Por: Carlos
Arturo Gamboa
Somos lectores adaptados al horror, nuestra
sociedad es el texto y la mayoría somos actantes secundarios, extras de la
escena cotidiana de la barbarie. Durante años hemos contemplado el desarrollo
de una historia escrita por un delirante sujeto que no desea llegar a la página
final. El ciclo de dolor no se quiere cerrar.
Hemos crecido y moriremos sin entender la
complejidad que nos impide buscar una salida. Quizás estemos atrapados en la dimensión
desconocida, porque se nos hace normal aquello que haría temblar a Hannibal Lecter,
ese oscuro doctor ideado por el novelista Thomas Harris. Vivimos entre
seres que se alimentan de cabezas, empaladores, depredadores de lo humano, bebedores
de sangre, carroñeros, y sus rostros no logran enervarnos, los sentimos
normales, solemos afirmar “es que somos así”, como si estuviésemos enunciando
la gran verdad de los siglos.
Estos mismos personajes que aceptan el horror,
ese que sirve a cada instante los medios de comunicación, suele tener ataques
de “extraña dignidad”. Se enervan cuando alguien no le cede un puesto a un
anciano en el transporte público, pero miles de ancianos mueren desprotegidos,
sin salud, arrojados al subsuelo de la sociedad y el silencio es avasallante.
Somos una especie de actantes cuyo libreto fue escrito por un esquizoide.
Consideramos más peligroso al diferente que al
asesino, creemos más en la inocencia de los culpables que en la injusticia que
ellos encarnan. Nos rasgamos las vestiduras mientras el telepronter nos
condiciona, pero nuestra vida cotidiana parece transcurrir en las islas
misteriosas de la insolidaridad.
Quien se considere digno de esta sociedad,
quien enarbole la falsedad del patriotismo, quien acumule epítetos contra los
diferentes, quien acepte la realidad como algo dado, quien enuncie el progreso
como un canto de alabanza, quien entregue su territorio a los despojadores,
quien engañe con metáforas de bienestar a futuro; sólo puede ser considerado
otro zombi más del relato. La única opción es estar por fuera del reparto, ser
el excluido del libreto, el que todos miran con extrañeza porque no encarna el espíritu
del tiempo, porque como solía afirmar Krishnamurti: "Solamente
el individuo que no se encuentra atrapado en la sociedad puede influir en ella
de manera fundamental." Y mientras esos no seamos la mayoría,
seguiremos prisioneros de las pinceladas de quienes escriben y dirigen nuestra
historia, y algo si es seguro, ellos no quieren cerrar este capítulo.
2 comentarios:
el esquizoide, quien es en este caso? no hay culpables ? no hay nombres? de por si los libros los escribe alguien...
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