Bajo
el sol de junio los hombres parecen entender lo letal de la resequedad. Estas
llanuras no podría ser nada sin sus hermanas montañas, de ellas descienden,
entre susurros, las aguas que proveen la vida, que hace florecer los campos,
que agitan el rescoldo de la existencia. Los surtidores vegetales que se tejen
en las cumbres hoy están amenazados por los nuevos colonizadores del planeta, y
los habitantes de la llanura entienden el llamado ancestral del agua, de la
flora y de la fauna.
Caminar
sobre el asfalto es recordar el tiempo de las futuras resequedades. Ante la
ausencia del agua todo rezago de vida desaparecerá. Las flores agonizarán ante
el azote de la canícula, las aves se desplomarán, los árboles dejarán sus hojas
a las posibilidades del viento contaminado. Ante la ausencia de seres guardianes
de la Madre Tierra, ella agonizará bajo las fauces de la codicia.
Por
eso ahora es el tiempo de resistir, de acudir al llamado de la montaña, de prestar
oídos al lamento del agua, de unirse al susurro de los árboles, de retornar al vegetal
que somos, de acudir a la selva de nuestros mitos para defender la vida. Ayer
fueron muchos, mañana tendremos que ser todos, hasta que los saqueadores
comprendan que deben dejar en paz a la Madre Tierra.!!!
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