julio 16, 2016

¿Y DESPUÉS DE LA HUELGA QUÉ?


Reflexiones de un convaleciente

Por: Carlos Arturo Gamboa
… todo lo que debe ser transformado está empezando a transformarse. La Universidad del Tolima debe ser nuestro principal objetivo.
Debemos evitar caer en la depredación por el poder. Este momento no es para buscar nombres, sino para construir un proyecto colectivo. Los nombres son secundarios y saldrán, pero si hay ideas claras esos nombres deben corresponderse a las ideas. Ojalá sean muchos los nombres éticos y universitarios, ojalá algunos de ellos estén dispuestos a gobernar en consenso.
Debemos apostar por el reencuentro de los sectores para elaborar un vademécum que contenga los principios esenciales para un periodo de gobierno en transición. No se le puede entregar la universidad a un sector, ese ha sido nuestro gran error como comunidad.
No busquemos un patriarca o un amo. El último “prócer” feneció en su soberbia, aun se escucha el ruido de las cosas al caer.
No esperemos un mesías, no existen seres perfectos, las crisis deben afrontarse entre los que quieran solucionarlas. Muchos querrán que todo siga igual, tocará superarlos.
Salgamos del confort, abandonemos la baldosa. Es muy fácil opinar si no te juegas el pellejo por tus ideas. Si esperas que alguien piense y haga por ti, seguro lo encontrarás.
Aceptemos que las cosas no van bien. Mirémonos al espejo. Seguir defendiendo viejas estructuras, viejos modelos institucionales y añejas cotidianidades, es negarse a avanzar. La UT está habitada por seres capaces de emprender un proyecto sensato, desde el más humilde trabajador hasta el más altivo docente, o viceversa.
Evaluemos la real dimensión de nuestra universidad, no tratemos de imitar modelos impuestos o copiados, la sed de ranking nos ha hecho mucho daño; los falsos postulados de calidad y acreditación son simulacros y tras ellos hemos perdido el objetivo de educar el pueblo.
Desaferrémonos del puesto de trabajo, eso no es todo lo que ofrece la universidad. Juguémonos por un proyecto social de formación para la inclusión. Reflexionemos, muchas de las cosas permanecen estáticas porque no las queremos cambiar.
No guardemos silencio ante lo que se hace mal, alertemos sobre ello. Al final la honestidad resplandece más.
Dejemos de tenerle miedo al poder, los poderosos se alimentan de nuestro miedo. No le rindamos pleitesía a la mediocridad. El conformismo es tan agobiante como la ineficiencia pública. Creo que son parientes.
Rescatemos espacios universitarios como las asambleas, los foros, los debates y los conversatorios. En los últimos meses se han venido convirtiendo en un lugar para volver a darle vida a la política.
Ordenemos la casa, luego pensemos en la del vecino. ¿A usted le gusta el paisaje visual de la UT? A mí no. Transformémoslo.
Hagamos bien lo que a cada quien le toca. Una sumatoria de buenos oficios es pilar de una moderna organización. Si todos trabajáramos como las compañeras de oficios generales, la universidad sería ejemplo de eficiencia.
En tiempos cuando se habla de la construcción de la paz, como universitarios debemos procurar ser coherentes; pero la paz no se hace de abrazos, la paz es diferencia y defensa de lo diferente. Donde todos piensan igual no hay paz, hay estupidez colectiva.
Volvamos a sentirnos universitarios, este no es un trabajadero, es una institución de formación superior para lo superior. Asumámoslo.
Procuremos ser ejemplo de lo que deseamos. No somos perfectos, pero el ejemplo es pegamento entre las acciones y las ideas.
Expresémonos. El silencio, en estos casos, causa frustración.


julio 13, 2016

RESISTIR ES EL ÚNICO CAMINO

Por: Carlos Arturo Gamboa B.

Lo único peor que un dictador, es su soberbia.
J. C. Escobar

No se puede obligar a nadie a luchar, solo daré ejemplo luchando.
Carlos A. Gamboa

Las horas pasan, los minutos se hacen pesados. Las rodillas empiezan a tambalearse. El mareo sube hasta la cabeza como una oleada tibia, como un cosquilleo que roba energía. Debes respirar profundo, concentrarte.
Las mañanas son tranquilas, el aire frío del amanecer tranquiliza la piel. He tenido sueños recurrentes de paisajes, de montañas, de ríos que humedecen mi rostro. Al despertar en las madrugadas, en mi carpa, he creído estar acampando en alguna ladera del Combeima, cerca al Nevado del Tolima, luego el cerebro se resetea y escucho el lento gemir de mis compañeros de huelga.
De día las personas llegan como una oleada de abejas que transportan energía. Nos abrazan, nos cuentan sus preocupaciones, nos traen noticias del campus de la universidad; estar tanto tiempo en un mismo lugar me hace pensar que para morir es suficiente un metro cuadrado ¿no entiendo por qué la gente necesita tantas cosas?
Los mensajes para alimentar la fortaleza llegan de cada rincón. Por lo correos, por las redes sociales, por el celular. La tecnología sirve para extender la solidaridad, los mensajeros binarios llegan por miles; no hay muchas fuerzas para devolverlos cargados de agradecimientos.
Me he quedado mucho tiempo mirando los rostros. Los de mis cercanos, los de mis amigos, los de aquellos compañeros de trabajo que quizás apenas un día saludé. Sus rostros dicen lo que sus bocas callan. Hay mucha angustia en las miradas, muchos deseos de que no claudiquemos, mucha preocupación por nuestros cuerpos que musitan una melodía lenta al desplazarse.
He podido explorar más a fondo la mezquindad humana; algunos, apenas un puñado de alfileres en la pradera, se han burlado de nosotros, han convertido sus miedos en mofas que hieren el corazón del luchador, han antepuesto el interés pusilánime del tiempo ante la vida misma que dicen amar y celebrar. Los excuso pero no los comprendo, no cambiaría la vida de nadie por un imperio.
Las horas siguen su lento transcurrir, se hacen más lentas, se arrastran por las baldosas, se escurren por las paredes. Las enfermeras vienen y van, sus sonrisas alimentan el palpitar de los osciloscopios, sus agujas parecen avispones en la piel. Me siento más chuzado que el telefono de Piedad Córdoba.
Mis compañeros de huelga se han convertido en una cofradía de anécdotas. La mayoría de ellos antes eran rostros en el campus, quizás hasta rostros nunca vistos, pero me hacen recordar aquello de que “cada hombre es una historia”. Su generosidad, arrojo y desprendimiento es un tesoro para esta universidad, para este territorio, para este mundo.
Mis amigos, constantemente, me hacen llamados a que no me mueva tanto, a que no escriba. Entonces suelo escabullirme de madrugada a ordenar palabras, como un campesino que de noche salta el broche y va a la ciudad en busca de placeres. Creo que nunca podré hacer huelga de palabras, no he nacido para ser sumo sacerdote del silencio.
Un nuevo día empieza a descender desde las montañas. Consumo otro trago de suero comercial. Froto mis manos mientras pienso que en la distancia alguien padece nuestra osadía, pero muchos celebran nuestro rito acuoso de resistencia. Ayer mi hijo Jhon Alex, quien apenas tiene catorce limpios años, me envío un mensaje pidiendo permiso para unirse a la huelga como respaldo, su arrojo es bofetadas para tantas cobardías.
El inventario es muy extenso, mis dedos padecen cansancio de teclado. Son cerca de 170 horas de huelga de hambre. Aún no logramos derribar el dique de la indolencia, parece que el poder está recubierto con una capa de insensible plomo. Entonces vuelvo a recordar lo que dicen los miles de rostros que nos han venido a saludar: No se puede claudicar. Es inevitable, resistir es el único camino.
Teatrino Parque Ducuara
Universidad del Tolima
Julio 13. 4:00 AM