Por:
Carlos Arturo Gamboa
Para
los pocos que no perdemos la memoria en este país de la peste del olvido,
resulta curioso cómo la fauna se ha establecido en el alma social de Colombia.
Tropicales, dirían algunos extranjeros, conchudos suelen decir los pocos
honestos. Lo cierto es que el zoológico es enorme, empezando por aquella
antigua especie de lagartos que
pululan alrededor de las oficinas públicas y que medran de los recursos
públicos; o las culebras, esas
sierpes que cobran sus prebendas a un alto costo. Se suele escuchar
seguidamente que no hay político que no llegue “enculebrado” a un puesto de
nombramiento de elección popular; esto debido a que los contratistas, muchos de
ellos lagartos profesionales, suelen “invertir”
en la promoción de sujetos que luego desde sus curules les garantizan la
supervivencia.
Es
famoso el elefante de Samper, que
hace rato venía metido en la política colombiana y que monseñor Rubiano ya
conocía y por fin vio metiéndose al Palacio de Nariño (si supiera Nariño cómo
han vilipendiado su nombre). Las ratas
llevan rato haciendo gala de su supremacía en la sociedad colombiana y harían
falta miles de flautistas de Hamelín para censarlos. Abundan, se reproducen
como ratas (porque son ratas) y
merodean cuanto queso burocrático olfatean.
Los
delfines comen donde su padre comió,
y no conocen otro oficio que el de gastar su herencia política aumentando su
riqueza, ni siquiera aprenden a leer. Los tiburones
manejan los bancos y depredan al Estado, también se alimentan de los ahorros de
los pobres, quienes apenas se comportan como mansas palomas ante tanta injusticia. Las rémoras inundan los pasillos de las alcaldías y gobernaciones,
viven de pequeñas cuotas burocráticas y su oficio consiste en no hacer más que proselitismo
barato para que los gamonales lleguen al poder y le hagan conejo al pueblo, votantes que actúan como burros innatos en cuestión de política (con el perdón de los asnos)
y no les queda más camino que meterse a mulas.
Por
estos días volvieron a hablar de los micos,
más bien diríamos orangutanes,
animalescos endemoniados que han pervertido la ley y la justicia en Colombia, y
mañana quizás aparezcan los cocodrilos
del presupuesto, los tigres de la
trampa, las abejas para burlar la
ley, y otro sinnúmero de especies que habitan esta maldita arca de Noé que
mejor debiera hundirse.
Al
final, los pocos que recordamos la zoología política del país somos
considerados especies en vía de extinción, pero lo cierto es que las millones
de marmotas que eligen los políticos
también tienes su cuota de culpabilidad; y reelegirán a tanto animal que habita
el mundo de lo público, así será, aunque no quiero ser ave de mal agüero.
1 comentario:
gracias muy propicio para estos días, definitivamente como diría el tango de Gardel vamos cuesta abajo o mejor dicho ,este paseo por lo que denominan algunos vida es un cambalache,donde abunda la sangre maleva,total al mundo le falta un tornillo . adiós muchachos.
Alexander yate Yate
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