julio 05, 2022

Después de la resaca: fiestas en el Tolima

 


Por: Carlos Arturo Gamboa B.

Docente Universidad del Tolima

 

Terminadas las recientes fiestas de junio, como se llaman en el argot popular tolimense, es necesario hacer, de nuevo, una reflexión sobre su significado y los cambios que se deben proyectar para evitar seguir repitiendo los viejos y festivos errores.

Debo aclarar que el carnaval me gusta porque hace parte de la esencia misma de la vida. Desde los tiempos más remotos la fiesta es síntoma social de la cultura popular. El colorido, la máscara, el desfile, la danza y la embriaguez, constituyen una forma potente de expresión del conocimiento popular. Pero los tiempos cambian y la cultura igual, por ello el carnaval debe expresar su época en un anclaje con el pasado, preservando lo que se deba preservar y eliminando los actos que ya no representan el sentir actual de los pueblos y sus imaginarios.

En el Tolima tenemos un déficit de tradición folclórica y esta se expresa de manera contunde en las festividades. Por otro lado, se han conservado algunas expresiones cuya obsolescencia riñe con la preservación de las tradiciones. Corridas de toros, corralejas, cabalgatas y riñas de gallos, son actividades festivas que ya no representan los valores del siglo XXI, siglo marcado por un retorno al equilibrio de la naturaleza, siglo que lucha ferozmente por abandonar la idea del ser humano como amo y señor de las especies, para recuperar y otorgar los derechos a todas las formas de vida.

El escritor tolimense Nicanor Velázquez, en su novela Río y pampa, (1944), la cual recomiendo volver a leer y llevarla a las aulas de los jóvenes, nos hace un recorrido por las tradiciones de la vaquería tolimense, la relación con el gran río de la Magdalena y otros elementos que podemos resaltar como valores o símbolos de nuestra idiosincrasia. Sin embargo, no debemos encumbrar el varón de “barba en pecho”, el machista a caballo que hace gala pública de su ebriedad y sus mujeres, porque el tiempo actual nos convoca a otros símbolos, a la diversidad, al respeto de lo femenino superando la mercantilización de la mujer que durante tanto tiempo condujo las lógica de las expresiones culturales.

Es por eso que la fiesta debe repensarse, para que siga siendo tiempo y espacio para la alegría, la reafirmación de “valores positivos” y la reconstrucción de nuevas formas de habitar los territorios. Dotar de nuevas expresiones al carnaval es aceptar que somos seres en constante evolución, que nuestros valores mutan, es por ello que en las plazas de Roma hoy no vemos los gladiadores luchando contra los leones.

El departamento del Tolima merece unas festividades más acordes a nuestro tiempo, en las cuales las escuelas de arte y cultura rescaten el folclor, los trajes típicos, las comidas, la variedad pintoresca de costumbres que nos hacen mejores seres humanos y que abandone los anómalos comportamientos medievales. De ese mismo modo, la organización de la fiesta debe estar en línea de celebrar la vida y mofarse de la muerte, la Libido festiva debe derrotar el Tánatos social. La ebriedad debe ser síntoma de la hermandad, no excusa para resolver viejas heridas culturales o para acrecentar el odio de las masas.

Ibagué y el Tolima merecen exaltar sus costumbres, su música, sus gentes, sus bailes, pero debemos propender porque nos ajustemos a los momentos que vive el mundo, y por fortuna, el país. Organizar las festividades de San Juan y San Pedro, debe ser un reto de académicos, de amantes de la cultura popular, de folcloristas, de sociólogos, de comerciantes comprometidos con el cambio de lo local, no sólo se trata de construir palcos, embotellar aguardiente y emborrachar ansiosos ciudadanos. Para que la fiesta sea fiesta, debemos caber todos en ella y no terminar ebrios disparando al aire.

No olvidemos que las fiestas terminan mostrando de manera contundente lo que somos, y si miramos los festejos recientes es inevitable aceptar que debemos ser distintos, porque como dijera Chesterton: “A algunos hombres los disfraces no los disfrazan, sino los revelan. Cada uno se disfraza de aquello que es por dentro.” Ojalá tengamos la osadía de cambiar el enfoque de nuestro carnaval para celebrar distinto.

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