octubre 29, 2019

EL BESO DE LLORENTE


Por: Carlos Arturo Gamboa B.
Docente Universidad del Tolima.

Un beso puede romper la historia estancada que no ha logrado otros intentos de transformación.
Colombia en el siglo XXI sigue instalada en el relato de siglos anteriores. La iglesia católica aún ejerce un poder enorme sobre las masas y, en complicidad con la clase dirigente, maneja las cuestiones de la vida cotidiana con la profilaxis de la edad media.
Mientras en la mayor parte del mundo temas como la diversidad sexual, el aborto, la eutanasia y otros de ese corte, han dejado de ser tabú para involucrarse en la agenda del modus vivendi de los ciudadanos, en este extenso territorio seguimos regidos por las moralidades del único libro sagrado-ideológico aceptado.
A este retraso social se suma la proliferación de diversas sectas de cristianos, protestantes, evangélicos y cientos de miles de negociantes de la fe, cuyo fin de lucro y poder moldean el país como si estuviésemos en tiempos de Martín Lutero o de las Bulas papales.
En este país de mil tensiones, el beso entre Claudia López y su pareja Angélica Lozano, en el momento exacto de la celebración histórica cuando por vez primera una mujer llegaba a la alcaldía más importante del país por voto popular, ha roto el espejo en el que se miraban los antiguos inquisidores. Parece que el país se asomó en ese instante al siglo XXI.
En 1907 se filmó en Argentina la película titulada “El sartorio”, según expertos es el origen del cine porno. Muchos de los mojigatos que hoy condenan el beso de dos mujeres, han degustado durante finales del siglo XX y este XXI, escenas de mujeres en actos lésbicos. En sus mentes pacatas han soñado hacer tríos en donde ellos se divierten con dos féminas. Se acepta en privado lo que se condena en público.
Porno y poder son un binomio que se articula al mundo moderno, pero se oculta porque los pobres no pueden gozar de los placeres de los reyes, a no ser en el tiempo del corto carnaval.
El beso que rompe la hegemonía simbólica, rompe también la tradición del poder. Fractura la historia de las formas de gobierno e instala una nueva lógica en la cual los “otros” también pueden gobernar.
Las voces de los religiosos, amanuenses del poder, se rasgarán en este nuevo amanecer de la historia colombiana. Ya no podrán salir con sus hordas fanáticas a linchar con piedras a la nueva alcaldesa, pero harán todo desde sus entramados para impedir que gobierne bien, que gobierne para todos. Ante el más mínimo error saldrán a enarbolar sus banderas morales para instaurar el viejo orden.
Los medios católicos, porque sus dueños son rezanderos de fines de semana y pecadores el resto de los días, atacarán con furia las acciones que desde la alcaldía se emprendan para tratar de posicionar un nuevo discurso en los cuales los excluidos, moral y económicamente, sean autogestores de sus vidas.
Tengan cuidado, nada más peligroso que los mojigatos y los políticamente correctos, son de la misma estirpe y harán lo posible por detener una vez más la rueda de la historia. Ya lo hicieron con Gaitán.
Un beso, quien lo dijera, un beso ha sido el nuevo florero de Llorente.