noviembre 14, 2025

Nunca me sirvió ningún sombrero: breve reseña

 


Por: Carlos Arturo Gamboa B.

Docente Universidad del Tolima

Cada vez son más los escritores que cultivan la minificción, aunque pocos llegan a dominar el arte del minicuento. La escritura breve requiere la sencillez de la concreción y la profundidad de una historia concisa pero bien contada. En un minirelato debe pervivir el arte de saber contar, de impactar, de permitirle al lector que se haga partícipe de la onda posterior a la lectura, eso que algunos llaman interpretación. Recuerdo lo anterior para resaltar el trabajo de la escritora bogotana María del Rosario Laverde, en el libro titulado Nunca me sirvió ningún sombrero, publicado por la editorial Cuadernos Negros, en el año 2024.

En este compendio de cincuenta minificciones, María del Rosario nos pasea por sucesos cotidianos de la vida moderna, con reflexiones acertadas sobre el amor, las relaciones de pareja, el trabajo y la ciudad. Estos son aspectos que la autora convierte en materia prima para dejarnos, en la mayoría de los casos, sucintos y bien logrados minicuentos.

La mayoría de estos textos pocas veces superan las 100 palabras; curiosamente, pierden potencia cuando sobrepasan dicha extensión. En general, María del Rosario deja entrever un trabajo juicioso y decantado que permite a un texto no convertirse en simple chiste, o una frase de superación, o quizás un pensamiento suelto, algo que muchas veces se confunde con el microrrelato.

Para mayor ilustración, veamos algunos ejemplos de su escritura en este libro, que sobra decir que recomiendo para una cuidada biblioteca sobre minificción:

Mal de ojo

Ese desconocido que pasa sin quitarme los ojos de encima, es el mismo que me decía en otra vida que nunca se iría de mi lado.

 

Circense

Ahora tengo una vida común y corriente, cada noche duermo en la misma cama y voy al trabajo de ocho a cinco. Pero no me importa. Alimentar a los leones nunca me divirtió y jamás pude caminar por la cuerda floja, tampoco me recuperé de la infidelidad del payaso, y me harté de empacar y desempacar. De vez en cuando sueño con que soy una estrella...

 

Fijación

No olvido el día que se fue de casa. Empaqué sus maletas, le ayudé a ponerse su abrigo, aunque todavía no comenzaba el invierno. Y lo vi alejarse desde la ventana. Desde entonces, todos los días son ese día.

 

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