junio 21, 2025

Y DESPUÉS DE PETRO ¿QUÉ?

 


Carlos Arturo Gamboa B.

Docente Universidad del Tolima

La petrofobia[1] y la pretroeuforia[2] son dos extremos que emergen producto de la inmadurez política de un país que por vez primera se enfrentó a la posibilidad de ser gobernado desde una óptica distinta a las propuestas de liberales y conservadores (así bauticen sus partidos con otros nombres); que en esencia ha sido la misma: gobernar para unas élites en detrimento de las mayorías pobres. Eso lo dijo nuestro Nobel de literatura muy jocosamente: “La diferencia entre liberales y conservadores es que los liberales van a misa de cinco y los conservadores van a misa de ocho”.[3]

Pero, si hacemos el esfuerzo en evitar esos extremos que reducen el pensamiento político, podemos decantar y valorar el resultado de este primer intento por romper la hegemonía del poder en Colombia, que no se ha roto, pero que ya presenta unas grietas que deben ser aprovechadas por un posible sucesor o sucesora en la línea del actual presidente.

Vivimos en medio de una marcada polarización entre un colectivo que está aprendiendo a ser poder y a gobernar, y otro que da tumbos experimentando cómo se hace oposición sin caer en el ridículo y la mezquindad. En medio de ese maremágnum, el país avanza en unos temas y se estanca en otros.

Ahora bien, está claro que ninguna de las seudoprofecías de quienes asustaban al electorado con el coco del comunismo, del castrochavismo, de la expropiación, de la entrega del país a la guerrilla, del dólar a 10 mil pesos y tantas otras mentiras, se hicieron realidad. El incumplimiento de estas falsas predicciones ha generado un gran detrimento político para sus anunciadores, que en esencia son la derecha y la extrema derecha que no se juntan en un solo partido, sino que están dispersos entre Conservadores, Centro Democrático, Liberales, Cambio Radical, Alianza Verde y, por supuesto, en el mismo partido del Pacto Histórico.

Con unos marcados avances en la política de distribución de tierras, la consolidación de la gratuidad educativa, el crecimiento de la economía y el repunte en sectores como el turismo y la agricultura, el aumento del salario mínimo, la disminución del desempleo, la lucha abierta y eficaz contra el narcotráfico y, recientemente, la aprobación de la reforma laboral; entre otras acciones que benefician a los menos favorecidos, el gobierno de Petro terminará por dejar una gran lección: es posible gobernar a Colombia sin mezquindad de clase y con un enfoque social. Es posible una política de Estado que desmonte los privilegios de los de siempre y le apueste por la equidad, germen de una paz real y duradera.

Así, quienes vengan después de Petro en el relevo del poder, van a recibir un país más informado, más consciente y con una base popular más preparada para hacer valer sus derechos. Deseamos que el próximo gobierno sea de corte social para que se genere el verdadero bucle del cambio, el cual no puede darse en uno o dos periodos presidenciales. El cambio es un proyecto constante, y para que se consolide la idea se requiere de una apuesta colectiva de por lo menos dos décadas seguidas en el poder.

Los problemas estructurales del país no se solucionan con discursos, sino con acciones, de ahí el bloqueo que los petrofóbicos han realizado, ya que en el fondo lo que querían era impedir que esa nueva visión de país arrojara buenos resultados. Para ellos, el fracaso total del gobierno actual era su triunfo, y ya no lo lograron. En eso la versión de Petro 2025 ha sabido apostarse entero a la idea de que el cambio es posible y eso solo se puede hacer jugándose los restos políticos, como lo hizo con la idea de la Consulta Popular y ahora con la Constituyente.

Así las cosas, le queda al presidente Petro esta cuarta parte de su periodo para seguir dejando semillas de cambio; ojalá los pretroeufóricos lo entiendan de este modo y se dediquen a trabajar con ahínco en este propósito y no derrochen la posibilidad política de unirse en la tentativa de ser un relevo responsable para el país. Querámoslo o no, lo compartamos o nos opongamos a esta idea, el país político después del gobierno de Petro será muy distinto, porque ha empezado a gestarse un giro inevitable de pasar de ser una república bananera dependiente casi en su totalidad de las disposiciones de EE.UU. a ser una república autónoma que habla y que establece relaciones con el mundo y con los principales problemas universales que lo aquejan.

Después de Petro, muchos entenderán mejor lo que este gobierno significó para la historia política de Colombia. La derecha deberá reconfigurarse y moderar su avaricia si quiere volver al poder, porque ya no le funcionarán sus viejas artimañas. Por su parte, las fuerzas alternativas deben comprender que sí se puede ser poder y que transformar un país construido bajo los designios de la desigualdad y la guerra requiere tiempo, voluntad y honestidad. Después de Petro no viene la hecatombe, como temen algunos; así como con Petro el país no se hundió, como se propagó por los medios del poder. Después de Petro queda una esperanza de seguir en la ruta de la reconstrucción; depende del pueblo y de sus líderes que esa semilla de esperanza que ya germinó crezca y dé mejores frutos.

[1] “Petrofobia” se usa como expresión para demarcar a aquellos quienes son incapaces de ver los aspectos positivos del gobierno de Gustavo Petro.

[2] “Pretroeuforia” se usa como expresión para demarcar a aquellos quienes son incapaces de ver los aspectos negativos del gobierno de Gustavo Petro.

[3] Gabriel García Márquez en “Cien años de soledad”.

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