noviembre 26, 2012

¿QUIÉN RECUERDA A LOS MAESTROS?



 Por: Armando Villegas
Publicado en Confabulación No 257.
Nota: Uno de los gigantes de la plástica latinoamericana, fiel confabulado, con su característico rigor, impugna otra de las falacias instauradas por esta civilización que ha perdido su horizonte. 
Los pueblos ancestrales, que tenían una relación fundamental con la Tierra y sus raíces culturales, creían que la figura del Maestro era necesaria y postulaban los designios de la sabiduría como uno de sus objetivos; pero contrariamente esta época que pretende la abolición de la memoria y que anima formas fugaces en el arte, ha decretado el fin de la tradición y por eso mismo la extinción de los Maestros.
Puede parecer evidente: pero para que exista un Maestro deben existir discípulos, y los discípulos por definición deben al menos respetar a sus maestros, no desconocerlos. Lo cual exige algo casi imposible en este vínculo: la humildad de las dos partes. Es importante “reflexionar” al respecto, verbo que tampoco se ejercita en este tiempo que sólo impulsa lo superficial, los libros fáciles, las pinturas obvias, las películas ligeras. Vivimos en un mundo donde la educación se ha extendido a zonas antes inconcebibles, es indudable, pues ahora en las universidades y en las empresas de nada sirven los títulos de pregrado, se exige que la persona tenga especializaciones, doctorados, pero todos sabemos que por más que los candidatos obtengan sus diplomas, producto casi siempre de investigaciones innecesarias, estos seres protegidos por los poderosos sistemas académicos e imbuidos de arrogancia, están muy lejos de llamarse Maestros, pues lo que durante siglos era inherente a esa alta condición intelectual y humana, no sólo involucraba una veneración del alumno que ya no existe, sino que implicaba algo esencial que comienza a desaparecer del mundo, me refiero a la sabiduría. Tenemos doctores, especialistas, postdoctores, pero nunca Maestros. Nuestra civilización se enfrenta a una generación indolente, que arrasa con todos los cargos pero que no tiene formación reflexiva, cultural ni humanística.
No es un buen tiempo el que vivimos.