enero 10, 2013

LOS BANCOS Y LOS BANQUEROS


Por: Carlos Arturo Gamboa B.
Los bancos producen alergia. No los bancos de los parques, que mucho escasean, sino las sedes del sistema bancario. Ir a un banco a realizar una diligencia genera escozor hasta en el más estoico. Hace poco estuve en un “banco muy popular” realizando un cambio de tarjeta y demoré tres horas en algo tan trivial. Tres horas válidas para lectura de 150 o más páginas, de dos buenas películas, de una buena caminata, incluso de una merecida siesta. Ha cambio tuve que esperar impaciente a que un cajero, cuya velocidad hacía presentir que alguna vez se la había escapado una tortuga, nos atendiera al taquicárdico ritmo de un sistema digital que harían exasperar a Job. Una señora que entró con un niño de unos 6 años corría el riesgo de salir de la mano de un adolescente. La explicación de siempre: que se cayó el sistema. Cuatro ventanillas y sólo una en servicio. La paciencia decaía, el chiflido era la única arma de protesta. Al final, entre maldiciones, risas nerviosas y madrazos en voz baja, me atendieron. Lamenté mucho no haber cancelado mi cuenta, pero de seguro me hubiesen puesto a realizar cientos de trámites para ello y los escasos fondos que poseo no ameritan tal desgaste, mejor empleo esas horas escribiendo o hasta durmiendo. Pero ni siquiera esa es la mayor perversión de los bancos.
Hace unos años Enric Durand desafió el sistema bancario capitalista y lidera un movimiento para construir alternativas económicas, él igual que millones de seres humanos, entiende que los bancos se convirtieron en los amos del mercado. No hablaré aquí desde teorías económicas especializadas, pero es fácil observar que este siglo ya ha dejado ver el rostro oscuro del sistema financiero mundial, y sólo basta mirar la cotidianidad para encontrarse de lleno con la calamitosa posibilidad de convertirse en un esclavo de las “convulsiones modernas”.
Los dueños de los bancos especulan, crean burbujas financieras, juegan con números que no se correlacionan con bienes materiales, la mercancía, en términos marxistas, ahora es abstracción. El negocio financiero es mentir. Como usuario de un banco pagas por guardar tu dinero y obtienes poco beneficio de ello. Cada transacción tiene un precio que cancelas poco a poco y que sumado entre miles de usuarios sostienen el sistema y le permiten usar tu dinero como fuente de especulación. Los bancos sobornan gobiernos, el sistema de bolsas de valores es un entramado mafioso al mejor estilo Al Capone. Interbolsa en el caso colombiano reciente es el mejor ejemplo.
Deberíamos tener la libertad de no tener el dinero en los bancos, pero eso cada día es más idealista. Ellos están metidos en todas partes, son los nuevos dioses omnipresentes. Deberíamos volver al truque porque la invención del dinero es tan fatal que creo los banqueros. Dirán imposible. Bueno, si no podemos acceder a esas libertades, al menos no me roben el tiempo de ocio haciendo colas para dejarles mi dinero en sus cuentas, ya que como dijo Quevedo: “sólo un necio confunde valor y precio”.