marzo 14, 2013

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LA TIERRA

Niño indio, si estás cansado,

tú te acuestas sobre la Tierra,

y lo mismo si estás alegre,

hijo mío, juega con ella...



Se oyen cosas maravillosas

al tambor indio de la Tierra:

se oye el fuego que sube y baja

buscando el cielo, y no sosiega.

Rueda y rueda, se oyen los ríos

en cascadas que no se cuentan.

Se oyen mugir los animales;

se oye el hacha comer la selva.

Se oyen sonar telares indios.

Se oyen trillas, se oyen fiestas.



Donde el indio lo está llamando,

el tambor indio le contesta,

y tañe cerca y tañe lejos,

como el que huye y que regresa...



Todo lo toma, todo lo carga

el lomo santo de la Tierra:

lo que camina, lo que duerme,

lo que retoza y lo que pena;

y lleva vivos y lleva muertos

el tambor indio de la Tierra.



Cuando muera, no llores, hijo:

pecho a pecho ponte con ella,

y si sujetas los alientos

como que todo o nada fueras,

tú escucharás subir su brazo

que me tenía y que me entrega,

y la madre que estaba rota

tú la verás volver entera.



Gabriela Mistral

1 comentario:

Anónimo dijo...

Da envidia... de la buena; encontrarse con personas tan valiosas y tan valientes,
que ante las atosigantes vicisitudes del quehacer diario,
logran refugio en tan bellos y profundos escritos, haciendo que por
esa bella vía puedan reconciliarse con el mundo. Un abrazo,

Gentil Gómez