como era de esperar, el capital empezó a sufrir la caída de la tasa de ganancia.  El capital –su personificación la burguesía– decidió tomarse aquellos sectores que hasta entonces no había explotado: la educación, la salud, las comunicaciones, etc., a fin de recuperar la tasa de ganancia.  Eso pudo hacerlo fácilmente porque el poder político, más que antes, estaba a su servicio. 
En la era neoliberal se acaba la dicotomía Estado-mercado, predicada por Keynes, y el Estado pasa a ser un sirviente del capital.  Piénsese en el gobierno de Pinochet, presidente de Chile, el primer país neoliberal del mundo, o en los gobiernos de Margaret Tatcher, primera ministra británica,  y Ronald Reagan presidente de Estados Unidos.  La Tatcher solía repetir: La sociedad no existe. Sólo existen hombres y mujeres individuales que compiten libremente en el mercado.  Esto lo había aprendido de su maestro, Friedrich Hayek, el padre del pensamiento neoliberal y, en general, de la economía ortodoxa que enseñan actualmente en todas las universidades del mundo.  El pensamiento crítico fue desterrado de los programas de Economía, desde la década de los años noventa.
A la apropiación de estos nuevos sectores por el capital es lo que el economista marxista David Harvey llama acumulación por desposeción; lo que se está apropiando el capital no es una nueva plusvalía creada en un proceso productivo sino un valor que ya existía y el gobierno se lo entrega a un precio inferior a su valor.
Esto fue lo que sucedió en Colombia desde el gobierno de Virgilio Barco y se intensificó con el gobierno de César Gaviria.  Algunas empresas fueron puestas en venta, como fue el caso de Telecom, pero una universidad pública no puede ser puesta en venta, sino que se privatiza en forma indirecta.  El mecanismo utilizado es la restricción del presupuesto para obligarla a salir parcialmente al mercado.  La universidad se ve obligada a vender posgrados, asesorías e investigaciones y a precarizar el salario de los docentes, a través de la contratación de profesores hora cátedra y OPS.  En el caso de Colombia, se puso en práctica la estrategia de privatización indirecta con la Ley 30 de 1992.  Téngase en cuenta que se acababa de aprobar una Constitución híbrida, medio neoliberal y medio democrática; no se olvide que los líderes de la Constituyente de 1991 eran unos de derecha dura y otros de derecha blanda.
El otro camino consiste en financiar la demanda y no la oferta.  El gobierno no entrega los recursos financieros a las universidades sino a los estudiantes, de esta manera logra que dineros públicos vayan a la universidad privada –es decir al capital– o pone a las familias pobres a pagar créditos a la banca.  Esto no es solo en nuestro país.  Veamos lo que sucede en Estados Unidos: En Harvard, según informa Emmanuel Jaffelin en Le Monde del 28 de mayo de 2012, las relaciones entre profesores y estudiantes parecen fundarse sustancialmente en una suerte de clientelismo: “Dado que paga muy cara la matrícula en Harvard, el estudiante no sólo espera de su profesor que sea docto, competente y eficaz: espera que sea sumiso, porque el clien­te siempre tiene razón”. En otros términos: las deudas con­traídas por los alumnos estadounidenses para financiar sus estudios, cercanas a los mil millardos de dólares, los obligan a ir “más a la búsqueda de ingresos que de saber”.[1]  Por eso aquellas teorías que enseñan a pensar van desapareciendo y su lugar es ocupado por disciplinas “practicas”.
Al negociar con el gobierno nacional no hay que olvidar que este no toma decisiones libres, porque forma parte de un entramado mundial –dirigido por el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional– además de que esos funcionarios han interiorizado el pensamiento único neoliberal, hasta estar convencidos de que es la única verdad posible.
Aquí hay dos fuerzas enfrentadas, de un lado la búsqueda de plusvalía que es un derecho económico del sistema imperante, a cuyo servicio están los gobiernos, y, de otro, los universitarios que nos empeñamos en defender la educación como derecho.  Y, Entre derechos iguales y contrarios, decide la fuerza.  La fuerza de los universitarios, en este momento, es la organización, la movilización y la solidaridad de la población independiente.
Pero no basta con la sola movilización, debemos fortalecernos con el arma del pensamiento crítico, este pensamiento hay que recuperarlo.  Si los estudiantes y los docentes no nos armamos de la teoría antineoliberal, nos puede pasar lo siguiente:
Había una vez dos peces jóvenes que iban nadando y se encon­traron por casualidad con un pez más viejo que nadaba en direc­ción contraria; el pez más viejo los saludó con la cabeza y les dijo: “Buenos días, chicos. ¿Cómo está el agua?”. Los dos peces jóve­nes siguieron nadando un trecho; por fin uno de ellos miró al otro y le dijo: “¿Qué demonios es el agua?”[2]
Pasto, 30 de noviembre de 2018
Cordialmente,

Julián Sabogal Tamayo
Profesor Titular de Economía, Universidad de Nariño




[1] ORDINE, Nuccio (2013) La utilidad de lo inútil, Barcelona: Acantilado, pág. 79.
[2] Ibídem, pág. 29.