noviembre 04, 2011

LA CONSTITUYENTE UNIVERSITARIA: UNA IDEA DISRUPTIVA DEL SABER Y LA POTENCIA

Jorge Gantiva Silva
Profesor Universidad del Tolima

“…solo hay conocimientos a modo de relámpagos.”
“…hacer saltar del continuo del curso
de la historia... es una exigencia”.
Walter Benjamin


El nuevo tiempo, incipiente y tormentoso, viene cargado todavía con la pesadez del pasado y las secuelas del gatopartismo de “cambiar para seguir en lo mismo”. Su encanto reside en su fuerza utópica de construir otra universidad. Sus atisbos y aproximaciones muestran la resistencia de lo viejo como refractario, recalcitrante y agresivo; los y las que ahora hablan no habían tenido voz, ni poder, ni reconocimiento. Su legitimidad se forjó en poderosas movilizaciones y en una pluralidad de la participación que supera la cantidad de 30.000 personas, récord histórico en Ibagué, en más de cuatro (4) grandes marchas hacia el centro de la ciudad, en decenas de asambleas generales de facultades y de programas.
Como era de esperase, el poder constituido reclamaba cínicamente la legitimidad, justamente para intentar desvirtuarla y someterla a la lógica de la democracia liberal procedimental. La potencia desplegada tiene la virtud de carecer del “formato” preestablecido o del “glosario hoja de ruta” para someter la fuerza autonómica y creadora de la propuesta. Los procesos constituyentes tienen la magia de superar los esquematismos y la “normalidad” de la sumisión. La voz, la palabra y la potencia han resurgido del alma de los jóvenes, de centenares de mujeres y expresiones de docentes que hastiados del “orden natural” de la simulación y la servidumbre han tomado la senda de discontinuidad del tiempo histórico y han abierto un horizonte de cambio ante la crisis de la Universidad del Tolima, sustentando su proyecto en el poder constituyente, a sabiendas de los rigores del contexto, de los límites y la descalificación destructiva del régimen clientelar y de sus agentes oficiosos.
Grandes razones y poderosos hechos contundentes demuestran el cansancio, el hastío y el agotamiento que ha producido una política centrada en los parámetros neoliberales de extensión de la cobertura en detrimento de la calidad y de los derechos de los catedráticos y tutores, de políticas que han profundizado la privatización desde tiempo atrás y con planes de rendimiento y control mediante los estándares, las competencias y los lineamientos curriculares bajo la férula de la “calidad de la educación”. Ninguna oposición, ni siquiera una sola objeción, ha sido presentada por parte de la administración ante el poder pragmático y simulador de la gestión, autofinanciación y mercantilización de la política neoliberal. Por el contrario, una permanente obsecuencia y encubrimiento se ha extendido mediante esta “ideología” de la “calidad de la educación”, la “excelencia”, la “investigación” y la “formación avanzada” que extienden una “cortina de humo” ante la actual corrupción y clientelismo. La crisis agotó el proyecto clientelar de la “universidad regional” y, desde esta perspectiva, la Constituyente Universitaria ha asediado el tiempo “natural” de la fosilización para irrumpir como fuerza creadora en la espacialidad emancipadora de la comunidad universitaria y ciudadana.
Sujetos, lenguajes y verdades
Este nuevo tiempo ha repensado la construcción de una nueva subjetividad que busca superar los estrechos marcos de la universidad y trascender hacia la ciudadanía, las organizaciones sociales y populares y reconstruir una nueva relación con la sociedad, el entorno geopolítico y el país. El sueño, a todas luces, es utópico. No de otra forma puede superarse el “actual estado de cosas” y encarar una propuesta de transformación democrática de la universidad pública.
El planteamiento inicial se sitúa en la politización de lo social, la apertura hacia la comunidad y la ciudadanía. La Constituyente afirma que su reto es desafiar el poder constituido; por eso, busca trascender los límites de la participación de los “estamentos universitario”, los saberes sometidos y las prácticas fetichizadas del “sentido común” pragmático-cosificado. Su Idea se perfila en torno a la construcción del Poder Constituyente asentado en la fuerza de la comunidad educativa y popular que despliegue la participación, deliberación y decisión de padres, madres de familias, instituciones educativas de la región, movimientos sociales y ciudadanos. La formación de esta subjetividad múltiple reconfigura otra política, otras formas de organización y otras visiones y prácticas de la educación y de la cultura. Se proyecta entonces como la posibilidad para potenciar el lenguaje, el habla, la voz y las miradas de esta multitud que despierta a la actividad pública, democrática y de pensamiento. En esta dirección, la Constituyente abre un espacio social para “producir una verdad” construida colectivamente sobre la Universidad Pública, su sentido, sus campos, sus relaciones de saber y de poder.
La Constituyente Universitaria es una propuesta que incorpora el “Programa Mínimo” de los estudiantes, organizados en la Mesa Amplia Nacional Estudiantil”, MANE, y lo articula con la idea de construir una propuesta alternativa de educación superior. En este sentido, se hermanan las distintas iniciativas nacionales y regionales para enfrentar la reforma de la ley 30. Previo a la convocatoria del paro nacional universitario del 12 y 13 de octubre, la propuesta de Constituyente Universitaria desafió la verdad constituida y asumió la tarea de construir un derrotero ante la profunda crisis interna que vive la universidad y asumió los retos ante la política neoliberal del gobierno nacional y regional. El vigoroso movimiento contó con la amplia participación y procesos de deliberación mediante una pluralidad de acciones colectivas y asambleas generales que definieron líneas de pensamiento y movilización que conectaron con la convocatoria del paro nacional universitario.
El proceso surgió desde abajo, desde ámbitos no estamentales que reclamaban un “empoderamiento” de una subjetividad desconocida que empezaba a reconocerse como voz rebelde y creativa desde su sencillez humana. No había sabihondos, ni “formatos”; solo los adversarios reclamaban “hojas de ruta”, “reglas” y “justificaciones jurídicas”. En su sabiduría la Junta Constituyente admitió que esta problemática sería abordada sobre la base de la politización del proceso, el reconocimiento de los autoaprendizajes formativos y organizativos de la subjetivización creadora. Los reparos cayeron ante la supuesta “ignorancia”, el desconocimiento de la “ciencia jurídica” y la ausencia de las bendiciones del poder constituido. El rumbo fue otro: los sin voz empezaron a hablar, los desde abajo encontraron espacios de intersubjetividad crítica y no esperaron que llegara la “cartilla” o la voz salvadora. Desde su autonomía dibujaron su camino y sus argumentos. En este triángulo amoroso -sujetos, lenguaje y verdad- se ha ido potenciando esta Idea que articula las tareas nacionales de lucha y resistencia, y desafía el tiempo histórico. Su formulación inicial apunta a responder a la pregunta: ¿Qué universidad queremos construir?
La Causa de la democracia profunda
La esclerosis duerme la fatalidad del tiempo. La fiesta de los pueblos despierta la fuerza de la vida, del saber, de la potencia creadora. El consuelo de los acomodados y de los cooptados se refugia en la simulación y en la “servidumbre voluntaria”. La historia que despliega la disrupción del tiempo y la “anormalidad” de la vida, viene cargada de la fuerza utópica que “mueve montañas” y asume que “la idea es poder material tan pronto se apodera de las masas”. Esta Idea de la Constituyente Universitaria tiene el fuego juvenil y el encanto de la potencia contra el hastío de la democracia representativa, formal, cínica y vacía. La que empieza a abrirse paso, con sus propias limitaciones, es la democracia profunda que el pensamiento crítico ha dibujado a lo largo de la experiencia histórica de la resistencia y de la emancipación. Profunda, porque va al fondo de los problemas; por la consistencia de su pensamiento; por sus razones y alcances; por su horizonte de sentido y por su fuerza ética y creadora, por las fuerzas telúricas que la mueven.
Esta nueva Idea -que despierta entusiasmo y compromiso en amplios sectores universitarios y tanta oposición en los poderes establecidos- cuenta con simpatía y comprensión en varias universidades en Colombia y tiene ricas experiencias nacionales e internacionales. Repensar la Universidad Pública plantea confrontar las visiones esclerotizadas del saber sumiso y permite cimentar las verdades de la nueva subjetividad, incipiente, “humilde” y rebelde, pese a sus limitaciones, con la fuerza telúrica de imaginar otro “destino”, otro sentido, otra “razón de ser”. Sin lugar a dudas, “Ningún pueblo esespera y aunque se vea obligado a esperar por obtusidad, llegará un día, después de muchos años, que en un alarde de repentina inteligencia, llevará a cabo sus más levados deseos” (Karl Marx). El encanto de la democracia profunda radica en la reinvención de esta nueva experiencia de la subjetividad crítica y plural entendida como interrupción, esto es, como tiempo disruptivo contra el “tiempo muerto” del capital y del sistema. La Constituyente Universitaria tiene el propósito de suscitar la máxima potencia creadora de soñar una nueva universidad, sin los remilgos de la democracia liberal-procedimental y de la lógica del capital. Edificar una propuesta alternativa de educación superior compromete la reinvención de la democracia, el protagonismo de los “simples”, de los sin voz, de la subjetividad “ignorante” que desafía el saber y el poder constituidos.