“(…) es clarísimo que si el Coronel
Santoyo no hubiera, no hubiera pertenecido al círculo de íntimos del Presidente
de la República, no hubiera sido su jefe de seguridad en la Casa de Nariño,
esta situación que hoy estamos discutiendo aquí no se hubiera dado, luego por
donde uno lo mire repito Senadores y Senadoras de Colombia lo digo con toda
franqueza y con todo dolor, hay días como este en que yo me avergüenzo de ser
Senador de la República, muchas gracias”.
Jorge
Enrique Robledo (27 de noviembre 2007)
Tengo un amigo ex-uribista a
quien una vez le disgustó el siguiente cuento de la tradición popular:
Una señora se acerca a su vecina
y le dice que su perra ha parido cinco cachorritos, y la invita a que los
conozca y se quede con uno. Cuando llegan a donde la perra amamanta sus críos,
la vecina pregunta cuál de ellos le regalará, a lo cual responde: “Usted elige,
si alguno de esos dos uribistas, o los tres no uribistas”. Por qué uribistas,
pregunta la señora, -porque no han abierto los ojos-, responde la dueña de los
perritos.
En estos días el amigo en cuestión
me llamó para recordarme el chiste y al final me dijo entre melancólico y sombrío:
“En este país ya no puede existir el uribismo, qué ciegos estábamos”. Esa reflexión,
lamentablemente aún no es de la mayoría de los ciudadanos de a pie que fueron “timados”
por el discurso mesiánico del hombre que dibujara con precisión Jaime Garzòn y cuya
caricaturización le costó la vida. La mayoría todavía cree, siguiendo los
preceptos de la fe-dependencia, que Uribe fue un buen hombre, así los hechos
demuestren lo contrario. Padecemos de inconciencia colectiva, alguien nos debió
hacer un “mal de ojo” social, nuestro miedo a mirar la verdad de frente nos
hace cómplices societales. Las sociedades se construyen en dinámicas históricas,
lamentablemente la nuestra parece estancada en la colonia.
Mirar un poco hacia atrás, por el
retrovisor de la última década en Colombia, no produce sino horror; el paisaje
es lúgubre, nunca un país en tan escaso tiempo logró construir mayor
injusticia. Nuestra última década sólo es comparable con las dictaduras de
todos los pelambres que padeció Latinoamérica, sólo que con más víctimas; y
parece que el dolor se anidó en el alma social y nos negamos a ver el drama de
sangre y miseria que nos rodea. Es tan grande nuestra fe-dependencia que sólo
ahora cuando los EE.UU anuncian culpable a uno de los secuaces del poder que enarboló
la idea del exterminio, entonces sólo así, lo creemos culpable. ¿Y los muertos
quién los redimirá? ¿Sabremos la verdad en su totalidad? Falta mucho por
esclarecerse, son muchos los criminales que han moldeado este país hasta convertirlo
en la cuna en donde la muerte mece su guadaña, miles de hombres y mujeres han sido
convertidos en blancos de la violencia que como cuervos hambrientos persiguen a
los más débiles; la pobreza, la injusticia, la criminalización, la muerte de
los sueños, esas son las marcas que durante años flotarán en nuestras miradas.
Sólo existe una forma de reparar
el genocidio que nos precede y es la verdad. Sólo así nuestras víctimas podrán
ser lloradas y el pueblo aprenderá a nunca más tener los ojos cerrados.
3 comentarios:
De lo mejor que te he visto escribir y que conste que eres muy prolífico y gran escritor.
Te he hecho un enlace y mención aquí
http://es.globalvoicesonline.org/2012/08/24/colombia-ex-general-santoyo-admite-vinculo-con-grupo-paramilitar/
BEsos!!
Lully Posada
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Solicito la consagracion divina como tambien vorticial de los impostores polares de los vórtices virtuales que me exploran esotéricamente como la raza maldita que especula a tales vórtices únicamente para disentirme apologalmente porque son piratas arbitrarios quienes desean manipular a las muchedumbres por calumniarme denigrante a través de supeditarme apologalmente.
Atentamente:
Jorge Vinicio Santos Gonzalez,
Documento de identificacion personal:
1999-01058-0101 Guatemala,
Cédula de Vecindad:
ORDEN: A-1, REGISTRO: 825,466,
Ciudadano de Guatemala de la América Central.
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