septiembre 15, 2025

Un poeta (en estado crudo), la reciente película colombiana de Simón Mesa Soto

 


Por: Nelson Romero Guzmán

Profesor Universidad del Tolima, IDEAD

 El título de la película es escueto: Un poeta, como si desde ya nos anunciara su retrato. Y precisamente, uno de los logros del cortometraje es la verosimilitud del protagonista Óscar Restrepo con el estereotipo del poeta fracasado en vida y obra. Por su parte, el acierto del actor Ubeimar Ríos, pareciera coincidir de manera física y existencial con la realidad y la fábula del personaje que encarna. Además, el realismo de las escenas se muestra en la ambientación del marco de la Medellín marginal de sus zonas urbanas con sus nichos de bajo mundo. De esta manera, el director colombiano Simón Mesa Soto crea un personaje poeta que no encaja en la familia, en la sociedad ni en la poesía misma. Con la aparente sencillez de un poeta crudo, que se mueve en escenarios callejeros lánguidos y una narración sarcástica punzada por el humor burlesco, Simón Mesa logra llevarse el premio de la Sección Un Certain Regard del Festival de Cine de Cannes.

 Una de las grandes apuestas del director de la película, fue haber optado por la construcción precisa del prototipo del poeta visto como el artista fracasado, al que Óscar Restrepo encarna de manera perfecta: un ser crudo, feo, grotesco, bufón, contrahecho, pero fascinante,  venido como anillo al dedo para mostrar la imagen social desgarradora del poeta que nos heredó el siglo XIX, configurado por Rimbaud como "el gran maldito, el que se siembra verrugas en el rostro" o como “el Gran Criminal”, que se vale del método visionario de la autodestrucción, pero que, en el caso de Óscar, contrario al genio de Rimbaud, a sus 54 años vive vaciado de la Musa, proscrito de la poesía y mantenido por su anciana madre, su único refugio de comprensión y ternura. De ahí que su papel sea el de exponerse permanentemente al rechazo social, a la burla, a la expulsión del cenáculo literario, a la explotación de los avivatos de los festivales de poesía, al veto de la familia, hundido en el alcoholismo y hasta soportando la violencia física y el señalamiento de mal poeta. Se trata de una película donde todos los actores sufren al poeta y nadie se ríe; solo reímos los espectadores una risa cómplice, cortada de repente por escenas truculentas que provocan la conmiseración y la repulsión por el personaje.

 Lo que por otra parte enriquece al protagonista de Un poeta (porque la mayor fuerza de la película es su personaje protagónico), es la atmósfera melodramática del humor negro, la estética del grotesco y la extravagancia, acentuados estos rasgos por el manejo del primer y primerísimo plano de las fotografías que hacen ver el alma turbada del poeta a través de la exageración de sus más mínimas expresiones: la mirada profunda y desencantada detrás los lentes de sus gafas, sus gestos de frustración, su barba descuidada, sus ademanes de aflicción, su dentadura irregular, su figura maltrecha, su indumentaria descuidada, su caminar caricaturesco y la intemperie de cuerpo y espíritu, en fin, su profunda soledad y rechazo, como apuesta visual de los valores más decadentes de un poeta, tal como aparece en la representación de la sociedad misma que lo juzga y rechaza. Los bares, el alcohol, la noche y los andenes son sus hábitats naturales.

 El hecho principal que desencadena los componentes de la trama, ocurre cuando Óscar llega a ser contratado en la Escuela de Poesía donde es profesor de un taller, en la temporada en que se organiza un Festival de Poesía. Es justamente en dicha escuela donde conoce a la adolescente Yurlady, estudiante de bachillerato que también asiste a las secciones de los talleres. Aquí vale la pena preguntarse: ¿es un rodaje sobre el poeta sin poesía en una “sociedad de poetas”? La cinta intriga fuertemente a este despropósito. Yurlady, la antagonista de Óscar, es una muchacha talentosa para escribir poesía, pero a su vez manifiesta abiertamente que sus rumbos en la vida son otros. Sin embargo, Yurlady se convierte para Óscar en una obsesión, ya que él transfiere en ella la conquista de sus ideales, al pretender transparentarse y verse en el talento de su estudiante como un poeta verdadero, donde por fin cree encontrar alivio a sus frustraciones literarias. Óscar, entonces, viene a ser el perfecto poeta sin poesía; Yurlady, por su parte, es la otra cara: la poesía sin poeta. Al final ella renuncia a ser la media naranja poética de Óscar. Aquí el director Simón Mesa construye un juego cautivador y una crítica oculta demoledora, poco perceptible, sobre el destino del poeta. El sacrificio de Óscar por Yurlady lo lleva a ponerla por encima del bienestar material y afectivo de su propia hija Alisson, quien vive con su madre en estrechez económica, pero Óscar prefiere convertirse en protector de Yurdaly al descubrir su talento poético y concentra sus esfuerzos materiales para que la muchacha pueda tener momentos holgados que le permitan dedicarse a la poesía, lo que al final resulta siendo otro de sus sueños frustrados. Así que la gesta de este antihéroe del cine es vivir la poesía como una hazaña superior a su propia vida, sacrificando los valores de su familia, aunque en lo más profundo llega a descubrir que no representa los ideales de la poesía, porque sus versos son bastante pobres, como se muestran en la película. Así, Óscar resulta siendo el sacrificado por la poesía, el gran fracasado que encuentra en Yurlady el talento que él mismo no tiene y lo hace por momentos suyo como rey en cuerpo ajeno. Pero los sueños de la adolescente están en otra orilla, ya que para ella son más importantes los proyectos materialmente vitales que los artísticos. La poesía, entonces, para citar al poeta Hölderlin, reencarna en Yurlady el más inocente de todos los bienes y, por el contrario, en Óscar, el más peligroso. Moraleja: No vale la pena sacrificarse, entregar su vida por la poesía. Si bien la poesía anda errante por el mundo, la morada de su ser está definitivamente en el lenguaje, como lo escribió Heidegger, y es allí donde hay que ir tras su encuentro; su sacrificio impone la sencillez y el silencio, solo así el poeta podrá convertirse en la casa de su ser. Por eso Óscar es más el bufón del arte que el poeta auténtico; encarna el escándalo del poeta y no el silencio de la poesía, en fin, resulta engañado por la poesía y pasa a ser un espejismo del poeta, su cascarón vacío. 

 Pues bien, esta parte de la trama de la película Un poeta nos lleva a pensar que el protagonista Óscar, es un poeta con carencia de poesía, aunque la sienta en lo profundo de su alma y la viva de una manera tragicómica. Pero si aceptamos que funge de poeta, con todo, es un poeta sincero, porque al menos reconoce no tiene talento. El anverso de Óscar en esta “sociedad de poetas” es el poeta burócrata, que al igual carece de poesía, aunque viva aplaudido y coronado de banquetes; el artista burócrata, que el ojo del espectador no ve, pero lo atisba o se le revela muy en su interior, es quien vive de las mieles del poder, sabe ocultar su fracaso y se escuda en la higiene, en los buenos modales, pasa por decente, aplica las reglas de glamour en sus relaciones sociales, es respetado y hasta admirado por los incautos. Este poeta burócrata es el rescate de Óscar al menos en su apariencia física. Generalmente es excelente para fundar Festivales y Escuelas. Encaja perfectamente en la sociedad, se le cree y además vive de la producción comercial de la poesía. Este poeta burócrata (oculto detrás de Óscar), es el que Simón Mesa Soto deja entrever y denuncia en su película a través de sus personajes secundarios que lo sugieren. Fíjese que, en la película, el protagonista los expone, pues ellos ven en el mismo Óscar la mancha de la Escuela de Poesía como institución. Esto ocurre cuando en la Fiesta del Festival de poesía, Yurdaly termina borracha por su propia cuenta, pero culpan al poeta de la embriaguez de la joven, además de ser golpeado por los mismos dueños del festival, quienes ofrecen dinero a los padres de la adolescente para no ser denunciados ante la ley. Óscar defiende su inocencia y se opone a la entrega del dinero, sometiéndose a la verdad, pues es claro que defiende la poesía, poniendo así la inocencia del poeta por encima de los peligros del poeta burócrata quien, a través de la promoción de la poesía, busca su propia riqueza económica.

 El director de Un poeta nos arrastra a reconstruir la imagen del artista en el contexto social de la gran ironía del capitalismo, esto es, el poeta instrumentalizado, mercantilizado, pese a que el verdadero artista no es un mercader. De ahí que en la película se deslicen de manera sutil, planos de personajes icónicos de la literatura colombiana convertidos en estampas de billetes: el poeta José Asunción Silva y el novelista Gabriel García Márquez, de los que Óscar es devoto, principalmente de Silva, de quien aspira ser su réplica y por eso en una escena aparece dibujándose el corazón en su pecho. Pero vuelvo a la gran ironía que es la del poeta captado por el capitalismo: Silva, suicidado por la insolvencia económica mientras agonizaba el siglo XIX, ahora puesto a circular en el mundo del mercado como un valor de cambio: el billete de $5.000; por su parte, Gabo, arruinado económicamente mientras escribía Cien años de soledad, es rescatado con su sonrisa de costeño satisfecho en el billete de $50.000, siendo estas las formas socarronas del homenaje, a través de las cuales el capitalismo explota la figura del artista, creando a su vez una plusvalía simbólica del capital. Así es como el capitalismo voraz copta el espíritu del artista sufrido y, al poner su estampa en el billete, le devuelve al arte su falsa recompensa. 

 Al haberse logrado en la película la puesta en sociedad del estereotipo del artista fracasado, con los tintes de humor y tragedia a través de un personaje que lo encarna con fuerza, como tomado directamente de la realidad, sin maquillajes, ¿es permitido preguntarse, ya en las afueras del cinema, si en la película de Simón Mesa Soto ganó el cine, pero perdió la poesía? Pues sí y no. Es indudable que la poesía del cine está presente en la película de diferentes maneras: la semiótica de planos en movimiento, piezas musicales intercaladas a la narración, el recaudo fotográfico de los primeros planos del protagonista convertidos en poesía visual que emana emociones, entre otros recursos. Más bien la ausencia de la poesía está muy a propósito en el poeta protagonista, que es otra cosa. Entonces la poesía no es el fracaso, es su liberación, y esto lo logra el cineasta Simón Mesa a través de sus personajes Óscar, el poeta, y de Yurdali, su aprendiz, que son a su vez contradicciones y complementos de la trama.

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