marzo 07, 2012

CIUDAD Y ORDEN


Por: Carlos Arturo Gamboa
El problema del orden en un mundo en caos consiste esencialmente en «quién quiere ordenar y cómo lo desea ordenar».  Existe una idea predominante en el sentir humano de que las cosas deben ocupar su lugar. Pero entonces valdría preguntar ¿Cuál es el lugar de las cosas? ¿Quién decide en dónde deben ir?
Si bien hay una estética predominante en las sociedades llamadas desarrolladas, esa estética es un metarrelato que de entrada deja otras visiones de mundo por fuera. La idea misma de desarrollo es un concepto predominante que intencionalmente olvida las consecuencias de la depredación de la naturaleza y la pérdida de equilibrio ecológico.
Pero existe otra intencionalidad del orden y está guiada por creer que la razón obliga a una especie de perfección matemática. La idea de bien y el mal, entrañada en la cotidianidad, construye un falso discurso de lo ordenado y lo caótico. Es bueno el joven bien vestido y malo aquel que construye una estética diferente. Es bueno el niño que lleva el pelo corto y su uniforme limpio, pero malo el niño espelucado y desaliñado.
Sin embargo, lo atroz de esta forma arbitraria de concepción del orden consiste en que los elementos del mundo concreto deben obedecer a ese dictamen, mientras que las acciones del mundo abstracto pueden evadirlo. Por lo tanto un político corrupto que se elige en el Senado por muchos años es bueno, y el valor se acomoda al uso, ya que su patraña se disfraza de “habilidad política”. El que saca ventaja del otro no es juzgado como tramposo, sino como audaz, y en esa trasposición se construye una falsa fe, la falsa fe en los valores.
La ciudad moderna es campo de concentración en donde el orden debe primar, por eso la lucha por los espacios que se denominan “públicos”, pero que se privatizan en su uso. Se invoca el orden y en nombre de él se expulsan los vendedores ambulantes y cabría preguntar ¿por qué no expulsar todos los comerciantes a zonas sub-urbanas y dejar la ciudad para vivir? ¿Por qué debemos crear un cordón de seguridad para poder habitar lo urbano? La idea de una ciudad sitiada, controlada, monitoreada, vigilada, no es otra que la ansiedad de evitar que el caos propio de lo urbano construya su propia lógica de des-orden.
Lo que afea la ciudad es la verdadera ciudad, la basura en los andenes, los marginados bajo los puentes, los pitos que aletargan los oídos, el gas carbónico ebrio de gris, los transeúntes delirantes, la paranoia del medio día. La ciudad  no es un molde idílico, la ciudad se construye para el caos, pero los guardianes del orden quieren desparecer de ella su verdadero drama y de esa manera hacernos creer en la falsa fe del desarrollo. De lo contrario descubriríamos la fealdad de la ciudad y ya no la desearíamos como paradigma de la civilización.