mayo 09, 2016

LA FAMILIA AHORRATIVA

Por: Carlos Arturo Gamboa B.
Cuando las ideas no te dejan ver la realidad,
no son ideas, son mentiras.
Rafael Chirbes

Dedicado a la familia UT y su extraña concepción del ahorro
Cuando empezamos a sentir la escasez en casa, lo primero que pensé fue en huir. Veníamos de una racha de buenos ingresos y casi todos los miembros de la familia confiaban en mi buen criterio para manejarlos. Pero yo sabía la verdad, se acercaba una temporada de vacas flacas, pero ellos no se podían enterar.
Decidí entonces sentarme a revisar las cuentas con apremio. Nunca me habían interesado esas formas absurdas de colocar números en columnas, comparar gastos contra ingresos y demás métodos absurdos que reducen los deseos a realidades. Lo mío era soñar, gastar, comprar, contratar y sonreír. Claro está, lo más importante, firmar.
En medio de esta nueva situación recordé la vez que mi hija se acercó a pedirme un aumento de mesada porque, según ella, su “forma de vida” no estaba a la altura de sus amigas; o la vez que mi esposa exigió grito en garganta que debíamos remodelar la cocina porque esas baldosas llevaban más de dos años, y además esos colores ya no se usaban. Siempre les complací sus caprichos, si quieres tener el control de la situación y detentar el poder, lo mejor es tener a cada cual contento y para ello repartir dinero, dar prebendas, ofrecer regalos, efectuar dádivas, es el mejor método.
Al que nunca pude complacer fue a Jorgito, él andaba refunfuñando, casi todos los días, acerca de la forma desordenada de manejar el dinero en la casa. Trataba de influenciar a su mamá, pero ella orgullosa le mostraba su nueva cocina y le decía, deje de joder, mire estos logros. Su hermana un día lo llevó hasta el garaje y le mostró su auto nuevo, para tajantemente concluir: ¿usted cree que le voy a pelear a papá si me acaba de comprar carro? Jorgito tenía razón, pero la complacencia mata la crítica.
Ahora solo tenía una salida, recortar gastos o endeudarme. Si me endeudaba, ellos ni lo notarían, porque podría mantenerles su nivel de vida, un poco trastocado, pero seguro, aunque en el fondo todos sabemos que cuando uno está endeudado, endeudarse más es un oxímoron. Decidí aplazar el préstamo y empezar a recortar.
La primera acción consistió en reducirle a Jorgito su mesada y el dinero para sus taxis, le dije que en adelante debía volver a la buseta o pedirle a su hermana que los acercará al colegio en su lujoso auto. Luego puse bombillos ahorradores en las catorce lámparas de la casa.  Observé con gran preocupación que no necesitábamos empleada para planchar la ropa, por eso decidí no contratarla más y que Jorgito planchara. Peleó tanto que me tocó decirle a su hermana que ella también debería colaborar, pero ante su negativa, decidimos que desde entonces vestiríamos con la ropa arrugada. Jorgito alegó que mejor despidiera mi asesor de finanzas, quien me costaba un jurgo, pero él era quien firmaba, de vez en cuando, el aval de los gastos.
Como el ahorro no era suficiente, decidí cambiar los tapetes por uno más baratos, sacar la vajilla de la abuela y guardar la lujosa Corelle, usar luz de velas después de las ocho de la noche, reducir el tiempo de la ducha a cuarenta segundos, no usar crema dental, volver al frutiño - nunca más frutas para jugos-, cancelar la cuenta de internet y goterear Wi-Fi a los vecinos, entre otras medidas que han venido aceptando estoicamente. Solo Jorgito, de vez en cuando intenta hacer pataleta, pero nunca cuenta con la complicidad de los demás, ellos siguen confiando en mi buena virtud para manejar la casa.
Los fines de semana, mientras tomamos wiski con los amigos, suelen decirme:
 -Eres un genio, en mi casa ya todo estuviera incendiado, mi mujer se habría ido con otro y mis hijos me hubiesen demandado.
Sonrío tranquilo mientras embucho otro sorbo de Jack Daniels y les contesto:
- Después de este angustioso ahorro que recae sobre sus hombros, ellos vendrán a mí, inclusive el fastidioso de Jorgito, a suplicarme que haga un préstamo para superar esta grave situación; entonces les volveré a comprar crema dental, frutas para el jugo, sacaré la vajilla lujosa y reinstalaré internet. Me adorarán.
- ¿Y si debido al préstamo pierden todo?
- Diré que fue culpa de ellos, por sus caprichosos lujosos y su falta de ahorro. ¿No les parece genial?
- Si, genial. ¡Salud!